martes, 21 de mayo de 2013

Tiempos de mochila

Cuando escribía mi ante último libro quizás el mayor esfuerzo fuera el no desnudarme totalmente, aunque no creo que lo haya conseguido, y sobre todo reconocer la ingente labor de tanta gente para ayudar a quien más lo necesitaba en tiempos difíciles.
La nostalgia se apoderaba de mi y los recuerdos de cuando usaba mochila me asaltaban constantemente ¿que habrá sido de...?¿como estarán en Klintsy?¿como habrán crecido aquellos niños?¿habrán tenido un invierno duro?No puedo dejar de pensar en ellos y quiero creer que han encontrado su camino y que son felices y que se acuerda, no de mi, pero si de tanta gente como puso el corazón para que ellos llegaran a su meta.
va por vosotros¡¡¡
Quizás la mochila haya sido sustituida por demasiado sillón. Quizás la comodidad y la pereza me hayan hecho olvidar mi camino y a tanta gente, Aleksander, Ludmila, Viktor, Vladimir, Miguel Angel, el Barbas, Goyo, Elena, Adela, Maria Teresa, Alfredo Benito sin el cual, sin los cuales, sin tantos otros, "Un hijo más" no hubiera existido y sin los cuales no hubieran encontrado ayuda y consuelo mucha gente que en Rusia lo estaba pasando mal, ni muchos niños futuro, y hoy, cuando cuento mis andanzas con tanta gente, Simonov ya fallecido, Polozok, y tantos otros , me creo que les abandoné, y que el barco de la vida lo debí manejar yo, que nunca debí dejar la mochila y que echo de menos aquellos tiempos pero sobre todo echo de menos a tantos amigos.
Me prometo seriamente desandar el camino, ponerme en contacto otra vez con todos, volver a Klintsy y rogarles que me dejen ser su amigo otra vez.
El llavero de Slava,la condecoración de María, los picnics con Vladimir, los paseos por las viejas calles...dicen que los recuerdos son las arrugas del alma....

1 comentario:

  1. Lo peor que a uno le puede suceder cuando llega la vejez es tener la sensación de haber sido manejado durante toda su vida. Y aún mucho peor es saber que quienes han manejado nuestros hilos, que aquellas personas a las que hemos entregado nuestra vida, nunca tuvieron en cuenta nuestros deseos, ni mucho menos nos entendieron. No entendieron que lo que verdaderamente nos hacía felices era el servicio a los demás, a los más débiles; que éramos más felices con una mochila al hombro y compartiendo lo que en ella podríamos llevar que en esta sociedad de consumo que nos enriquece, en el mejor de los casos, por fuera y tanto nos empobrece por dentro. El mayor tesoro es ese amigo que nos mira, y nos escucha, y nos pide ayuda, y nos ayuda, y nos quiere como somos. Hay edades en las que las promesas que nos hacemos a nosotros mismos no tienen ningún valor, porque apuntan hacia un futuro que ya es incierto. Por eso, amigo, si lo que deseas es coger tu vieja mochila, hazlo. Echa a andar, mañana puede ser tarde. Y así como hoy te arrepientes por lo que no hiciste antes, luego puedes arrepentirte de lo que no hiciste hoy que aún estás a tiempo.

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