Los años 90 fueron dificiles en Rusia, para Rusia y para sus gentes.La escasez, la inflación derivada de muchas causas, la sorpresa por la caída de la URSS que creó una gran zozobra en los rusos cuyo único mundo conocido se les vino encima...todo acabó para empezar de cero con la quiebra del 98...años muy duros siempre hablando de la gente de a pie, del pueblo llano y sencillo.
En aquellos tiempos tuve que hacer un viaje hasta la cercana ciudad de Briansk, a 140 kilómetros, allá por el mes de Marzo cuando aun las carreteras sufrían las consecuencias del durísimo invierno y lo hice en un coche Volga, casi un T-34, que puso a mi disposición una autoridad local.
Lo conducía un joven llamado Slava que tomo aquello de que la linea recta es la distancia más corta entre dos puntos al pié de la letra, tomando por derecho baches, dilataciones y todo lo que pilló con lo que a los cinco minutos mi estómago se había deslizado hasta el maletero muy a mi pesar...y evidenciaba síntomas similares a cuando uno se sube en una noria o se pasa con la bebida...
Conseguí convencerle de que me dejara sentarme a su lado con lo que mejoré mi situación un poquito e intenté establecer conversación con él.
Era de la ciudad a la que nos dirigíamos aunque la causa de que le eligieran para acompañarme no fue solo esa sino que acababa de volver de la guerra de Chechenia en donde era conductor de un carro de combate y aquella carretera era para un chico con esos antecedentes pan comido.
Mi gestión duró poco, tan corta como el éxito obtenido, y hube de esperar al conductor que había ido a ver a su familia un cierto tiempo que dediqué a fisgonear llamándome la atención la anchura de las avenidas, la esbeltez de los edificios, la limpieza de las calles..
Cuando volvió Slava le propuse que me enseñara su ciudad a cambio de invitarle a comer siempre que él me dijera en donde.
Entablamos una cordial conversación, hablamos de casi todo, me enseñó el circo de la ciudad, el monumental palacio del Gobierno Regional..y pasadas las horas eramos casi dos camaradas armas de esos que se reunen para hablar de la mili.
Era hora de volver y pronto sería de noche y aunque los dos teníamos pocas ganas de hacerlo se impuso la obligación de llegar a nuestro destino y al momento de despedirnos.
Para prasatsa daragoi drug.Para prasatsa respondí yo.
Slava sacó su llavero, le quitó la anilla que portaba sus llaves y me hizo el regalo mas hermoso que podía hacerme en aquella situación, un cartucho de AK-47 con todo afecto y amistad depositado en él.
Yo no llevaba nada encima y le prometí que a mi vuelta a Rusia que sería en dos meses le traería algo y nos despedimos con pereza y con tristeza.
Volví en el tiempo prometido llevando conmigo un llavero de plata con la inicial de Slava, una C, y alguna cosa más pero nadie fue capaz de decirme en donde estaba porque sencillamente se había ido y nadie sabía a donde.Unos me hablaron de un amor que dejó en el Caucaso, otros que había vuelto al Ejército, otros que era taxista en Moscú....
Yo siempre llevo su llavero desde entonces y conservo el que le traté de regalar porque se que un día podré dárselo.
He intentado localizarle muchas veces y aun no he desistido y nunca desistiré. Su recuerdo permanece en mí y en aquellos días desgarrados en los que tanto sufrieron mis amigos.