CAPÍTULO XIV
MAÑANA SERÁ OTRO DÍA…
Ruslán recogía sus cosas y le preocupaba no llevar
regalos, o al menos eso decía, que ya se sabe nadie va de visita sin llevar
algún presente, y, aunque Aleksander le tranquilizaba al respecto, el seguía
inquieto.
Tenía esa media sonrisa entre el miedo a lo que se
encontraría, a lo para él ya desconocido, y la alegría de volver a su casa o a
algo más profundo como sus raíces.
En un momento
de aquel día dijo:
- No os extrañe que no me acuerde bien de las fechas,
para mí la guerra acabó cuando llegué aquí y mi vida empieza hoy.
Aleksander y yo nos miramos sin decir nada, nunca
entenderíamos a aquel gran hombre que nos sorprendía con su sabiduría.
El hijo de Olga le había dicho que había hecho
gestiones, que conocería a sus parientes, los más ya centenarios que es sabido
que en el Cáucaso la vida ese extremadamente larga, probablemente porque el
alcohol conserva…
Aleksander, por el contrario, estaba taciturno, algo
le preocupaba y sin embargo, estaba haciendo una gran obra, haciendo feliz a
una persona y diciéndome implícitamente que estaba equivocado, que había
cambiado, que no era el niñato que yo pensaba.
De repente dijo:
- Pasamos por vuestra casa camino del aeropuerto,
quiero dar un beso a mi madre y que vea lo que estoy haciendo. Se merece lo
mejor y así a ella se le disiparán las dudas.
- De acuerdo, le dije, me parece una muy buena idea.
No tardó el checheno en empaquetar sus escasas
pertenencias y nos dispusimos a marchar mientras él, quizás emocionado, cerraba
la puerta de su humilde morada como en un ritual para mí desconocido.
Aún volvió a entrar y colocó sus libros de nuevo,
aquellos libros que conformaron su vida durante tantos años mientras nos decía
que no quisiera perderlos, que eran un tesoro y que si conocíamos a alguien que
los pudiera conservar.
Le dijimos que si, que le dejaríamos su llave a Olga y
que yo me encargaría de cuidar la casa y todo lo demás…
Iniciamos la marcha y él miraba para atrás y saludaba
con aire nostálgico al paso a los vecinos que habían confortado su vida en
aquel lugar dejado de la mano de Dios y nos dispusimos en silencio a retroceder
hacia su nueva vida. No sabía si quería volver allí o no porque no sabía si en
su vida había esperanza todavía…y no podíamos ayudarle, al menos yo no sabía cómo
hacerlo.
Ese silencio solo se rompió cuando Aleksander dijo que
necesitaba hablar conmigo y que lo haría antes de irse cuando llegáramos al
lado de su madre.
Asentí con la cabeza y me recosté sobre el asiento…era
muy temprano…habíamos madrugado porque en Rusia se sabe cuándo empieza el camino,
y a veces incluso a donde va, pero nunca cuando acaba…ni en donde…
Ruslán miraba
ambos lados como cuando en Rusia se dice que vagues allí donde los ojos
te lleven… ¿Qué estaría pensando? ¿En lo que dejaba atrás? ¿En el futuro
incierto que le esperaba? ¿En su monte Ararat perdido? ¿Quizás en aquellos
amores juveniles con los que paseaba por el rio Terek? La verdad es que no
sabía si estábamos haciendo las cosas bien…a veces, muchas, demasiadas, la buena voluntad no es suficiente…
Simplemente podría ser que en aquel relativamente
corto recorrido la película de su vida pasara en cámara lenta por su cabeza,
una película de la que conocía la trama, el pasado pero no el final, y eso,
precisamente eso, seguramente era lo que le desconcertaba…
Al llegar a casa Olga le recibió, nos recibió, con
toda cordialidad, como si le conociera de toda la vida y se ofreció a preparar
un té que Ruslán aceptó de buen grado. Mientras lo preparaba salí fuera a fumar
un cigarrillo con la intención de que Aleksander saliera también y me dijera
aquello que quería.
Salió como estaba previsto y Aleksander se sentó en el
porche a mi lado…
- Sé en donde está Vladimir, dijo alargándome un papel
con una dirección de la ciudad de Pinsk, en Bielorrusia. Está muy mal pero no
sé si morirá antes de las lesiones o de tristeza. No le falta de nada en el
sanatorio para veteranos salvo aire y libertad…
- No iré a verle, el me lo pidió. Le haré saber que
conozco su paradero y que si me necesita allí iré pero antes no…es su deseo y
lo cumpliré, dije lleno de tristeza.
- Quiero contarte algo aunque no sé por dónde empezar...
- Adelante sea lo que sea, contesté.
- Soy hijo del Coronel Volkov, el segundo jefe de las
tropas soviéticas en Afganistán, cuyo Jefe al mando era el General Grumov.
Crecí al lado de mi hermano mayor Nicolai y vivíamos
relativamente bien, mejor que la mayoría. Nicolai me protegía de todo y de
todos. Los dos entramos en una academia militar y los dos nos hicimos pilotos
de helicópteros.
La URSS tuvo
numerosas bajas y aquella guerra era tremendamente impopular, tanto como
Gorbachov a quien la gente llamaba traidor y nuestro padre, un soldado de
verdad, sufría por esta situación y porque sabía que iban a perder una guerra
sin haber perdido una sola batalla por culpa de los políticos…
Nicolai y yo nos presentamos voluntarios para ir al
lado de nuestras tropas, creíamos que era nuestro deber no solo para con
nuestro país sino para con nuestro padre, y allí que fuimos al mando de dos
aparatos anticuados como todo entonces en nuestro país, dos K-25, Kamov que la
OTAN llamaba con el nombre clave de Hormone, y patrullábamos juntos, mi hermano
delante, yo detrás…
Un mal día, no el peor, los talibanes recibieron los
misiles Stinger regalo de los americanos y comenzamos a caer como mosca antes
de que descubriéramos que no tenían visores nocturnos y empezáramos a patrullar
de noche. En el valle del Panshir cayó mi hermano y aterricé jugándome la vida
para ayudarle como él hubiera hecho por mí…
Murió sereno, dándome ánimos y me pidió que saliera de
allí vivo y que buscara a su madre…absolutamente conmocionado le cerré los ojos
y milagrosamente salí vivo de allí al echarse la noche y volví sin daño a la base.
El 15 de Mayo de 1988 volví a casa lleno de pena y de
incertidumbres pero tenía que esperar a poder hacer preguntas a mi padre, a que
fuera el momento oportuno, a que se recuperara, y yo también, de tanto dolor
Cuando creí llegado el momento, mucho tiempo después,
ni se inmutó con mi pregunta sobre la madre de Nicolai…lo demás ya lo sabes…más
o menos…
Cuando empecé a investigar encontré en el FSB todo lo
relativo a Beria…e intenté aprovecharme sin dejar de cumplir la petición de mi
hermano…solo que al conoceros todo cambió en mi interior, hasta a ti te tengo
un gran afecto por mucho que quise
utilizarte y habrás notado que es la primera vez que te trato de tú. Nunca lo
habría hecho si no fuera por mis actuales sentimientos. En cuanto al ámbar me
he visto obligado por mis jefes, yo no tengo ningún interés y no sé si se
creerán lo que pasó simplemente porque lo diga yo…o tú… pero no me importa
porque este no es el camino para ser feliz y yo quiero serlo. Afortunadamente
los tiempos han cambiado y encontraré un trabajo que me permita ganarme la vida
dignamente y, en última instancia, sé que tú me echarías una mano.
Quiero profundamente a Olga, como a una madre que
nunca tuve y, por mi parte, jamás la contaré la verdad y si tú lo haces te las
verás conmigo y, créeme, cuando tengo que ser malo, soy muy malo.
Olga es Rusia, la Rusia eterna, la Rusia que sufre, la
Rusia envuelta en misterios, en sudor y en lágrimas, la Rusia que huele a
hierba mojada segada por babuskhas, la Rusia que nunca tuvo suerte con sus
gobernantes, que cree en el destino como algo inevitable que no se puede
cambiar, que tiene miedo, un miedo pegado a la piel como una segunda naturaleza
y que merece ser feliz o, al menos, intentarlo. Es así como yo lo veo ahora, es
así como quiero verlo y pelearé toda mi vida para que Rusia sea por fin feliz.
Y sé que me ayudarás con todas tus fuerzas porque en una vida anterior fuiste
ruso y sientes como yo que este es un gran pueblo y debe de ser un gran país.
Me ha costado mucho contarte esto, Vladimir me
convenció de que lo hiciera y casi me obligó a hacerlo adelantándose con su
carta pero ahora estoy contento de haberlo hecho, que nunca haya ninguna
mentira entre los dos y menos sobre algo que dada tu intuición y saber hacer,
podrías averiguar en cualquier momento
Olga merece ser feliz y si para ello debo de ser su
hijo, lo seré siempre. Ahora tú decides y date prisa con el cigarrillo que nos
llamará en cualquier momento.
Tienes que ir con nosotros al aeropuerto, no quiero
dejar en él el coche, me lo robarían seguro. Te pido que lo traigas y lo
guardes por favor.
Cuando entramos ella empezaba a servir el té, nos
sentamos y nos miramos sonrientes. Ella siguió y de pié se aproximó a su hijo y
se apoyó en la espalda de su hijo diciendo:
- Te quiero mucho hijo, enredándole en su pelo…
- Tienes motivos para quererle y estar orgulloso de
él, dije sin pensar y de repente.
Aleksander me miró supongo que agradecido y aliviado y
nos reímos todos, sin saber por qué, a carcajadas…
Al marchar el ambiente había cambiado totalmente y
hasta Ruslán estaba alegre y comentaba el miedo que tenía al avión y que solo
se subiría si me subía yo y entre grandes risas le dije que yo no me montaba,
que los aviones me daban miedo…
El avión…le asustó más de lo que él mismo pensaba…un
Antonov de carga que era el único tipo que podía volar en el deshielo en
aquella parte del mundo y, pálido como la nieve, se subió mirando atrás y
diciéndome adiós con la mano…
Esperé a que despegara el aparato y lentamente
abandoné el lugar en busca del coche de mi “hijastro”…y silbando la banda
sonora de “·El bueno, el feo y el malo”…si Vladimir era el feo, Aleksander el
bueno ¿Quién era yo?
Volví a casa con la mente en blanco y creo que no veía
la carretera, que conducía por instinto y contaba los árboles del camino como
los niños cuando juegan esas cosas volviendo loco a su padre mientras conduce…
La noche era hermosa y el frío horrible haciendo
necesaria la chimenea…me apetecía escuchar música pero no sabía cuál…al calor
de la riechka me entraba un sueñecillo estupendo y ella se reía mirándome…
Opté por un LP de Paul Mauriat titulado Rusia Eterna…y
con el sopor, repasé todos los últimos acontecimientos montándome un
batiburrillo mental enorme…en el que entraban y salían Beria y Kruchev,
Vladimir y su Lada, el chelnoki, su abuelo y el ámbar, Aleksander y Nicolai,
Ruslán, el lago sagrado, los trenes, Maroto y el de la moto…como si me hubiera
pasado con el vodka aunque no lo había probado. Me resultaba imposible poner en
orden los acontecimientos de los dos últimos años, algo que me solía pasar, en
menor escala, siempre que hacía un viaje a algún lugar mágico y este parecía el
caso llevado al extremo, propio de una novela de intriga que quizás algún día escribiría…
No sé ni a qué hora nos fuimos a la cama cuando aún
sonaban las Danzas del Príncipe Igor en el disco de Mauriat y con un importante
dolor de cabeza solo aliviado cuando se apagó la luz.
No acababa allí mi larga jornada porque no me dormía
pensando en cómo le iría al checheno en el regreso a sus raíces y solo el
cansancio me cerró los ojos muy avanzada la noche y su cielo negro en el que
las nubes dibujaban caprichosamente la silueta del Ararat en una especie de
burla benévola.
Es totalmente cierto eso de que mañana será otro día o
amanece que no es poco…me desperté como un reloj Raketa de cuerda, que aquí los
de batería aún no se habían generalizado por falta de pilas…el café obra en mi
milagros y en diez minutos estaba dispuesto aunque no sabía para qué…seguramente
para no hacer nada pero desde muy temprano y muy deprisa…pero el día no había
hecho más que comenzar…
A las dos, cuando comíamos, sonó el teléfono y una voz
que se me antojó gangosa preguntó por mi:
- Don Alfredo Vigón?
- Escucho, contesté con esa simple palabra que en
Rusia se utiliza gracias a su simpleza.
- Le llamo desde el bufete de abogados Roca y Asociados
de Moscú, me dijo mientras yo calculaba la hora de la capital para convenir que
había cinco horas de diferencia y que el tal señor había madrugado hoy…
- Escucho con interés, le dije.
- Somos un despacho de abogados españoles que
defendemos los intereses de nuestros compatriotas en Rusia y , antes en la
URSS. Un amigo suyo, Vladimir Vladimirovich Ignatiev, ha fallecido en Pinsk,
Bielorrusia, y ha dejado un legado para usted. Se trata de una caja de cartón
con documentos muy antiguos que no he
leído, por supuesto, y que debo de entregarle en mi bufete cuando usted quiera
y pueda acercarse a Moscú.
- Aún no sé cuando podré ir, contesté, porque es algo
absolutamente inesperado pero tan pronto me sea posible iré.
- No hay prisa, los documentos son muy viejos creo y
porque envejezcan un poco más no les pasará nada. Simplemente le indico que me
avise con tiempo y que venga debidamente identificado porque aunque usted tiene
estatus de residente, sigue siendo extranjero por lo que lo más conveniente
sería que trajera el pasaporte.
- Así lo haré, respondí despidiéndome.
Me quedé estupefacto, sin saber que pensar y menos que
hacer y cuando. Hasta después de muerto el viejo zorro me sorprendía y no se
separaba de mí, poco sabía que nuca saldría de mi corazón…¿Qué me mandaba desde
el más allá? Aquel viejo ¿osetio?¿ruso? era todo un personaje que nunca habría
de haber desaparecido para siempre y me dio por pensar que quizás fueran sus
vivencias, sus memorias o el material para escribirlas. Ojalá fuera eso.
Se lo comenté a Olga y con su lógica aplastante me
respondió que cuanto antes saliera de dudas sería mejor para todo…
Dicho y hecho y cuatro días después volvía con mi caja
de cartón a casa lleno de incertidumbres, de nervios y de esperanzas aunque ya
es sabido que la Esperanza solo es una prostituta que va vestida de verde como
decía Maki el Navaja…
Al día siguiente y lleno de nervios, abrí la
caja…papeles, el historial militar de Vladimir, sus condecoraciones, su
nombramiento de Oficial en el Frente de Bielorrusia con tan solo veinte años,
algo de dinero y muchos recibos cuyo contenido ya conocía…iguales al que el
abuelo de Viktor me había proporcionado solo que fechados en Kaunas, Vilna,
Smolensk, Orsha, Safanovo, Moscú, Gorki, Ufá, Cheliabinsk, Omsk, Novosibirk,
Kemerovo, Krasnoyarsk y un montón firmados en pequeñas localidades y ,
evidentemente, faltaba el de Irkutsk, todos indicando las cantidades entregadas
y aludiendo a la patriótica misión encomendada a los soviets respectivos…
Todos ellos confirmaban la desaparición de la Cámara
de ámbar en los términos que ya conocía y haciendo responsable del desaguisado
a la incultura, la ambición y la maldad humana, culpables de sangre, sudor y
lágrimas con el único objetivo de no se sabe qué y con el resultado final de
que se enriquecieran unos pocos a costa de muchos…y se hablaba, no sé si con
fundamento, de que se iba a reconstruir con los planos antiguos en el mismo
lugar en el que estuvo originalmente, solo que está por cuenta, nuevamente, del
estado ruso…
No podía imaginar cómo Vladimir había conseguido
aquellos documentos y quizás, solo quizás, leyendo el resto de documentos
llegara a comprender que mi amigo del alma, y a pesar de su Lada era, fue,
alguien mucho más importante de lo que yo creía, de lo que él daba a entender…
Completamente anonadado, posé la caja y me dije que no
leería más hasta que no me repusiera del shock que todo aquello me había
causado, que a lo mejor podría ser
mañana mismo pero no ya hoy… mañana volverá a salir el Sol…
Sol que no aportó nada interesante, fotos viejas de un
joven aun con dientes, un reloj Paliot de cuerda y de bolsillo con el escudo de
la URSS grabado en su tapa, el historial militar de Vladimir en el que
destacaba su empleo de Coronel de las fuerzas del Ministerio del Interior, una
matrioskha llena de rayones y mugre que era imposible saber lo que significaba
allí, una amarillenta nómina, una cinta de San Jorge, tres cartas ilegibles y
lo que probablemente era un dibujo con la cara de tres niños, quizás sus
hijos…me dio por pensar que toda una vida cabía tristemente en una caja de
cartón y no importa que seas Rey o mendigo, científico o analfabeto, alto o
bajo…en una caja cabías…y me entristecí y no sólo por él sino también por mí y
creo que era la primera vez que veía a la muerte tan cerca…aunque, menos mal,
no era la mía…
No tenía por qué pero seguramente lo fotocopiaría y
enviaría los originales de todo a su familia, de todo menos los recibos que ya
no importaban a nadie… ni siquiera a mí…
Cada vez me gustaba menos la Historia, la grande y la
pequeña, nunca recoge fielmente la realidad ni de los países ni de los hombres
que la conforman, llena de falsedades y de olvidos…si bien es cierto que la
muerte tiene de bueno que es igualitaria…todos nos volveremos polvo más tarde o
más pronto haciendo realidad aquello de “El muerto al hoyo y el vivo al bollo"... o aquello de Zorrilla y su
Don Juan…” Todos iguales para mí seréis, el trece, el catorce, quince y el
dieciséis…”…el olvido es la última parada de todos y cada uno de nosotros…
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