ÁMBAR
(VEINTIUN GRADOS BAJO CERO, II PARTE)
RAFAEL GONZÁLEZ CRESPO
LIMPIAS 2017
ÁMBAR
- Prologo
- Capítulo
I: La cabra siempre tira al monte.
- Capítulo
II: Vladimir tenía un Lada amarillo.
- Capítulo
III: Éramos pocos… y parió la abuela.
- Capítulo
IV: Baikal.
- Capítulo
V: ¿No querías taza? Pues toma taza y media.
- Capítulo
VI: Lilí Marlen
- Capítulo
VII: …que buenos son que nos llevan de excursión.
- Capítulo
VIII: Lo que une una cerveza que no lo separe el hombre.
- Capítulo
IX: La verdad tiene muchas aristas.
- Capítulo
X: Las botellas no siempre contienen vodka.
- Capitulo
XI: Kompromat
- Capítulo
XII: Cuando el frio invierno se presente…
- Capitulo
XIII: Algo se muere en el Alma cuando un amigo se va.
- Capítulo
XIV: Mañana será otro día…
- Capitulo
XV: La Sudba…tiene la culpa.
- Glosario
breve sobre las palabras rusas empleadas.
ÁMBAR
PRÓLOGO
Escribir es algo más
que emborronar cuartillas…escribir es sentir, es volver a vivir e incluso soñar
y nadie, absolutamente nadie que escriba, deja de sentirse identificado con
alguno o varios de los personajes que maneja aun cuando escriba sin percibir
que se está retratando…
Y esto es así porque
nuestra mente es rehén de sus vivencias, de su memoria, de sus miedos, de sus
alegrías, de su entorno, de su actividad profesional e incluso de su formación
y otros muchos factores.
Solo cuando son así
los libros tienen alma, alma que huele a celulosa pero alma al fin y al cabo y
solo de ese alma depende que el volumen sea bueno, malo o regular, inadvertido,
sentido, vivido, legible…
Y es que nadie puede
escribir situaciones que no ha vivido, sitios que no conoce o personas que no
existen en realidad y cuando lo hace
bien, que es a lo que aspiramos todos los escritores, surgen las palabras
solas, que los puntos y las comas ya se pondrán luego, como si fueran formando
un torrente de sensaciones que se sienten vívidas y vividas como cuando se
tiene la sensación, extraña sensación, de que aquello que nos sucede ya lo
hemos vivido antes, eso que llaman ahora el dejá vu, llenando nuestra mente de
dudas más que razonables sobre lo que pudo ser nuestra vida anterior…y futura…porque
todos creemos en algo o en alguien aunque solo sea en combate o cuando empieza
a hacer cosas raras el avión..
En esas dudas, y en la
línea expuesta, me muevo cuando escribo
y hoy presento para vosotros una historia que bien pudo ser así, o no, ¿por qué
no? Pero que, en realidad, solo refleja mis sensaciones sobre algo que debió
pasarme cuando era eslavo, o en mis sueños, independientemente de la trama
argumental que planteo, porque la enjundia del relato solo es creíble desde el
convencimiento de que lo he vivido de una forma u otra, lo he soñado o lo
viviré, solo que ni yo mismo se la respuesta a la incógnita temporal que llevo
dentro pero que, en su mayoría, es cierta.
Ámbar no es más que un
título, un envoltorio para describir el Alma eslava, como piensa y cómo
reacciona, como da vida a las personas haciéndolas distintas a cualquiera otra,
aunque el marco que la rodea sea de resina fósil. Y casi todo en él es verdad,
sucedió así aproximadamente…
En un país, Rusia,
lleno de arcanos, misterios, leyendas, creencias…que la mayoría de las veces
solo existen en nuestro imaginario, no solo se trata de entender lo increíble
sino de vivirlo, porque en Rusia todo es posible y lo contrario también, y es
por eso que fuera del mundo eslavo todo es un desconocimiento general incluso
de los porqué de su Historia y me afano escribiendo en hacerlo entendible desde
la estúpida prepotencia de que lo
entiendo, solo que no es verdad, simplemente lo intento pero como nadie sabe
nada pues paso por ser de los que más saben…solo hay que echarle cara al asunto.
Cuando escribo me pasa
como cuando hablo…al final me lio y no sé cómo acabar pero si sé cómo empiezo y
es que a veces es mejor dejar las cosas como están aunque siempre hay alguien
que quiere conocer la verdad, pero claro, ese alguien es raro que sea eslavo…
A fuer de ser reiterativo creo que
escribir una buena historia requiere dos cosas como mínimo, poner el alma en
ello y que sea verídica aunque parezca fruto de la imaginación...Vladimir
existió, me llamaba jitrii y decía que yo era rico...lo mataron en Bielorrusia
para robarle su Lada amarillo, su cadáver apareció a los seis meses de su
desaparición y su Lada nunca...tuve con él una cuenta corriente en una caja
española...confiaba en mí. A su muerte ,en plena depresión rusa, me las arreglé
para llevarle todo su dinero sin perder una peseta a su viuda que no entendía
por qué se lo devolvía...Cosas de la vida...escribir noveladas algunas de
nuestras andanzas es una forma de que siga viviendo, al menos en mi corazón.
Y también existen Viktor, el
chelnoki, Ruslán, varios Oleg y otros que retrato con las carencias de mi
pluma, y es que como decía Campoamor “Ojalá tuviera el don de la palabra” o
manejara el pincel mejor que la pluma…pero, claro, entonces pintaría y no
escribiría…
No creo en las obras de ficción
porque la realidad siempre la supera.
En todo caso os pongo en antecedentes
de que el ámbar solo es una excusa para recorrer Rusia de cabo a rabo a través
de su Historia, de su gente, de sus costumbres…en una época en que la miseria
merodeaba a este gran país como los buitres en torno a una oveja
desvalida…buitres que tienen nombre y apellidos porque, teniendo muchos
enemigos, quizás el peor carroñero de Rusia sea ella misma…la resignación, el
miedo como segunda naturaleza, la facilidad con que se apuntan a burlar las
leyes, y la creencia de que todo cambia para seguir igual o peor, hacen de su
sufrida gente una rara mezcla de oveja camino del matadero y águila imperial
capaz de comerse el mundo, mezcla que nos llevaría a un animal mitológico que
creo que aún no ha sido descrito…y que quizás, solo quizás, acabemos
bautizándolo leyendo estas malas cuatro líneas como el ovejáguila que tenía
bulimia…
No hagáis nada sin poner el alma en
ello, mejor no hacerlo…que hacerlo mal…
Capítulo I
La cabra siempre tira al monte
Amanece que
nos es poco decía no sé quién… echaba de menos mi época de vino y rosas pero no
me apetecía empezar de nuevo…pura pereza…aunque a lo mejor sí pero no me daba
cuenta…
La vida
transcurría tranquila , demasiado tranquila, y el mundo, nuestro mundo , se me
hacía demasiado pequeño….demasiados temores, que aquí el miedo es una segunda
piel adosada permanentemente al Alma eslava, y era feliz, éramos felices, pero
alguien acostumbrado a una vida nómada, y de asfalto para el reposo, no
encontraba por ningún lado el gusto por el campo y la huerta aunque a Olga le
pareciera, después de tanto sufrimiento, aquel paraíso terrenal en el que Eva y
Adán comían manzanas empujados por aquella serpiente puñetera…no se me daba
bien embotar a todo correr en Verano todas las bayas del mundo para comerlas
despacio en Invierno y mucho menos recogerlas…soy más de supermercado, no es
tan natural, ni tan barato pero es más cómodo…
Es cierto
que Rusia huele a trigo verde, a hierba recién segada, a campo y sudor…también
es cierto que , durante algún tiempo, me gustaba aquello pero no lo es menos
que los días eran tan previsibles que llegaban , a veces , a hacerse
odiosos…envidiaba a aquel Paco Umbral que iba a buscar el pan cada mañana y se
encontraba con Nadiuskha y mucho más su obra literaria porque siempre quise ser
escritor pero resulta que no tenía inspiración, y es sabido que los artistas
sin ella no somos nada…solo faltaba que el marido de Yulia me llevara a
pescar…claro que el Baikal no es cualquier cosa aunque no se pescara nada…y me
decía que si llegaba la propuesta me lo pensaría , pero era demasiado
respetuoso conmigo así que tendría que proponérselo yo.
Me gustaba ir dando un paseo en cualquier época del año al
hotel Art House. Una cadena internacional lo mantenía en aceptables condiciones
de todo tipo teniendo en cuenta que estaba incrustado en la mansión Bichikanov
del siglo XVIII, situado en la ribera derecha del río Angara antes de que este
calmase la sed del gran Yeniséi, y
que tenía un café más que aceptable aunque cuando lo pedía con leche la
camarera , demasiado pizpireta para su edad, me miraba con ese gesto tan ruso
que venía a decir que los extranjeros estábamos como un cencerro, lo que , en
mi caso, era cierto…lo único malo que tenía el susodicho alojamiento era que
estaba al otro lado del río con lo que , en ocasiones invernales, el paseo
había que darlo aceleradamente y
entre los crujidos que salían de mi boca al congelarse al contacto con la
atmosfera mi aliento, en ese efecto que algunos llaman “ los suspiros del
Yeti”. Estos paseos acelerados estaban de sobra compensados por la maravillosa
floración de la Primavera y el Otoño ocre que cubría las dos orillas del río
llenándole de pura Poesía, de puro deleite para la vista.
En verano
demasiado calor , no solía ir a por mí café y a engancharme a internet porque
la cafetería se llenaba de una variopinta fauna entre guiris en busca de
mamuts, que algunos creían que aun andaban por las calles, ecologistas de salón
que venían a salvar al lago sagrado Baikal de los excesos humanos, aventureros
de chichinabo, fotógrafos freelances en busca del éxito que les sacara del
anonimato y la pobreza, y chinos cargados hasta las trancas de productos marca
“La bandurria”…que montaban su mercadillo particular pagando previamente a todo
chichirimundi una espléndida propina para que miraran para otro lado.
El zoo lo
completaban algunas mozas aspirantes a modelos que, no sabía por qué, pensaban
que allí encontrarían a un agente americano que haría que sus sueños se
cumplieran…Solo encontraban a unos mamoncillos con pelo largo que las hablaban
de la pérdida del espíritu revolucionario de Lenin poniendo cara de
sufrimiento, o de estar estreñidos, con la sana intención de llevárselas al
huerto, no precisamente el de Getsemaní, y sin hacerlas una triste foto que
alimentara sus anhelos de gloria efímera en papel cauché…así, chavales, no hay
forma, me decía yo moviendo la cabeza en ese gesto universal de la negación. No
sabían que hacía años que los rusos habían cambiado la hoz y el martillo, cosas
para turistas, por la hoz y el Martini, rojo, claro…
Al final
el hotel parecía un camping para mochileros y la tranquilidad habitual se
convertía en una torre de Babel en la que nadie entendía más que el lenguaje
universal de los gestos, menos mi camarera favorita a la que de vez en cuando y
por probar a ver qué pasaba, la guiñaba el ojo o la hacía una reverencia a la
vez que la decía buenos días…pero no pasaba nada, la sutileza no era su punto
fuerte y creo que el sentido del humor tampoco. No me quedaba otra porque para
conectarme a Internet, ella debía de desconectar de su clavija un teléfono y
poner la mía y de paso avisar al FSB[1]
con lo que se apuntaba un tanto muy valioso. Me la imaginaba diciendo algo así
como “El que vive con la hija de Beria, el extranjero, está conectado…”. No
solo no me importaba sino que me divertía, que mis secretos eran tan
confesables que daban risa, pero Rusia funciona así, con lo que seguir el juego
haciéndome el bobo no era nada difícil, hasta la cara me salía muy natural.
Conocía de
memoria la ciudad después de dos años de retiro espiritual o lo que fuera.
Irkutsk,
ciudad más conocida por los Decembristas que por otra cosa…Decembristas así
llamados porque fue en Diciembre de 1825 cuando se sublevaron contra el Zar,
Decembristas que eran oficiales del Ejército, pertenecientes a la aristocracia
rusa y formados en Francia desde donde exportaron las ideas de la France
y su revolución, pero los gabachos, siempre hacen lo mismo y esta vez no sería
una excepción, se olvidaron algún detalle…les contaron lo de la Liberté,
Egalité y Fraternité pero omitieron que para ello había que dar matarile a unos
cuantos miles de monárquicos, y sin pestañear, por un procedimiento, muy poco
aseado, llamado guillotina y, a poder ser, con amplia difusión y un público
ávido de ver cómo funcionaba el invento y cuanto más numeroso mejor, para
después pasear cabezas en una pica recordando a los que no habían ido al
espectáculo lo que les podía pasar si pedían la devolución de las entradas que
no habían utilizado. El método lo perfeccionaron más tarde Lenin y Stalin con
notable éxito. Pero la culpa fue de los gabachos que, ya se sabe, andan escasos
de sutilité…
¿El
resultado? Cinco condenados a muerte y casi una centena de deportados a Siberia
y al extranjero en distintas condenas en cuanto al tiempo de duración y, eso
sí, con la pérdida de todos sus bienes…y todo por una mala explicación. Y es
que la mala leche es universal.
La mayoría
de estos oficiales deportados se llevaron a Irkutsk a sus familias y entre
todos formaron aquí un centro cultural de lo más selecto de Rusia, dando lugar
a un florecimiento en la ciudad que no había tenido ni soñado jamás desde su
fundación al principio del Siglo XVII, fundamentalmente reconocible hoy en día
por la cantidad de casas y palacios con un inconfundible estilo francés y
amansardados edificios, todavía hoy en bastante buen estado de conservación,
como la mansión Fainberg o la Casa Europa, y no digamos la casa de María
Volkonskaya, verdadera inspiradora del nacer cultural en estos lares, e incluso
las famosas casas de madera son especiales en esta parte de Siberia por la
riqueza de los marcos de sus ventanas, hechos en madera tallada y policromada
que las dan un valor añadido y resultan de una singular belleza.
Del paso
de Bakunin apenas nada… el ideólogo del anarquismo no quedó muy bien
parado aquí que los decembristas eran revolucionarios pero menos. De hecho se
carteaban con el héroe nacional ruso, el poeta Puskhin, muerto en un duelo a
manos de un oficial francés, que ironía más fina, por un quítame allá las
faldas de mi mujer Natalia Goncharova.
De una de
sus cartas, exquisitamente escritas, en la que se decía algo así como “… de la
chispa encendida por vosotros nacerá un nuevo orden...” sacó Lenin la palabra
Iskra, chispa, para el nombre del primer periódico revolucionario.
Nuestra
casa seguía siendo la misma, al menos exteriormente, porque ese miedo, tan
típicamente ruso, no permitía arreglar su exterior para no llamar la atención
pero interiormente si habíamos hecho muchos arreglos que nos permitían vivir
más que cómodos.
Nuestra
cocina era relativamente nueva, se había repartido la planta en piezas
separadas, el cuarto de baño era interior aunque con pozo, que no llegaba allí
el saneamiento, y un sofá en la salita de la tele, aunque yo prefería
tumbarme en el suelo a verla como hacía de niño con gran cabreo de mi padre que
decía que no sabía guardar la compostura…por eso decía Olga que yo era como un
osito de peluche porque nunca había abandonado mi alma de niño…un revoque
interior, con capa de pintura demasiado llamativa para mi gusto, nos aislaba
del frío mejor de lo que se podía imaginar pero es que los rusos en esto de
abrigarse y abrigar son unos maestros y saben muy bien lo que hacen.
También
los radiadores de aceite habían complementado a la rechka que por otra parte
ocupaba un espacio absolutamente necesario para movernos con cierta comodidad y
había que reducirla... Por supuesto que el icono seguía en la cocina, el lugar
de honor de la casa, aunque su valor era relativo…por razones obvias no
pertenecía a la herencia familiar ni era antiguo…
Por encima
de aquel decorado de cartón piedra reinaba Olga, absolutamente feliz,
complaciente y paciente y, por primera vez en su vida, segura de sí misma y de
mi protección o eso parecía. Se afanaba en las tareas de la casa a lo que yo
ayudaba en las labores más duras y en hacer los mandados como una excusa más
para cruzar el río camino del centro, y yo creo que lo sabía y sabía que me
gustaba el paseo y el café mañanero sobre todo por lo que se inventaba, en
muchas ocasiones, algo que requiriera mi salida por el simple placer de ver mi
cara de alegría…
El
panorama, mi panorama, se completaba con alguna visita a Yulia, la hermana de
Olga, que seguía viviendo en Sludyanka, y que cuando nos veía abría los ojos
como platos, eso que ahora llaman ojiplática, como si no diera crédito a lo que
veía, o como si no nos hubiera visto nunca pero ,claro, creía en la Sudba, el
Destino, y en ese particular síno vivía la suerte de su hermana que , después
de todo lo pasado, tenía su personal cuento de hadas en el que yo, que cosas,
era el Príncipe azul, un azul precisamente del tono que a su hermana le
gustaba, que ya se sabe que este color tiene demasiados tonos…incluido el
galuboi…
¿Era
feliz? Si, sin duda, pero no imaginaba mi vejez en aquel lugar, y no porque no
me aportara nada, al contrario, sino porque aún no abandonaba sin pena las
cosas de la juventud como recomendaba Kypling y lo peor era que Olga lo sabía y
no quería hacerla daño por nada del mundo, no se lo merecía y además sin duda
la quería pero lo cierto era que nuestros mundos eran muy distintos, distantes,
cada uno rehén de su educación, de sus raíces, de sus vivencias, tremendas
vivencias en el caso de ella, que se plasmaban en la tranquilidad que
significaba para uno esta vida, frente a la necesidad de que “pasara algo” del
otro.
A veces
pensaba buscar nuevamente a su hijo y traérselo arrastrando por la carretera
porque sabía que necesitaba verlo, necesitaba saber que estaba bien pero el
elemento estaría muy ocupado en plena picaresca a la rusa para obtener pingües
beneficios, espero que sin involucrarme a mi otra vez, y me prometía a mí mismo
hacerlo algún día y todavía no comprendía por qué había renunciado a los
papeles de Beria salvo porque tuviera otro negocio en marcha del que fuera más
fácil obtener réditos que convenciéndome a mí, sobre lo que seguro tendría
dudas, aunque yo no tuviera ninguna. Lo pasado, pasado está y así
seguiría. Pero tener un hijo así era como si una espada de Damocles oscilara
sobre nuestras cabezas.
Resumiendo, que es gerundio, la cabra, en este caso
yo, Alfredo Vigón, siempre tira al monte y espero que nadie le ponga años al
animalito…que echaba de menos el Lada amarillo chillón, más chillón que el
tractor de los Zapato Veloz, de mi amigo Vladimir y que añoraba la
mochila que no era precisamente azul.
Es curioso, todos queremos vivir muchos
años pero nadie quiere llegar a viejo. Parece evidente que son dos cosas
incompatibles, salvo para Matusalén que por la estepa le llamaban Mafusailov...y
yo aspiraba a imitarle o a ser eternamente joven aunque fuera como Dorian Grey,
a costa de verme cada mañana en un retrato que envejecía mi cara, mi ego y mi
alma....
De que Rusia es un
gran país no me cabía ninguna duda y en
él vivía yo mi particular aventura terrenal envuelto e imbuido en eso que
llaman el Alma Eslava…que encontrarle nombre a las cosas que no entendemos es
muy humano, cuando, yo creo, solo hay que sentir esas cosas, medir si nos
emocionan o nos cabrean. Y dejarse llevar por ellas como aquel que decía que a
Rusia o se la ama o se la odia obviando entenderla. Otra cosa es un vivo sin
vivir en mí, como Santa Teresa…
Desde que en una
visita del Patriarca de la Iglesia Ortodoxa a Occidente y se agarró un cabreo
de mil pares de Patrones de su Iglesia porque en un mapa antiguo se denominaba
a Rusia con el nombre de “Terra Incógnita”, se ha instalado en el resto del
mundo mundial un halito de misterio sobre todo lo que sucede o ha sucedido, o
está por suceder, en aquellas tierras que nos empeñamos en creer muy lejanas…y es
posible que hasta con cierta razón porque el ruso, el eslavo, también cree en
los misterios y en los milagros, probablemente porque cuando les falla la
Tierra , y les ha fallado en demasía, miran al Cielo, como todos hacemos, y
también porque tiene un cierto gusto romántico que convierte en héroes a los
poetas o a los actores y viven en un mundo de sueños, imperiales pero sueños.
Me encanta que la
gente crea en algo, que sueñe, creo que somos soñadores y que empezamos a morir
cuando dejamos de soñar y me cabrean esos falsos investigadores que se dedican
a desmantelar mitos y creencias destruyendo la ilusión de la gente. De hecho yo
aún creo en Died Maroz, Papá Noel, a pesar de mi corazón Mediterráneo, pero ¿y
si fuera adoptado y en realidad me apellidara Romanov? No creo, aunque a veces
lo pienso, pero una vez se lo dije a un
amigo en broma y se lo creyó tanto que la supuesta adopción apareció en un
periódico brasileño
Su historia está llena
de “falsos Dimitris” como aquel que en el llamado Interregno, se presentó como
hijo de Iván el Terrible, y que en realidad, se dice, era un monje llamado
Grigori, y acabó con la invasión polaca
y como el Rosario de la Aurora y el tal ¿Dimitri? o ¿Gregori? asesinado y
sustituido por Boris Godunov que, aunque era un verdadero gafe, al menos dio
lugar a una abundante obra literaria y musical. La realidad de todo este
embrollo fue que el pueblo prefería creer que era verdadero y que se salvó de
la matanza de la familia del tal Iván IV y que los boyardos se aprovecharon para
sacar ventajas a cambio de su apoyo. Nada nuevo bajo el Sol.
Otro episodio de este
pelaje sería el de la Princesa Tarakanova, que se decía hija de la Zarina
Isabel… se topó con Catalina la Grande en su intento y, tras ser llevada a
Rusia con engaños de uno de los supuestos amantes de la Cata, el Príncipe
Orlov, murió de tuberculosis en la
fortaleza de Pedro y Pablo en Piter sin que los duros interrogatorios a los que
fue sometida la apearan del burro. Hoy en día aún son muchos los que mantienen
que realmente era hija de Isabel de quien se dice estuvo embarazada dos
veces del Conde Razumovsky, recluyendo a
su primera hija en un convento aunque de la segunda, la tal Tarakanova, con
nombre de cucaracha[2]…
nada se supo hasta su aparición en París con un supuesto testamento en la que
se reconocía su condición. Y nada se supo después aunque no resulta extraño
porque de existir alguna prueba habría sido destruida sobre la marcha.
La historia de la
muerte de Alejandro I está llena de todos los elementos propios de una novela
de misterio a la eslava. Muere en Tangarong, a orillas del mar de Azov,
oficialmente de malaria, pero ¿Qué tiene de romántico o heroico morir así? Se
dice, y seguramente será verdad, que cuando comprueban su cadáver, las medidas
antropométricas no coinciden con las de Zar, y aunque sus restos son enterrados
junto con los de los demás zares en San Petersburgo, dice la leyenda que no son
de él, que el verdadero se refugió en Siberia, que vivió como un stariets, un
ermitaño a la rusa, haciéndose llamar Fiodor Kuzmitch. Y yo también lo creo
porque me apetece que sea así que para mí es suficiente…
Podríamos estar
repasando tantas y tantas historias fantásticas hasta pasado mañana, a cual más
bella, y que entre todas han generado un
temor ritual entre los países que llegan a mezclar este sentir popular, este
acerbo, hasta con el mismísimo KGB. La ignorancia es atrevida. Todos creemos en
algo, esotérico o no, incluso los que no creen en nada, creen en algo…en ese
nada…que ya es creer porque muchas veces nada significa mucho.
De todas estas
creencias, Rasputín nada de nada a pesar de que su supuesto pene de veinte
centímetros se conserva en formol en un museo de la antigua Leningrado, la que
más me gusta es la de la princesa, en realidad Gran Duquesa, Anastasia, la que escapó de la matanza de la
familia imperial de Nicolás II en la casa de Ipatiev en Ekaterimburgo. Y digo
que escapó porque así lo creo y no quiero creer otra cosa. Mi admirada
Anastasia Nikolayevna vive porque lo digo yo que ya es suficiente motivo.
Leo todo lo que cae en
mis manos sobre ella, tratando de dar sentido a su final y creyendo que Anna
Anderson, probablemente enredada en un sinfín de problemas jurídicos, fue
víctima de las circunstancias y no del soviet de los Urales.
Por casualidad vi una
película antigua sobre ella protagonizada por Ingrid Bergman y ¡¡¡Yul
Brinner!!! del que aún no sabía que era romaní y ruso de Vladivostok. No sé si fue la magnífica interpretación, mi
calurosa imaginación, mi predilección por los personajes caídos en desgracia,
los perdedores, o mis tendencias a averiguar la parte de la verdad que me interesa,
nunca completa que puede ser hasta peligroso, pero el personaje me fascinó y he
leído y leo todo lo que cae en mis manos sobre mi Anastasia, mi heroína de
mirada triste. La realidad es que aún no habían aparecido sus restos lo cual
era altamente sospechoso por cuanto, lógicamente, deberían haber sido
enterrados junto con los de toda la familia de Nicolás.
Al menos es lo que se
desprende del relato del carnicero Mijail Medvedev en su libro “Torbellinos
hostiles”, mejor manuscrito, en el que se atribuye el mérito del asesinato
dejando a los matarifes restantes como simples espectadores. La crueldad del
personaje se manifiesta en su testamento en el que legó la pistola que utilizó
en los crímenes a Nikita Kruchev, que, en mi opinión, no era mejor que él. Su
tumba mancha para siempre el fantástico cementerio moscovita de Novodevichi no
muy lejos de la del heredero de su arma, tal para cual, sin que, al menos yo,
se sepa el destino último de la pistola de marras.
Hablaba muchas veces
con Olga sobre estos y otros muchos enigmas de la Historia rusa y curiosamente
estábamos de acuerdo aunque por motivos diferentes.
Ella creía firmemente
en lo más profundo de las leyendas como algo consustancial al sufrimiento ruso,
algo tenía que haber salido bien, no todo podía haber salido mal, por más que
Dostoyevskii dijera que el pueblo ruso amaba sufrir, y yo por lo que ya he
dicho, y porque me apetecía creer, y porque
la gustaba a ella que creyera y porque probablemente hubiera una parte de
verdad en muchas de ellas, por enrevesado que pareciera, porque la Historia, no solo de su país sino
de todo el mundo, y hablo de la verdadera Historia, hay que conocerla con una
buena provisión de tila mezclada con valeriana para que no se nos indigeste.
Olga y yo nos
entendíamos muy bien, siempre lo habíamos hecho, pero es que ella había
desarrollado un español, rusiñol, como el de los indios en las películas del
Oeste cuando decían “ No creer a casaca
azul pero invito a trago en Little Bighorn”,
lugar en donde los escabecharon cual perdices, que era más que suficiente, y mi ruso
prosperaba a pesar de todos los cantamañanas que al saber que era español me
hablaban en inglés, idioma que odio y del que solo sabía decir “Gibraltar
español” que ese peñón lo llevo clavado en el alma como si fuera una navaja
cachicuerna metida hasta el mango en el omóplato.
Nunca hablábamos de su
padre, el ínclito Lavrenti, en un pacto ni hablado ni escrito, que no era
cuestión de meterse en fangales, que eso ya lo hacía con frecuencia su hermana
empeñada en presentarme a su padre como si fuera un personaje de cuento de
Navidad…ni tanto como se decía ni tan calvo, que sí lo era, como lo pintaba
ella…pero sí alguna vez y con cierta reticencia sobre su hijo, el tal
Aleksander Volkov, al que ella llamaba Shasa.
Cuando la conversación
se ponía de color panza de burro zamorano yo solía hacer algún comentario del
tipo “Parece que va a llover” que era la señal, muy bien captada siempre por
ella, de que el tema no debía llegar a mayores, mayores que pasaban porque le buscase
como la busqué a ella y es que no hay nada como una mujer enamorada para creer
que su pareja es Tarzán de los monos y que lo puede hacer todo.
Además me estaba
volviendo supersticioso, a pesar de que
serlo trae mala suerte, y pensaba que no se debe de mentar la soga en casa del
ahorcado por razones obvias pero en este caso porque a fuerza de nombrarle
acabaría apareciendo…
CAPITULO II
Vladimir tenía un Lada amarillo
Malos años en Rusia, y
para los rusos, aquellos noventa, anuncio de la gran depresión económica que se
avecinaba…en todas las ciudades, grandes o pequeñas, unos individuos con
chaquetones de piel negra, y como si fuera un uniforme que los identificara,
esperaban a la puerta de los bancos a quienes, como yo, íbamos a cambiar
nuestras divisas por rublos, ofreciendo bastante más que el cambio oficial y
este acopio, de dólares y marcos fundamentalmente, fue el origen, junto con
otros factores, de algunas de las grandes fortunas y sobre todo de esa gente
conocida como “nuevos rusos”, en español nuevos ricos, cuya ostentosa
prepotencia se ha visto por medio mundo, en mi opinión dañando gravemente la
imagen de su país, sobre todo porque era, y es , falsa…
Lo malo no era
cambiárselos o no a estos matones de tres al cuarto, simples empleados, lo peor
era quedar señalado como alguien que manejaba dinero y si bien yo tenía mala
fama, misteriosa fama, y no sé si inmerecida, pero el apellido Beria aun pesaba
mucho en el imaginario popular, que en principio me mantenía a salvo, la
realidad es que no estaba seguro de nada pues vivir alejado del centro y sin
vecinos no me daba seguridad alguna y lo peor era que no sabía bien que hacer ,
como encontrar equilibrio entre tranquilidad y seguridad.
Tampoco los bancos
eran demasiado solventes…y el dinero que me enviaba mi banco desde España,
venía vía Nueva York con una merma del veinte por ciento por culpa de los
costos y la posibilidad de que cualquier día me encontrara con la puerta de la
entidad cerrada a cal y canto, que los bancos allí aparecían y desaparecían
como el rio Guadiana o decían con toda la caradura del mundo que vuelva usted
mañana en un remedo ya inventado por Mariano José de Larra que se alargaba
hasta el infinito…
Todo era complicado,
el correo llegaba a casa cada quince días en el hipotético caso de que lo
hubiera, y el teléfono que realmente me hubiera ayudado mucho, era imposible
obtenerlo. La tecnología llegaba hasta donde llegaba y los empleados públicos
también…cada vez que intentaba que me pusieran una línea la respuesta era
Nielziá…que, como todo el mundo sabe , quiere decir Nielziá, o , como decía
aquel torero, lo que no puede ser , no puede ser y además es imposible, y llamar desde el hotel solo servía para
algunas cosas porque me escuchaban hasta las cucarachas del sótano, que es en
donde normalmente se hacían las escuchas, que uno ya había corrido mucho y
sabía de esto.
Ni siquiera tenía
coche cuando realmente lo necesitaba aunque no fuera más que para salir
corriendo en caso de peligro así que me tuve que inventar un sistema con la
ayuda de mis viejas y peligrosas amistades que de enterarse Olga acabarían con
el Edén que ella se había creado mentalmente.
Así que debido a las
dificultades que manejar el dinero imprescindible creaba la situación, y muy de
vez en cuando, cogía el avión a Moscú, y podría hacerlo a cualquier otra
ciudad, pero Olga jamás volvería a aquella ciudad de su sufrimiento y por tanto
podía ir solo a un lugar en el que tenía muchos y enrevesados contactos,
forjados en favores mutuos y en esa complicidad entre, no sé si decir,
delincuentes, más bien pillos, que practican el hoy por ti, mañana por mí, que
nunca se sabe, y también, y por otra parte, allí las posibilidades eran mayores
que en ninguna parte aunque también el peligro, suponía, porque en la capital
de todas las Rusias siempre me he encontrado muy cómodo.
De entre toda aquella
patulea de la que podía fiarme porque yo también pertenecía a ella, elegí a
Katya…
Cuando llegué a Moscú
no tenía ningún plan previsto, algunos nombres, algunas direcciones, algunos
teléfonos que no sabía si me servirían de algo porque aún no habían llegado a
este Imperio decadente las guías telefónicas, datos con lo que a lo peor no
encontraría a nadie que en aquellos años convulsos todo era posible, venta de
pisos a constructores, derribos innecesarios, mudanzas a zonas en donde las
mafias no reinaran sin control…, fallecimientos imprevistos y accidentales…¿por
qué no?...si allí todo era posible…
Pero me alojé en el
hotel Ukraina por probar como era aquel mazacote, una de las Siete Hermanas que
coronaban Moscú como si fueran las velas de una tarta de cumpleaños de una niña
y no solo por probar, que también, sino
porque mis experiencias hoteleras anteriores no habían sido precisamente
buenas, sobre todo en el Rossia de casi cuatro mil habitaciones, en el que encontrar la habitación era como
hacer el Camino de Santiago descalzo aunque a céntrico no había quien le
ganara.
Y allí, y sin
pretenderlo, encontré la solución, más bien me vino la idea de quien pudiera
ser la persona adecuada para ayudarme a bajo coste porque la posibilidad de
Emma estaba rechazada de antemano, que me ayudó con todas sus fuerzas cuando
encontré a Olga pero que resultaba peligrosa en sus demandas, y nunca quise, y
menos ahora, aventuras que dejan sabor amargo y además no sabía si tendría
contactos útiles y demasiado miedo, aunque atrevida lo era y mucho.
Mi primera noche de
hotel moscovita fue un peregrinar de buenas mozas por la puerta de la
habitación, primero una, luego dos y finalmente tres… al principio creí que era
una oferta porque el precio disminuía pero debía de ser porque cuanto más
avanzaba la noche, tantas menos posibilidades de clientes les quedaban…abres la
puerta por si pasa algo y acabas dándote cuenta de que un extranjero solo, es
caza mayor por un puñado de dólares que diría Clint Eastwood. No hacía falta
ser un lince para pensar que estaban compinchadas con las diesurnayas,
encargadas de planta, del hotel en cuestión, que además tenían un alto grado de
dignidad mal entendida y una mala leche de preocupar.
Ambas, la dignidad y
la mala leche, remitieron mucho cuando hasta las narices de que me despertaran
salí en pijama y esperé a que la señora encargada de mi planta dejara de
hacerse la dormida, lo que hizo de inmediato en cuanto vislumbró un billete de
diez dólares aireándose en mi mano…la petición, hecha con cara de bobo como
corresponde a los extranjeros y que yo tenía muy bien ensayada, tampoco me
costaba mucho, me salía muy natural, de que estaba muy cansado y necesitaba
dormir, fue correspondida con un “no faltaría más que este es un hotel
respetable” cosa que no se creía ni ella pero que convenía aceptar…
En aquella Rusia
empobrecida Moscú no era una excepción, antes bien allí las dificultades eran
mayores que en un medio rural o de los llamados de provincias, porque en ellos aún
eran relativamente fáciles de encontrar los alimentos que en la capital escaseaban,
y era patético ver los gastronoms, las tiendas de comestibles, absolutamente
vacías en contraste con los miles de puestos de venta ambulante que
proliferaban en las grandes avenidas y en los pasos subterráneos del Metro en
los que se podían encontrar desde lencería de colores chillones a candados,
ropa y zapatos chinos, llaves inglesas y perfumes más falsos que Judas aunque
de acreditadas marcas, que el típico y empalagoso de toda la vida “Noches de
Moscú” hacía tiempo que ni siquiera se fabricaba.
La mercancía se
completaba con una amplia gama de relojes Vostok, Molnia, Komandirskii y otros
de la amplia oferta de mecánica soviética, por cierto muy buena. Supongo, no lo
sé, que eran alimentados de mercancía por los chelnoki, contrabandistas,
estraperlistas u otras variantes de los buscavidas y como de eso, de buscarse
la vida, se trataba, proliferaron como setas de Primavera para, y sobre todo,
hacer acopio de cosas inútiles, que en esto los soviéticos eran expertos y como
los hábitos occidentales no habían llegado todavía y ellos no se habían dedicado
a cambiar los suyos, habían convertido la ciudad en un mercado persa de enormes
dimensiones.
Solo en la Nueva
Arbat, la antigua Kalinin, y entre el edificio de Aeroflot y la confluencia con
Arbat la vieja, conté más de doscientos tenderetes y solo estaba vacía al
principio de la calle en donde el garito
Metelitsa, cuya acera estaba ocupada por coches blindados y unos supuestos
conductores tipo armario ropero con altillos que parecían del famoso barrio de Liubertsy,
famoso , como digo, por practicar sus habitantes exageradamente el noble arte
de levantar pesos y que tenían todos ellos medidas de modelo, 90-60-90 , solo
que en cada brazo, y también a la altura de los almacenes Viesná en donde la
puerta de entrada había quedado libre aunque no entraba nadie que tenían mejor
oferta los tenderetes.
En Leninskii Prospekt ni siquiera intenté
nunca hacer un cálculo, que había allí más gente que en el Bernabeu después de
un partido del Real Madrid, pero me compré un reloj chino de pila que al cambio
me costó algo así como veinticinco pesetas, porque el mío era demasiado
llamativo. El tal reloj, que aún conservo, tenía en la esfera la bandera de la
Marina de Guerra soviética y, simbologías aparte, era bonito pero sobre todo
cumplía la misión de no interesarle a nadie.
En aquella marabunta
inmersa en una fiebre de picaresca proletaria, y al grito de ¡¡¡Sálvese el que
pueda!!! la gente se las ingeniaba para llevarse algún rublo extra a casa fuera
cual fuera el procedimiento. Se volvió incluso a los oficios más antiguos del
mundo, echadoras de cartas por ejemplo, e incluso otros más antiguos…
Al más antiguo de
todos se dedicaba Katya, quien, con el consentimiento expreso del KGB con el
que colaboraba pasándole información de cuanto extranjero pasaba por sus manos,
por decirlo de una manera suave, rondaba
los hoteles Belgrad, Rossia y Sputnik. Pero, claro, había pasado algún tiempo y
es sabido los estragos que en nuestros encantos, que en el caso de Katya eran
muchos, hacían y hacen los años, por lo que
la brillante idea de buscarla en aquellos sitios o a través de su número
de teléfono y que me habían sugerido las visitas nocturnas, se me antojaba
difícil porque estaría retirada seguramente de aquellos menesteres aunque cabía
la posibilidad de que se hubiera convertido en madame que los tiempos la eran
propicios, y si lo era, manejaría dinero abundante y, como mínimo, de
procedencia dudosa por lo que tendría un método no muy complicado para
transformarlo en divisas legales y guardables… así que poco la costaría
transformar mis cuatro duros en rublos, digo yo, o encontrar un procedimiento
para que el dinero de España me llegara sin mengua considerable. Pero ¿Cómo
encontrarla? ¿Querría ayudarme?
Decidí darme un par de
días para pensar y para vagar por Moscú, esa ciudad que me fascina y que me
hace sentir eslavo, dueño de mis sueños pero esclavo del Destino. De todas
formas las ciudades las tengo clasificadas…Paris y Roma para volver mil veces,
Varsovia para pasar corriendo, Oviedo o Santander para vivir, Moscú para soñar…
La decadencia
moscovita me encantaba, hacía juego con la mía, y pensaba que debía de
progresar pero nunca parecerse a tantas ciudades sin alma ni olor. Las ciudades
deben de tener un olor especial que las haga reconocibles con los ojos cerrados
y si es así es porque tienen alma…si no tienen olor es mejor pasar de largo.
Moscú tenía olor, tenía alma y conservaba esa dignidad de los venidos a menos,
entre ofendida y resignada, como cuando no sé quién decía que el “Caballero de
la mano en el pecho” del Greco era un hijodalgo castellano tapándose un
descosido de su jubón. Pues tal cual.
En aquellos tiempos la
gente había vuelto atrás, a las caras tristes de la URSS, a las prisas, a la bolsa de plástico como
seña de identidad moscovita y la resignación se palpaba en el ambiente…las
mismas caras que cuando le pregunté a mi dentista que que me iría bien para los
dientes amarillos del tabaco y me contestó que lo mejor sería una corbata
marrón…
No sabía nunca por
dónde empezar a caminar, aunque poco me importaba, me sentía siempre cómodo en
aquella gran ciudad, y cuando trazaba un plan acababa sin cumplirlo porque un
lugar me llevaba a otro imprevisto cuando en realidad lo que me gustaba era ver
a la gente afanarse en sus quehaceres cotidianos, rigurosamente uniformados,
tanto hombres como mujeres, que el por si acaso se había instalado otra vez. Pero
me daba igual, Moscú hay que visitarla, hay que vivirla como si fuera la última
vez y a ello dediqué mis afanes que la inspiración para el enojoso asunto que
allí me llevaba ya llegaría, o no...
La segunda noche de
hotel al que llegué hecho unos zorros de caminar sin rumbo, empezó como la
anterior…La encargada de la planta seguramente pensó que a aquel extranjero no
le importaría mucho seguir pagando diez dólares
extra por su descanso porque seguramente tenía la idea equivocada, como todos, de que éramos ricos y
además bobos, idea también abonada por el esperpento de los turistas comprando
innecesariamente las cosas más extrañas entre las que una vez vi adquirir una
rama de plátanos entera de en torno a veinte kilos…Siempre que alguien me
preguntaba, casi nunca, le advertía de que fuera prudente con el dinero y no
solo por el riesgo de que le robaran, que también, sino por no ofender, por no
ser prepotentes ante una gente que lo estaba pasando mal y que no lo merecía y
además las consecuencias eran…que siguieron llegando señoritas a mi puerta.
A la primera no la
abrí pero me desveló y eso me cabreaba mucho, ahora también, y ya que estaba
despierto a la segunda la facilité el paso con una sonrisa.
Antes de que yo
pudiera decir nada me pidió cincuenta dólares y empezó a desnudarse…era muy joven…no la dejé, por supuesto pero su
cara era un poema mezcla de sorpresa y miedo, cuando saqué los cincuenta de
vellón y se los puse delante…
- No hago cosas raras,
me dijo
- Yo tampoco que
bastante raro soy yo, la contesté. Este dinero, continué, solo es la mitad de
lo que te daré si me consigues una información.
- Yo no sé nada,
contestó con firmeza.
- Seguro pero si te
mueves en un ambiente en el que alguien debe de saber en dónde encontrar a
Katya Pavliuchenko y darla un recado de mi parte, la dije alargándola el
billete y una tarjeta de cuando me presentaba como miembro de un sindicato
agrario español.
- Y si no la
encuentro…
- La encontrarás,
contesté, y además sé que me darás una respuesta la encuentres o no.
- ¿Por qué está tan
seguro? , dijo ella.
- Porque nunca me
equivoco cuando miro a la gente a los ojos. Y, por favor, dila a la diesurnaya
que no la voy a dar más dinero y que quiero dormir.
Dio media vuelta y
salió sin añadir nada.
Al menos la segunda
petición la hizo porque dormí como un lirón hasta casi las diez de la mañana
sin que nadie me molestara.
Las pilinguis no
madrugan pero la que conocía yo debía de ser aficionada porque cuando estaba
desayunando se presentó delante de mi correctamente tuneada y cambiada, tanto
que podría pasar por una señorita de internado cursi y ademanes encantadores.
No se anduvo por las ramas y me espetó:
- Katya Pavliuchenko solo trabaja para grandes clientes y dice que
usted solo es un amigo y que solo podrá verla si la paga por horas su
entrevista.
Supuse que estaría
cabreada conmigo aunque no podía adivinar el por qué pero aun así, y a falta de
otras alternativas, mi respuesta fue afirmativa, sin consultar la tarifa
horaria, y comenté que esperaría instrucciones.
- Ella se pondrá en
contacto con usted así que espere.
¡¡¡Que carácter!!! ¿No
podía salir? Claro que conociendo a Katya pretendería ponerme nervioso y, como
me conocía muy bien, sabía que hacerlo era muy difícil, así que me puse en lo
peor… aunque quizás lo mejor fuera hacer
lo contrario de lo que esperaba ella y darme un garbeo por mi antiguo distrito
de Pionerskaya en donde pasé muy buenos momentos. La desconcertaría pero no se
perdería por nada del mundo verme la cara y saber que quería. Dicho y hecho me
puse en marcha ante el asombro de la discípula poco aventajada que tenía
delante y al verla palidecer la dije que no había desayunado, lo cual era
cierto…
Total un día más por
la capital de todas las Rusias no me vendría mal y además dormiría mejor así
que me fui en el Metro hasta Pionerskaya para después llegar a la calle de los
Héroes de Panfilov andando, un largo paseo, a recordar los viejos tiempos en
los que conocí a Katya, que aún era estudiante, y a un montón de gente encantadora
que me invitaba a su cocina los domingos, cantaban conmigo y me acompañaban a
casa si me pasaba con el vodka, que no era lo normal ni mucho menos pero que
alguna vez pasó sobre todo por mi inexperiencia, que luego ya aprendí a
mezclarlo con agua o a dar solo un sorbo…
No debí hacerlo, me
entró una especie de morriña tal que ni siquiera intenté averiguar que había
sido de mis amigos, no quería sorpresas, ni buenas ni malas, y al llegar al
hotel le di diez dólares a la encargada para que me dejaran dormir y eso era un
gesto de generosidad impropio de mí. Me estaba volviendo blando.
Blando si pero
Maquiavelo a mi lado era un pardillo… a la mañana siguiente y después de un
placentero y reparador sueño, esta vez sin sorpresas, bajé al comedor dispuesto
a comerme si no el mundo si algún dulce, tostada o ambas cosas y cuando ya
saboreaba el café apareció Katya como una princesa eslava de guapa y elegante,
haciendo que todo el comedor se volviera a mirarla y es que hay gente que llena
todo lo que les rodea incluso cuando no hacen nada para ello que ,
evidentemente, no era el caso.
Sonriente, discreta y
hablando en voz baja, me llamó en su correcto español un torrente de cosas
acabadas todas en ón y en uta… ¿Por qué lo primero que se aprende de un idioma
son los tacos? Cualquiera diría al ver la escena que dos grandes amigos, o algo
más, se reencontraban después de largo tiempo porque, además, lo más gordo me
lo llamó al oído mientras me abrazaba en demasía para mi gusto discreto.
Renuncio a contar la
conversación porque con una sonrisa encantadora, de serpientes, me reprochó que
hacía años que no sabía nada de mí, que eso solo lo hacían los rusos y que cada
vez me parecía más a ellos y yo era español…que como me iba, que como la iba,
que bien gracias y que seguro que tenía algún problema pero que Katya no era
rencorosa y estaba resuelto de antemano, que además vivía con un aparatchik
nada celoso, por supuesto, y más le valía no serlo pensé yo, y que ella se
encargaba aun sin saber de qué se trataba. Tienen razón los que dicen que los
hombres no sabemos nada de mujeres…
La cosa fue sencilla y
se saldó con una comida en una tasca indecente, Moscú no daba para más, en la
que un cocinero de chichinabo se empeñó en hacer una tortilla de patata…matarle
no pero cadena perpetua casi seguro…aunque tengo que confesar que la comida fue
deliciosa porque Katya recordó nuestros tiempos, solo lo bueno que los dos
teníamos memoria selectiva, y nos reímos unas horas hasta que sus obligaciones
de gerente de empresa dedicada a hacer felices a los demás por unos miserables
billetes, la reclamaron. Y es que si tenía un defecto era el que precisamente
esos miserables billetes eran su última meta y, me imaginé, que el confort que
la proporcionaban, la anteúltima. Y nos despedimos haciéndonos promesas que no
cumpliríamos, y los dos lo sabíamos, aunque la nueva relación comercial nos
obligaría a estar en contacto.
El espinoso tema del
dinero lo tenía ella más que resuelto hace muchos años que nadie sabe lo que
puede pasar en el futuro y el horno estaba para pocos bollos, así que se abrió
cuentas en el extranjero en las que ingresaba su pasta mientras además la
producían beneficios, con lo que yo solo tenía que ingresar en una de ellas, la
española, la cantidad que ella a través de sus pupilas me proporcionaría, en
rublos y dólares o marcos, cuando, avisando previamente, me presentara en
Moscú.
Y con esto y un
bizcocho me volví para casa que ya echaba de menos mi colchón y mi
tranquilidad, porque Moscú agota aunque sea maravillosa.
Y un día detrás de
otro dejé pasar el tiempo lentamente, quizás demasiado lentamente, y así entre
paseos al bosque a recoger bayas, a Sludyanka por ver a la familia, al hotel de
Irkutsk y a Moscú a cumplir con las obligaciones económicas, pasaban mis días,
que las noches resultaban muy cálidas aun en Invierno, llenos de tranquilidad
que a mí me resultaba excesiva pero, era lo que había.
En una de mis vueltas
a casa y cuando me encontraba a una versta, algo de color amarillo llamó mi
atención en la valla aunque no distinguía lo que era. Al irme acercando me
pareció un coche. ¿Un coche? ¿He pensado que era un coche? Siiii y de un color
amarillo como cuando aún oriental se le da una patada en la ingle y se vuelve
de tono chillón, y solo conocía un vehículo así ¡¡¡ El Lada 124 de mi amigo
Vladimir
CAPITULO III
Éramos pocos… y parió la abuela
Se me aceleró el
pulso, se me alargó el paso, no sé si corrí pero es que solo podía ser…!!! Mi
amigo Vladimir ¡¡¡ Nadie podía tener un coche de aquel color y tan cochambroso
y nadie podía estar tan loco como para ir hasta allí en aquella máquina en
ruina…
En la puerta me
esperaban Olga y él, los dos con una sonrisa de oreja a oreja, y Vladimir
enseñándome las nuevas fundas de oro que se había puesto en la boca como si
fuera Belfegor, uno de los Siete Príncipes del Infierno que prometían encontrar
tesoros y proporcionar la Felicidad si a cambio le entregabas tu alma…que así
era Vladimir…
Nos fundimos en un
abrazo eterno ante la mirada comprensiva de Olga, un abrazo sin palabras aunque
él intentó, sin éxito, el saludo de los tres besos pero era tan fuerte el
abrazo que le fue imposible hasta pasado un buen rato. No me gustaba este
ritual porque se me solía olvidar que eran tres los ósculos y, al quedarme
parado, el tercero solía resultar demasiado centrado para mi gusto…
Era feo con mala leche
pero era nuestro feo así que hasta nos gustaba y parecía que le había ido bien
en esos tres largos años que habían pasado desde nuestra despedida porque
estaba lustroso, cuidado y hasta creo que había engordado unos doscientos
gramos.
Las preguntas se
agolpaban por parte de los dos sin esperar las respuestas así que acabamos a
carcajadas cuando Olga nos invitó a pasar a casa que, en su interior, causó
asombro a nuestro amigo del alma que ya fisgoneaba todo inclinado como estaba
para quitarse los zapatos en esa costumbre rusa que evita llenar de suciedad o
barro la pieza , dejándolos en el armario o estantería del hall.
Nos sentamos en la
cocina, lugar de honor para invitados de honor, aunque no sé si a Vladimir se
le podía considerar un invitado, y Olga empezó a poner la mesa siguiendo la
hospitalaria costumbre rusa de ofrecer el pan y la sal aunque la versión
moderna era comer sin importar la hora que fuera y poner sobre la mesa lo mejor
que hubiera en la despensa.
Vladimir me hizo un
gesto para que le siguiera al coche y allí abrió el capó y apareció un motor
nuevo flamante que me mostró con orgullo aunque el aspecto externo era tal cual
lo recordaba. Astuto como un campesino de la estepa, solo cambió lo que
importaba, no dotando al coche de nada que pudiera llamar la atención e incluso
tenía un ingenioso sistema para desmontar los limpiacristales cuando estaba
estacionado y no pensaba usarle que determinados repuestos eran absolutamente
imposible de encontrar por lo que el mini hurto era deporte de poco riesgo y
gran beneficio para uso propio o para la venta.
Después se dirigió al
maletero y sacó de él unas botellas de vino georgiano, que es sabido que de
visita siempre hay que llevar algo, vino dulzón que me recordaba a la quina
Santa Catalina que me daban mis padres para que no me quedara ruin, sin
conseguirlo, y que completaban con unas inyecciones de aceite de hígado de
bacalao con las que crecí, vaya que sí crecí, a fuerza de estirarme con el
dolor que producían aunque, la verdad, no fue mucho el estirón.
Sus tesoros, sacados
de aquello que siempre me pareció más la cueva de Alí Babá que un maletero, se
completaron con un queso italiano gorgonzola que olía que apestaba a pesar de
que él decía que estaba en perfecto estado y yo replicaba que lo que no mata engorda.
Todo hacía suponer que
le había ido muy bien pero, era ruso, u osetio, había que esperar a que
quisiera contar los detalles cosa que sucedería después de comer y reír y al
tercer trago de vodka.
Quizás hasta nos diría
el verdadero motivo de su visita pero no antes de apelar a la amistad para
siempre, brindar por Rusia y España y cantar alguna canción folclórico-patriótica
tipo “Katiusha”… que el proceso ya me lo conocía y veía venir el dolor de
cabeza si no andaba listo.
Resultó tal
cual…comimos, bebimos, reímos, brindamos, cantamos y cuando el nivel etílico
entró en fase determinante y antes de que la cosa pasara a mayores, pensé en
preguntarle qué asunto le había traído hasta nosotros.
- Os echaba de menos,
que a mí me ha ido muy bien pero vosotros no tenéis ni teléfono. Como llevo
aquí dos días esperándote he hecho alguna gestión y os lo pondrán en esta
semana y no creáis que me ha salido barato, pero vosotros sois más que amigos,
sois hermanos, así que todo está bien. Escucharan todo lo que habléis pero qué
más da si no habláis más que bobadas. Así estaremos en contacto más a menudo.
- Gracias Valodia de
corazón, la verdad es que lo necesitábamos mucho pero resulta que solo te creo
a medias, estoy seguro que hay algo más y esa sonrisilla de jitrii, astuto, me
dice que no me equivoco, repliqué.
- Tienes algo de
razón, necesitaba desaparecer algún tiempo y aquí nadie me buscará. Me ha ido
muy bien, los negocios son fáciles ahora y en el Cáucaso más. He comprado y
vendido de todo, incluso voluntades que en los tiempos que corren es fácil, y
se puede decir que he ganado dinero como para vivir siete vidas, tanto que ya
ni siquiera mi suegra me grita y ahora dice que qué suerte tuvo su hija al
encontrarme pero no es menos cierto que ha llegado un momento en el que tenía
algunos enemigos, ya sabes, en los negocios hay mucha competencia y hay cosas
que no todo el mundo entiende.
Intuía que no me diría
más pero que lo había, pero sé perfectamente cuando no es el momento de
insistir, cuando el interlocutor no se apeará de su burro, así que opté por
dejarle hacer.
- Unos días de
descanso me vendrán bien, pasearemos juntos, os invitaré a comer en algún sitio
cercano y haremos planes de futuro de esos que sabemos de antemano que no se
cumplirán como, por ejemplo, visitarme en mi casa de Tsjinvali, añadió.
Algo saqué en claro,
al menos vivía en Osetia del Norte y teniendo en cuenta lo apegados que eran en
aquellas latitudes a la tierra, lo probable era que también fuera de allí como
supuse siempre.
Vladimir se despidió a
media tarde y Olga se dedicó a recoger el bardal que habíamos dejado de restos
de comida, botellas y papeles y yo la ayudaba en silencio. Pensé que algo la
preocupaba con lo que yo acabé preocupándome también aunque sin saber por qué.
En el momento mágico que
componen la alcoba y la noche, la abracé y la pregunté si la inquietaba algo.
- Si, contestó, aunque
no sé por qué. La visita de Vladimir me ha llenado de dudas y a la vez de
alegría. Es cierto que le tengo un profundo afecto porque te ayudó y me ayudó y
sin él seguramente lo hubiéramos tenido mucho más difícil pero a la vez me
produce desazón aunque no haya causa real.
- Mira Olga, es
nuestro amigo y lo ha demostrado con creces. Es cierto que es peculiar y que
sabemos muy poco de su vida pero sí estamos seguros de que es leal y, en los
tiempos que corren, la lealtad es una cualidad impagable, contesté.
- Tienes razón pero
¿por qué se presenta ahora así, sin motivo aparente y después de tanto tiempo?
Y no me digas que porque es ruso que tú nos entiendes muy bien pero yo los
entiendo mejor. Las ganas de vernos y abrazarnos tienen límites incluso en
Rusia. Y estoy feliz porque tú lo eres, no hay más que mirarte la cara y ver
como sonríes, pero yo tengo mis dudas. Creo que hay algo más.
- Pero qué más da,
habrá venido a otra cosa pero a nosotros no nos afecta, repliqué con aire
tranquilizador.
- Mira Alfredo, sé que
algún día te iras de aquí, de mi lado, y lo sé porque este mundo es demasiado
estrecho para ti y solo quiero que te vayas cuando a mí ya no me duela y tengo
la impresión, ojalá sea equivocada, de que Vladimir trae problemas, de que la
felicidad dura poquito aunque tú lo intentes todo para hacerme feliz. Sé que me
quieres y sé que quieres a Rusia, al menos a la Rusia campesina, a su
gente, pero también sé que este no es tu
mundo y que si no encuentras tu camino no serás feliz para siempre. Debes de
buscar ese camino pero cuando lo encuentres procura que no me duela.
- Eso no pasará nunca
Olga, dije con fuerza y convicción y la
abracé más fuerte para que sintiera que lo decía completamente seguro de
mis palabras.
Se quedó dormida en
mis brazos a cambio de provocarme a mí un insomnio monumental que me obligó a
levantarme a ver los cientos de anuncios que salían en la tele a aquella hora y
a fumar más de lo que debía.
Di más vueltas que el
cobrador de un tiovivo y, lo que es peor, las palabras de Olga me generaron un
mar de dudas con respecto a las intenciones de Vladimir y, sobre todo, a las
mías ¿Tendría razón? ¿Me conocía mejor que yo mismo? ¿Que había visto en Vladimir?
Me prometí a mí mismo
no meterme en ninguna aventura y menos en algún lío ni por Vladimir ni por
nadie, simplemente por Olga y por mí pero la incertidumbre se apoderó de mí y
solo al amanecer me quedé dormido con la tele puesta y en una postura sobre el
sofá que me proporcionó una tortícolis monumental y un dolor de cabeza de esos
que solo se me pasan con café con dos gotas de vodka que así lo tomaba en la
ciudad aunque tenía que pagar a la camarera un chupito entero porque se negaba
a servirme dos gotas, ya se sabe, nielziá…yo creo que se bebía el resto…supongo
que para olvidar que quería trabajar en un hotel y lo hacía en un parque
zoológico lleno de mochilas y mochileros, tanto que, a veces, me preguntaba a qué
animal representaba yo…quería ser el tigre de Siberia pero creo que era la
jirafa de tanto estirar el cuello para observar, gratis, todo lo que pasaba a
mi alrededor y es que curioso…también lo soy y mucho.
Cuando desperté, Olga
me miraba con cara de asombro y no solo por mi postura acrobática en el sofá
sino porque jamás me perdía en todas las estaciones del año el maravilloso
amanecer, tanto con luz como con nieve o hielo pero sobre todo en Otoño cuando el tibio sol iluminaba el ocre de los
abedules haciéndoles de terciopelo.
No sabía ni a qué hora
me había dormido, ni cuánto dormí ni por supuesto que hora era, solo sabía que
necesitaba el café mojado con las gotas milagrosas y que dos operarios
circulaban por la casa como Perico por la suya martilleando la pared y a la vez
mi cabeza en un eco que me producía la sensación de peinarme con alfileres.
A mí mirada
inquisitiva Olga respondió con una sola palabra en voz baja: Teléfono. Tiene
bemoles la cosa, casi tres años para poner un aparato y Vladimir lo había
conseguido en tres días.
Al cabo de cierto
tiempo, que me pareció una eternidad, uno de los operarios se dirigió a mí y
yo, con un gesto, le redirigí a Olga que no estaba para explicaciones. Con
cierta desgana, estaría ya cansado que aquí cambiar una bombilla lleva una
semana, le indicó a ella que el teléfono, modelo teletrófono de Antonio Meucci
y de uniforme color negro que me daba grima porque soy alérgico a la baquelita,
ya estaba instalado pero que no sabía cuándo darían la línea ni el número
porque él solo lo instalaba… “España y yo somos así señora” decía Marquina, y
Rusia también que por algo somos primos hermanos.
Apenas se habían
marchado cuando el aparato aquel sonó, si sonó y el asombro de los dos supongo
que era inenarrable…¿no dijo aquel hombre que el número y la línea no sabía cuándo
los darían?¿serían pruebas? cógelo tú...no, no cógelo tú…y aquello seguía
sonando…en un gesto machista fingido, lo tomé en mi mano como si fuera de
cristal y, no sin temor, lo acerqué al oído y dije tímidamente lo típico de “Slyshaiu”,
escucho, y casi me da un pasmo cuando oigo la voz de cazalla de Vladimir
preguntándome si había dormido bien.
No salía de mi asombro
a pesar de saber que en Rusia todo es posible y lo contrario también pero
aquello era demasiado.
- Déjate de hacer
tonterías que os paso a buscar para ir a comer a un sitio en el que he
encargado la comida y además tengo que deciros una cosa.
Me senté, no estaba
para emociones fuertes, y apenas pude balbucear para preguntarle a qué hora
pasaría.
- En una hora estaré
allí, dijo y colgó sin más.
Se me cayeron dos
lagrimones imponentes con la alergia a aquel material y se lo dije a Olga que
se entristeció porque ni tenía que ponerse, según ella, ni sabía qué hacer. Para ella era una experiencia
nueva ir a comer fuera de casa. La tranquilicé diciéndola que era normal, que
se pusiera cualquier cosa, que solo éramos unos amigos y que nuestro ilustre
anfitrión solo quería pasar un rato con nosotros sin que tuviéramos que poner
la mesa ni recoger ni nada…solo charlar juntos. Tuve una frase definitiva…
- Vístete de Olga y
estarás perfecta, la dije.
De repente se
tranquilizó y en unos minutos estaba radiante.
La bocina acatarrada del
Lada de Vladimir sonó llamándonos mientras se acercaba y nada más apearse se
dirigió a Olga para decirla que estaba preciosa. Ella me miró a mí en un gesto
de complicidad. Verdaderamente estaba muy guapa vestida con la naturalidad que
acostumbraba.
Nos llevó a un hotel, de
cuyo nombre no quiero acordarme, que tenía un comedor absolutamente rococó con
palcos sobre una pista de baile y que se cerraba con cortinones rojos que olían
a humedad. Me recordó a Lara y al canalla de Komarov del Doctor Zhivago y me
entraron ganas de asesinar al camarero si se llegaba a parecer a aquel
personaje turbio y sin escrúpulos. A aquel comedor solo le faltaba música y una
madame pero Vladimir era así y no sé por qué esperaba otra cosa.
Fundamentalmente la
comida era sencilla pero espléndida, ensalada Olivier, rusa, con un aliño que
quería ser César, pescado en gelatina, kolbasá, smetana para unos ricos blinys
de champiñones y una inmensa tarta de galletas y chocolate grande como para
invitar a todos los comensales si el salón estuviera lleno, que no lo estaba
salvo en dos mesas que ocupaban unos individuos vestidos con el inevitable
chaquetón de piel negra que me hizo sospechar su profesión, más bien su
ocupación, y además pude comprobar que nuestro amigo se sentía cómodo entre
ellos, tanto como incomodo me sentía yo.
Cuando acometimos la
tarta apareció en el centro un señor vestido, creo, de zíngaro con su
correspondiente acordeón y digo zíngaro porque si bien son muy talentosos para
la música con este instrumento son geniales. La escena era…no sé cómo decirlo,
solo faltaba una cabra haciendo de las suyas o un mono pasando la bandeja
aunque la canción era agradable. Vladimir no debió pensar lo mismo porque
rápidamente le dio un billete de cien rublos y le pidió que se fuera con la
música a otra parte. Por toda explicación dijo que quería hablar con nosotros.
Se me puso la carne de gallina.
Salió del local y
volvió con una caja de zapatos que
ofreció a Olga. Ella sorprendida le interrogó con la mirada y él la pidió que
la abriera. Al hacerlo la cara de Olga era todo un poema, entre sus manos salió
un collar de ámbar de dos vueltas con el cierre también en aquella maravilla y
que contenía un insecto atrapado en la resina, todo ello engarzado sobre plata.
Debía costar un dineral porque estas piezas se venden al peso y aquello, por el
aspecto debía de pesar lo suyo.
Si la cara de ella era
de asombro, la de Vladimir parecía la de un colegial que se hubiera corrido la
clase y estuviera columpiándose en un parque por primera vez. Y solo pensaba
que cuanto me iría a costar y no precisamente en dinero porque a fuerza de ser
estoico también me había hecho desconfiado, o cínico, aunque pensándolo bien, a
lo mejor lo era de nacimiento pero también era cierto que en Rusia la
tranquilidad era breve dada mi experiencia…
Nuestro amigo me pidió
que se lo colocara a la aturdida Olga mientras la dijo una de sus frases que
nunca sabía por dónde tomarlas: Algún día los marcos de tus ventanas serán de
ámbar. Es conocida la costumbre rusa de adornar los marcos de las ventadas con
tallas en madera pintadas de vivos colores pero en ámbar jamás vi ninguna.
Supuse que era una cortesía impropia de nuestro anfitrión ocasional pero
cortesía al fin y al cabo.
Pasadas las palabras
de agradecimiento y la sorpresa, esta vez agradable, Vladimir se dirigió a
nosotros.
- Olga, sé que es un
poco grande pero también sé que puedes cortarle y darle la mitad a tu hermana
Yulia e ir las dos igualitas como corresponde. No te disculpes porque sé que lo
harás y ya contaba con ello así que adelante.
Y siguió.
- Supongo que os
habréis preguntado cuanto tiempo estaré aquí, es lo lógico, pero aún no lo sé,
no depende de mí, pueden ser tres días, tres semanas o un mes. En realidad
estoy muy a gusto y tenía ganas de veros pero prefiero que me echéis de menos a
qué simplemente me echéis…
Estoy esperando a
alguien que llegará de un momento a otro y de ese alguien dependerá la duración
de mi estancia. Bueno de él exactamente no pero si en gran medida, por eso
estoy mirando hacia la entrada. Una vez más os sorprenderé, concluyó enseñando
sus recién estrenada fundas doradas… y dejándonos a nosotros absolutamente
pensativos intentando adivinar quién sería la persona a la que esperaba.
No habían pasado diez
minutos cuando Vladimir se levantó, alguien entraba en la sala, alto y con paso
seguro. Creí conocerle pero no podía ser…o si…la persona que avanzaba hacia
nosotros era Aleksander Volkov, el hijo de Olga…Ambos se fundieron en un abrazo
sin palabras que en ella me pareció de emoción pero en él demasiado fingido,
mientras nuestro amigo se reía feliz aunque no tanto como ella.
Allí estábamos los
cuatro…Olga miraba a su hijo como las vacas miran al tren, y a mí con ese gesto
como cuando Gary Cooper decía aquello de “Te lo advertí Flannagan, nunca
debiste cruzar el Mississippi…” y el caso era que me había advertido pero de
todo lo contrario pero, claro, ¡¡¡ qué sé yo de mujeres!!! Y Vladimir y
Aleksander hablaban ajenos a nuestros pensamientos lo cual me ponía en alerta
máxima, esa intuición que nunca me falla y que siempre me acompaña. Es como una
segunda piel que me ha sacado de múltiples apuros. Veríamos esta vez…
El Sol poniente teñía
de rojo y gualda, que casualidad, la herida plateada que producía en la tierra el paso del río Angara, generando
uno de los espectáculos más bellos de los tantos que solo la Madre Naturaleza
es capaz de crear.
Mientras disfrutaba de aquello a través de los
ventanales y con la mirada ensimismada, pensaba que éramos pocos y parió la
abuela…
CAPÍTULO IV
BAIKAL
Olga estaba exultante de
alegría, tenía a su hijo al lado, aunque no sabía por cuánto tiempo ni por qué
pero no la importaba tampoco, cada cual cree lo que quiere creer, y el hecho de
que su Sasha estuviera allí para ella era suficiente y, de hecho, me hubiera
mandado al hotel para que su niño durmiera en casa…solo que él no quería y se
fue al hotel en donde estaba Vladimir. Otra cosa era por qué quería irse ¿no
molestar? Eso no se lo creía ni él…simplemente necesitaba estar con su amigo
ocasional, suponía, charlando sobre lo que les había reunido allí, que no digo
que fuera malo pero bueno…tampoco.
En realidad a mí me
hubiera dado lo mismo dormir en el hotel, pernoctar diría, porque desde que
alguno de aquella extraña pareja andaba por nuestros parajes, no pegaba ojo
pensando que aquello explotaría por algún sitio y casi deseaba que fuera cuanto
antes porque aquello era puro suplicio tártaro, ruso por supuesto, dándole
vueltas a la cabeza tratando de adivinar qué pasaba. Preguntar era inútil, los
dos eran eslavos y por tanto hablarían cuando lo creyeran conveniente y no por
preguntar se adelantarían en sus cálculos.
Y Olga, en sus nubes,
haciendo planes para llevarlos a ver a Yulia y darle a su cuñado otro susto de
muerte, que el hombre solo verme le daban respingos a pesar de que realmente no
tenía ningún motivo. El miedo es libre y, aquel hombre enamorado, solo quería
vivir en Paz al lado de su mujer y más ahora cuando la suerte parecía sonreírle
humildemente, que tampoco aspiraba a más. La vida en Rusia era difícil, en provincias
más aún, y llevar una vida normal ya era todo un éxito.
Como ya teníamos
teléfono cada hora se llamaban durante largo tiempo contándose mil cosas que yo
ni sabía que sucedían y haciendo planes, entre otros los de visitarse
mutuamente porque Yulia y su marido no conocían aun nuestra casa, suponía que
porque él no quería ni por asomo acercarse a
mí. Pero algún día lo haría porque yo tenía que encontrar la forma de
que se sintiera cómodo conmigo aunque no sabía cómo y tendría que esperar a
esas ocasiones que, dicen, se pintan calvas.
Y no es que me
importara ir a Sludyanka en esta época del año en la que el lago tiene el color
azul inmenso del cielo que se refleja en su espejo, en la que su nivel sube por
la aportación de agua que le hacen sus trescientos veintiséis afluentes con la
única perdida del Angara que lo desagua hacia la ciudad, lo que no le deja ser
endorreico, con el color ocre de su arbolado costero y el sol y la luna
dotándole de un mágico hálito que invita a soñar.
Aun los pescadores
pueden salir a ganarse la vida antes de que las aguas espesen con el frío para
hacer el agosto en pleno octubre, que es el mejor mes para las capturas aunque
nunca he sabido por qué. En agosto es más rentable, y menos trabajoso, hacer
cruceros para turistas, para los viajeros, para los mochileros e incluso para
rusos que adoran al lago sagrado, al lago Baikal que con el rio Volga de Stenka
Razin conforman los dos pilares eslavos del culto al agua.
El caso es que me
apetecía a mí mismo volver al lago aunque lo había visitado varias veces pero
mi cuñado no me cobraría y la cosa no estaba para dispendios así que tendría
que buscar alguna excusa de esas que solo se me ocurren cuando paseo solo
mirando todo lo que se menea…estaba llegando a creer que me pasaba como a los
artistas que les llega la inspiración o no…pero es que mi estado de intranquilidad
era elevado y así no hay quien se inspire…dejaremos actuar a la Sudba y a ver
qué pasa…pensé…y no debía haberlo hecho… porque hablando del Rey de Roma, con
perdón porque hay otra versión que habla del ruin de la capital italiana, por
la puerta asoma…
Allí estaban de nuevo
el punto y la coma, que tal parecían un bigardo rubicundo de tez blanca y alguien
de menos que talla media, moreno como solo se es en el Cáucaso y, eso sí, los
dos con una sonrisa de oreja a oreja que parecía sacada de un anuncio de Licor
del Polo presagio, una vez más, de nada
bueno aunque sin embargo a mí me servía de alerta que no es poco, y es que aún
no sabían de mi habilidad para interpretar los gestos de los truhanes, y no es
que lo fueran en sentido estricto, no al menos Aleksander que era un perfecto
canallita, por quitarle años, aunque si Vladimir pero era de los míos, me había
demostrado que era mi amigo y estaba seguro de que no me fallaría, no al menos
mientras pudiera mantener lo que fuera que había pactado con el hijo de Olga en
el nivel de silencio que el asunto requiriese.
Y ahora tocaba esperar
mientras Aleksander hablaba con Olga y Vladimir, tras los saludos y abrazos de
rigor, me tranquilizaba con una enorme sonrisa y me decía que teníamos que
hablar en tanto que Volkov hablaba con su madre.
- No tengas miedo ni
preocupación por mi Alfredo, la palabra amigo en Rusia, como bien sabes, es
sagrada y nosotros somos amigos e incluso diría que algo más. Cuando pueda te
diré algo más pero ahora solo quiero que sepas que el niño de Olga solo me
quiere en principio como una forma de llegar a ti, y tampoco quiere
especialmente nada sino una coartada para acercarse al Baikal sin armar mucho
ruido y aprovechando que quiere visitar a su familia pero en cierto modo te
tiene demasiado respeto y sabe que eres más listo que él, así que me busca de
lazarillo para ablandarte o, al menos, para que no te entrometas y le estropees
el negocio que se trae entre manos. Yo no necesitaba muchas excusas para volver
a estar a tu lado y si además gano un puñado de rublos que él me pagará aunque
la aventura no salga bien, pues mucho mejor.
- Pero ¿De qué se
trata? inquirí yo.
-Solo te puedo decir
que cuando dije a Olga que sus ventanas serían algún día de ámbar no la mentía
aunque no os dierais cuenta. De eso se trata, de ámbar. ¿Recuerdas la famosa cámara
de ámbar desaparecida de Tsarkoye Tsielo en la Gran Guerra Patria? Pues Aleksander
cree que una parte fue traída desde Kaliningrado hasta aquí y escondida en
alguna gruta de de la costa.
Me senté y no porque
me temblara nada sino para tomarme un respiro y pensar en una respuesta ante
aquella historia inverosímil que Vladimir me planteaba…Ámbar, Catalina la
Grande, guerra, alemanes…
- Vladimir, repliqué,
este capullo se está convirtiendo para mí en una pesadilla¡¡¡
Apuré una especie de
vodka con sabor limón que me quemaba la garganta cuando la bebía de un golpe,
zalpon como se dice en ruso, y la cabeza empezó a darme vueltas como si en vez
de un chupito me hubiera bebido cosa de un kilo de aquel brebaje. Y ya sé que
he dicho kilo y por algo será.
En cuanto pudiera iría
al hotel a buscar en Internet toda la información posible sobre aquel asunto
del que solo sabía cuatro cosas y a medias y pensando en ir mañana mismo pasó
lo que tenía que pasar.
Y allí llegaban el
niñato y su madre tan sonrientes y felices…y Olga se dio cuenta de que algo no
iba bien, me conocía mejor que nadie, al ver mi cara y mi actitud y se quedó
callada mientras Aleksander me miraba diciendo.
-Ya es hora de que
conozca al resto de la familia así que si no tienes ningún inconveniente me
gustaría ir con mi madre a visitar a mi tía Yulia.
- Ningún inconveniente
y no solo eso sino que tengo una gran curiosidad por presenciar vuestro
encuentro, dije burlón.
Olga intervino
diciendo que si era así mañana llamaría a su hermana para preparar la visita y
Vladimir sonriendo dijo que él también iría y aprovecharía para dar un paseo
por la costa del lago.
Yo callé `pero miré
con mirada asesina a Volkov para que supiera que estaba alerta y que no le iba
a ser fácil manipular la visita mientras pensaba a la vez que lo de internet
podía esperar aunque tardara un par de días más en salir de la ignorancia que
podía más mi curiosidad que mis ganas de saber exactamente que era aquello de
la Cámara del Ámbar , cuanto valía, donde se perdió e incluso algo de su
historia porque vagamente recordaba que fue obra de orfebres alemanes pero no
sabía cómo llegó a Rusia y también me apetecía saber si fue un robo o no porque
podría ser que los alemanes solo trataran de recuperar algo que era suyo cuando
se la llevaron. El hecho de que aquellos dos personajes creyeran que una parte
estaba en las orillas del Baikal, se escapaba de mi capacidad de comprensión y
ya me lo aclararían cuando no les quedara más remedio porque si del hijo de
Olga no confiaba lo más mínimo, de Vladimir si, totalmente, y sabría cómo hacer
para seguir siendo mi amigo y no perder su parte legítima en aquel negocio. Su
lealtad estaba sobradamente probada.
Pasamos unas horas
charlando y comiendo kolbasa, blinys de setas con esmetana, gelatinas de
pescado y bebiendo vodka aunque yo la tomaba con unos hielos y limón, agitada,
no mezclada, en un pequeño homenaje a James Bond, aquel agente 007 con licencia
para matar con una secretaria que se llamaba Monnie Penny y que había
protagonizado la película de “Desde Rusia con amor” de mis sueños juveniles,
casi, casi como Miguel Strogoff de importante en mi imaginario. También lo
hacía porque esta costumbre social me levantaba un enorme dolor de cabeza y ya
no me cabían más excusas para no tomarla sin ofender a nadie y a sus brindis
inacabables y sobre todo me costaba beberla en aquellas comidas interminables
en las que se bailaba entre plato y plato y se acababan a las mil de la noche
en una secuencia en la que ya no se sabía si era comida, merienda o cena.
Vladimir sonreía y
callaba y no sé si pensaría, como yo, que el tal Aleksander era un embaucador
de tres al cuarto, experto en engatusar a juzgar por lo bien que lo hacía con
su madre y lo intentaba con nosotros, anticipándose a lo que Olga pensaba o
quería oír con lo que uno podía muy bien creer que estaba en una sesión de
espiritismo barato. El cuadro era de comedia, tú me engañas, yo hago como que
lo consigues…solo que a orillas del Baikal más podría pensarse que rodábamos
una película de ficción con nosotros de absurdos protagonistas.
Ya anochecido nos
despedimos durante un buen rato, que también allí las despedidas duran lo suyo.
Vladimir me miró casi con resignación y nada más marcharse, Olga se metió en la
despensa para abastecer a su hermana como si tuviera que comer para dos meses
en un día y ante mi mirada socarrona, me dijo:
- Alfredo nosotros
vivimos bien.
- ¿Me has visto
pensar? contesté. Sabes que no me importa pero no sé si Yulia, más bien su
marido, se sentirán ofendidos.
- No lo creo, dijo
ella. Somos hermanas y no tienen por qué. Además tu bien sabes que nadie va de
visita sin algún regalo.
- Me voy a dormir Olga la cabeza me da alguna
vuelta…y no sé por qué. No te acuestes tarde porque mañana debiéramos salir
temprano para volver antes de que caiga la noche y quizás debieras llamar a tu
hermana ahora que aun estará levantada para
ver si estarán en casa cuando lleguemos y decirla que no compre nada, que no
haga nada, solo que estén.
- Lo haré ahora mismo.
Con las mismas me fui
a dormir. No me extraña que los rusos beban vodka porque caí casi feliz en los
brazos de Morfeo y supongo que con esa sonrisa bobolona que dan los cuarenta
grados del brebaje, nada que ver con la que decía mi madre que tenía dormido
que, según ella, era el único momento en que no estaba liando alguna travesura,
pero seguramente serían cosas de madre porque yo siempre he sido una especie de
ángel. Mañana será otro día, me dije, y si consigo que no me duela la cabeza al levantarme, hasta estaba seguro de que
sería muy interesante.
CAPÍTULO V
¿No querías taza? Pues toma taza y media…
El Sol de Otoño se
colaba temprano por mi ventana sin cortinas, había dormido como un niño, lo que
soy, y estaba dispuesto a empezar una jornada que, como mínimo, se presentaba
interesante y llena de incógnitas que no tenía ni idea de cómo se iban a
resolver.
Sobre todo tenía un
interés casi morboso en saber que
milonga nos contarían sobre sus ganas repentinas de visitarnos y como me iban a
liar, y al cuñado de Olga, para que les ayudáramos, y procuraría no reírme
para no descubrir a Vladimir porque si
Aleksander se daba cuenta de que ya estaba en antecedentes todo el tinglado se
caería. !!!Cuanto me apetecía saber cómo habían llegado a la conclusión de que
el ámbar estaba en el Baikal y de qué manera se las iban a arreglar para
encontrarlo¡¡¡ Mi imaginación era grande pero no tanta…
Olía ya a café
caliente que Olga hacía estupendamente aunque ella era más de té, como todos en
Rusia. Me moví perezoso para asearme y presentarme bien pues los visitantes,
como aquellos de la serie “V”, se presentarían de forma imprevista y
probablemente pronto y casi sin darme cuenta y sumido en mis pensamientos, me
encontré en la mesa comiendo una rebanada de pan frito tranquilamente.
Me sobresaltó el
claxon acatarrado de Vladimir y miré displicentemente la hora, las diez y
media, mala para visitas y mala también
para atragantarme con el pan. Supuse que el coche de Volkov, aún no le había
visto, sería demasiado llamativo para ir por aquellos andurriales.
A media mañana
estábamos en camino a Sludyanka llenos
de paquetes, bultos y una maleta harto sospechosa propiedad de los dos socios
ocasionales en el asunto de la resina fósil que ya veríamos como acababa y, antes,
como empezaba.
La llegada fue digna
de una película cómica, Yulia y su marido en la puerta de su casa, ella medio
histérica de felicidad y radiante con su mejor, supuse, vestido; él con una
cara a medio camino entre el miedo y la curiosidad; Olga loca de alegría, su
hijo con una encantadora sonrisa que olía a falsa que apestaba y Vladimir…al
margen, atento a todo lo que se movía y dispuesto a no dejar escapar nada a su
mirada inquisidora y dos pasos por detrás para no perder la perspectiva.
¿Y yo? Pues parecía el
único intruso en aquella reunión así que me apoyé en Vladimir y le dije algo así como que creía
que iba a llover cuando la realidad era que hacía un Sol radiante. Él sí que me
entendía pero algo me decía que estaba preocupado, probablemente por mí, así
que decidí pasarle el brazo por encima del hombro y, apretándole, le dije que
nuestra amistad era inquebrantable y por primera vez ese día, le vi sonreír. En
realidad el gesto era el que él empleaba para tranquilizarme y creo que, en
alguien que solo era atrevido cuando se pasaba en la dosis de vodka, era todo
un símbolo de nuestra unión por malos vientos que surcaran la tierra, por peor
resultado que tuviera su aventura, siempre juntos, Semper
Fidelis como
en la Legión.
Comimos y bebimos a la
rusa como cuando hay algo que celebrar, es decir mucho, muchísimo, bailando
entre plato y plato, brindando por todo lo imaginable, por el amor, por el encuentro, por la salud, por Rusia y
España, por la amistad, por la salud otra vez…lo de bailar se me daba mal pero
peor a Vladimir…era la auténtica estampa del Oso Ruso y ponía en la reunión la
nota cómica hasta casi hacerme olvidar que estaban allí por algo pero ¿Quién
estropeaba a Olga y Yulia su fiesta?
Aleksander se manejaba
muy bien, se dejaba querer, estrujar…y era muy hábil en la conversación, tanto
que de no estar enterado de que algo tramaba, nadie diría que su preguntas solo
tenían la intención de agradar al marido de su tía y hacer así que participara
en la conversación y en la fiesta.
Dos cosas me llamaron
la atención, ambas antes de que el vodka y las vueltas del baile nos marearan,
y las dos relacionadas con la actividad pesquera en el lago. Aparentemente
inocuas pero no estaba yo para ser bien pensado precisamente.
Como al descuido
Aleksander preguntó a su tío que qué tal se ganaba la vida con la pesca y que
tipos de especies se pescaban allí.
Aquel hombre sencillo
se desvivió por darle toda clase de explicaciones y así me enteré de que los
peces más abundantes eran el siluro, el esturión siberiano, el omul y una
especie de trucha llamada lenok.
- Las comercializamos
de tres formas diferentes, dijo, dependiendo de la época del año. En invierno
hacemos unas perforaciones en la capa de hielo de más de un metro de espesor
para pescar con caña o con redes pequeñas según creamos que hay o no
posibilidades de pescar mucho o no. Como nada más salir del agua el pez se
congela lo vendemos así que es una forma muy natural de conservación. En
realidad pescamos poco y vendemos poco…Los barcos los sacamos a tierra y los mantenemos de pie con unas palancas de
madera. Aunque su casco es metálico el hielo acaba por deformarlo por la
presión que sufre y aunque las cuadernas son muy fuertes acaban perdiendo su
curvatura por eso lo hacemos así.
La época más fructífera
es el verano y parte del otoño y además complementamos la pesca con paseos para
los turistas que llegan de todo el mundo y para aficionados a la pesca a los
que alquilamos los aparejos y las cañas, continuó. En esta época el pescado lo
ponemos a secar al Sol y lo vendemos en rodajas alargadas que se conservan
mucho tiempo y que se comen así, casi en crudo y tienen un valor alimenticio
igual de grande que el pescado fresco que aunque lo vendemos lo es en mucha
menos proporción.
Aleksander escuchaba y
asentía con la cabeza y el gesto y sin interrumpir, los demás escuchábamos a
aquel buen hombre que se ganaba la vida duramente, sobre todo su mujer y Olga
que le veían participar y hablar de su trabajo como uno más lo que le situaba
por momentos en el centro de la reunión.
Al acabar la charla,
Aleksander, con gesto de interés, preguntó por qué no se daba en aquellas aguas
el llamado pescado de roca, de anzuelo tan apreciado en otras partes.
- Pues simplemente
porque no hay rocas, o no en la abundancia y formas como para que se de ese
pescado que dices, y que yo no conozco. El lago Baikal está rodeado de altas
montañas y por cada vaguada baja durante todo el año una gran cantidad de agua,
sobre todo en la época del deshielo que produce más de trescientas corrientes
de agua hacia el rio, lo que unido a la acción de hielo y del viento provoca la
rotura de las rocas, muy blandas en todo caso, dando lugar a arenales muy finos
en donde en verano la gente se baña y se tiende al Sol. Simplemente hay pocas
rocas, concluyó.
- Entonces su costa no
es muy escarpada, dijo Aleksander, por lo que supongo será de fácil acceso,
quizás con grutas bonitas para visitar y fotografiar.
-No lo creas,
respondió, hay muchas torcas verticales y de cierta profundidad generadas por
las cuñas del hielo pero grutas no, las bóvedas que se generarían no
resistirían los embates y la presión y se derrumbarían transformándose luego en
esas finas arenas que antes te decía. Las torcas no son muy profundas, más bien
son grietas de cierta anchura y que no llegan, creo yo, a la profundidad que
tendrían si encontraran el agua. En cualquier caso las pocas veces que nos
acercamos a ellas procuramos que no sea demasiado porque en ocasiones se
producen unos efectos sifón que puede absorberte. Es peligroso.
La conversación se
generalizó otra vez y yo tomé muy buena cuenta de lo que se había hablado
aunque no lo encajaba en nada concreto porque no tenía ninguna información
previa pero no se me olvidaría lo escuchado.
Más tarde Aleksander
volvió a la carga preguntando si se podría navegar por el lago, alegando que le
gustaría conocerlo y hacer fotografías a lo que encontró seguramente la
respuesta que esperaba.
- Tendría que hablar
con mis dos compañeros pero pasado mañana no hará viento y saldremos a pescar.
Quizás podáis salir con nosotros y hacer las fotos que con buena luz serán
estupendas. Llamad mañana y lo concretamos. En caso de ir prepararos para
madrugar porque el omul es muy madrugador y además necesitamos aprovechar al
máximo las horas de luz. Estaremos como mínimo siete horas en el agua.
- Sería genial, dijo
Aleksander, así que mañana llamaremos para concretarlo si te parece. Y comenzó
a darnos una lección de fotografía con las que sacó de la maleta misteriosa,
varias alemanas Voigslander Vitesse y una enorme Zhenit soviética armada de un
potente teleobjetivo.
Así que me esperaba una
bonita excursión pero no estaba dispuesto a ir, ni dejarles solos a ellos, si
no tenía de antemano toda la información de lo que se traían entre manos
aquella insólita pareja…
La fiesta continuaba
con un protagonista de excepción, Aleksander, capaz de bailar con madre y tía a
la vez, ahora con una, ahora con la otra, haciéndolas sentir importantes y
felices y sobre todo reír. Era un perfecto galán hasta cabrearme porque yo era,
y soy, ciertamente patoso. Me disgustaba que alguien invadiera mi espacio y
menos alguien en el que no confiaba así que en cuanto puede y en medio de un
arrebato agarré a Olga por el talle y me puse a bailar con ella. La verdad es
que esperé a que sonara una canción lenta…que se adaptaba más a mis
cualidades…pocas cualidades, y rezando para que no durara mucho aquello.
Al acabar la canción
era Vladimir el que interrogaba a Oleg, el marido de Yulia, sobre Port Baikal.
- Este puerto está a
unos sesenta kilómetros pero no lo usamos habitualmente.
- ¿Por qué?
- Hay varias razones,
la principal es que los restos del antiguo ferrocarril no permiten acercarse
para atracar el barco salvo cuando el agua está muy alta y es peligroso porque
es en pleno deshielo y el lago desagua por el rio Angara, la única salida que
tiene, y se forma una fuerte corriente que puede estrellarnos contra el muelle.
Solo llegamos a un kilómetro de allí
cuando los esturiones siberianos intentan volver al lago después de desovar
pero solo es durante un mes, más o menos, y sigue siendo peligroso.
- Pero, insistió
Vladimir. ¿Una estación de ferrocarril? ¿A
dónde iba?
- Bueno, eso es una de
las cosas menos conocidas del Transiberiano pero me extraña que vosotros no lo
sepáis. Este tren al principio atravesaba el lago en barco, los vagones se
cargaba en Port Baikal a través de grandes vías y los pasajeros iban en otros
barcos durante la travesía hasta Mysovaya en la otra ribera para desde allí
seguir por el método natural, por tierra…. El barco que llevaba a los pasajeros
está en Irkutsk en forma de monumento aunque pocos se paran a mirarlo. Años más
tarde se abandonó esta fórmula para hacer la vía férrea actual toda por tierra.
Durante la Gran Guerra
Patria y durante el largo invierno se construyó una vía sobre el hielo pero yo
no la he conocido y en Rusia se vive poco así que no quedan personas mayores
que lo vieran y todo lo que se sabe es de oídas, de boca en boca. Todo lo que
rodea a este tren y a esa vía es puro misterio se dice que se usaba para llevar
lejos los tesoros del país para que no cayeran en manos de los fascistas que,
según cuentan ya habían robado todo lo que pudieron para llevarlo a Alemania.
- Me dejas muy
sorprendido con lo que cuentas, para mi es nuevo, comentó haciendo un gran
papel teatral que seguro hubiera sido
digno de un gran aplauso de haber tenido otro público, y es muy interesante lo
que cuentas. Hemos traído un buen equipo fotográfico, quizás podríamos
acercarnos pasado mañana a una distancia en la que se pudieran hacer fotos, me
encantaría y voy a estudiar todo lo que pueda sobre este asunto.
- No depende solo de
mí, replicó Oleg, pero supongo que si no interfiere en nuestro trabajo y en
nuestra ruta no habrá inconveniente.
- No perderéis el día
seguro, dijo aquel viejo zorro, y no quiero ofenderte pero os pagaremos generosamente
y a lo mejor no necesitáis pescar.
- No es cuestión de
dinero sino de que sea posible. Aquí, con nosotros, el dinero no te solucionará
nada porque seréis nuestros invitados y sería una grave ofensa para vosotros
pagar y para nosotros aceptarlo. Somos pobres pero nuestra hospitalidad está
por encima del dinero y no os cobraremos, de eso estoy seguro sin consultar con
mis compañeros.
- Lo sé pero habría
que encontrar una manera de compensaros.
- Si, la hay, solo se
trata de que estéis contentos, dijo Oleg.
Empecé a hacerme idea
de lo que tramaban y pensé que aunque tuvieran un plan aquello les, nos,
quedaba grande, salvo que no estuvieran solos…
De vuelta a casa
admiraba el sol poniente y rojo que iluminaba tenuemente los abedules ocres
haciéndome pensar en lo sabía que era la Naturaleza que era capaz de permitir
semejante floración en tan poco tiempo y antes de que la nieve se echara encima.
Me medio desperté de aquella visión en
un gran bache que atravesó Vladimir como Perico por su casa y casi sin pensar
dije:
- Mañana a las diez
estaré en el hotel que me apetece desayunar con vosotros, dije como una forma
de aplazar el viaje en el barco de Oleg .
Aquellos dos granujas
se miraron sin decir nada y yo pensé que cuando me quejaba de mi escasa actividad
era un insensato y que aquella Sudba de las narices se reía de mí y decía
aquello tan español de ¿No quieres taza? Pues vas a tomar taza y media…Todo sea
por Olga.
CAPÍTULO VI
Lili Marlen
Estábamos en la
cafetería del hotel, a las diez en punto y se mascaba la tragedia que dirían
los peliculeros…Vladimir, Aleksander y yo… bueno y la camarera que debía de
tener mal día porque hacia media hora que la habíamos pedido un café con leche
y una botella de Vodka con dos limones. Suponíamos que estaría ordeñando a la
vaca pero el problema era que no empezaríamos a hablar hasta cerciorarse de que
la chica no podría escuchar la conversación. Aun no sabían que también avisaría
al FSB como hacía cada día que yo aparecía por allí.
Me sentía obligado a
decirles algo y lo dije.
- Sea lo que sea lo
que os traéis entre manos no quiero de ninguna manera que Olga sufra de tal
manera que no puede enterarse de que la visita de Aleksander es más interesada
de lo que ella pueda suponer aunque intuya algo, que tonta no es. Está feliz
porque su hijo ha venido a verla y nada ni nadie pueden quitarla esa ilusión.
Este es el trato, yo os ayudo en lo que sea
que buscáis y Olga no sufre. ¿Queda claro? Y tu Aleksander no trates de poner
cara de decir eso de jamás se me habría ocurrido, porque tú eres capaz de eso y
de mucho más así que quita el gesto de indignación que no cuela…y deja de mover
el culo en la silla que me acabarás poniendo nervioso. No te aplicaré el tercer
grado pero empezar a contarme todo de pe a pa y dejar de esperar a la camarera,
simplemente tarda porque no la cogen el teléfono en el FSB, les llama cada vez
que yo vengo y, supongo que no escucha porque no les hace falta que esto debe
de estar de micrófonos hasta arriba pero como hay nada que ocultar y tú, Aleksander, eres uno de ellos pues nada
que temer, digo yo, o si…tú dirás…
- Nada que ocultar,
dijo, en realidad es casi oficial lo que nos ha traído aquí así que nada
llamará la atención, más bien me felicitarán por hacer mi trabajo a conciencia.
- Eso no se lo cree
nadie, eres un autosuficiente, y empezar mintiéndome no es buen camino. Tú
verás, le dije, pero puedo ayudar o puedo echar a pique lo que os traigáis
entre manos. Elige.
Vladimir inició un
amago de protesta, sabía que no me engañarían, o al menos no lo suficiente, por
lo que advirtió a Volkov de que me hiciera caso o esto, lo que fuera, no
funcionaría.
Al fin llegó la
camarera que displicentemente, como acostumbraba, dejó los servicios, más bien
los tiró, sobre la mesa que entre aquellos tres nada había que rascar, bueno de
uno quizás sí pero hablaba demasiado y muy serio…ya habrá otras ocasiones…debió
pensar. De todas las maneras a uno ya le conocía y los otros dos tenían pinta
de cualquier cosa menos de turistas con pasta.
Me recosté en la
butaca y puse aire de pasar de todo, como aquel que decía lo del anuncio de
Kodak…Revele aquí su rollo…
- Se trata de la
Cámara de Ámbar, comenzó Aleksander.
-Pero ¿eso no es una leyenda?
interrumpí.
- No, no lo es,
continuó. Esa cámara existió y está en algún lugar. Te contaré todo lo que se
sobre ella.
- Pues adelante, dije
intrigado.
- Esto que le voy a
decir no forma parte de los arcanos de la Historia de Rusia y la URSS, más bien
lo que constituye un misterio es la desaparición de la Cámara de Ámbar…
A principios del Siglo
XVIII los orfebres alemanes decoraron una gran sala para el Palacio Imperial de
Berlín compuesta de ámbar y oro que recubrían las paredes en paneles ricamente
decorados, incluidos algunos muebles del mismo material adosado a los muros. No
se sabe ni cuánto tiempo ni cuantos kilos de resina fósil emplearon pues el
resultado debía de ser de tal pureza, sin burbujas ni insectos atrapados, que
se valora en muchas toneladas el material empleado. El resultado debió de ser
espectacular al extremo de que Pedro I en uno de sus viajes quedó fascinado por
la obra y así lo manifestó de tal forma
que algún tiempo después Federico I de Prusia se la regaló como una muestra de
amistad entre los dos países y al objeto de reforzar sus relaciones de todo
tipo.
No era fácil encontrar
acomodo a tal maravilla y solo en tiempos de la Zarina Isabel, se instaló en el
palacio de Catalina en Tsarskoye Selo y allí permaneció hasta que los alemanes
en la Gran Guerra Patria se acercaron a Leningrado a la que sitiaron durante
novecientos días, tiempo que aprovecharon para apoderarse de todos los bienes
que pudieron, cuadros, joyas, esculturas…y la cámara.
En realidad los
soviéticos habían protegido y escondido todo lo que pudieron pero esta joya no
pudieron al no tener personal cualificado para desmontarla lo que hizo muy fácil
a los fascistas apoderarse de ella y, ellos, si tenían gente que pudiera desmontarla
y si fueron tan cuidadosos como el caso merecía. Parece ser que la encontraron
y desmontaron en Septiembre de 1941.
Antes de que las cosas
se pusieran más feas de lo que ya estaban, los alemanes cargaron un montón de
vagones de tren con lo expoliado y le dirigieron hacia Konigsberg, la actual
Kaliningrado, en donde fue visto por última vez a finales de ese mismo año.
Parece ser que estuvo
allí junto con otras obras de arte hasta que la RAF empezó a bombardear aquel
territorio en el año 1944 pero cuando nuestras tropas ocuparon la zona ya en el
verano de 1945 el tren ya no estaba allí.
A partir de aquí las
teorías se disparan, que se llevó a Polonia, que se destruyó en los bombardeos,
que bandas de ambos bandos lo fueron robando sin saber el valor real de su
botín…pero ¿Cuánto? ¿Tres cajas? ¿Un vagón? ¿Cómo puede desaparecer un tren de
cuarenta o cincuenta unidades y al menos dos locomotoras? ¿A dónde fue a parar?
Y esto es todo lo que
se sabe de una manera resumida y hasta el día de hoy, al menos oficialmente.
- Pero algo más habrá
cuando vosotros estáis husmeando en ello y a sabiendas de que esto os queda demasiado
grande salvo que no estéis solos…
- Tenemos una teoría
basada en un testigo más bien un viejo loco que cuenta historias que nadie cree
y que vive en Sukhaya al otro lado del lago, en las páginas de un viejo diario
y en la Intuición.
-Sí, claro, la
intuición, la Sudba, y Yaga Babá…
- No, es una teoría
sólida o al menos creíble. El FSB y antes el KGB nunca dejaron de investigar de
una manera discreta para no ofender a Alemania. Se consideraba este tesoro algo
así como cuando una pareja de novios discuten y se separan, deben de devolverse
los regalos por mucho que cueste…y este podría ser el caso. Pero la URSS nunca
quiso devolverla alegando aquello de Santa Rita, lo que se da no se quita…
Los resultados fueron
nulos, sin testigos, eliminados seguramente, o muertos que la esperanza de vida
aquí es pequeñita, sin nada por dónde empezar solo la idea de que estaba en
Kaliningrado porque alguien vio algún rótulo a través de una rendija de un
vagón que, en alemán, podía significar cualquier cosa pero alguien creyó leer la palabra amber y ahí se
desataron las elucubraciones.
Nosotros también
elucubramos pero hemos recogido documentación suficiente para creer que el tren
no avanzó, era imposible en aquel infierno de fuego que se desató en Konigsberg
y menos sin que nadie lo viera. Creemos que el tren retrocedió pero no
entendemos por qué ni por qué tan lejos como creemos.
Todo lo que se
trasladó al Este, fabricas, arte, personas… pasó los Urales y allí se quedó y
solo podemos pensar que alguien no entendió las ordenes u obró de mala fe con
la maligna intención de hacerse con el tesoro al acabar la guerra y si
sobrevivía en ella, por lo que tenemos que creer que era alguien con cierto
poder, alguien que pudo dar la orden y que no estaba implicado en los combates.
Lógicamente debería haber redactado algún documento, carta, plano…pero no lo
hemos encontrado, tan solo un viejo diario, más bien tres hojas, de alguien que suponemos trabajaba en los
ferrocarriles, diario que aún no te podemos enseñar porque no lo tenemos.
Para nosotros es
prioritario hablar con un tal Ruslán Mamedov, de origen checheno, el hombre que
vive en la parte Este del Baikal, al
lado del antiguo desembarcadero, al que todo el mundo tacha de loco ¿Has oído
ese dicho de ” Salud siberiana y longevidad caucásica”? El hombre debe de andar
por los noventa años lo que no ayuda a su credibilidad pero resulta que nuestra
gente habla de un relato coherente que queremos escuchar en vivo.
Es una pena que Oleg no
conozca esa parte del litoral y no sé cómo nos las arreglaremos para ir hasta
allí sin que parezca lo que es, concluyó.
Había estado hablando
más de media hora y todavía no había rumiado yo todo el contenido de la charla,
charla que me parecía inconexa, poco creíble aun en Rusia y con demasiadas
lagunas para hilarla hasta hacer de ella una aventura realizable aun a sabiendas
de que no me había dicho todo, probablemente intencionadamente, y no me lo
diría hasta saber si podía confiar en mi ayuda o hasta que creyera llegado el
momento por las causas que fueran.
La historia del ámbar
la conocía superficialmente aunque tampoco se sabía mucho más en general, pero
hasta el extremo de que hubieran desaparecido varias toneladas de aquella resina
y de metales preciosos montados en un tren no solo no lo sabía sino que no
entraba en mi cabeza, tenía que haber algo más.
Había alguna pregunta
que necesitaba hacer y esperé en silencio hasta que la camarera me trajo el
segundo café, cuestión de diez minutos, tiempo sobrado para desconcertar a
aquel Rasputín de pacotilla, y todavía me tomé otro respiro revolviendo el
azúcar negro mientras mis dos interlocutores me miraban atónitos y creí que de
un momento a otro saltarían preguntándome sobre aquello pero no lo hicieron…a
lo mejor me devolvían la jugarreta y me pagaban con la misma moneda como ese
juego de niños que el primero que habla pierde. Intentaré, pensé, no darle importancia a lo contado, como si
fuera otro juego así que de repente, cuando ya los tenía desquiciados y
riéndome, me tomé un sorbo del brebaje que allí llamaban café, y dije:
- Si fuera escritor
estaría delante de una bonita historia de la que tú me has hecho un breve
resumen, una hipótesis interesante pero sobre la que habría que investigar,
indagar, inventar…una salida lógica.
Se me ocurren un
montón de preguntas pero estoy seguro que lo que tenga que saber o lo averiguo
yo o me lo iréis dando en pequeñas dosis como el jarabe para la tos.
En realidad no me
interesa mucho el tema, si el FSB no ha podido encontrar el tren, suponiendo
que exista, mal lo voy a hacer yo por más que me esfuerce. Soy tirando a
estoico y de la escuela de Santo Tomás…si no lo veo, no lo creo…
Hay una cuestión
principal que me martillea la cabeza desde que os escucho ¿Por qué me
necesitáis? ¿Qué puedo aportaros yo? ¿Cómo me vais a involucrar en esto y que
saco yo de ello?
Supongo que Aleksander
Volkov esperaba la pregunta porque reaccionó inmediatamente y dijo:
- Es fácil. Una vez en
Oviedo le dije que sabíamos de usted más que nadie, es bueno en su trabajo,
tiene carisma y suerte, suerte porque la busca sin duda y porque como piensa en
eslavo, cree en la Sudba, en el Destino, aunque lo niegue, porque es el Destino
el que le ha guiado hasta aquí.
Por otra parte y por
más que se esfuerce Olga, aquí se aburre, este no es su sitio, usted es de
asfalto, de ciudad, y confunde Rusia con Moscú y San Petersburgo. Necesita
moverse, necesita mantener los cinco sentidos alerta porque si no lo hace
languidece y eso es peligroso a su edad para la salud mental y esa será su
recompensa porque el dinero para usted no es un estímulo y no porque no lo
necesite, que tampoco, sino porque nunca ha tenido importancia para usted que
aún recuerdo su negativa a vender el manuscrito de mi abuelo
Se acerca el invierno
y tengo que volver a mis obligaciones antes, aquí no puedo estar largo tiempo y
usted tiene el tiempo, las ganas y la adaptación al medio y amigos que le
respetan y le ayudaran. El tedio invernal no le afectará así
Usted se encargaría de
averiguar todo lo posible sobre este asunto por si es cierto que aquel tren
retrocedió hasta Sukhaya, Vladimir se acercará a Kaliningrado y Bielorrusia y
yo coordinaría desde Moscú y ayudaría a buscar documentación que interese sobre
lo que descubran.
Otra cosa sería
averiguar cómo retrocedió hasta aquí. La idea de raíles de tren sobre el hielo
no es nueva porque en la guerra ruso-japonesa se construyó una vía de treinta y
ocho kilómetros aunque solo se utilizó para transportar municiones y
artillería, las tropas cruzaron el lago sobre trineos o a caballo. Se supone
que las vibraciones de las locomotoras podrían resquebrajar el hielo abriendo
grietas que se tragarían los vagones. Posteriormente lo que se hizo con el
transiberiano fue embarcarle y se descartó el trazado ferroviario porque solo
sería útil cuando el espesor del hielo fuera de dos metros o más, y solo
durante tres o cuatro meses al año, y aun así sería peligroso.
Quizás el tren que
buscamos no sea tal sino algún vagón que fuera remolcado sobre el hielo o
embarcado en algún buque de tonelaje medio poco habituales por estas latitudes…
Existe la posibilidad
de que se oponga a este pequeño trabajo y por eso no espero una respuesta ahora
porque estoy seguro de que sería negativa pero cuando duerma al lado de mi
madre, lo piense y lo analice la contestación será otra y si no es así es que
no le conozco de nada…ya sabe lo que nos dijeron de usted…inteligente,
impulsivo, con suerte y algo bocazas y esto último es lo que no le dio
precisamente buena fama entre sus jefes pero si entre sus compañeros que le
consideran una leyenda, acabó.
Me tomé mi tiempo para
contestar, el niñato había salido además pelotillero pero estaba seguro de que
sabía de mi hasta de qué lado dormía y que no mentía en cuanto que cuando se
reunió conmigo en Asturias se había informado, le habían informado, a
conciencia. Lo de ser una leyenda me hacía gracia y la tal se habría engordado
hasta límites de película con mi “desaparición” de la escena y mi exilio dorado
en el quinto pino que era la parte del mundo en la que vivía.
De repente me encontré
diciendo que aceptaba pero el día estaba de sobresaltos o bromas, o las dos
cosas porque Volkov sacó dos billetes de diez dólares y se los extendió
resignado a Vladimir quien riéndose a carcajadas dijo:
- No es tan listo como
se cree, apostó conmigo que dirías que no a la primera pero es que no te conoce
de nada…
- Vladimir eres un
viejo zorro, dije, pero me hace gracia que me conozcas tan bien. Me voy a casa,
vosotros os emborrachareis como cosacos y yo pensaré como decirla a Olga todo
esto. Si todo va bien iremos a ver al tal Ruslán mañana o pasado, dependerá de cómo me levante así
que si de verdad tenéis prisa procurar que duerma bien y no me deis más la lata
por hoy. Y del viaje en barco con Oleg …iros olvidando…si hay que hacerlo seré
yo el que diga cuando.
Aún tengo otra
curiosidad… ¿Cuánto vale ese ámbar?
- No es solo una
cuestión de dinero, respondió Aleksander, sino de prestigio nacional, de
recuperar lo que es nuestro, de no dejar impune un expolio tan grande… ¿Valor?
En Kaliningrado se
extrae tanto que se dice que Polonia obtiene más beneficio robándolo a los
vecinos que extrayéndolo legalmente en su propio territorio. Por otra parte la
limpieza del material empleado así como el trabajo artesanal realizado le da un
valor añadido que es incalculable. Yo creo que en este caso es una cuestión de
honor y que con su valor real no se puede ni especular, algo así como esos
coleccionistas que creen que valen mucho sus piezas recopiladas con muchos años
de esfuerzo de todo tipo pero que, sin embargo, solo valen lo que le quieran
dar en el mercado por ellas.
- Supongo que en lo
del prestigio entra el tuyo profesional y ya te ves ascendiendo como loco a la
cima…, dije, pero te voy a decir algo que aún no has aprendido…el prestigio, la
fama no solo son efímeros por gratos que sean sino que además no dan de comer…
Me miró con esa mirada
que refleja la prepotencia de la juventud, aquello de “Que sabrá este carroza”
pero preferí no contestarle, no merecía la pena dar explicaciones profundas a
esta generación de tuercebotas que más que relevarnos a los veteranos, nos
empujaban en una lucha por deshacerse de nosotros que no era tal porque
nosotros no nos defendíamos que ya estábamos cansados de enseñar sin frutos a
toda aquella patulea igual en todos os países. A veces pensaba en qué habríamos
hecho tan mal para que nuestros herederos no tuvieran ni idea del esfuerzo, el
honor, la satisfacción del deber cumplido o simplemente de disfrutar sin prisas
de lo que teníamos sin soñar en lo que tenían otros……que corra el escalafón…
Ya en la acera nos
estrechamos la mano aunque con cierta desgana y nos despedimos casi a la
francesa…sin decir nada…y caminé pensativo y subiéndome el cuello del abrigo.
Yo diría que, sin ninguna causa aparente, me había hecho viejo de repente.
Me dio por silbar
“Lilí Marlen” que es una canción de perdedores…e imaginaba como alguien pensó
que levantaría la moral de las tropas…Marlen Dietrich podría ser que lo hiciera
pero la Marlen de la canción…no…Es como el “Yo te diré” de “Los últimos de
Filipinas” pero en versión menos heroica y más teutona…
Y las letras de las
dos son infumables…Nos creamos mitos, o
nos crean, rarísimos…la paloma de la Paz, un animal que todo lo ensucia, lo
atasca y lo destruye al extremo de conocérsela como la rata del aire… o el
despertar que dice la versión española… ¿Se puede elegir un momento del día
peor? Ojeras, resaca, tos, ganas de ir al baño…ya solo quedamos tres o cuatro poetas…hasta,
yo mismo, casi me consideraba el anteúltimo romántico…
CAPITULO VII.
“…Que buenos son que nos llevan de excursión”.
Solo en esta parte del mundo el cielo es tan azul y
las estrellas forman una alfombra maravillosa casi, casi, como la de Aladino.
Hace algún tiempo vi un espectáculo similar al pasar el cometa Halley sobre
Briansk y nunca lo olvidaré. A la vista de aquella maravilla la relacioné con aquella
otra por lo que, a pesar de la Marlen,
llegué a casa contento.
Había conseguido aplazar el viaje en barco que el agua
me gusta más bien poco, me había enterado, más o menos, de lo que se traían
entre manos aquella extraña pareja y ya me veía en plena actividad con las
neuronas revolucionadas. Cada día me recordaban más a aquella película de Forqué de “Maribel y la
extraña familia”…
Al llegar a casa dormitaba Olga, pensaría que llegaría
tarde, confiaba en mí pero se perdió el espectáculo aunque supongo que lo
habría visto mil veces.
Me urgía más ver al checheno centenario que ir a hacer
fotos en barco pero aún no lo haría, necesitaba pensar y sobre todo cabrear a
Volkov haciéndole esperar y perder tiempo así que dormiría como un Niño Jesús y
pensaría en cómo llegar a Sukhaya hasta
donde había, más o menos, ciento cuarenta kilómetros por una carretera infernal
lo que nos llevaría, probablemente, unas tres horas. Bien, me dije, mañana será
otro día…que convertiré en sabático.
Y llegó mañana…no es cierto que con la edad se coma y
se duerma menos…como como un león y duermo como un lirón, bonito pareado, y de
no ser por el olor a pan frito y café me hubieran dado las mil del día
siguiente pero ¿Quién se resiste a los desayunos de Olga? Después vendrían los
huevos con embutido que había que desayunar fuerte porque luego cortaría leña
para el próximo invierno por si las cosas se ponían enrevesadas y luego no
podía hacerlo. Para el siguiente año ya había echado el ojo al hijo de un vecino
que vivía a unas dos verstas para que se encargara, previo pago, de cortar en
rodajas los troncos porque a mí no se me daba bien…al contrario que lo de comer
y dormir y además me gustaba tener el defecto de la vagancia…un maravilloso
defecto que ni siquiera entra en la lista de los pecados de ninguna religión lo
que le hace más atractivo aun…
Más tarde me
acercaría a ver a la extraña pareja para preparar el viaje pasado mañana a
Sukhaya…sabiendo que a Volkov le pondría de los nervios el nuevo aplazamiento…la
vida es dura amigo Aleksander y seguro que Vladimir se reiría por lo bajini…
Después de comer y dar una cabezada comencé a andar
camino de Irkustk al encuentro de los dos ganapanes…estaba cansado porque
cortar troncos en rodajas no es muy placentero y además mi trabajo era
intelectual, los librepensadores sudamos poco y menos a mi edad y , creo, que
hacemos falta a la Humanidad ¿Qué sería de ella sin nosotros?
Volvió a tomar cuerpo en mi mente, mientras
andaba, la idea de comprar un vehículo
que muchas veces consideré necesario, no sabía si coche, moto con sidecar,
bici, caballos o huskys para trineo…en realidad como un día tuviera una
emergencia lo pasaría mal…siempre lo dejé para otro día por la dichosa pereza,
por no significarme mucho y porque no estaba seguro de que le gustara a Olga.
Ahora el problema surgía de nuevo por si tenía que moverme por aquellas costas
solo, porque no conocía a nadie que me pudiera llevar y mucho menos de la confianza necesaria
para que se enterara de lo que nos traíamos entre manos.
También el factor seguridad era importante a la hora
de pensar en un vehículo e incluso en la necesidad de irnos a vivir a la
ciudad, idea que iba tomaba cuerpo en mí.. Allí todo el mundo nos conocía y
sabía que vivíamos solos y, de momento, el miedo como segunda naturaleza propia
de los rusos, nos mantenía a salvo, que Beria aún era mucho Beria, pero corrían
malos tiempos y los robos proliferaban a veces con fatales consecuencias y, en
todo caso, el susto era peor que lo poco o nada que nos pudieran robar.
El caso era que Olga no quería cambiar de casa en un
reflejo romántico muy propio de ella y aun asumiendo que yo prefería el asfalto
se mostraba reticente a cualquier cambio algo muy frecuente en los rusos que
creen que nada puede cambiar.
Y en estos pensamientos estaba cuando entré por la
puerta de la cafetería del hotel en donde, sentados en la barra, me esperaban
Vladimir sonriente y Aleksander con la cara de cabreo que se correspondía con
su estado de ánimo. Les saludé con una alegría fingida para cabrearle más y le
hice un guiño de complicidad a Vladimir al que casi se le escapa una carcajada.
No me entretuve mucho, lo justo, y quedamos para el
día siguiente a las nueve para que pasaran a recogerme por casa.
La noche pasó rápida y a las nueve en punto me
despedía de Olga con un beso y me subía al tanque de Vladimir, muy discreto,
por la otra punta, para moverse con prudencia. Desayuné muy ligero porque el
viaje se me apetecía movidito con aquel piloto, ya tenía ciertas experiencias,
y no tenía ganas de marearme, al menos no demasiado. A las ruedas no quise ni
mirar porque estaba seguro de que no me gustaría su estado. Creo que eran
todavía las que llevaba cuando nos conocimos…
Estaba en lo cierto, viajar por aquel camino de cabras
con Vladimir al volante era poco emocionante, muy arriesgado y altamente
peligroso, tanto que podría considerarse deporte de riesgo solo que aún no era
disciplina olímpica…la adrenalina se ponía a tope solo que no había que
discurrir para salir de ella ni te daba tiempo siquiera a otra cosa que no
fuera agarrarse a las cuerdas que llevaba el coche en donde debería de haber
unos asideros. A Vladimir como a Rusia, no hacía falta entenderles, solo se
necesitaba asumirles…
A los pocos kilómetros ya tenía el estómago a la
altura del maletero cuando Aleksander me alargó unos folios para que los echara
un vistazo…!!! Para eso estaba yo¡¡¡. Ante su insistencia los miré. Eran unas
fotocopias de unos diez folios garrapateados y con la letra muy aumentada que
me hicieron pensar que en tamaño normal no serían más de siete u ocho
cuartillas, con muchos saltos, marcas de dobleces y el lápiz tan pasado que
hacían la lectura ilegible. Creí recordar que Aleksander me habló de tres hojas
aunque supuse sería una forma de explicarse como cualquier otra. Los volví a
doblar y los guardé en un bolsillo prometiéndole leerlos en casa despacio. Hizo
un gesto raro pero calló y nunca supo que las utilicé para secarme el sudor de
la frente.
Llegamos a nuestro destino sobre las doce como había
calculado y sentí un alivio general solo empañado porque había que regresar por
el mismo camino y nos dispusimos a encontrar al tal Ruslán, algo que no sería
difícil porque aquello tenía bastante
menos de un centenar de casas de madera adornadas con las maravillosas ventanas
polícromas y más bien era una aldea que otra cosa.
Tampoco tuvimos que indagar mucho, no debían de tener
muchas visitas porque al ruido del coche se abrió la ventana de la primera casa
y una señora de avanzada edad nos daba la bienvenida a la vez que nos
preguntaba que nos había llevado hasta allí e inmediatamente se ofreció a
acompañarnos supongo que más guiada por el chismorreo, en un lugar en el que
nunca pasaba nada, que por su afán de ayudarnos.
En cuanto pisó la calle se encargó de airear a la
vecindad que aquellos forasteros buscaban a Ruslán, vecindad que se unió al
cortejo signo inequívoco de que allí pasaban pocas cosas como había pensado y
de que nuestra visita daría tema de conversación durante mucho tiempo. Nuestro
cortejo debió de alcanzar unas veinte personas y hasta casi sentí que éramos
importantes. Claro que si llegan a saber que yo era español se hubieran unido
todos, algunos lo hacían desde las ventanas, e incluso habrían avisado a los
pueblos cercanos. Era una especie de “Bienvenido Mr. Marshall” de Berlanga en
versión estepa…
A unos doscientos metros se hallaba la casa quizás más
grande de la aldea lo que me hizo pensar que la persona que buscábamos no vivía
sola, lo cual podría dificultar las cosas que, es sabido, que entre dos o más
no se puede guardar un secreto.
Nos abrió, absolutamente sorprendido por las llamadas
a voces de sus vecinos, un hombre alto, arrugado de cara y el pelo negro
azabache, de una edad indefinida entre los cincuenta y los cien años
aproximadamente que no entendía nada de lo que pasaba al ver a sus amigos
acompañados de tres extraños.
Hechas las aclaraciones pertinentes le costó a aquel
hombre deprenderse de aquella gente que no se conformaba con saber casi nada y,
aunque con esfuerzo, conseguimos quedarnos solos al cabo de un cuarto de hora.
- Me llamo Ruslán, dijo el hombre, algo que intuyo que
ya saben y no puedo imaginar el motivo de su visita, más aun cuando mis vecinos
piensan que estoy loco, igual que algunos del KGB que vinieron antes que ustedes. Siento que no
hayan avisado para recibirlos con la hospitalidad necesaria pero no imagino
cómo podrían hacerlo ni que podría haber hecho yo. Supongo que traerán algo
para brindar lo cual ya será suficiente.
Esta es mi casa, continuó, algo grande pero necesito
todo el espacio del que dispongo para mis cosas, principalmente mi biblioteca
que me acompaña en mis largos días y me da respuesta a muchas cosas de las que
hoy pasan. En la Historia están las claves de hacia dónde camina la Humanidad
aunque a veces parezca que en vez de avanzar retroceda pero es que somos tan
torpes que repetimos cíclicamente todos los errores, cada cosa que pasa es como
una especie de “ya lo había visto antes”…. Les diré algo de mí antes de conocer
los motivos de su visita.
Mientras hablaba observé la vivienda que, como casi
todas, solo constaba de una pieza, pero estaba limpia y ordenada, no tenía
icono, todo en madera y en una esquina al lado de una ventana tenía estanterías
llenas de libros manoseados y con la pátina del tiempo en sus lomos. Eran
libros, como él había dicho, en su mayoría de Historia.
- Soy checheno. Ustedes no pueden entendernos, dijo
Ruslán. Los rusos dicen que el Cáucaso es ruso pero que nosotros no somos rusos
y por tanto nunca nos han tratado como tales sino como súbditos. En cierto modo
tienen razón, no somos eslavos, evidentemente, y nuestro origen, mezclándose
razas de todo tipo, podría considerarse más árabe que otra cosa. Descendemos de
Noé y es sabido que su Arca, tras el Diluvio Universal, se posó en el monte
Ararat y por tanto fuimos la primera civilización sobre la tierra. No somos
esclavos, somos hijos de reyes y merecemos ser tratados como tales.
Cuando la invasión alemana nos dieron la
independencia, incluso Calmucia fue independiente, y nos alistamos en sus filas
sin pensar en más allá salvo que nos daban lo que queríamos. Yo aún no tenía
barba y estudiaba Historia en la Universidad de Grozny, paseaba con las chicas
por la orilla del rio Terek y soñaba con un mundo mejor así que también me
alisté.
Lo demás ya lo saben, los alemanes perdieron y
nuestros pueblos fueron utilizados como carne de cañón contra las fuerzas
alemanas en retirada. Nos pusieron en primera línea sin armamento, si
avanzábamos nos mataban los alemanes, si retrocedíamos lo hacían los
soviéticos…los que más suerte tuvieron fueron deportados al Este en donde su
destino no fue mejor…un día eché a correr, deserté, y no paré en mucho tiempo,
siempre huyendo como un animal herido y tras muchas vicisitudes llegué a este
sitio que me pareció mágico y lo suficientemente alejado como para que no me
encontraran jamás.
No soy tan viejo como la gente de aquí cree, no llego
a los noventa años pero mi vida ha sido
muy dura y a mí me da igual lo que piensen, incluso creen que estoy loco porque
oigo por la noche gritos humanos de la gente que se tragó el hielo entre sus
grietas…
Aquí encontré una buena mujer que me dio eso que
algunos llaman Amor, calentando mi cuerpo por las noches y mi alma por el día
pero murió muy joven y no me dio hijos por lo que me he convertido en un lobo
solitario, aunque vivo tranquilo esperando no sufrir demasiado y sin querer
recordar. El sueño de abrazar a lo que quede de mi familia y morir en mis
montañas ya hace mucho que lo he abandonado.
No sé lo que buscan, tampoco me importa mucho, pero si
sé que no puedo contarles nada porque nada sé salvo mi vida, mi dura vida, que
no creo sea lo que buscan.
Quizás usted, dijo dirigiéndose a mí, que es ajeno a
este mundo, pueda intuir lo que les cuento como una tragedia personal pero es
la de millones de personas que tuvieron la desgracia de nacer en el Cáucaso y
vivir en tiempos difíciles. Nacer en el lugar equivocado y en el tiempo
equivocado.
Es posible que usted también esté loco o que, como yo,
huya de algo, dijo dirigiéndose a mí, porque no tiene otra explicación que un
español esté aquí. Yo llegué aquí en Febrero de 1946, creo, y no he salido
nunca de estas costas y solo me acompaña una radio que funciona cuando quiere
pero usted parece tenerlo todo, es joven, de un país que tiene Sol todo el año,
playas de finas arenas y Paz así que sólo puedo pensar que está en el culo del
Mundo por Amor.
En cualquier caso les estoy agradecido porque hoy no
voy a estar solo, voy a beber samagón con ustedes, he revivido mis peores y
mejores días y me han llenado la despensa que ya las fuerzas me fallan para
salir a cazar y al lago le tengo miedo porque se ha llevado muchas vidas,
concluyó.
Deberíamos contarle, pensé, nuestro interés por el
tren aun a costa de pasar por locos como él, pero preferí que Volkov tomara la iniciativa mientras
pensaba en mi amigo del alma Vladimir cuya cara se había transfigurado en un
rictus de tristeza. Él también era descendiente de Noé, o eso creía yo
entonces, y conocía la tragedia de aquellos pueblos y sé que, en cierto modo,
sentía que había traicionado a sus gentes al pasarse con armas y bagajes al
mundo eslavo.
Cosas de la vida, de esta puñetera vida, en un siglo
en el que nos habíamos dedicado a destruirnos más que a construir un futuro
justo. Nos hemos empeñado desde tiempos
remotos en que aquello del valle de lágrimas fuera realidad y a Fe que lo hemos
conseguido y es que la estupidez humana no tiene límites.
Me limité a decirle, medio en broma, que éramos
vecinos, que vivía en Irkutsk y esperar a que alguien más hablase.
- Cuando llegue la primavera, dijo Volkov, le llevaré
a Chechenia. Si usted quiere se quedará en su tierra y si no es así le volveré
a traer. No tiene que preocuparse de nada, yo lo pagaré todo y supongo que
preguntarle si alguna vez se ha subido a un avión es una tontería pero no se
alarme, si no se atreve iremos en tren. Y esto nada tiene que ver con el
resultado de nuestras gestiones y si usted puede ayudarnos o no.
Me sorprendió la rápida respuesta de Aleksander porque
creí que hablaba sinceramente quizás porque la vena colonial, el sentimiento de
culpa, y a la vez de protección, ruso, sobre aquellos territorios conquistados,
o simplemente porque la naturaleza humana no responde a patrones establecidos,
le hacían parecer honesto. Nadie sabe nada de nadie, ni siquiera uno mismo.
También pensaba que me había equivocado, que Ruslán vivía solo y que era un
hombre singular.
- Me deja asombrado, respondió Ruslán, usted no me
conoce de nada y a pesar de ello y de que no sabe si le puedo ayudar, me ofrece
mi sueño, morir en mi tierra mirando hacia el monte Elbrus y rodeado de mi
familia y ¿sabe? veo en su mirada que es sincero. Tiene razón, nunca he volado
pero si usted hace el esfuerzo de llevarme a casa yo haré el esfuerzo de ir en
avión y estoy seguro de que tendré más curiosidad que miedo. Ahora mis noches
serán más largas esperándole por primavera. No sé quién pero alguien se lo
pagará con creces, quizás ese Dios en el que de una u otra forma todos creemos
aunque no sea más que cuando estamos en peligro.
- Lo dicho, dicho está y si acepta lo doy por hecho,
dijo Aleksander.
Queremos saber que se dice o que sabe de un tesoro que
robaron los fascistas en la Gran Guerra Patria y, creemos, recuperado por el
Ejército Rojo en Kalinigrado y que suponemos fue traído hasta aquí, hasta el
lago a mediados o finales del 1945 aproximadamente. Tenemos razones para pensar
que llegó aquí en tren pero no sabemos qué pasó después, si lo descargaron, lo
hundieron o siguió más adelante.
- Quizás haya oído hablar de la Cámara de Ámbar,
supongo que sí, y entera o parte de ella pudo ser traída hasta aquí, dijo
Vladimir que quizás al suponer que era caucásico pensó sería más fácil para él
terciar en la conversación.
- Yo también he oído la historia del ámbar y del
tesoro pero no puedo decirles nada, dijo el hombre, Tampoco pude decir nada a
otros que vinieron antes y que decían ser eso que llaman caza tesoros aunque
supongo que eran del NKVD o como se llame ahora, creo que FSB... No les creí,
claro, como tampoco creeré ahora lo que me digan ustedes y casi prefiero que no
me lo digan porque me da igual.
Si es cierto todo esto sobre el tesoro, yo no estaría
aquí todavía pero alguien que pudo estar me contó algo inconexo, quizás verdad,
pero aquel hombre, aquel vecino, vivió algo que le hizo desvariar y aunque se
dice que los niños y los locos siempre dicen la verdad, no puedo concluir en
nada concreto porque hablaba de una gran tragedia, de disparos en la noche, de
cadáveres que, por la noche, se tragaba entre alaridos el hielo mientras
gemían…más bien creo que los crujidos del hielo le hacían soñar esas cosas y es
sabido que la noche agrava y agranda los
ruidos. Nunca me dijo otra cosa, no al menos que recuerde y que les pueda
servir. Lo lamento pero estoy seguro que saben ustedes más que yo.
En lo único que les puedo servir quizás sea que tengo
una carta marina de la época por si decidieran buscar en los fondos del lago
con esos aparatos modernos que todo lo ven. Se la ofrezco pero es posible que
los residuos arrastrados por los afluentes hayan modificado el fondo sustancialmente,
e incluso les ofrezco una barca muy modesta pero con motor que tendrían que
tripular ustedes porque ya no salgo en ella. Es todo lo que puedo hacer y todo
lo que se.
Si recordara algo útil me las arreglaría para
hacérselo saber a través de una persona que viene cada quince o veinte días con
alimentos, baterías para aparatos eléctricos pequeños, ropa china y cosas así
pero aunque aún conservo buena memoria dudo que algo me viniera a la cabeza de
repente. También preguntaré a mis vecinos aunque quedan sólo tres o cuatro que
hayan podido vivir en las fechas que me dicen, los jóvenes estaban en la guerra
y los niños bastante tenían con comer, dormir e ir a casa del vecino que hacía
de maestro, acabó Ruslán.
Se hizo un espeso silencio como si nadie hubiera
asimilado lo dicho, no se lo creyeran o estuvieran, estuviéramos,
decepcionados, o las tres cosas o simplemente evaluando lo que aquel hombre les
contaba. El menos sorprendido era yo porque nada esperaba…simplemente me
mantenía la curiosidad de hacia dónde derivaría aquello, suponiendo que
derivara, que era mucho suponer…tampoco entendía muy bien que en un país como
aquel alguien casi privadamente se metiera en aquel fangal porque dinero, lo
que se dice dinero, no sacaría ni un rublo porque de encontrarse pasaría
inmediatamente a propiedad estatal como correspondía, pero problemas, lo que se
dice problemas, los tendría de todos los colores del Arco Iris.
- Bien, habló Aleksander. Lo hemos intentado y ahora
brindemos por la amistad, por que pronto nos veamos otra vez y por ese viaje
que haremos en primavera. También tengo curiosidad por conocer el Cáucaso así
que, pienso, que será un inolvidable viaje.
Bebimos, comimos, cantamos y por momentos creo que
olvidamos aquella extraña historia de tesoros y ámbar e incluso me di un pequeño paseo mirando aquel
maravilloso paisaje y llenando de curiosidad a los vecinos que, sin ninguna
timidez, me preguntaban de donde era y cómo había llegado hasta tan lejos.
Me los quité de encima con una sonrisa y cuatro
palabras en mal ruso para decir que no les entendía y que era español lo cual
les asombraba aún más y es que de siempre, en Rusia, lo español era muy
admirado y querido a pesar de que durante muchos años estuvimos separados no
sólo por la distancia sino por la Política y de que, oficialmente, nuestras
relaciones diplomáticas llegaron muy tarde con la apertura del Consulado ruso
en Cádiz allá por mediados del siglo XVIII, relaciones que se interrumpieron
con el tsunami que arrasó la costa entre la Tacita de Plata, Cádiz, y Lisboa a
los pocos años.
Con desgana iban volviendo a las casas y cerrando las
ventanas, con tanta como me volví yo al encuentro de mis amigos sobre todo por
lo bien que me encontraba en aquellos parajes pero preocupado a la vez porque
se hacía tarde para volver por aquellos derroteros a oscuras. Silbaba siguiendo
una costumbre que tenía desde niño y en esta ocasión la pieza elegida era la
Sonata para cuerda de Tchaycovsky y, me
parecía que los pajarillos hacían un coro con su trinos que no lo hubiera
mejorado ninguna gran orquesta.
Ya anochecía cuando emprendimos el camino de regreso y
el manto de la noche se extendía sobre el sagrado Baikal convirtiéndole en una
gran mancha de color azul oscuro.
Sabía por experiencia que Vladimir era más seguro
conduciendo cuando había trasegado algún litro de alcohol, fuera cual fuera su
graduación. Aun así me agarré a las falsas asas de cuerda del Lada amarillo y
cerré los ojos lo que pude…
Llevaban una sonrisa de oreja a oreja así que deduje
que habían visto algo favorable a sus intereses solo que, aunque no me lo
dijeran, me daba igual porque yo también lo había visto…
Al salir de la cabaña de aquel hombre, me fijé en un
cobertizo de madera en el que se adivinaban aperos de labranza y material para
la pesca solo que en una de las paredes había un panel en el que todavía se podían leer claramente
caracteres cirílicos y el inequívoco emblema de los ferrocarriles soviéticos
con el numeral IS-20-019 y una especie de puerta de madera estaba formada por
tablillas rotuladas en alemán aunque ilegibles por el paso del tiempo y no habían llegado allí por casualidad. Y eso
era lo que ellos también habían visto.
Tendría que volver a ver al checheno pero no sabía
cómo llegar hasta allí sin ayuda, aunque estaba seguro de que conmigo hablaría
pero si iba solo. Porque además había visto algo que a aquellos dos personajes
les pasó desapercibido…apilada entre trastos se encontraba una escafandra de
buceo y el motorcillo que suministraba oxigeno por el procedimiento de girar
una gran rueda que accionaba unos émbolos que seguro estaba en alguna de las
barcas que había en el puerto. Y es que el señor Mamedov era muy listo y
desconfiaba, como él mismo
había dicho, de los rusos. Estaba seguro de que no habían reparado en ello
porque no eran de puerto de mar y no sabían lo que era…o si…
Iban tan contentos que se pusieron a cantar algo que
creí una canción infantil como aquella que tarareábamos en el autobús cuando en
el cole nos llevaban de excursión…” Que buenos son los señores profesores, que
buenos son que nos llevan de excursión”. Solo entendía una especie de broma
“…Stradivarius, samavarius, chepujarius…”
También su desproporcionada alegría podría ser porque
mañana se iban…me quedaría solo y por extraño que pudiera parecer, que lo era,
les echaría de menos, más bien a Vladimir, aunque me dejaban tareas para
entretenerme que no era poco.
Llegamos a casa de milagro, todos menos mi estómago
que se quedó entre los diez primeros kilómetros del retorno en una parada de
emergencia en la que di de comer a todos los peces del lago el mismo menú que
comimos, pero no digerí, en aquel pueblo, obsequio gratuito de parte de nuestro
ínclito piloto al que, encima, teníamos que darle las gracias por llevarnos y
traernos…
Capítulo VIII
Lo que une la cerveza que no lo separe el
hombre
Con la marcha de aquellos dos que llamé “la extraña
pareja”, mi vida volvía por momentos a la rutina aunque, pensaba, tan solo
hasta que me organizara y me pusiera manos a la obra en aquella historieta de
locos que por momentos parecía pudiera ser real.
Me preocupó la manera de despedirse de Vladimir,
serio, alejado de su habitual sonrisa y sin palabras pero supuse que le costaba
alejarse de mí, algo que era mutuo porque me pasaba lo mismo. Lo dejé pasar sin
preguntar solo que el abrazo fue más fuerte, más sentido, más como si fuera el
último. Un cuervo, negro como el sobaco de un grillo, volaba sobre nosotros con
su mal agüero anunciado por su graznar extravagante.
Lo primero que
tenía que hacer era encontrar quien me llevara y trajera por aquellos caminos
intransitables pero me lo tomaría con calma que no era tarea fácil…de momento
volvería al hotel a buscar información en Internet si es que había algo y a dar
que hablar al FSB sobre mis extrañas
costumbres y compañías. Si admitíamos como cierto que Aleksander era uno de
ellos, mi grado de preocupación que antes era irrisorio, ahora se evaporaba
totalmente…pelillos a la mar, o al lago, y a buscar.
Uno de aquellos días después de la marcha, entraba en
la cafetería cuando un energúmeno, tamaño armario ropero, se abalanzó sobre mí
y agarrándome por el cuello me suspendió en el aire gritándome como loco. Al
subir y a la altura de su entrepierna le largué una patada que dio como
resultado que acabamos los dos en el suelo, el de dolor y yo porque me soltó…una
señorita, que llevaba una ropa cuatro tallas menos que la que necesitaba y pintarrajeada
como para Carnaval, me llamaba animal y otras lindezas mientras propiciaba
cuidados al bigardo que se retorcía de dolor como si un dentista le hubiera
sacado tres muelas sin anestesia. La lógica de algunas personas es difícil de
entender…ahora resultaba que el animal era yo…
De repente la escena tragicómica subió de tono y la
chica, con cara compungida, le decía al elemento que se había equivocado, que
no era yo el extranjero que la molestaba… y aquel pobre hombre casi se desmaya
no sé si pensando en las consecuencias o en que había arriesgado su virilidad
por nada, una nada que no se pudiera arreglar con unas cervezas “Baltika”, así que en menos que canta un gallo estábamos
sentados en una mesa pidiéndonos disculpas mutuas aunque yo no sabía por qué,
él había olvidado, momentáneamente supuse,
a la chica chillona y yo al señor Internet y a San Google al que pensaba
consultar todo lo que se supiera sobre el ámbar robado y sobre las teorías
sobre su desaparición que, imaginaba, variadas y variopintas.
Se llamaba Viktor y era chelnoki, esa especie de
arregla todo, busca cosas, contrabandista bueno... que proliferaron a la caída
de la URSS y cuando Rusia estaba al borde del colapso que la llevó a la quiebra
posteriormente. Si alguien necesitaba una medicina él iba a buscarla; si en el
mercado no había candados el traía un un montón; si las tiendas de ropa estaban
vacías él marchaba a China y montaba un tenderete con el cargamento y si
alguien necesitaba un favor también se lo hacía.
Hábiles con los cambios de divisas, sabían cual
utilizar en cada caso y ganar con el cambio. Al lado de los delincuentes
habituales eran casi los ángeles de la guarda a los que se podía recurrir en cualquier
ocasión. Conocí a muchos de ellos y eran unos personajes singulares pero
resulta que además eran, en general, buena gente y este me preguntaba si sería
de la misma buena condición.
Aparentaba una larga treintena de años, había estado
en Chechenia y a la vuelta se las había arreglado, no pregunté cómo, para
comprar una furgoneta con los asientos de madera y dedicarse a recorrer
kilómetros, buscarse la vida y ser el más listo de la escuela para sobrevivir y
mi impresión me decía que le iba bien, y que era algo así como un noble bruto y
que las circunstancias de nuestro encuentro eran tan especiales que seguramente
había encontrado un buen amigo porque aquel cacho de carne con ojos no valía
para enemigo ni por unas faldas, más bien pantalones, demasiado ajustadas.
Yo le puse en antecedentes brevemente de quien era,
que hacía allí, con quien vivía y que estaba buscando alguien que por un precio
razonable me llevara a algunos lugares de la costa y con sorpresa, me enteré de
que ya sabía ahora quién era yo y sobre todo quien era Beria, había oído hablar
de mí. y con cara de determinación, se ofreció a acompañarme jurándome amistad
eterna y discreción absoluta y le creí porque aún no habíamos bebido lo suficiente
para pasar a la fase etílica de las canciones regionales.
- Quizás te necesite dentro de un par de días, le
dije, pero no estoy dispuesto a pagar una fortuna, tendremos que pactar los
precios de cada viaje como se hace con los taxistas clandestinos, que la cosa
también anda mal para mí, le mentí a sabiendas de que no me creería porque en
el imaginario popular todos los extranjeros éramos ricos…
- No habrá problema, respondió, hacemos el servicio y
me pagas lo que consideres justo. No habrá quejas ni de mi servicio ni del
precio porque de esta forma yo tendré que hacerlo muy bien para que tú me
pagues bien, y me tendió la mano con esa señal de acuerdo universal entre gente
de bien que me recordaba a los tratantes de ganado del Norte para los que valía
más darse la mano que cualquier documento ante notario, formalidad que no
solían hacer, e incluso las deudas así contraídas se heredaban entre los
familiares cuando alguno de los del apretón fallecía.
Cuando la chica voluptuosa ya se estaba cabreando por
el ningún caso que la hacía, nos dimos los teléfonos de contacto y me dispuse a
volver a casa antes de que cayera la noche. Me estaba volviendo miedoso con la
edad, quizás fuera mejor decir acomodado, comodón o algo así y también
cuidadoso porque sabía que Olga me esperaba.
Caminaba como siempre, deprisa y silbando la canción
de los Platters “Only you”. Silbaba para alejar a los espíritus que se
escondían entre los árboles que bordeaban el camino que, es sabido que salen de
noche y se comen a los extranjeros bobos con patatas.
Dediqué el día siguiente entero a examinar las
fotocopias que me había dado Aleksander con escaso éxito, más bien ninguno. Fui
incapaz incluso de ponerlas en orden aunque, creía yo, formaban parte de un
diario personal escrito por una persona culta por lo gótico de la letra que
hacía aún más difícil completar las palabras, y con marcas evidentes de haber
estado dobladas mil veces de cualquier manera excepto dos que parecían seguir
algún parámetro indescifrable para mí antes de hacer otra bola con ellos.
Traté en vano de completar las palabras borrosas y
conseguí hacerlo con alguna pero que no llegaban a formar una frase entera ni
mucho menos. Necesitaría la ayuda de algún experto en caligrafía cirílica y
mucha suerte porque tras muchas horas no saqué ninguna conclusión.
Me dieron las del alba, no las del Duque, pasado de
sueño como si hubiera tomado tres litros de café y ya al amanecer me dormí de
cualquier manera encima de los papeles malditos, malditos papeles.
Un suave toque en la espalda me despertó, Olga me
indicaba que en la cama estaría mejor y tenía razón pero ya estaba lanzado otra
vez con los papeles que habían caído por el suelo y que recogí sin contestarla,
simplemente la hice un guiño y me dirigí a la cocinilla para prepararme, ahora
sí, un litro de café y apenas sin darme cuenta y como un autómata estaba encima
de de la mesa de nuevo mirando la forma de descifrar aquello.
Volviendo mil veces a los dobleces indicaban que
habían formado una bola como para esconderlos rápidamente de la vista de
alguien, y otros dos formaban una especie de abanico pero, a mi parecer, con el
sentido invertido, pero no significaba nada porque nada legible estaba en ellos.
Acabé cabreado que es lo que me pasa cuando no
entiendo algo, más bien no le encuentro explicación, y no sé por qué, confié en
que el checheno al que visitaría cuanto antes me ayudara porque estaba seguro
de que sabía más, mucho más de lo que dijo.
Un par de días después llamé a Viktor para quedar con
él cuando pudiera pero estaba de viaje de “negocios” y no volvería hasta la
próxima semana por lo que quedamos en que me llamaría cuando pudiera o eso
entendí porque usaba un radio- teléfono de construcción artesanal que hacía mil
ecos.
Dejé pasar las
horas y los días con los papeles durmiendo el sueño de los justos sobre la
mesa. Sabía por experiencia que si me obcecaba no adelantaría nada y que, como
un genio que era, dejándolo estar me llegaría la inspiración que alimenta a los
artistas, y se abriría una ventana por la que la luz del Este entraría a
raudales. Y es que hasta yo tenía mi método que casi nunca funcionaba.
Volví a mis rutinas decidido a saber más que nadie
sobre tesoros expoliados por los fascistas como botín de guerra y sobre la
famosa Cámara y me pasaba largas horas en el café hotelero viendo cómo la
pizpireta camarera se afanaba en mirar por encima de mi hombro para poder
chivatearse a quien en verdad le interesasen mis andanzas, lo que además era
señal inequívoca de que debía haber abandonado su loco sueño de ser modelo,
artista, marcharse de aquel lugar o cualquiera que fuera. Que dura es la vida
de las aspirantes a estrellas…
Era obligado ir allí porque si bien Vladimir había hecho
malabares con el teléfono, se había quedado corto con el milagro de incluirme
como usuario de aquel sistema basado en el Transit militar, que permitía
acceder a toda la información, o casi, del mundo.
Casi lo agradecía porque de tener la conexión en casa
estaría todo el tiempo pegado a la pantalla de un ordenador y dejaría de darme
mi paseo, visitar el zoológico del hotel, hacer ejercicio y pisar el asfalto
que yo soy de esos y de rural nada, casi nada…al final soy como el del chiste
malo de aquel que tenía un trilema, si trilema, no dilema…no sabía si iba a
conectarme con el mundo, a tratar con gente diversa o a ver como la camarera se
las arreglaba para tardar media hora en ponerme un café, tiempo que tardaban en
el FSB en coger el teléfono supongo que con absoluta desgana porque secretos,
lo que se dice secretos, yo no tenía ninguno, ni siquiera indiscreciones, salvo
que la ínclita fuera más lista de lo que pensaba y viera que cosas buscaba en
el sistema infernal de conocimiento inventado, como todo, por los yanquis,
aunque aquí pronto se diría que había sido un ruso de Akademgorodok y que su
nombre había sido borrado intencionadamente por la propaganda occidental.
Así supe, lee que te lee mil datos, que, en general, tenía cada vagón de tren una
capacidad de unos cuatrocientos kilos en la época de que se trataba, que la
carga posible también dependía de la potencia de la máquina y, sobre todo, del
volumen del cargamento, medido en pies cúbicos, y de su forma.
Si estábamos hablando de seis toneladas de la resina
fósil, según el ciudadano Internet, sin contar con el tamaño de las piezas,
tendríamos que convenir que se necesitaban, como mínimo, doce vagones y
quedaría por ver si con una locomotora era suficiente o se necesitaría otra
complementaría. En el peor de los casos quizás veinte vagones.
Si el supuesto tren llevaba solo el ámbar y no otras
cosas, y siempre trabajando con conjeturas de peso y volumen, podría haber
pasado desapercibido entre los cientos de trenes que en aquellos años de guerra
circulaban en todas las direcciones y casi al libre albedrío de cada comisario,
y el simple hecho de que alguien hubiera leído la palabra “amber” en alguna
caja seguía sin significar nada, al menos para mí.
El asunto se estaba convirtiendo en un auténtico
galimatías pero no estaba dispuesto a comerme el coco con algo de lo que no
sacaría ningún beneficio y sí múltiples problemas y me prometí no dejarme ni
llevar por la imaginación ni liar por aquellos dos socios ocasionales en los
que nacía la historia tan poco consistente. Seguiría leyendo, informándome, e
iría a ver a Ruslán sobre todo porque estaba seguro de que me esperaba y porque
la curiosidad es un vicio universal.
Mientras, disfrutaría del paisaje, de mis paseos y del
ruido y olores que salían del lago, olores y colores maravillosos y no sabía
por qué olía a mar si es de agua dulce. Los ruidos eran otra cosa…de día el
murmullo de las olas…el canto de los pájaros…el crujir de las hojas de las
beriosas…de noche….todos los duendes del bosque salían a pasear llenando la
oscuridad de alegría…y bendiciendo los sueños…los ruidos nocturnos, cada
estación distintos,, cada noche distintos, llenaban la noche de silencios…Olga,
romanticismo puro y duro a pesar de su dramática existencia, decía que era
porque ya nos habíamos acostumbrado a los ruidos…yo, de capital, estoico y
analista, pensaba que aquel era el lugar más mágico del mundo…aunque ansiara
pisar el asfalto de nuevo. Parecía nuestra vida una paradoja en la que ella
veía blanco lo que yo veía negro y al revés, ella era conformista y yo no, Olga
veía fácil lo que yo veía difícil y viceversa…y tantos y tantos contrastes que
parecía imposible tanta armonía en nuestra vida en común y sin embargo, la
había.
Por todo ello dudaba en contarla la extraña aventura
en la que me habían embarcado su hijo y Vladimir, seguramente no me reprocharía
nada pero haría un mohín con la nariz muy característico de cuando algo no la
gustaba.
El caso era que no sabía muy bien como planteárselo,
quizás diciéndola solo una media verdad, o media mentira, que no sabía que era
más grave, como si el asunto no fuera
conmigo, medio en broma…aunque dudo mucho que me creyera porque me conocía
demasiado y sabía perfectamente que no me interesaba el dinero, ni la presunta,
y efímera, fama del conquistador de arcanos sino que mi vida estaba marcada por
las emociones, el riesgo y una especie de alma quijotesca propia de aquel
caballero de la Mancha del que gente, como Tostoi, decían que bien podría haber
sido un bagatir ruso pero que resultaba ser genuinamente español. A este
respecto hay un juego palabras en ruso que me gustaba utilizar cuando me
preguntaban si era rico…no soy bagatii, soy bagatir…no soy rico soy un
caballero andante…
Lo cierto es que se lo dije tal cual, con pelos y
señales y con todo lo que hasta el momento sabía, que no la sorprendió en
absoluto y que lo único que me comentó fue que necesitaba la actividad, tener
la cabeza ocupada por lo que aquella extraña historia me vendría bien así que,
burla burlando, me comprometí a hacer lo que pudiera pero sin liar a nadie más
en aquello que no sabía cómo llamar…
No hay sinfonía más perfecta que la que componen los
elementos de la Naturaleza y cuando ésta es la siberiana se mezclan todo tipo
de sonidos, ora agudos, ora suaves…ora tranquilos, ora desatados, ahora
relajados…en una maravillosa dirección del Creador que te lleva a un éxtasis de
sensaciones…Podría ser que yo también tuviera una vena romántica porque era
capaz de vivir esta armonía natural, disfrutarla…dormir a pierna suelta…solo
que me defendía de ojos y oídos ajenos con una capa de dureza, rozando el
cinismo, que me hacía impermeable a curiosidades e indiscreciones…cada uno es
como es y no como los demás creen.
Estaba en estos pensamientos “filosóficos” cuando de
repente me dio por pensar en lo fascinante que es el mundo eslavo y no por
quienes lo componen que, metidos en sus rutinas, no se dan cuenta de cómo son, sino para quienes, como yo, lo
descubren de una u otra forma y me eché a reír acordándome de que hacía poco,
muy poco, descubrí un misterio que llevaba sin resolver veinte años… las camas,
mejor dicho la ropa de cama, lo que ellos llaman el pastiel, se componía entre
otras cosas de una doble sábana con un agujero redondo en el centro…jamás supe
para que servía y una especie de pudor me impedía preguntar…las cábalas eran de
todo tipo, desde eróticas hasta para meter por él un aparato de esos metálicos que calientan la
cama, o un ladrillo refractario con la misma finalidad…nada de nada…nada que
ver…
Un día Olga, tiempo atrás, dijo que el invierno estaba siendo
particularmente frío y que convenía poner una manta para dormir…la dije que lo hiciera y mi
sorpresa fue que la metía por el agujero de la sábana a modo de edredón. Me
eché a reír como un niño pequeño con Gaby, Fofó y Miliki y ella me miró con el
gesto que ponen para decir que los extranjeros somos bobos…
-No sabes ni hacer una cama, tú que te crees tan listo
y eres tan bobo como todos los
extranjeros. Se hace así, tú no tienes ni idea de la escasez con la que hemos
vivido y de esta forma la manta no recibe el sudor, no se roza y no hay que
lavarla evitando de esta forma gastar jabón y el montón de trabajo que da
limpiarla y secarla…
Lo dijo sin acritud, sonriendo con esa dulzura que
solo ella tenía.
- No te enfades, pude decir a duras penas aguantándome
la risa, nunca vi hacer esto y me ha resultado curioso y reírse es bueno para
la salud, sin aclarar que aquella cosa tan sencilla había sido uno de los
misterios más ridículos de mi vida.
- Más te valdría ayudarme patoso o esta noche dormirás
en un sillón muerto de frío.
Así era ella y así era yo, dos mundos tan distintos
unidos por la alegría y las ganas de vivir. ¿Por qué la vida no podía ser igual
para todos?¿Cómo hemos construido, yo también, un mundo de locos?
Vaya día que llevaba me dije…Sócrates a mi lado era un
pringao… filosofar era precisamente mi forma favorita de relajarme.
Y así un día y otro día y de Flandes no volvía…cuando
un estruendo de aparato desconocido me despertó a eso de las nueve de la mañana…somnoliento
miré por la ventana Norte de la pieza y creí que había vuelto a la segunda
Guerra Mundial al ver una moto antediluviana con sidecar y un conductor grande,
grande, grande, con un casco de piel con orejeras de piloto de cazas y con unas
gafas de la misma época que solo las faltaba unos limpia parabrisas, eso sí,
tirados de una cuerda para que funcionaran.
Bajo aquella parafernalia se adivinaba una sonrisa que
no identificaba debido probablemente al sueño, ya que tenía, por supuesto, un
ojo medio abierto y el otro medio cerrado y el Sol radiante ese día, no ayudaba
para nada a aclarar quién era el desconocido visitante. Agarré por si acaso lo
primero que me vino a la mano que no era otra cosa que una sartén y esperé a
que el obsoleto elemento se despojara de todo aquello.
Cuando lo hizo, su sonrisa se convirtió en franca
carcajada puesto que no era ni más ni menos que mi nuevo amigo Viktor, el
chelnoki, que se dirigió a mí con los brazos extendidos en sigo inequívoco de
abrazo.
Las palmadas se debieron oír hasta en Kamchatka y es
que el tío era una mula parda acorde con su estatura y bien pensé que su mano
era como una pala de construcción por el efecto que produjo en mis omoplatos…y
encima madrugador que hasta Olga se despertó y asomaba su carita asustada por
encima de mi hombro.
Pasado esos momento indescriptibles él solito se lió a
hablar para explicarnos, si eso era posible, su aparatosa incursión en nuestra
casa.
- He roto con Tatiana, la rubia, me armó un lio nada
más marcharte, llamándome de todo y reprochándome que no la hubiera hecho ni caso
después de sentarme contigo. Me dijo que si no me casaba con ella en una semana
lo mejor es que me marchara al infierno…así que la hice caso…me marché…aunque
no a donde ella quería. No es que no la quiera sino que no puedo casarme ahora.
Mi vida es peligrosa, un día en alguna frontera me coserán a tiros por haber
dado poca mordida, por error o para robarme y necesito prestar toda mi atención
a mi trabajo para que eso pase lo más tarde posible y con responsabilidades
detrás eso no es posible. Traté de explicárselo pero ella solo pensaba en
gritar por lo que me di la vuelta y ni miré para atrás. Si el Destino, la
Sudba, quiere nos volveremos a reunir.
Resumiendo estos días no tengo a donde ir, o no me
apetece ir a cualquier sitio y mi mercancía ya está colocada, me sobra tiempo y
he pensado que podría visitarte y hablar de nuestros asuntos para concretar
cuando hacemos ese viaje o lo que sea que necesitas realizar. Además me pica la
curiosidad de que busca aquí un español que vive con la hija de Beria en esta
parte del mundo alejada de todo lo que merece la pena. Al menos espero que
tengas mucha cerveza porque la comida ya la he traído yo, concluyó esperando mi
respuesta.
Tardé en contestarle mientras me miraba con el gesto
de esos búhos que se fijan mucho pero no asimilan, esperando sin duda que le
diera la bienvenida sin pensar en que su llegada triunfal era exagerada y
madrugadora a partes iguales… y mi cabeza iba más rápida que su palabrería
porque ya estaba pensando en cuanto me cobraría por la moto…
-Pero Viktor, le dije, ¿no ves la hora que es? A estas
horas solo están levantados los que no se han acostado y tú, aunque empiezo a
sospechar que tampoco has dormido. Eres bienvenido, daremos el paseo,
hablaremos y beberemos pero ¿puedes
esperar a que me lave y desayune?
Se puso colorado como un niño porque era grande pero
impulsivo y ni siquiera había supuesto que alguien durmiera cuando él estaba
despierto…
- Lo siento mucho, ni siquiera había pensado que
estuvierais en la cama. Si queréis me vuelvo y vengo otro día, dijo con voz
compungida.
- Nooo, repliqué, no te estoy riñendo, me alegro de
verte, nos alegramos de verte pero debemos arreglarnos, desayunar…ya sabes,
esas cosas que hace la gente normal al levantarse.
Le puse una condición para olvidar su inoportuna
aparición que acepto encantado y era que me dejara dar una vuelta en la moto.
Con orgullo me dijo que la había comprado en
Volgogrado como chatarra y que la había arreglado él solito, que, es sabido,
que los rusos son unos mecánicos excelentes y, en esto, solo en esto, se
parecía a Vladimir que era capaz de arreglar cualquier cosa incluido amarrar el
motor de su Lada al chasis con cables de teléfono.
La moto era una Zündapp KS 750 alemana y no porque yo
supiera de motos sino porque lo ponía en un costado bien visible, moto muy
famosa que había visto en fotos, películas y documentales mil veces. Debía de
tener unos veinte caballos y su palanca de cambios, muy aparatosa, parecía
indicar que tenía cuatro posiciones adelante y la marcha atrás…empujando…
Verdaderamente era un buen conversador pero yo ya
estaba pensando en la moto y tenía dudas de informarle sobre el verdadero
motivo del viaje a Sukhaya. ¿Lo entendería? ¿Sabría algo al respecto? ¿Merecería
esa confianza? Creía que sí y hay cosas en las que nunca me equivoco, mi
primera impresión siempre es la buena y rara vez he tenido que rectificar en
esto. Lo único que me retraía era su capacidad para entender el entramado de
aquella historia y sus consecuencias y el hecho de ni siquiera suponer lo que
pudiera pensar de nosotros tres aunque bien podía en primera instancia
ocultarle la participación de los otros dos instigadores, en sentido
peyorativo, del proyecto. Después de comer quizás fuera el momento más adecuado, en medio del sopor, de
los brindis y de la digestión para pillarle más relajado y preguntarle sobre
que había oído del tren, del ámbar, de los supuestos tesoros o de los espíritus
del lago.
Pasada la comida y como había previsto, empecé a
hablar con Olga sobre la Cámara de Ámbar y su destino desconocido. Aquel
hombretón no sabía ni de que estábamos hablando…de hecho ni se atrevió a
preguntar nada a pesar de los detalles que yo exageraba sobre su valor y las
posibilidades de encontrarla que había, o sea ninguna. Pero aquello le sonaba a
arameo y si bien es cierto que escuchó con interés, no convenía no dejarle
participar en la conversación parecería grosero así que pasé a preguntarle
sobre las leyendas de lago y ahí se mostró sino muy explícito si conversador.
- He oído lo de todos, que por la noche se levantan
los cadáveres que allí echaron durante la Gran Guerra Patria y nos visitan
recordándonos que vivimos porque ellos se sacrificaron por nosotros, lo cual no
es del todo cierto porque los asesinaron según se dice. A los niños cuando no
quieren comer o se portan mal se les asusta diciendo que por la noche vendrán a
buscarlos y lo cierto es que a mí también me acojonan a veces…
Debe de ser sobre todo en invierno porque el hielo es
tan gordo y a la vez tan frágil que al rozarse sus trozos y sus grietas
producen un ruido que asemeja a un quejido lo cual hace más creíble la leyenda,
pero sólo es eso, una leyenda. También por el día se oyen los quejidos pero si
se sabe por qué se producen. La temperatura es tan baja que el aliento al salir
de la boca se hiela y produce un sonido que llamamos el Suspiro del Yeti. Cosas
de nuestra tierra.
- No importa, dije que ya sabía los de los suspiros,
sólo quería saber tu versión de esas cosas porque de lo que hablábamos Olga y
yo, he visto que no sabías nada y no quería parecer maleducado al dejarte al
margen de la conversación. Dejémoslo así y vamos a probar tu moto que me ha
encantado.
Alegremente se levantó y me extendió una llave casi
como una inglesa.
- Aquí ya se sabe…es la del candado que le he puesto
para que no me la roben porque el arranque no tiene, no he sabido cómo ponerle
un seguro, dijo como disculpándose.
Salimos riéndonos y me senté sobre ella con un cuidado
que tal parecía que era de porcelana de Ghzel. También se trataba de que
pareciera que apreciaba su moto pero no tanto como para que cuando le pidiera
vendérmela subiera el precio, que en negocios estaba seguro que me sacaba mucha
ventaja.
Mientras me ponía el supuesto casco me gritaba
¡¡¡Arranca!!! ¡¡¡ Arranca!!! Pero yo no sabía hacerlo por más que miraba así
que él se reía más y más…y acercándose al manillar le dio a un botón y aquello
se puso en marcha con estrépito. Menos mal que no tenía metida ninguna marcha
porque si no me lo llevo por delante. Después se metió en el asiento del
sidecar y me indicó como poner aquello a rodar pero algo no entendí bien porque
salimos disparados y Viktor, que se había levantado un poco para indicarme, cayó
sobre el asiento como un fardo…
En primera y entre risas salimos de allí ante el mohín
de asombro y risa de Olga que debía de pensar que éramos como niños pequeños.
Hablar en marcha era imposible por lo que adoptamos el
sistema de signos levantando el pulgar riéndonos a carcajadas y casi llegamos a
la entrada de la ciudad antes de dar la vuelta y pensando que no se si sería
capaz de controlar aquel aparato.
Sudorosos y risueños volvimos a casa dispuestos a
tomarnos unas birras para refrescarnos y allí le dije que necesitaba ir a
Sukhaya a hacer unas gestiones y, sin preguntar el motivo, me dijo que al día
siguiente mismo podríamos ir y con
grandes carcajadas añadió que en la moto nooooooo.
Quedamos temprano aunque no tanto como hoy…y me fui a
dormir pensando que aquel tipo era legal y que nada separaría lo que había
unido la cerveza…
CAPÍTULO IX
La verdad tiene muchas aristas
En la Sudba no creía, o a lo mejor sí, pero en la
carabina de Ambrosio y en las pistolas del Coyote me parecía que sí porque las
cosas que me pasaban a mí no le pasaban a nadie…allí estaba sentado en una
silla de madera, creo que de cocina, anclada al suelo de la furgoneta con dos
listones atornillados al suelo y un conductor medio loco que dejaba a Vladimir
en pañales…supongo que las prisas de su actividad “profesional” le obligaban a
conducir de aquella manera pero yo no sabía a dónde agarrarme y mi trasero me
dolía y miraba a tras buscando desesperado
algo que poner entre mis posaderas y la madera…sin éxito, claro.
Me dio por reírme recordando un charlestón de no sé
quién que decía algo así como “Si vas a París papá cuidado con los apaches, si
en juerga de taxis vas procura salvar los baches…” y Viktor me secundaba con
grandes carcajadas sin saber el motivo de mi repentina risa. Pensé que cuando
vuelva a París supongo que me acordaré de estos viajecitos y tomaré un taxi de
lo más canalla para celebrarlo…
Después de tres horas por aquel camino, lodazal, bache
auténtico, llegamos a nuestro destino pero esta vez ni paramos a que los
vecinos nos saludaran, acompañaran, preguntaran, y fuimos directos a la casa de
Ruslán que nos abrió con un gesto amplio de su brazo invitándonos a entrar y
nos saludó diciéndome:
- Sabía que volvería, no se creyó ni una palabra de lo
que les dije e hizo bien. Aún me quedan cosas de su visita así que comeremos y
hablaremos y quizás le diga toda la verdad, mi verdad que la verdad nunca es
absoluta, y puede que le de algo que le ayude.
Entramos en la vivienda, acogedora, simple pero sin
falta y con su biblioteca impoluta. Quizás debería haberle traído algún libro pero
como nunca es tarde lo traería la próxima ocasión porque pensaba que este
encuentro no sería el último.
Viktor miraba todo con curiosidad y como nada sabía del objeto de nuestra
visita, se mantenía ligeramente apartado esperando, supuse, la oportunidad de
saludar lo cual hizo con un elegante ademán impropio quizás que sus maneras
habituales.
Siempre me ha llamado la atención la Cultura general
de este pueblo, pueblo que comúnmente conoce otro idioma, habla de Literatura,
de Música, de Historia, con conocimientos superiores a la mayoría de la gente
de otras latitudes e incluso suelen tocar instrumentos musicales y siempre he
supuesto, aunque no lo conocía, que el recorrido educativo en la URSS debía de
haber sido muy largo.
Pasados los saludos, los brindis y los etc,s se hizo
una pausa esperando que alguien hablara sobre lo que me había llevado hasta allí
y para romperla me permití hablar el primero.
- Señor Mamedov, al salir de su casa vi una madera en
la corraliza con una inscripción que indicaba claramente haber pertenecido a un
vagón de tren soviético y tablas viejas rotuladas en alemán.
- Así es, dijo, vio usted bien pero seguro que se fijó
también en algo más…
- Si, fue mi respuesta.
- ¿Me podría decir que fue?
- Por supuesto pero no estoy seguro de si era lo que
creí.
- Adelante, respondió.
- Me pareció ver una escafandra de buzo y parte del
equipo que, unido al motor de una embarcación, bombea el aire para que se pueda
respirar. Soy de puerto de mar, de un mar muy bravío, el Cantábrico, y de niño
iba a ver a aquellos buzos que realmente no sabía lo que hacían pero que me
tenían absorto durante horas aunque siempre me acababan desilusionando porque
salían con las manos vacías, pero aun así, volvía y volvía siempre que podía y
me decepcionaba cuando no estaban. De mayor comprendí que su misión era repasar
los pilares del malecón corroídos por el mar y no la de pescar como creía
antes.
- Tiene razón eso es exactamente lo que vio aunque
hace muchos años que no se usa. De hecho ni siquiera sé si funciona.
- ¿Por qué no nos dijo la verdad el otro día?
- Tengo miedo a los rusos, se lo que hicieron con mi pueblo
y con todos los que se les opusieron. Usted habrá leído muchas cosas sobre la
URSS y sobre Rusia, algunas incluso buenas, pero yo lo he vivido en mis carnes
como todo mi pueblo y no creo en ellos. Siempre tienen una segunda e incluso
tercera intención. ¿Conoce usted el Cáucaso? Es una tierra fértil, con ríos
caudalosos y limpios en donde le gente vive feliz. ¿Sabe que tenemos un vino de
gran calidad y sabor? Si no viviéramos tan aislados lo exportaríamos pero ni
eso nos dejaron hacer. Tampoco es tan extraño que sepamos hacerlo porque el
primer vino sobre la Tierra nació en la península Arábiga y creo que ya le
hablé de nuestros orígenes, acabó tomando un sorbo de cerveza y un respiro.
- Y ¿por qué conmigo si hablará? interpelé.
- Usted es distinto, tiene la mirada franca y no
parece tener demasiado interés, quizás solo quiera saber la verdad, quizás se
divierta investigando pero sobre todo no es ruso, no es eslavo, es español y en
principio eso me basta.
Casi me rio con la respuesta, no muchas veces ser
español te abre una puerta aunque en Rusia si por esa extraña fascinación que
aquella gente siempre ha tenido por lo español y es que en muchas cosas nos
parecemos, ingeniosos, divertidos, casi latinos…y es que estamos aparentemente
tan lejos que casi estamos al lado, como si nuestros pueblos se hubieran
escurrido en la curvatura de la bola terráquea hasta tocarse. La realidad es
que estamos muy cerca, mucho más que lo que tenemos en nuestro imaginario pero
es que siempre nos hacemos ideas equivocadas de lo que no conocemos. No hace
tanto también yo creía que estábamos muy lejos.
- ¿Me contará lo que sabe?
- Si, ya se lo he dicho pero que le sea útil o no es
cosa suya y de nadie más.
Y dicho esto comenzó su relato.
“No dije toda la verdad en nuestro primer encuentro,
no mentí pero no dije todo.
Cuando llegué pensé en que estaba lo suficientemente
lejos y en un lugar al que nadie vendría como para quedarme en él. Quizás
estaba tan roto física y moralmente que la decisión de no seguir adelante fue
condicionada por mi estado pero lo cierto es que me quedé. Era primavera o verano, más bien primavera, del
1946 pero no puedo precisar la fecha.
Aquí encontré cobijo en una familia formada por un
padre y su hija quienes se apiadaron de mi estado y me ayudaron y animaron a
quedarme cuando ya había tomado cuerpo en mí la idea de quedarme. Era el hombre
del que les hablé, del que dije estaba loco y no mentí solo que llegó a ese
estado después…su hija fue mi compañera, la mujer que me hizo feliz y me
abandonó pronto.
Aquí y con ellos pasé algún tiempo, poco, hasta que
una noche oímos disparos, gritos, gemidos, gran estruendo, quizás explosiones y
nos asustamos mucho. Por las rendijas de la casa mirábamos sin ver nada, estaba
todo demasiado lejos y no pudimos volver a los camastros muertos de miedo como
estábamos Los gritos de agonía y el tabletear de las ametralladoras eran
constantes y martilleaban nuestros oídos pero nada podíamos hacer.
Al amanecer cesó todo y nosotros no nos atrevíamos ni
a hablar, ni tan siquiera asomarnos. Pensé que lo que fuera que hubiera
sucedido, aunque era evidente que había muerto mucha gente, se tenía que haber
producido al otro lado de en donde nosotros nos encontrábamos pero ni estaba
seguro ni conocía los alrededores y además poca importancia tenía entonces
salvo que aquello que parecía un horror se nos acercara…mejor silencio y no
llamar la atención ni siquiera de nuestros vecinos, vecinos que, como nosotros,
habrían escuchado aquello y también callaban.
Supongo que fuimos cobardes, eso que llaman la
responsabilidad compartida, que lo haga otro, lleva a la gente a la cobardía
colectiva y nos convertimos en cobardes colectivos como dice la teoría, algo
que se resume también en aquello de que el miedo tiene los ojos muy grandes.
Pasaron muchas horas antes de que reaccionáramos con
aparente normalidad y especuláramos
sobre lo sucedido y no éramos nosotros solos porque las ventanas de las escasas
viviendas seguían sin abrirse.
Era imposible que los combates llegaran hasta aquí
porque no llegaron ni en los momentos más duros de la guerra así que,
dedujimos, sólo podían ser ejecuciones, asesinatos más bien, de mucha gente
aunque ignorábamos los motivos.
Nos quedamos muy preocupados, silenciosos, y solo el
ruido de los quehaceres que producía la hija, Lena, rompía nuestros
pensamientos atormentados.
Así estuvimos dos o tres días más y cuando por fin
salimos, la orilla estaba llena de trastos, maderas, botellas y todo tipo de
restos que más bien parecían de un naufragio de aquellos débiles barcos que
surcaban nuestras aguas, o restos de un tren…
Una botella flotaba con algo dentro y la recogí con
curiosidad. Eran papeles apretujados y todo parecía indicar que eran mensajes,
escritos con la esperanza de que alguien supiera algo, o simplemente una broma
de los que suelen lanzar estos objetos al lago para saber tiempo después hasta
dónde había llegado pero no pude prestarle en principio atención porque un
hombre, quizás un cadáver, estaba tendido entre las rocas.
No sabíamos que hacer, nos acercamos con temor y le
vimos entero, con ropas militares echas jirones y lleno de sangre. Lo
intentamos girar para verle entero era de rasgos orientales, ojos rasgados,
quizás kazajo y decidimos sacarle de allí y tumbarle en la hierba. Estaba sin
sentido pero vivo pero allí no le podríamos ayudar.
Volvimos a casa a por una manta y unas maderas y le
trasladamos en unas parihuelas improvisadas.
Le quitamos la ropa, le lavamos las heridas con ayuda
de Lena pero aquello tenía muy mala pinta y no teníamos nada con que curarle
aquellas horribles heridas que convenimos serían de bala, solo trapos para
tratar de evitar que sangrara más y lo conseguimos a medias.
También le acercamos agua a la boca y conseguimos que
la tragara que nadie podría imaginar lo que aquel hombre habría pasado y seguro
que le hacía bien.
Al cabo de unas horas se despertó tremendamente
inquieto y murmurando palabras que no entendíamos, mirando a todos los lados y
procuramos tranquilizarle diciéndole en voz baja que éramos amigos y que estaba
a salvo. Seguramente tenía fiebre lo que nos preocupó más porque sólo podíamos
bajársela con trapos húmedos sobre la frente y los brazos y piernas y que se
quedará dormido otra vez nos tranquilizó porque pensamos que era de
agotamiento.
Durmió entre pesadillas hasta el día siguiente y
nosotros nos turnamos para vigilarle llenos de incertidumbre porque no sabíamos
qué hacer ni teníamos a quien pedir ayuda, solo algo parecido a rezar era
posible.
Cuando despertó, aún febril, no sabía dónde estaba. Se
lo dijimos y le advertimos que estaba a salvo entre amigos. Nos dio las
gracias, nos dijo que se llamaba Nikolai y que era de Yakutia, que se había
alistado para luchar contra el fascismo en el Ejército Rojo y que al final no
sabía contra quien luchaba.
Encuadrado en un conglomerado de tropas que se llamó
Primer Frente Bielorruso, fue separado con otros muchos de su unidad en los
combates de Konigsberg y empleado como escolta de un tren que nadie sabía
tripular y menos bajo el fuego, amigo y enemigo, con los alemanes en
desbandada, los tripulantes del tren muertos, vagones volcados y con la
consigna de hacerle retroceder. Todo un caos que él no sabía cómo se resolvió
pero si se acordaba de que mataron a todos los que se opusieron o dudaron. Se subió
al vagón que le mandaron y vagó por toda Rusia durante muchos días, no les
dejaban bajar en ninguna de las muchas paradas, siempre nocturnas y en parajes
aislados, en los que se descargaban cajas y se cargaban otras que pesaban como
muertos y que a él le parecían las mismas.
En una ocasión entre las rendijas de su vagón vio un
letrero de una estación y le pareció leer Omsk o Tomsk pero no estaba seguro de
nada salvo de que marchaban haciendo zigzag hacia el Este, lo cual averiguó por
el orto y el ocaso del Sol, casi siempre coincidente y más que del astro Rey,
se guió de la luz porque el Sol realmente nunca lo vio.
Su desconcierto fue cuando aquel tren infernal se
paró, parecía que definitivamente, y les mandaron bajar. Sus huesos lo
agradecieron mucho y fue la primera vez que comieron algo caliente pero había
un gran pero porque aquello que veían era un puerto y tenían delante un!!! mar
¡¡¡.
Le corregimos
su error y le advertimos de que seguramente pararon en Port Baikal, en donde
moría la línea férrea que un día cruzó el lago, justo enfrente de en dónde nos
encontrábamos ahora y que por supuesto no era un mar sino un lago.
Su cara de asombro solo era comparable con su
desorientación porque había perdido el sentido temporal y no sabía ni cuantos
días habían errado por el mundo ni en qué fecha estábamos.
Estaba lleno de preguntas para las que nosotros solo
teníamos simples respuestas y nuestro objetivo era que se curase de todos su
males y no que se esforzara en contarnos todo aquello para lo que ya habría
tiempo pero no tuvimos que esforzarnos mucho porque a cada poco se quedaba
dormido.
Pasados algunos días Nikolai mejoró ostensiblemente, y
poco a poco hablaba de cosas menos dolorosas, la familia, su casa, los amigos y
vecinos, el frío de su tierra…solo su juventud le salvó aunque si no lo
hubiéramos encontrado seguramente hubiera tenido un desenlace fatal.
Nada le preguntamos, su forma de expresarse denotaba
agradecimiento y haciéndonos partícipes de sus vivencias familiares parecía
sentirse bien, suponíamos que porque, por fin, pensaba en volver.
Por la noche tenía pesadillas que no podíamos entender
y, con el tiempo, aprendimos a dormir libres de preocupación lo que ayudó mucho
a sobrellevar aquella situación que aún ignoraban nuestros vecinos. Pronto se
levantaría y empezaría a caminar y sería obligatorio empezar a dar
explicaciones. Parecía que la vida continuaba otra vez…
Un día, tiempo después que no puedo precisar, nos
manifestó su deseo de regresar a su casa en cuanto pudiera moverse con cierta
normalidad, algo que entendimos perfectamente e incluso nos llenó de pena
porque habíamos tomado cariño a Nikolai, era ya como uno más de nuestra
minúscula familia.
Empezamos a hacer cálculos de cómo ayudarle a llegar a
Irkutsk hasta donde había una distancia
poco razonable para hacerla a pié y en el pueblo sólo había alguna
bicicleta oxidada y dinero apenas teníamos porque cuando se devaluó el rublo
quitándole tres ceros a la moneda sólo se dio tres días para cambiar los
billetes y a esta zona la noticia llegó mucho más tarde con lo que nuestros
ahorros se convirtieron en papel mojado. Nuestro dinero provenía de nuestras
exiguas ventas de hortalizas en los pueblos de los alrededores y una vez al año
en el mercado de la capital y convenimos que, en este tema, tendría que
arreglarse sólo muy a nuestro pesar.
Él comprendía la situación pero quería regresar con
los suyos y no podíamos ni debíamos evitarlo.
Nos afanamos por recuperar su estado físico dando ya
algún paseo ante el asombro de los vecinos que, al conocer su historia, le
acogieron con simpatía y bromeaban con nuestro amigo. Le hacían mil preguntas
que Nikolai contestaba con una sonrisa y paciencia infinita, sobre todo cuando
le pedían que les hablara de aquella lejana tierra en donde nació que no sabían
ni en donde estaba y que les parecía, como todo lo desconocido, una tierra
mágica, llena de duendes buenos y en donde, como en el reino de Felipe II,
nunca se ponía el Sol… error de bulto que él corregía con grandes carcajadas
porque en realidad casi nunca salía el astro Rey…
Las compresas de romaskha, manzanilla, que le habíamos
aplicado dieron un estupendo resultado,
aunque las heridas, tres, eran más bien superficiales, de haber sido más
profundas seguramente no hubiéramos podido hacer nada por él.
Personalmente me seguía intrigando como llegó hasta
nosotros y esperaba el momento adecuado para preguntárselo pero no hizo falta.
Estábamos los dos solos sentados en el banco de la
puerta tomando el sol y empezó a contarme en detalle sus sufrimientos, sus
desengaños revolucionarios y como llegó hasta aquí intentando salvar su vida
que querían cortar precisamente los suyos. Ya no sé quiénes son los míos salvo
vosotros, dijo con una amarga sonrisa. Y continuó:
“La vida en el tren era infernal, poca comida y
siempre fría, apenas agua potable al extremo de bebernos la orina muchas
veces…estábamos en él unos cien soldados que vigilábamos en las paradas y otros
treinta aproximadamente, que no llevaban uniforme ni distintivo alguno, nos
vigilaban a nosotros. Algunos soldados dejaban de luchar y se dejaban morir y
sus cuerpos se tiraban a la vía antes de que se descompusieran y olieran peor de
los hedores que ya teníamos en nuestro propio cuerpo. Me resultó curioso que
todos fuéramos de las regiones asiáticas de la URSS, Turkmenistán, Uzbekistán,
Yakutia, Kirguistán…pero tampoco le di mucha importancia y en nuestras largas
noches nos confortábamos contando cosas de nuestras tierras. Era verano, creo,
y el cielo se cubría de estrellas…
Siempre de noche y en sitios despoblados, hacíamos
paradas en las que se descargaban cajas de distintos tamaños y se cargaban
otras que pesaban como plomo. Llegué a la conclusión de que eran las mismas
cajas solo que más pesadas y todas rotuladas en alemán pero no se lo dije a
nadie. ¿Por qué? Pues porque algunas veces quitábamos tablas de alguna caja
para calentarnos en barriles o cubos prendiéndolas fuego y calentar la bazofia
que nos daban. Las primeras, las que suponíamos cargadas en Konigsberg,
llevaban cosas envueltas en telas relativamente pesadas pero las nuevas tenían
los mismos rótulos solo que al quitarlas las tablas en algunas aparecían
piedras y era absurdo que cargáramos con ellas. Todo parecía indicar que
sustituían su contenido pero era imposible saber el motivo aunque el robo
parecía como el más claro y muy bien organizado. Decidimos no arrancar más
maderas por sí notaban los hombres de oscuro lo que hacíamos, solo que a medida
que avanzábamos hacia el Este el frío era mayor por la noche y murieron más
compañeros. Aquello se convirtió en un viaje al Infierno sin billete de vuelta.
Personalmente decidí sobrevivir y estar muy atento
porque si se habían dado cuenta de que conocíamos el cambio de las cajas,
seguramente pasaría algo nada bueno cuando ya no nos necesitaran…
El transito duró en torno a cuarenta y cinco días
contados según la luz de cada jornada y la oscuridad de la noche aunque no
siempre pude apuntarlos todos por lo que el cálculo es aproximado y estimo que
llegamos aquí a finales de Septiembre o principios de Octubre, aunque ahora no
se en que día estamos, comentó mientras yo asentía con la cabeza y con la mano
le indicaba que era veinte de Octubre mostrando la mano abierta cuatro veces y
dirigiéndola hacia él.
Pero no me hagan caso porque en el tren vivimos casi
unos cuatro meses porque cuando el Primer Frente giró hacia Alemania, camino de
Berlín, nosotros retrocedimos hasta Minsk en donde estuvimos haciendo maniobras
y cambiando vagones muchos días. Allí estuvimos bien, y hasta las chicas nos
trataban con alegría, éramos soldados que estábamos salvando a la Patria y a
punto de conseguirlo, solo que yo no las hacía caso porque pensaba en mi novia
de Yakutsk.
Tengo muchas dudas sobre las fechas porque los
terribles combates de Konigsberg ni se cuanto duraron ni quiero recordarlos…sangre
y muertos por todos los lados y de los dos bandos…los alemanes era muy jóvenes,
más incluso que nosotros, casi niños…y muchos de los nuestros tenían dudas a la
hora de disparar. No quiero ni pensar en ello.
Al llegar aquí no sabíamos ni donde estábamos pero
tampoco nos preocupaba, nos pudimos lavar en el agua, comimos caliente y
nuestras necesidades quedaron ampliamente satisfechas y hechas con la intimidad
necesaria. Solo el hecho de respirar aire puro, de estirar el cuerpo entumecido
de dormir sobre la madera de los vagones y sentir cierta caricia del sol nos
hacía reír como si estuviéramos de excursión. No sabíamos si había acabado la
guerra, aun no lo sé, pero no nos importaba, estábamos a salvo y sólo eso
importaba. De repente todo había pasado, todo era bello como nuestro país al
que habíamos salvado entre todos con nuestro esfuerzo y con nuestra sangre y
nos bañábamos en el agua jugando como los críos…
Algún día después, nos pusieron a trabajar en la
descarga de los vagones y nos pusimos a ello con la inocencia de quien
realmente siente que la vida le vuelve a sonreír. Las cargas eran muy pesadas y
ya no estaban los que furtivamente las cambiaban en nuestras paradas aunque si
seguían aquellos civiles que nos vigilaban sin que nadie les vigilara a ellos…
Tardamos varios días en bajar y apilar las cajas y,
cuando acabamos, el tren retrocedió y desapareció, desprendido ya de varios
vagones tan deteriorados que los tiramos al agua.
Aún estuvimos parados tres o cuatro días esperando a
que llegaran algunos barcos pequeños que
se llevarían a no sabemos dónde aquellas misteriosas cajas, cajas que
tuvimos que cargar en ellos, que hacían viajes de ida y vuelta y no a mucha
distancia porque no tardaban mucho en regresar y además su marcha, pensé,
debería ser lenta necesariamente, por la carga y porque el agua comenzaba a
espesarse con el frio dificultándola.
Un mal día, acabada aparentemente nuestra tarea, nos
mandaron formar sobre un muelle de madera que se adentraba en el agua. De
repente llegaron unos camiones, creo que cuatro, levantaron las lonas y varias
ametralladoras dispararon sobre nosotros que empezamos a caer como las piezas
de ese juego que se llama Madera y Negro. Me dieron y también caí agarrado a
una tabla y empecé a nadar como loco huyendo de aquello. Asustado, agarrotado y
desconcertado, nadé y nadé agarrado a mi tabla en dirección a una luz que veía
a lo lejos e incluso creo que me quedé dormido o desvanecido sobre ella…La luz
se hizo primero exigua y después nula cuando creo que llegó el amanecer pero no
me paré hasta llegar a unas rocas en las que me escondí…lo demás ya lo
sabes…sin vosotros estaría muerto, sin vosotros nunca volvería a casa…”
- Eso es lo que nunca conté, dijo Ruslán, ni tampoco
conté lo que sucedió después.
Viktor estaba anonadado con el relato, un buen
ciudadano que creía a pies juntillas las maravillas soviéticas y la gran
victoria en lo que conocía como la Gran Guerra Patria, y yo casi pero
permanecimos en silencio ambos respetando la pausa y el dolor que el recuerdo
traía a aquel hombre.
Pasado un embarazoso silencio, continuó.
- Creo que se confundía en las fechas salvo en las de
su llegada nuestra casa, porque Hitler se suicidó en Mayo de 1945 cuando
nuestras tropas ya habían entrado en Berlín pero, la verdad, no creo que eso
sea importante. En realidad eso lo supimos mucho después y tampoco yo mismo
estaba seguro de la fecha en la que llegué.
Nikolai un día se marchó sin que pudiéramos hacer
mucho por ayudarle. Nos regaló su última sonrisa y aun le puedo ver sendero
abajo con un petate que le cosió Lena y en dónde llevaba comida, poca, para el
camino. Nunca más lo vimos, no sabemos si llegó a su casa pero no descarto aun
que se ponga en contacto conmigo porque desgraciadamente nadie más queda de los
que le conocimos.
Su ausencia nos dejó llenos de dudas, vacíos, nos
habíamos volcado en él y ahora nuestros días, dedicados a los trabajos
cotidianos, eran muy largos y nuestras noches aún más. Nos llegamos a
acostumbrar, el tiempo lo cura todo, y dejamos de hablar sobre aquella persona
que llenó por un tiempo nuestras vidas aunque, estoy seguro, estaba seguro, de
que en nuestro fuero interno no lo olvidábamos y estaba en lo cierto…
- Debemos estar orgullosos de haber ayudado a aquel
chico, me dijo mi compañero, y no dejo de pensar que somos mucho más solidarios
los que nada tenemos, quizás porque no tenemos miedo a perder nada.
- Tienes razón, contesté, y espero que él ayude a
otras personas, que nuestro recuerdo le sirva para ser mejor. Me gustaría saber
si ha llegado a su casa pero ha pasado ya mucho tiempo…
- ¿No tienes curiosidad por saber que hay de cierto en
lo que nos contó?
- `Pues si te digo que no, mentiría pero tengo miedo
de que no nos guste lo que encontremos aunque sea un tesoro…porque no sabríamos
que hacer con él y porque estaría manchado de sangre. Por otra parte no sé cómo
podríamos encontrar nada, yo ni siquiera sé nadar aunque nací al lado de un
rio.
Por toda respuesta me llevó a un cobertizo cercano al
agua y levantando una lona me mostró ese trasto que usted vio en su primera
visita montado sobre un barca. No sabía lo que era y su explicación no me
convenció porque no la entendía.
Con grandes carcajadas me dijo que sería él quien
buceara, que yo sólo tendría que quedarme en la barca evitando que se moviera
del lugar y atento a una cuerda de la que tiraría cuando quisiera subir a la
superficie para que el motor le ayudara a subir porque sus pesadas botas con
suela de plomo no le permitirían subir por sí mismo.
Me entró el pánico al oírle, el agua siempre me ha
dado miedo y tengo claustrofobia, las dos cosas juntas me alejaban de cualquier
aventura como la que mi amigo me proponía y me negué en redondo a seguir
escuchándole, no quería participar en algo que pudiera poner en peligro su vida
y quedarme sólo. Es posible que piense que era egoísmo, que también, pero sobre
todo era miedo, ese sentimiento irracional que todos tenemos a algo y que
ningún razonamiento nos le hace desaparecer.
No insistió ese día…pero los siguientes fueron un
bombardeo en el que encontró el apoyo sibilino de Lena que probablemente vio en
todo aquello una forma de buscar otro futuro allí o en cualquier otra parte, de
forma que mi fortaleza, presunta porque solo se basaba en el miedo, se fue
minando poco a poco y trataba de convencerme de que si lo había hecho muchas
veces era porque se podía y porque sabía y, poco a poco, hasta me reprochaba no
ayudar a quienes me habían acogido en su casa, en su hogar.
Un buen día me planté delante de él y le dije:
- Estoy dispuesto, enséñame lo que tengo que hacer y
vamos a ello.
- Tendremos que repasar todo, arreglar las juntas de
la barca, engrasar los motores…Estate tranquilo que no será mañana ni pasado y
ahora a comer que necesitaremos fuerzas.
Estuvimos mucho tiempo arreglando aquello, engrasando,
hundiendo la barca en el agua para que la madera se hinchase, probando el traje
de buzo, la maquinaria, el motor, y haciendo un plan de cómo actuar. El tubo
que suministraba el oxígeno solo alcanzaba unos cuarenta metros por lo que
nuestro límite de trabajo sólo alcanzaría muy poca distancia desde la ribera.
Si admitíamos que Nikolai dijo que el trayecto de los barcos era corto, quizás
tuviéramos suerte y de no ser así nuestra aventura acabaría muy pronto.
Cuando todo estuvo preparado y comprobado, fuimos
varios días a Port Baikal y con una cuerda de la que colgaba un saco con
piedras, fuimos midiendo la profundidad.
Lo que pudiéramos llamar la plataforma rocosa del
fondo tenía muy poca profundidad lo que alargaba nuestra zona de operaciones a
unos ochocientos metros pero no teniendo ni idea del rumbo tomado por las
embarcaciones, nos pusimos de acuerdo para empezar en torno a los quinientos
metros del puerto y recorrer la línea de Norte a Sur, de izquierda a derecha, y
nos propusimos recorrer cada jornada cuya duración dependería de la luz
natural, una franja en forma de
circunferencia y de no más de cincuenta metros de anchura, más o menos
lo que alcanzara la vista bajo el agua y a los metros de la tubería del oxígeno.
Dicho y hecho y tan pronto salía el Sol, estábamos en
la barca y tardábamos en llegar al otro lado una media hora y trabajábamos unas
cuatro o cinco horas aunque al buzo había que sacarle cada hora para que
oxigenara directamente del aire y descansara de algo que a mí me resultaba muy
duro.
Marcamos el inicio de nuestra tarea con una vieja
rueda anclada con un saco relleno de piedras pero solo teníamos una por lo que
casi cada día teníamos que empezar de nuevo o a ojo de buen cubero, con el
augurio de que tardaríamos mucho y con pocas posibilidades de encontrar nada.
Estuvimos unos diez días explorando y si bien me
parecía que perderíamos el tiempo, mi amigo estaba entusiasmado con la tarea y
no paraba de hablar del fondo marino que veía ni cuando, ya por la tarde,
recogíamos tablas con la que íbamos construyendo un nuevo cobertizo, tablas seguramente
desprendidas de las cargas transportadas y rotuladas en alemán, para nosotros
incomprensible.
Un mal día no llevábamos en la tarea ni diez minutos
cuando mi amigo tiró de la cuerda que servía de testigo desesperadamente para
que lo izara. Lo hice apresuradamente y asustado por lo que hubiera podido
pasar.
No era persona humana, a través del cristal de la
escafandra vi sus ojos fuera de las órbitas empecé a quitársela lo más rápido
que pude. Nada más verse libre comenzó a gritar ¡!!Están todos muertos, están
todos muertos¡¡¡” y se agarró a mí de tal forma que casi vuelca la barca y
caemos al agua.
Le pregunté qué pasaba pero solo repetía lo de que
estaban todos muertos.
Volvimos a nuestra ribera sin articular palabra y
empecé a pensar que había dado con los restos de aquellos a los que
ametrallaron a los que, sin duda, tiraron al agua con algún peso para que no
salieran a la superficie, seguramente comidos en parte por los peces, lo que
configuraría un tétrico espectáculo.
Nunca más volvió a decir nada coherente, apenas
hablaba y su mirada estaba perdida. Los vecinos empezaron a decir que se había
vuelto loco y, poco después, murió dejándonos muy solos.
Y esta es la historia tal como yo la recuerdo, tal
como la viví y, como ya le he dicho, esta es mi verdad pero ya sabe usted que
la verdad tiene muchas aristas. Las de mi verdad están clavadas en mis
recuerdos como puñales, concluyó, y nunca he hablado de ello, antes bien lo
negué cuando otros, como ya le he dicho, vinieron antes.
Me quedé estupefacto, lo que contaba era tremendo y no
tenía ningún motivo para mentir y la cara de Viktor, demasiado joven, era un
poema, se acababa de enterar de la parte oscura de la Historia de su país.
CAPITULO
X
Las botellas no siempre contienen vodka
Ruslán me extendió unos papeles antes de despedirnos,
me dijo que eran los que había encontrado en la botella. Usted ya los conoce,
me dijo, porque dejé fotografiarlos a aquellos que me preguntaron antes por
todo esto. Pero he dedicado, comentó, muchas horas a recomponerlos sin resultados,
solo palabras sueltas. Antes de meterlos en la botella quien fuera que los
escribiera los tuvo escondidos, quizás en un bolsillo. A ellos nos les di mi
transcripción aunque tampoco les hubiera servido pero fue como un gesto de
rebeldía, no tenía por qué ayudarles. Espero que usted los saque provecho, yo
no he podido.
Nos despedimos con un sincero apretón de manos, no
sabíamos, o si, si nos volveríamos a ver. Él se quedó con aire cansado y triste
sentado en el umbral en el que nos habíamos separado y Viktor y yo nos metimos
en la furgoneta en medio de un silencio perturbador. Me entraron ganas de
decirle que volvería a verle, que haríamos una barbacoa, que cantaríamos y nos
reiríamos pero como soy bobo no se lo dije.
Hicimos el camino de vuelta callados, ninguno tenía
ganas de decir nada, supongo que por motivos diferentes y ni siquiera me di
cuenta de los baches aunque creo que mi amigo conducía muy despacio como si no
tuviera ningún interés en llegar a ninguna parte o porque no quería desazonarme
más o por las dos cosas…
Mis sentimientos eran encontrados, de distinto sentir
emocional. Por una parte el conocer de boca de quien había sufrido en sus
carnes otra tragedia estaliniana, no ayudaba a mi equilibrio emocional y, por
otra, queriendo que la cabeza superara al corazón, me desazonaba más aun el que
sabía mucho sobre el ámbar, el tren y el Baikal pero no me servía de nada y
diría que ni falta que me hacía, de hecho no era capaz de poner en orden todo
lo que había escuchado, ni en tiempo ni en espacio, todo envuelto como estaba
en sufrimiento y sangre.
No me cuadraban las fechas de nadie con las de la
guerra, ni las de la duración del viaje del tren siquiera, pero no importaba,
nada importaba en aquella tragedia, ni creía tuvieran ningún significado porque
nadie estaba en condiciones de recordarlas ni entonces ni ahora. Y el ámbar
ahora era de color rojo sangre y ya no me gustaba.
Al separarnos no sabíamos que decir, simplemente nos
abrazamos y cuando me llevé la mano al bolsillo para pagarle, con un gesto muy
ruso de agitar la mano a la altura de la cara y hacia adelante, rechazó el
dinero.
Como soy demasiado espontáneo y, como para romper el
momento, le dije que le compraba la moto. Viktor esbozó una rara sonrisa, sin
ganas, y me contestó que no, que era su juguete pero que me la prestaría cuando
la necesitara o quisiera darme una vuelta en ella.
La furgoneta se alejó y aun esperé unos minutos
fumando un cigarro antes de entrar. Seguro que Olga nos había oído llegar pero
es que no sabía cómo explicarla lo que aquel hombre nos había contado.
En contra de mi manera de ser, pasé varios días sin
hacer nada, durmiendo y haciendo el vago incluso en las tareas domésticas en
las que solía ayudar. Tenía una empanada mental de tamaño familiar y no era
capaz de hacer un resumen de lo que había escuchado ni de ponerlo en un orden
cronológico. Dicen que, a veces, cuando uno se sumerge en una Cultura que no es
la suya queda tan anonadado que tarda mucho tiempo en asimilar lo que ha visto,
lo que ha oído, lo que ha vivido… y que le suele pasar a los viajeros, pero no
a los turistas. Parece evidente que yo era viajero, casi nunca hago fotos, mi
cámara es mi retina y mi guía mi curiosidad.
A veces tomaba los papeles de la botella y Olga me lo
reprochaba con un mohín y ladeando la cabeza, con eso gesto de déjate ya de
esas cosas que acaba cuando, un día, te dicen eso de te lo dije…
No dijo eso pero, desayunando comentó:
- Si tienes que irte, vete cuanto antes, no me gusta
verte así.
- No es eso, no tengo que ir a ningún lado ni quiero
hacerlo, respondí, simplemente estoy desconcertado y, no te enfades pero creo
que tu hijo no me ha dicho la verdad porque no me encaja nada y es imposible
que empiece una aventura que le resultará cara y de incierto final sin saber
más. Ruslán, el hombre al que hemos ido a visitar, ha sido sincero conmigo pero
no sabe nada de nada ni lo quiere saber. Me dijo que no quería saber sino
olvidar… y no sé si me pasará lo mismo a mí.
- Pues déjalo, tira esos papeles y olvídate de todo
esto pero despierta y levántate.
- No es tan fácil, está también Vladimir y no le voy a
dejar sólo.
- Ni yo te lo pediría, por ti y por él, contestó, pero
si no se puede con una cosa hay que dejarla y olvidarla. Cuéntame lo que sabes,
quizás hablar te ayude.
- Puede ser que tengas razón pero no sé ni por dónde
empezar. Bueno el principio ya lo conoces pero no tengo la menor idea de por
dónde comenzar a buscar, a preguntar, a saber y casi te diría que el ámbar aquí
no tiene nada que ver por muy engarzado que estuviera en oro y plata. Me parece
que de seguir en esto llegaremos a las cloacas de la parte más sucia de la
URSS.
- Inténtalo, cuéntamelo, repitió.
La conté con cierto detalle la historia de Nikolai y
la de Ruslán y su amigo sin omitir los detalles más dolorosos y con cara
asombrada me pidió que recopilara para ella lo que sabía sobre el tren y el
famoso tesoro por saberlo y por si a ella se le ocurriera algo aunque en
realidad no sabía qué.
¿Recopilar? Nada… Sabía lo que me había contado
Aleksander, poca cosa, lo que me había relatado el checheno y lo que había
leído.
Un tesoro de ámbar de gran valor, seis toneladas
aproximadamente, montado sobre plata y oro desaparecido sin que nadie supiera
cómo de Kaliningrado, antes Konigsberg, robadas en el sitio de Leningrado en donde
fueron embarcadas en un tren camino de Alemania. Nadie sabe si lo destruyeron
con los bombardeos, si retrocedió como mantenían Aleksander y Vladimir, si lo
embarcaron en un buque que luego se hundió como se contaba, o lo hundieron, y
ni una sola pista.
El tren debiera de tener, según mis cálculos,
demasiados vagones para una locomotora, debería haber maniobrado entre vías
férreas bombardeadas y entre combates tremendos con personal nada
profesional…tren, que después, hace supuestamente un largo recorrido hasta la
Siberia profunda haciendo paradas para cambiar el contenido de unas cajas
rotuladas en alemán, presuntamente, y según el relato de Nikolai-Ruslán, por
piedras o algo muy pesado, algo que luego se hunde en el fondo del lago junto
con los cadáveres de todos los supervivientes que participaron en aquel viaje
tremendo a lo largo de Bielorrusia y Rusia, durante muchos días.
En las cajas
rotuladas alguien leyó la palabra amber lo cual no es, no era, motivo
suficiente para estar detrás de uno de los mayores misterios de la URSS y la
Gran Guerra Patria.
No me atrevía a decir a Olga que su hijo mentía, y no
era la primera vez, pero estaba convencido de que había mucho más, muchísimo
más. Quizás mentir no es la palabra exacta pero de que algo ocultaba estaba
absolutamente seguro a pesar de que bien sabía que no siempre las cosas eran lo
que parecían sino todo lo contrario, pero era que ya este personaje no me
inspiraba ninguna confianza porque ya me había mentido demasiado.
Sorprendentemente me comprendía como yo no podía
suponer porque dijo:
- No tienes por qué creer a mi hijo, forma parte de un
tiempo nuevo que no podemos comprender, gente joven que solo quiere ganar y
subir y no va a cambiar porque pertenece a la generación de las prisas, del
dinero que da las cosas caras y así los crearon en el KOMSOMOL…en Moscú vi todo
y de todo y los conozco muy bien. Me gustaría que fuera de otra forma pero la
realidad es como es. Ya me gustaría saber, nunca me lo ha dicho, quien le
recogió y con quien vivió que quizás explicaría muchas cosas y no lo hará nunca
porque no quiere que lo sepa porque cree que no me va a gustar pero tengo muy claro que le
acogieron los mismos que mataron a mi padre.
Vladimir es tu amigo, incluso un hermano ¿Por qué no
le llamas? Él nunca te mentirá aunque quizás no sepa nada, estará en Tsinvali
con su familia y deberás hacerlo antes de que se vaya a investigar a
Bielorrusia.
También déjame los papeles, aprendí cifrados en el
mundo subterráneo, cifrados con los que los niños se comunicaban. En cualquier
caso tú no sacarás de ellos nada obsesionándote. Y no eres tan listo como te
crees, te has aburguesado…
Me quedé pensativo, ella tenía un cierto sentido
práctico de todo y lo demostraba continuamente. No pensaba más allá de lo que
no entendía y, como en este caso, o buscaba respuestas en quien las tenía o
olvidaba el asunto así que, entendiendo que tenía razón una vez más y que no
había otra solución, la contesté que mañana le llamaría sin falta y dejé los
papeles encima de la mesa de trabajo como me había pedido.
Pasé la noche medio en blanco, con ese sueño que
alterna tiempo en el que no se sabe si se está despierto, dormido o soñando. Me
daba cierto temor llamar a Vladimir y no sabía el por qué, me decía a mí mismo
que no debía preocuparme pero algo, el instinto, me indicaba que no todo iba
bien al menos no como debiera. Y además
me jorobaba que Olga pensara que me había aburguesado aunque no sabía muy bien
que había querido decir…Alfredo Vigón todo un burgués¡¡¡ manda …narices…!!!
Calculé el cambio de hora para no despertar a nadie y
casi a la hora de la comida llamé.
Una voz destemplada, de mujer, contestó con el
consabido slushayu.
- Buenos días señora, dije ¿Está Vladimir en casa? Soy
su amigo español Alfredo Vigón.
Los gritos debieron de oírse en el centro de la
Tierra. “No es usted bien recibido en esta casa, es usted un diablo que se
lleva a mi marido sin saber yo a donde. Cuando llega a casa está siempre
borracho y no habla…” y otras lindezas, supongo que debieron ser horribles
porque recurrió a su lengua materna, o eso creo, para escupir las palabras cada
vez más altas en tono más que insultante, amenazador para colgar después sin
darme ninguna opción a contestar. Sabía yo que algo no iba bien…
Me quedé mudo ante la mirada inquisidora de Olga que
no daba crédito a lo que la expliqué sin encontrar respuesta a lo sucedido. Me
hizo un gesto cariñoso y volvió a sus cosas.
La única posibilidad de saber algo más acababa de
esfumarse porque llamar a Aleksander estaba descartado de antemano y lo peor
era que se echaba el invierno encima y, como en todas partes allí, hasta
febrero nadie le daba un palo al agua y no precisamente por vagancia sino por
la imposibilidad material de salir a la calle. Los italianos tienen el Ferro
Agosto, los rusos el Ferro Invierno y ¿los españoles? ¿Que teníamos los
españoles?
Desconcertado, indeciso, me preguntaba si alguno de
los dos interfectos, tendría la intención de llamarme y comí en silencio con la
mirada vacía, vacía como mi cabeza.
Es muy duro hacerse mayor. Siempre pensé en lo bonito
que sería envejecer con dignidad pero resultaba que yo, un hombre joven, muy
joven todavía, no encontraba ni soluciones ni salidas a situaciones que no ha
mucho formaban parte de mi vida cotidiana como si de beber un vaso de agua se
tratara. Pero filosofar ya no me servía de nada. El caos reinaba en mi cabeza,
ese gran caos ruso que conduce a un pequeño orden pero ¿Cuándo?
Me preparé para hibernar como los osos aunque no tenía
ningún gran plan establecido pero si me propuse pedirle la moto a Viktor e ir a
visitar a Ruslán antes de que cayeran las nieves para lo que, previamente, le
compraría tres o cuatro libros de Historia.
Dicho y hecho me presenté sin previo aviso, no tenía
como hacerlo, vestido de “La hormiga atómica” sobre la moto
antediluviana…Sonrió al verme francamente, sabía perfectamente que la visita
era pura y dura amistad.
Le di los libros, una “Historia ilustrada de la
Revolución francesa”, “La España de Carlos III”, lo único que encontré en la
Casa del Libro sobre nuestro país, y una novela de Le Carré que se desarrollaba
en Rusia y él correspondió con una antiquísima edición de “Diez días que
estremecieron al mundo” del periodista americano John Reed sobre la Revolución
bolchevique y que tomó partido revolucionario haciéndose así famoso aunque no
sabía si gracias al libro porque, por supuesto, no le había leído.
Reímos, charlamos, paseamos por la ribera disfrutando
de los maravillosos ocres del arbolado, del silencio y del cantar de las aves…y
andando, andando, andando llegamos a un diminuto camposanto en donde, con signo
respeto, se quitó su ushanka y me guió a su parte lateral derecha.
No hizo falta que me dijera nada…una tumba en tierra
con una cruz ortodoxa, un nombre, Vladimir Vladimirovich Gopieev y una fecha,
23 de agosto de 1946 y al lado otra con el nombre de Lena Vladimirovna Gopieeva
y la fecha de su muerte: 4 de mayo de 1961.
Estuvimos allí unos diez minutos sin decir nada,
quizás rezamos, al menos yo a mi manera lo hice, y antes de que se hiciera muy
tarde para que yo volviera, retornamos a su casa casi en silencio.
La visita no me dejó indiferente porque creía que
debía hacerla y estaba convencido de que a Ruslán le hizo bien hablar de
cualquier cosa que le trajera amables recuerdos, de Historia por ejemplo, y
olvidar lo malo para recordar lo menos malo, buena aunque difícil manera de
sobrevivir mentalmente. En todo caso estaba contento porque hice lo que debía,
lo que le debía.
Llegó la primera nevada, suave pero densa y suficiente
para tener que encender la chimenea. No es que el invierno no me guste, todo lo
contrario, sino que me pilla siempre por sorpresa, como sin avisar, y en
realidad en esta parte del mundo siempre viene así produciendo un paisaje
impresionante y un silencio que se escucha en la noche aunque solo por los
soñadores.
También me ponía nostálgico y me daba por silbar y
tararear entre dientes aquel tango de Carlos Gardel que decía algo así como
“…las nieves del tiempo platearon mi sien…” pero no desde siempre, solo desde
que me di cuenta de que algún pelo blanco asomaba en mi cabeza y parecía reírse
de mí porque se retorcía como en una carcajada y daba, me daba, la impresión de
que cuantos más me quitaba más me salían en una especie de summum del
cachondeo.
Después venían unos días muy fríos pero sin
precipitaciones, quizás algo de lluvia de esa que en algunas partes se llama
calabobos, porque a lo bobo, a lo bobo, te van calando…
En mis reflexiones posaba la vista sobre aquellos
papeles sin posible interpretación pero, siguiendo el consejo de Olga, los
dejaba tal cual, los movía un poco y seguían sin encajar de ninguna manera.
Contenía palabras sueltas descifradas por Ruslán,
tren, soldados, Omsk o Tomsk, Valodia, joyas, cajas, disparos…palabras sueltas
que nada decían en número aproximado de cien…las cotejaba con el original y
bastante había hecho el checheno poniendo a limpio aquel galimatías. Las
palabras las había cambiado mil veces de posición, como si formaran un
crucigrama o un autodefinido pero que si quieres arroz Catalina. Y lo más
intrigante era la hoja que tenía claros dobleces con palabras también sueltas
sin ningún sentido.
Días después, cuando ya nevaba con intensidad y no me
hacía ninguna gracia ponerme las raquetas para ir a la ciudad, encontré un
barco de papel, de esos que se hacían en el cole cuando nos enseñaban la
papiroflexia y en una de sus caras se leía perfectamente entre la vela y el
casco una frase y una dirección: “Por favor quien lo encuentre que avise a la familia
Jasbulatov en la ulitsa Gerzen nº 7-1-4 A de Taskhent, soy su hijo Memet”
Me quedé tan impactado que ni siquiera pregunté a Olga
como lo había hecho porque, evidentemente, había sido ella que me encontró
desmadejado en la butaca con el barquito entre las manos.
- Te dije que no te obsesionaras, habló, y que ya se
nos ocurriría algo si lo dejábamos tranquilo. Ahí lo tienes, esas palabras
sueltas formaban una frase al ser dobladas adecuadamente. Los papeles hechos
bolas ya estaban muy mal antes de meterlos en la botella y supongo que estaban
escritos con algún palito cortado de una rama y manchados de cenizas del fuego.
No podían durar. En cuanto al barquito…escondía dos tipos de dobleces, los del
barco y otros hechos en forma de abanico seguramente para poderlos meter por el
cuello de la botella, y estaban escritos mejor, probablemente con carbón, solo
había que doblarlos adecuadamente.
Si, ya sé que no era lo que pensabas encontrar y que
ahora no sabes qué hacer con esta noticia. El chico, el que fuera, supongo que
era joven, estará en el fondo del lago, quizás su familia ya no viva en esta
dirección y menuda papeleta ir a contarles lo que ni siquiera sabes por más que
lo creas. Sé que en cuanto puedas harás gestiones e intentarás verles si los
encuentras pero no será ni hoy ni mañana y en la primavera te espera mucho
trabajo.
¿Ves cómo las botellas a veces no contienen vodka?,
acabó mirándome con esa insolencia infantil que empleaba antes de decirme
aquello de que los extranjeros éramos…solo la faltó añadir que no sabíamos ni
descorchar… y tenía razón porque a mí lo del descorche siempre se me dio muy
mal.
Me sorprendía cada día y además lo hacía con tal
naturalidad que mostraba una inteligencia extraordinaria a lo que unía todo,
bueno y malo, lo que la había enseñado su dura vida. Y más sorprendente era que
solo recordara lo bueno sin lloriquear por ello, sin mostrar sus miedos y en
cambio, enseñando una delicadeza que nadie podría espera si conociera su vida.
Y encima me tomaba el pelo…
CAPITULO XI
Kompromat
Las fiestas de Navidad siempre se celebraron en Rusia
aun en la época de la peor represión, en la intimidad del hogar, desprovistas
las más de las ocasiones del sentido religioso e incluso como una forma de
despedir la temporada en la que el tiempo atmosférico permitía desarrollar la
vida cotidiana con cierta normalidad, de mil maneras, pero se celebraban.
Hoy han vuelto con más fuerza, con más sentido
religioso, la gente se pone sus mejores galas para ir a la iglesia a celebrar
el nacimiento de Jesús, llevan cirios encendidos, sus objetos más queridos para
que sean bendecidos e incluso aprovechan para bautizar a los recién nacidos, o
no tanto, y adultos que, como San Pablo camino de Damasco, adoptan una Fe
tardía propiciada por aquello de que la gente cuando le falla la tierra mira al
Cielo. Un General americano, cuyo nombre he olvidado, decía que en combate no
había conocido a ningún ateo…debía de tener razón…
Nosotros hicimos aquello de donde fueres haz lo que
vieres, nos pusimos nuestras ropas de domingo, por llamarlas de alguna forma,
fuimos a la iglesia en la Nochebuena, rezamos como todos y, personalmente, vi
una religiosidad que nunca conocí en la España católica, y la vi en el respeto,
en la actitud, en la ceremonia en sí, en los maravillosos cánticos
ortodoxos…verdaderamente emocionante.
¿Lo peor? Volver de noche a casa emperifollados y con
raquetas de nieve…ridículos totales aunque nadie presta atención a estas cosas
aquí, salvo los extranjeros…con Olga con la cara, como la mía, colorada como un
tomate, y no precisamente negro de Crimea sino más bien de La Rioja…nos dio por
reírnos, era una noche diferente, y de haber sido en otra temporada quizás
hubiéramos ido a cenar al hotel para bailar después y quedarnos a dormir en él
hasta la mañana siguiente.
La vida transcurría tranquila, olvidados los avatares
del tren, las emociones encontradas de las averiguaciones que a nada me
conducían y casi, casi, me estaba haciendo un vago a base de lectura y siestas
a la española pero, ya se sabe, poco o nada se podía hacer.
El teléfono en silencio, una o dos veces por semana
roto por las llamadas de Yulia y Oleg, su marido, que no podía trabajar y, por
tanto, no cobraba. El tío era un santo del que nunca oí una queja pero no hacía
falta ser un lince para saber cómo vivía…
Cuando aquel aparato decorativo sonaba ni me movía
porque, evidentemente, no era para mí, solo que un día, por febrero, me
equivoqué, bueno no del todo…
Obviamente no lo cogí yo sino Olga y sus grititos de
alegría solo podían significar que era “su Sasha”, su hijo, Aleksander Volkov,
que como nunca llamaba para nada supuse que alguna causa importante habría…
Después de decir, supongo, toda clase de zalamerías a
su madre durante algunos minutos, preguntó por mí y con más curiosidad que
ganas me puse y le dije tres o cuatro frases de rigor
- Que hay de nuevo Aleksander?
- Pues en realidad nada pero supongo que no te habrás
parado y quizás tengas algo para mí.
- Pues no, respondí, se mucho pero nada nos vale. De
muertos lo sé todo, de ámbar nada…y no creo que lo encontréis nunca. Quizás tú
tengas previsto decirme algún día toda la verdad pero como nunca me la has
dicho esta vez no será una excepción.
Se echó a reír, que desparpajo no le faltaba y con voz
alegre me dijo:
- La verdad ni siquiera la sé yo pero para empezar ¿me
puedes contar lo que sabes?
Le puse al corriente someramente omitiendo que el
checheno no se fiaba de ellos y solo habló cuando estuvimos solos para contarme
su tragedia personal y de otros, pero nada le dije, nada sabía, que tuviera que
ver con lo que buscábamos, ni siquiera indicios. Si podría adivinarse en lo que
escuché, para él averiguado por mi cuenta, que alguien, algunos, cometieron
quizás el robo del siglo pero las piezas aun no encajaban ni por asomo.
- En realidad tampoco sabemos lo que buscamos, lo de
la Cámara es solo un pretexto interesante del cual sale un hilo del que tirar
pero detrás, como en todo, hay algo más.
¿Sabes, siguió, como se arruinó Rusia a la caída de la
URSS? No solo por una razón pero hubo algo que fue lo que desencadenará la
quiebra que se avecina y que se producirá en unos días anunciada, otra vez más,
por Guerasimov el Gobernador del Banco Nacional.
El Gobierno se ha forrado y ha forrado a personas
presuntamente dóciles a él por un procedimiento sencillo. Daba dinero a Bancos
creados para la ocasión que, a su vez, daban préstamos a los llamados oligarcas
quienes con ese dinero compraban a precio de saldo las empresas estatales. Así
se crearon, más o menos, las grandes fortunas pero, en realidad, muchos de
ellos ya eran millonarios antes solo que no podían mostrarlo…el enriquecimiento
inexplicable era en la URSS un delito y aún hoy día puede considerarse como
tal, o al menos así muchos lo creen, por lo que se debió montar un tinglado
financiero para aflorarlo incluso al margen de los créditos que le he contado.
El dinero circulaba rápidamente con lo que podían
poner en el mercado muchos millones de divisas que habían tenido escondidas y
cuya procedencia no podían acreditar.
Estos llamados oligarcas, que el pueblo llama “nuevos
rusos”, eran afectos al Kremlin que se beneficiaba mediante participaciones en
las empresas privatizadas y ya en el mercado mundial de crudos y productos
energético el dinero era lavado rápidamente aunque con ello se descapitalizara
al Estado, pero eso no le importaba a nadie entre otros argumentos porque el
Kremlim siempre supuso que cuando quisiera se haría nuevamente con las empresas
y su control, algo que también sabían los otros beneficiarios de la situación
lo que provocó la gran fuga de capitales y la huida al extranjero de gente como
Gusinski, Berezovskii o la imputación y condena de otros como Jodorkovskii.
Algunos oligarcas se creyeron dueños de las empresas
así compradas y acabaron o en el exilio o en la cárcel, muchas de las veces
traicionados por sus propios compañeros y otras machacados por la Justicia al
servicio del Gobierno…
¿Me estás escuchando? preguntó.
- Si, le contesté, aunque no sé a dónde vas a llegar.
- Bien, estos nuevos rusos ostentosos y maleducados y
que están dañando gravemente la imagen de Rusia en el exterior, firmaron un
tratado en la Colina de los Gorriones, antes Colinas de Lenin, al lado de la
Universidad Estatal Lomonosov, en el que se comprometían a no atacarse y a
repartirse, sin interferirse, el pastel, pero no obraban de buena fe…
Uno de los puntos del tratado fue que no se atacaran
con kompromat…¿Sabes lo que es? En esta Rusia corrupta todo se compra y se
vende y hay periodistas que, previo pago, elaboran dossiers falsos para
comprometer a algún enemigo de quien les paga y en ello estamos…quizás hayas
oído el caso del Fiscal General Skuratov caído en desgracia por un kompromat…
Un amigo mío está siendo atacado por este
procedimiento y recurrió a mí para indagar en como hicieron su fortuna sus
enemigos para contrarrestar lo difundido sobre él.
Suponemos que su fortuna, como las de todos los
oligarcas que proceden del Komsomol, está basada en los robos de obras de arte,
oro y joyas durante la guerra, algunas vendidas a coleccionistas americanos y
alemanes, otras en medio mundo, cobradas en divisas guardadas incluso en bancos
extranjeros, que los de aquí ni daban ni dan para mucho. Vendido
convenientemente supondrían muchos millones.
¿El tren? Es una pista, por lo que sabes bastante
fiable ¿el ámbar? Quizás sí, quizás no…Que salió de Kaliningrado y llegó hasta
allí es seguro pero no lo que contenía o si fue descargado por el camino para,
supuestamente, financiar los Soviet de determinadas ciudades y luego acabaron
en los bolsillos de los que hoy llamamos padres de los oligarcas y que con un
buen kompromat, basado en hechos reales, pasaríamos a llamar enemigos del
pueblo. ¿Por qué si no se habrían tomado tantas molestias para llegar tan lejos
y eliminar a todos los testigos? Testigos que figuran como desaparecidos, algo
que a nadie extrañaría y menos siendo de las ex repúblicas soviéticas asiáticas
en las cuales por sí mismo ya eran difíciles las comunicaciones…demasiado bien
planeado para ser bueno…concluyó esperando una respuesta mía. Y si además lo
encontramos, nos haremos muy ricos…
Se hizo un embarazoso silencio, no sabía si estaba
sorprendido o cabreado como una mona de Gibraltar, si estrangularle si lo
tuviera a mano, colgar el teléfono o reírme. Finalmente opté por preguntarle el
motivo por el que me había metido en semejante jaleo procurando que Olga no
notara en mi tono que la situación estaba tornando a mal…
- Meterme en esto es hasta peligroso y no sé lo que
dirá tu madre pero a mí no me gusta nada así que me gustaría conocer una
respuesta convincente, le dije. Por otra parte nunca nos haremos ricos porque
lo que encontráramos sería propiedad del Estado.
- No hay ningún peligro, nadie te conoce ni sabe nada
de ti. Ya te dije que confío en tu instinto, muy importante, y tu situación al
lado del lago te hacía la persona idónea para investigar sin demasiadas
explicaciones que, por otra parte, no sueles dar, eres hábil en el manejo de la
información y eres de confianza ¿Qué más se puede pedir?
- Y ¿Qué sacas tú de esto? dije cabreado porque ahora
me tuteaba.
- Alguien me deberá un gran favor y Rusia cambiará más
rápido de lo que puedes imaginar. Si mi amigo sube, que subirá, yo subiré con
él y no tendré que hacer trapisondadas, ya no me hará falta, para vivir muy
bien.
- ¿Y yo? repliqué.
- Habrás ayudado al hijo de tu compañera y ganarás
muchos puntos ante ella y además mi amigo paga bien y te pondré internet en
casa, dijo riéndose.
Estaba visto que tenía respuesta para todo así que me
limité a preguntarle por Vladimir y si habían hecho alguna gestión interesante.
- Pues Vladimir está en Bielorrusia y tendrá que
volver enseguida antes de que la nieve no deje despegar a los aviones. Allí
tiene amigos con los que trabajó hace años, y unidos por esa extraña
camaradería de los años difíciles y le han dado un documento que aún no conozco
y que cree importante. Seguramente hasta los mayores canallas dejan algún cabo
suelto. Lo cierto es que ahora pararemos los tres, ya sabes, la nieve…aunque yo
me dedicaré a investigar, hasta donde me dejen, en los archivos del FSB y
procuraré teneros informados aunque estoy sorprendido por tu actitud…creí que
te cabrearías y resulta que te parece casi normal lo que te he contado…
Por cierto, si tienes gastos dímelo, te los pagarán
inmediatamente y con discreción
Le dije que no pero tuve una idea genial y le pedí una moto con sidecar so pretexto de
poderme mover por aquellos andurriales.
Se echó a reír a carcajadas y me comentó que la
tendría porque conocía un almacén de material bélico en desuso en Moscú en el
que seguramente se la regalarían.
Por cierto nada
le dije del famoso barquito de papel ni de cómo había resuelto su madre el
enigma…no le hacía falta saberlo y mi ego no quedaría maltrecho…o no más de lo
que ya estaba…tampoco importaba de cara al caso.
Nos despedimos con sus, seguramente falsas, promesas
de mantenerme informado, de enviarme la moto como fuera y de decir a Vladimir
que me llamara y, nada más colgar, Olga ya estaba a mi lado con mirada
inquisidora.
La dije que eran cosas de su niño, que ya sabía que
estaba siempre metido en trapicheos y que no se preocupara, que solo debería
preocuparse cuando me viera preocupado a mí. Y no lo estaba porque aquella
extraña historia ya me estaba intrigando y quería llegar al final pero nada más.
Pena de internet que no tenía y, para el deshielo aún faltaba mucho, tres meses
como mínimo y es que estar fuera de la vida ciudadana, y en medio de la nieve,
aportaba poca cosa a la actividad incluso intelectual y cortar troncos para la
chimenea y la riechka, me daba unos buenos abdominales, que a veces los
michelines me desbordaban, pero poca cosa. Cosas de la edad o a lo mejor era
cierto lo que me dijo Olga de que me estaba aburguesando…la verdad es que no me
importaba mucho.
Le había dado tantas vueltas a las cosas que ni el
largo y duro invierno me ayudaría a ponerlas en orden y, piensa que te piensa,
elaboré una teoría que seguramente resultaría falsa y que derivaba de las
medias verdades, o medias mentiras, que Aleksander me contaba en pequeñas
dosis.
Por supuesto me fiaba y mucho de Vladimir pero no
estaba seguro de que él supiera toda la verdad y aunque era muy intuitivo e
inteligente, no acertaba por qué causa estaba metido en el lío aunque ya me
dijo, camino de Irkutsk, que por salir de casa hacía cualquier cosa y después
de la conversación, por llamarla de alguna manera, que mantuve con su esposa no me extrañaba nada que huyera
con cualquier excusa. Tampoco podía preguntarle porque ni sabía en donde estaba
aunque si hacía caso al niño de Olga debería estar en Minsk. Solo cabía esperar
que me llamara.
¿La teoría? Rebuscada pero en Rusia, como digo
frecuentemente, todo es posible y lo contario también…
Habría que partir de dos premisas ciertas y la primera
sería que un convoy de ferrocarril de las dimensiones descritas no podía pasar
desapercibido ni a la artillería ni a la aviación por lo que es muy probable
que como tal y con dudas sobre su contenido, habría sido destruido, y a las
dudas habría que referirse como al ámbar de la cámara en su estado original,
labrado maravillosamente y engarzado en metales preciosos. Habría que dar por
hecho que el famoso tren llegado al lago no era el original aunque a él se
hubiera transferido la carga del primero en el estado que fuera.
La segunda premisa debiera ser que las sucesivas
purgas llevadas a cabo por los revolucionarios en todos los órdenes incluido el
Ejército, habría que recordar al General Tujachevskii creador de la famosa
guerra relámpago o Blitzkrieg entre otros y estimada entre veintidós mil
oficiales como víctimas, había descabezado todos los grupos sociales capaces de
dirigir o entender cualquier orden, quedando todo en manos de los soviet de
cada casa y de cada cosa con un nivel cultural ínfimo por lo que no habrían
sido capaces de reconocer el gran tesoro que tenían entre manos salvo el oro y
la plata lo que hubiera dado lugar a la destrucción de la resina para recuperar
y guardar solo lo que entendían que tenía valor.
Convenía recordar que no se evacuó la cámara de
Tarskoye Sielo porque no había personal con la capacidad suficiente para
desmontarla sin daño por lo que se optó solamente por cubrirlo con unas lonas
lo que dio lugar a que cayera en manos fascistas y a la odisea posterior.
A partir de aquí si se suponía que se había salvado
solamente lo que consideraron valioso de lo embarcado en el tren de
Kronigsberg, de Kaliningrado, y alguien, con poder suficiente para hacerlo,
decidió sacar de allí lo que pudo rescatarse después de ser trasladado a otros
vagones, estaríamos casi en lo cierto.
Y además ese alguien tuvo la capacidad de hacer
retroceder el nuevo convoy y recorrer con él casi toda Rusia haciendo trasvases
del contenido de las cajas que supuestamente eran las originales…
Y aquí llegaba mi imaginación y mi teoría ¿Quién mandó
aquello?¿Que contenían en realidad las cajas?¿En manos de quien y para qué
cayeron?¿Fue inicialmente el objetivo financiar la guerra que aún se preveía
larga y luego fue a los bolsillos de particulares como decía Volkov?¿Estamos
ante el robo del siglo? Un rompecabezas envuelto en sangre que no cabía entero
en mi mente por muchas vueltas que le diera…
Aquello, lo que fuera, era maquiavélico y llegué a
pensar que hasta los soldados que escoltaron el que podríamos llamar el tren de
la muerte, fueron escogidos a propósito entre los más jóvenes y los de
repúblicas más alejadas y aisladas, como dijo Aleksander, para que no pudieran
ser reclamados y engrosaran la inmensa lista de desaparecidos de aquella
tragedia mundial.
En todo caso demasiadas preguntas y ninguna respuesta
porque mi teoría era indemostrable y, me temía, que nunca se podría averiguar
la verdad y el caso era que deseaba con fuerza saberla aunque fuera una
decepción más de tantas como presentaba la Historia de este país que te
enamoraba cada día para decepcionarte al siguiente y volver al tercero a
comenzar un ciclo eterno de amor y odio, de Esperanza o incertidumbre, de
sonrisas y lágrimas, de rosas y de espinas. Como se dice en la famosa canción
popular ucraniana, eslava, Ojos Negros “…Kak liubliu ya vas, kak baius ya
vas…”, “…Como te amo, como te temo…”…
Por otra parte no me acababa de creer el asunto de los
kompromat aunque creía recordar muy vagamente lo del tal Yuri Skuratov, Fiscal
General del Estado, que tuvo que dimitir por algún artículo de periódico que le comprometía con asuntos de prostitución
y blanqueo de dinero y si bien no le pasó factura penal ni nada por el estilo,
si recordaba que había desaparecido de la escena política pasando a un oscuro
retiro y, supongo, a penurias de todo tipo aunque luego se demostrara que el
video bailando desnudo con dos señoritas en bolas era más falso que Judas, pero
como era algo que me pillaba muy lejano pues no le di importancia hasta ahora y
sólo como anécdota entre aquello que me comentaba Volkov, nada importante en un
océano de miserias de la Rusia de la época Yeltsin. Supongo que los rusos no
inventaron esto pero sí que seguramente lo habían perfeccionado con su
retorcido refinamiento eslavo.
CAPÍTULO
XII
Cuando el frío invierno se presente…
Hay inviernos e inviernos…los míos son como un libro
de hojas en blanco del que se conoce el final cuando los primeros rayos de sol
y la floración inminente anuncian la primavera…cuando el trinar de los pájaros
me despierta cada mañana y la riechka ya solo se enciende de noche…Los días ,
uno a uno, son muy largos pero el tiempo vuela sin darnos cuenta…tempus fugit…
Cada hoja en blanco de mi libro invernal es como un
poema a la Naturaleza y pasar de página significa abrir la ventana y sentir la
emoción del frío y del blanco blanquísimo que hacen daño en los ojos hasta
obligarme a medio cerrarlos como si no hubiera dormido, invitándome a la pereza
de volver a la cama, aunque mi lado rebelde me empuja al sentido contrario,
empezar a hacer cosas por banales que sean como si no quisiera que el día se
fuera de vacío, como si la noche se volviera de repente y perdiera el tiempo,
un tiempo que, a veces siento que se me escapa y me resisto a ello…y es que en
esta época la luz se escapa de nosotros como el agua cuando un niño quiere
cogerla con las manos y nunca acaba de llenar su cubo…
En Siberia los inviernos son mágicos hasta para
alguien como yo que se siente ciudadano, de asfalto, porque fascinan sus
colores, sus ruidos y sus silencios, sus leyendas, sus noches largas y sus días
cortos…sus cielos llenos de estrellas rutilantes…sus noches de bayas en
conserva al calor del fuego…la lectura…los cortos paseos…los cafés de puchero… ¿Por
qué alguien se puede enamorar de una Naturaleza tan extrema? En mi caso por
Olga, claro, porque era su tierra y su vida y porque a su lado vivir aquí
cobraba sentido. Era el reposo del guerrero en todos los sentidos.
Aun así ya me estaba pasando por la cabeza
trasladarnos a la ciudad sobre todo por motivos de seguridad que, cada día me
preocupaban más aunque tenía montado un sistema de alarma rudimentario pero
eficaz demasiado fallón porque a veces lo hacía sonar el viento o el frío.
Dentro de muy poco las nevadas me impedirían ir al
centro porque cada día eran más copiosas y violentas y ni siquiera con la moto,
que todavía no me había mandado Aleksander, podría desplazarme por lo que me
disponía a pasar los largos días y los cortos meses cortando leña, escuchando
la radio y leyendo libros manoseados de tanto repasarlos…al menos estaría
tranquilo aunque antes quería volver a la cafetería del hotel un par de veces
por ver si encontraba algo sobre kompromats y oligarcas en internet y comprar
algún libro nuevo y quizás alguna revista. Mañana mismo lo haría pensé.
Y lo hice…
Nada nuevo en el hotel de las Artes. La pizpireta
camarera aspirante a modelo y espía, no había mejorado su situación contractual
ni en un rublo, seguía fingiendo que la cafetera funcionaba mal para hacer
tiempo y yo hacía como que no me enteraba remedando aquel dicho muy popular en
la URSS de “Nosotros hacemos como que trabajamos y ellos hacen como que nos
pagan”. Eso sí, preguntó amablemente por mi prolongada ausencia y casi esboza
una sonrisa que enseguida se disipó al comprobar que yo no iba a entrar en
materia.
La decoración había cambiado de hortera a hortera
plus, como las gasolinas, y los mochileros seguían abarrotando aquello y
hablando como si estuvieran estreñidos sobre aquellos tiempos pasados que no
conocían de nada porque ni siquiera habían nacido, cuando la URSS era la URSS y
el samagón y el kvas las bebidas más populares…tomaban vodka como tontos e
ignoraban que la bebida más consumida en Rusia siempre fue la cerveza. Ni me
imagino lo que contarían al volver a su país…
Poco había sobre oligarcas de los que el pueblo
llamaba “nuevos rusos” que, al cambio, aquí llamaríamos nuevos ricos,
ostentosos, soberbios, clasistas, altaneros…como casi todos los que se habían
enriquecido ilícitamente en todas partes. Reconocibles a primera vista…entre la
lista de los más conocidos nacidos todos desde el consumo y a la sombra de
aquella privatización salvaje impulsada por Chubáis, Vinogradov, Freeman,
Jodorkovskii, Gusinskii, Abramovich, Berezovskii…me sorprendía encontrar a un
tal Feeman…apellido de innegable ascendencia judía, y me sorprendía porque en
Rusia a los de esta procedencia se les llama hebreos con malísima intención, ni
son bien vistos ni creo que lo sean nunca aunque esto no es nada nuevo pues en
todas partes despiertan tantos odios como simpatías sin que haya nadie
averiguado el por qué.
Es cierto que todo lo que leí les era absolutamente
desfavorable, algo que a ellos seguramente les importaba tres pepinos, por no
decir otra cosa, pues, en lo poco que yo sabía, se sentían por encima del bien
y del mal a pesar de que ese estado se suele encontrar más en personas de
cierta edad que ya olvidan más que aprenden y cuyo status no va a cambiar a
menos que acierten en las quinielas de futbol una de catorce aciertos…y a lo
mejor ni aun así…
Me interesé por conocer los términos del Pacto de la Colina
de los gorriones que mencionó Volkov pero nada encontré y en todo caso era
mucho suponer que respetarían lo firmado fuera lo que fuese porque, al parecer
se hablaba de miles de millones…de rublos…y mucho esperar era que semejante
pacto saliera en los periódicos…
Nada nuevo que no coincidiera con lo que me contó
superficialmente el hijo de Olga y nada que se pudiera corregir de un día para
otro sin graves riesgos, como si Rusia hubiera decidido optar por el mal menor
esperando que el tiempo lo suavizara todo, lo sumiera en el olvido como había
sucedido en otros países en iguales situaciones.
Cuando veía a la puerta de los bancos a gorilas de
gimnasio, vestidos completamente de negro, incluidas sus chupas de piel,
cambiando dólares o marcos por rublos a los que entraban en el establecimiento,
pensaba que este país tenía mal arreglo porque sus raíces estaban destrozadas
hacía setenta años y de Occidente había aprendido lo peor que no sé yo por qué
razón lo malo se transmite por osmosis a la velocidad del rayo y lo bueno
bastante más lentamente y se destruye fácil. Esta era otra forma de hacerse
rico rápidamente aunque, la verdad, más “honrada” que expoliar a un país, a un
pueblo. En realidad hasta me caían bien, casi que voy a tener que cambiar de
enemigos porque estos eran como de casa, de hecho yo también había aceptado sus
servicios en ocasiones aunque el beneficio era escaso y se obtenía mucha más rentabilidad
guardando las divisas porque las continuas devaluaciones convertían en papel
mojado a los rublos.
De los kompromats…casi nada o mejor dicho nada…algo
sobre el tal Skuratov negando a la mayor que el artículo que le inculpó fuera
falso y muchas suposiciones aunque nada demostrable salvo el daño irreparable
que se podía, y se puede, hacer con estos panfletos…aún no se había inventado
la guerra mediática, pero si la desinformación aunque me temía que toda esta
porquería no la habían inventado los rusos porque la humanidad era lo
suficientemente vieja para estar ya todo inventado pero, sin embargo se seguían
atribuyendo a Rusia todas las maldades, esto, la mafia, las purgas… hay países
a los que se les ha perdonado todo, en función de su posición en el mundo, y a
otros no solo nada sino que se les atribuye toda la maldad posible.
Me dio por recordar el caso de la Inquisición
española, caso más falso que los billetes de chocolate porque esa Santa
creación fue inventada en Francia, nunca en España, para combatir a los cátaros
aunque sí es cierto que entre nosotros hubo un aventajado discípulo llamado
Torquemada. Hay gente, léase España y Rusia por poner un ejemplo, que venden
muy mal hasta lo que hacen bien…hay otros USA, UK…el mundo sajón en general,
que convierten sus tropelías históricas en epopeyas memorables con la
complicidad de los ignorantes, que son muchos más de lo que creemos…
En internet encontré una estúpida definición de
kompromat atribuidos, claro, al espacio post soviético como si no hubiera sido
inventada la difamación antes que la pana…así que pelillos a la mar, la gente
todo lo que lee en los periódicos o escucha en la radio o la tele lo hace como
si el Papa hablara ex cátedra y en la mayoría de las ocasiones ni merece la
pena intentar desmentirlo…exactamente se decía en el maléfico instrumento de
información, lo siguiente:
Kompromat
(en ruso: компромат, corto para компрометирующий материал,
literalmente «material comprometedor») es el término ruso para describir
los materiales comprometedores sobre un político u otra figura pública. Tales
materiales pueden ser usados para crear publicidad negativa, como chantaje, o
para asegurar lealtad. El kompromat puede ser obtenido desde
varios servicios de seguridad, o creados completamente, para luego ser hechos
públicos mediante un periodista pagado para esos fines.1 El uso extendido de kompromat
ha sido una de las características de la política en 2Rusia3 y otros Estados
postsoviéticos.4 5
La pera limonera…por lo demás nada que hiciera
verosímil la versión de Volkov sobre el porqué de nuestra labor investigadora,
no al menos como motivo suficiente, y además sabiendo el poco interés de las
autoridades rusas por remover un pasado cómodo que se podía volver todo lo
contrario y, salvo por curiosidad y en ocasiones aburrimiento, tampoco yo tenía
demasiada sensibilidad por el tema por lo que llegué a pensar en dejarlo
aparcado si no para siempre si al menos hasta la primavera aunque , la verdad,
ni yo me lo creía…
No encontré ningún libro interesante en la Dom Knigi,
que como su nombre indicaba vendía de todo e incluso libros… pero de todas
formas compré el Anuario de RIANovosti, dos Burdas en versión rusa para Olga y
otras dos revistas de crucigramas más para mí. La compra se completaba con un
libro de fotos de Madrid por si visitaba a Ruslán…
Volví a casa silbando Katiusha, ese segundo himno
nacional, para espantar a los espíritus malignos y porque estaba contento como
casi siempre, y esa canción me gustaba mucho, era, es, alegre e incluso una vez
escuché una versión que cantaba en sus desfiles la Falange Española. Cosas
mías.
No había oscurecido cuando llegué a casa y en la
puerta Olga me esperaba abrigada raramente y con un mohín muy suyo me dijo que
creía que no llegaría nunca, me tomó de la mano y me llevó a la parte trasera
en donde una lona tapaba algo…se alza el telón y aparece !!! La moto con
sidecar más bonita que había visto nunca color rojo pasión y con una loneta
plegable para el pasajero¡¡¡ y ella mirándome con ojos penetrantes y como
diciendo aquello de no te fías de mi hijo pero…aquí la tienes…
De un abrazo la senté en su asiento, me puse el casco
que reposaba en el asiento del piloto y que bien podría haber pertenecido a
alguna de las famosas pilotos que formaron el escuadrón aéreo de las Brujas de
la Noche y arranqué hacia la ciudad y esta vez sí cantábamos los dos aquella
fantástica de canción de “Garmon Maya”.
Cenamos en la ciudad, bailamos como era costumbre en
los locales rusos al compás de un acordeón y unos pocos más instrumentos… del
cantante mejor no decir nada que el silencio también es una opinión, volvimos a
casa felices y…nos fuimos a dormir…
CAPÍTULO
XIII
Algo
se muere en el Alma cuando un amigo se va…
Sin Vladimir y sin Aleksander Volkov la vida era menos
divertida, menos emocionante aunque también más tranquila…me quedaba la moto
como último recurso para pasar el invierno…era una M-72, antecedente de la
Ural, sospechosamente parecida a la
alemana de Viktor pero aquella, aquellas,
también era sospechosamente parecidas a las que se diseñaron en Eibar
incluso antes de nuestra guerra incivil que me imagino no habría tantos
ingenieros dedicados a inventar motos en aquella época y se practicaba más el
copio, copias copiare que se decía en mi cole.
Viktor seguramente no dejaría de trabajar ni en
invierno así que tendría que llamarle, pensé, al menos para que viera mi moto
“nueva” e incluso echar una carrera por la nieve aunque lo más importante era
saber si se encontraba bien, si quería seguir siendo mi amigo, importante, y
sobre todo si se le había pasado el disgusto, o el shock, que le produjo nuestra visita a Ruslán en su
casa…
Le tuve que llamar varias veces hasta que di con él y,
como imaginaba, había estado fuera moviéndose dedicado a su peculiar modo de
vida. Se alegró mucho de mi llamada, lo cual me quitó un peso de encima, y
quedamos en vernos al día siguiente. Se ofreció a irme a buscar pero decliné su
oferta aunque sin decirle el motivo…
El día parecía de sorpresas, Aleksander llamó a su
madre y no quiso hablar conmigo pero no fui capaz de decidir si esto era bueno
o malo…y tampoco ella me dijo nada.
Olga se empeñó en que cuando me pusieran internet
debería tener ya un ordenador, estaría preparado y me podría dedicar a mis
cosas todo el tiempo que quisiera cuanto antes. Pensé que sí pero tendría que
inventarme algo para seguir visitando el hotel de la ciudad. Hablaría con
Viktor por ver si él podría traerme un ordenador porque aunque quisiera
elegirlo yo, no valdría de nada `porque de informática no sabía ni papa… y el
chelnoki…al menos tendría a quien preguntar me decía yo.
Nuestro encuentro fue espectacular, parecía que no nos
habíamos visto en mil años y nuestros abrazos debieron resonar como un volcán
mientras los viandantes nos miraban con cierta indiferencia si es que esto se
podría dar en semejante situación pero al menos lo parecía.
Ajenos a todo, le llevé a la zona del hotel cercana a
la entrada en la que había aparcado la moto y allí le dejé admirar mi
adquisición, más bien regalo, que le dejó asombrado para liarse con un montón
de datos sobre caballos, centímetros cúbicos, velocidades y una serie de cosas
de las que yo no entendía nada. La cuestión es que la suya era mejor aunque
reconocía que la mía era muy bonita, cuestión que zanjé por la vía del
patriotismo más ramplón al decirle que la M-72 era rusa y que los alemanes la
habían copiado, argumento definitivo para aquel hombre sencillo que le dejó en
silencio solo roto por su invitación a tomar unas cervezas.
Nuestra camaradería era total y, para no romperla,
omití cualquier referencia a nuestro último encuentro y viaje a Sukhaya que si
él quería ya me haría algún comentario.
Viktor miraba con insistencia a la puerta, parecía
como si esperara a alguien pero, fuera quien fuera, no apareció, o al menos no
me di cuenta de que contactara con alguien. Al final me dijo que esperaba un
recado y que, si no me importaba, querría comer allí mismo algo mientras seguía
esperando. Naturalmente estuve de acuerdo aunque la cocina solía ser lamentable
pero, dadas las circunstancias, me daba igual con tal de que fuera caliente.
A eso de las cuatro y ya con un café delante apareció
un joven que sin dudar se dirigió a él y le dio un papel. Viktor lo leyó y le
dijo al chico que en media hora estaríamos en el sitio convenido. No le di
mucha importancia, ya me diría que se traía entre manos, que mi paciencia podía
llegar a ser infinita, como si fuera eslavo casi y no mediterráneo, por lo que
apuré mi café y tuve la osadía de pedir otro pero solamente para no dormirme
esos diez minutos traicioneros de los que aún no había logrado desprenderme
después de las comidas.
Minutos después me invitó a acompañarle con lo
indicación de que ya me diría por el camino a dónde íbamos.
Andados unos metros me dijo:
- Quiero que conozcas y escuches a alguien. Te
interesará para lo que buscáis.
- De acuerdo, lo que tú digas, contesté.
- No andaremos mucho, solo una verstá, por eso es
mejor ir andando, nos hará mejor la digestión.
Vamos a ver a mi abuelo, es casi centenario y se
fatiga mucho al hablar por lo que te ruego que no le preguntes demasiadas cosas
aunque supongo que no te hará falta, añadió.
Asentí con la cabeza y, con las manos en los bolsillos
de la pelliza porque había olvidado los guantes en la moto, aceleré el paso a
su lado completamente intrigado.
Llegamos a una casa de fachada barroca horriblemente
pintada, más bien lo estuvo hace años que ahora estaba llena de desconchones,
de rosa y amarillo y deduje que en ella no vivía alguien cualquiera, vamos que
no era una komunalka precisamente.
Llegados al primer piso nos abrió la puerta una
babuskha que después de besar a mi amigo nos insistió en que no fatigáramos al
abuelo y, sobre todo, que evitáramos emocionarle contándole historias de la
Gran Guerra Patria.
Viktor la aseguró que no lo haríamos y que el abuelo
ya sabía a qué íbamos y que seríamos breves.
Camino de la habitación me dijo que su abuelo estaba
en antecedentes porque él le había hablado de mí y que había sido un jefe de
por arriba en el escalafón bolchevique y en la URSS y que él mismo se había
ofrecido a contarme algo.
Sin contestar, le seguí hasta una puerta de madera
artísticamente labrada en la que me pareció ver alguna piedra incrustada y ni
quise pensar que fuera ámbar…porque o estaba entrando en una situación de
paranoia o me lo había parecido…
Tras las presentaciones de rigor aquel hombre dijo
aquel hombre apoyado en tres almohadas y con voz cortada y cansina:
- Sé que eres español casi ruso, que eres amigo de mi
nieto y muy listo o al menos es lo que me ha dicho él. También sé lo que buscas
y entre los dos daremos solución a tus preguntas. Pero antes quiero saber hasta
dónde llegan tus dotes de observación, saber si eres tan listo como Viktor
dice.
- Que quiere saber exactamente?
- Lo que has observado al entrar en esta casa y lo que
piensas en este momento, así sabré si merece la pena hablar contigo y si mi
nieto dice la verdad sobre ti.
- Pues, comencé, he visto una casa muy bella aunque en
plena decadencia, seguramente construida por los decembristas o sus familias
pues su estilo es barroco afrancesado. Ha conocido tiempos mejores porque está
muy descuidada como todo en Rusia y es más grande, como mansión que es, de lo
que un ciudadano normal podría aspirar. También me ha llamado la atención la
puerta de su dormitorio, está decorada con molduras y una flor en el centro,
quizás una margarita, que brillan más que la madera que la conforma y que
podría ser de ámbar o alguna resina similar pero no imagino el material exacto
porque apenas he podido mirar.
Si quiere que le diga lo que pienso…pues siento
curiosidad aunque sé que mi amigo no me va a hacer perder el tiempo. Estoy
seguro de que lo que tenga que decirme será muy interesante y se lo agradezco,
le agradezco que haga un esfuerzo para hablar conmigo.
- Es un placer para mí, en cierto modo hacerlo será
como librarme de un peso que no quiero llevarme a la tumba.
El trabajo de mi nieto, continuó, no me gustaba al principio a pesar de que era
muy rentable pero en resumidas cuentas ayuda a los demás cosa que yo no hice
nunca y no estoy orgulloso de ello, por eso quiero hablar con usted y me
quitaré algún kilo de encima, solo alguno…
En cuanto a sus dotes de observación, es usted muy
bueno y a pesar de que le observaba detenidamente, no me he dado cuenta de cómo
escudriñaba cada rincón…
Tiene usted razón, esta casa es decembrista,
construida por la familia de Ekaterina Trubyskaya a la muerte de su esposo a
poco de llegar a este paraje inhóspito entonces. Dicen que murió de tristeza
pero le puedo asegurar que su viuda, cuando él murió, rebosaba alegría y se
convirtió en una de las reinas del nivel cultural que alcanzó la ciudad que
apenas había nacido.
He vivido en ella toda mi vida, desde que el Soviet de
la ciudad se incautó de ella y aunque primero fue para oficinas pronto se
convirtió en domicilio de los jerarcas del régimen comunista y yo era el
Secretario General del mismo.
Al caer la URSS y llegar las privatizaciones de
Chubais la compré…Como usted sabrá a cada ciudadano de Rusia se le dio un
voucher, bono, como participación en los bienes del Estado, participación que
en el aún vigente código comunista le correspondía. Fue una torpeza más de las
muchas que se cometieron pero a mí me valió para mucho. La gente no sabía ni
quería saber para qué valía aquel papel y era fácil comprarlos por un puñado de
rublos que eran más papel mojado que el propio voucher. Acumulé los suficientes
para comprar casa y muebles y en ella moriré cuando Dios quiera.
No estoy orgulloso de lo que hice pero lo hubiera
hecho otro de no haber obrado yo así. Eran otros tiempos del sálvese quien
pueda y me salvé. Otra cosa es cómo me hice con el dinero para comprar los
bonos…
En cuanto a la puerta, está tan sucia que no sé cómo
ha podido darse cuenta de las incrustaciones, nadie lo percibe y todos creen que es un adorno más, nunca
ningún visitante me ha hecho mención alguna sobre ello. Tiene usted razón, es
ámbar de una pureza que ahora sé lo mucho que vale pero no cuando llegó a mis
manos.
Y el ámbar es la clave de todo lo que ocurrió hace
tantos años. Viktor me ha contado toda su peripecia en busca de una verdad
llena de otras verdades según quien la interprete y quizás le pueda aportar
algo en que cimentar su verdad, que será sólo la suya como todas las verdades y
que le llevará a la conclusión de si merece la pena o no seguir indagando en un
cruel pasado.
Tienen razón los que buscan el tren solo que no lo
encontrarán o no como ellos, ustedes, creen o quieren. El tren existió, ahora
lo sé y puedo recomponer su historia y motivos…pero…
En mi opinión ese tren se fue descargando en muchas
paradas, probablemente con la idea de financiar a los Soviet locales a base de
piedras preciosas, oro y plata aunque finalmente su destino fue otro más bien
particular…
Y lo sé porque hasta nosotros también llegó. Una noche
tuvimos que descargar catorce cajas desvencijadas, recicladas, reclaveteadas,
alemanas y muy pesadas, vaciarlas y llenarlas de piedras aunque nunca supe por
qué aunque ya lo intuyo.
De Kalinigrado se recuperó lo que se pudo pero estaba
destrozado, no teníamos ni cajas de embalar, ni material para hacerlas ni
personal que lo pudiese hacer ni quien conociera el valor exacto de lo que
teníamos entre manos y alguien decidió que podrían valer, al menos los metales
preciosos, para financiar al PCUS e ideó la forma de repartirlo, no sé en qué
medida ni en que sitios, y aquí nos llegaron los restos de aquello de lo que se
habla como el gran misterio.
La realidad es esa, no hay arcano ni nada que se le
parezca, entre alemanes y soviéticos lo destruimos y el remate fue repartirlo
con el cruel resultado que usted ya conoce. La Cámara de Ámbar nunca aparecerá
porque no existe ya, salvo lo que usted ha visto en la puerta de mi alcoba…o
poco más vaya a saber en dónde.
Las cajas contenían resina ámbar deteriorada
totalmente y que parecía de restos de muebles o de marcos de espejo o algo así
en una cantidad de unos sesenta kilos. La tiramos en el basurero de la ciudad
excepto eso poco de mi puerta, el marco y la flor, que guardé por curiosidad
ignorante de su precio. También contenía veinte kilos de oro en trozos
procedentes, lo mismo que la resina, de muebles y marcos o algo así y unos cien
de plata. La plata la vendimos, la hicimos dinero y la compraron sobre todo
extranjeros y el oro…me quedé con ello alegando que convenía tener una reserva
que nos cubriera de cualquier emergencia, incluso de la que podría suponer que
la URSS no se consolidase y tuviéramos que huir…la realidad es que nunca la
devolví y que es el origen de que en estos tiempos sea casi millonario.
Si me pregunta por qué recuerdo con exactitud las
cantidades le diré que hice un recibo sobre lo entregado que nadie me pidió
nunca y que le enseño y le entrego para que lo examine.
Así lo hizo sacando un papel amarillo de debajo de una
de sus almohadas y acercándomelo. Decía más o menos así:
“El Comité Central del PCUS ha hecho entrega al
camarada Secretario General del Soviet de Irkutsk de las siguientes cantidades
producto de determinadas requisas no mencionadas:
Sesenta kilos de ámbar
Veinte kilos de oro
Cien kilos de plata
El objetivo final de esta entrega es sufragar los
gastos que el citado Soviet genere con motivo de su gloriosa y patriótica
misión.”
La fecha estaba borrosa así como la firma que tenía
encima un tampón negro ilegible aunque se podía leer algo así en ella como
Vladimir Vladimirovich Leshennikov, que debía de ser el señor con el que
hablaba.
- Esto aclara muchas cosas, dije, incluidas las preguntas
sin respuestas del viaje de ese tren.
- Si, respondió, incluso su itinerario final parece
claro, de aquí a Puerto Baikal y de allí…no se sabe pero tampoco importa porque
ya estaba vacío.
- Es curioso pensar, le dije, que el misterio de la
Cámara no lo es tal, y triste creer que
la ignorancia y la maldad acabaron con ella de una forma tremenda. Ni siquiera
sé si merecían la pena tantas muertes.
- No quiero creer que solo a mí se me ha ocurrido esta
versión de los hechos y mucho menos que yo solamente firmé un recibo que al
final no ha servido para nada, por lo que si usted quiere recomponer la
historia entera debería buscar entre Kaliningrado y Puerto Baikal más datos
aunque solo sea por cerrar el asunto definitivamente. En algún lugar tiene que
haber documentos que avalen nuestra teoría. Usted sabrá si merece la pena.
Nos quedamos en silencio unos segundos eternos que él
rompió sacando una botella de vodka Moskovskaya, aquella tan popular que
Andropov mandó fabricar baratísima para ganarse el cariño de la gente cuando ya
no se creía, o se tenían grandes dudas, sobre la supremacía del “homus
sovieticus”. Como revancha por su escaso éxito Andropov promulgó la primera Ley
que regulaba y penaba el absentismo laboral por causa del alcohol. Y es que
aquí todo es posible y lo contrario también, como digo mil veces y como en este caso.
Brindamos en ese peculiar rito de la amistad eterna
entre los pueblos y sus gentes y nos despedimos.
Cuando cruzaba el umbral de su puerta me dijo:
- No vuelva, ya no me encontrará y no puedo perder el
tiempo hablando de las causas perdidas y de historias sin solución. No se lo
tome a mal, es simplemente que mi tiempo se ha acabado.
- Así lo haré, respondí, pero permítame una última
pregunta ¿Quién les dio la orden de actuar así?
-El Soviet de los Urales…más arriba no lo sé,
respondió.
Asentí con la cabeza y murmuré un gracias apagado
saliendo despacio con una sensación de que me ahogaba, de que me faltaba aire
aunque no había ninguna razón aparente. Qué pena de país y cómo me recordaba al
nuestro en aquello del buen vasallo y del buen señor… ¿Cómo es posible que
quisieran cambiar el mundo sin cambiar la infame condición humana? Si al menos
se hubieran dedicado a implantar aquella sin razón a sí mismos pero recordaba
que soviet significa asesor y que su última intención era asesorar al mundo
para que abrazara entero aquella sin razón teñida de sangre. Sin embargo la
maldad es inherente a la condición humana y nuestra Historia está escrita en
rojo toda ella. Hasta aquel personaje me parecía más humano con sus flaquezas
que todos los que subyacían en la historia de la revolución bolchevique.
¿Quién dio la orden de destrozar lo que quedara de la
Cámara?¿El propio Stalin? Poco importaba ya, el daño y el mal ya estaba hecho
irreparablemente…
Había oscurecido pero no tanto como para impedirme volver a
casa en mi moto, y quería hacerlo ya a
pesar de la invitación de Viktor a tomar la última copa. Decliné su
ofrecimiento, le di las gracias y prometí llamarle al día siguiente para hablar
de su abuelo, darle las gracias y hacerle el encargo de mi ordenador pero
entonces solo quería acogerme a la tranquilidad del hogar, al fuego de le
estufa y dormir…si podía…si mis pensamientos me dejaban…aquel hombre no era
malo sino que le había tocado en la lotería de la vida una etapa horrorosa en
la que tuvo que decidir si vivir o morir y decidió lo primero, un hijo de su
tiempo…Su tragedia mayor es entender que el pasado nunca se va sino que se
esconde entre los pliegues del corazón, entre las arrugas del rostro, en las
canas y en los sueños pero nunca se va…
Como había prometido le llamé al día siguiente y nos
reunimos para tomar algo. El ambiente era raro, estábamos juntos pero callados
como si ninguno quisiera ser el primero en hablar de lo sucedido el día
anterior. Por edad, dignidad y gobierno, que se decía antes, debía de comenzar
yo y así lo hice.
- Tu abuelo me pareció un gran hombre, le dije.
- Lo sé, respondió, aunque eso no me preocupa sino que
cada cosa nueva que oigo sobre mi tierra me desazona más y más y ahora, cuando
parece que levantamos la cabeza por fin, todo lo que se habla, se dice y se
sabe es peor que malo y no sé si quiero saberlo, concluyó.
- No todo es malo, solo hay que ponerlo en su contexto,
en su tiempo y saber separar el grano de la hoja.
- Sepáralo para
mí, por favor, porque yo cada día entiendo menos.
- Mira, continué, en el marco de la Revolución de
Octubre se hicieron barbaridades y se cometieron crímenes atroces, de eso no
tengas la menor duda porque fue así. Pero salvo casos muy excepcionales propios
de la terrible condición humana y de las guerras, la participación de la URSS
en la Gran Guerra Patria fue magnífica, heroica y sangrienta también y, sin
ella, se podría quizás haber derrotado al III Reich o no pero, en el mejor de
los casos, habría costado muchas vidas más, muchos sufrimientos más y, en el
peor, la capital de Europa ahora sería Berlín.
Por otra parte ni tú ni nadie de tu generación tienen
la culpa de nada, tampoco de lo bueno, porque ni siquiera habíais nacido. El
mundo gira empujado por gente corriente que madruga cada día para ganarse el
pan honradamente, gente a la que confundimos con sus gobernantes en un alarde
de simpleza intelectual y, de tal forma lo hacemos, que logramos que se sientan
culpables por nada que no hubieran ni siquiera podido evitar.
Y no te voy a dar una lección pretenciosa y gratuita
sobre tu tierra pero te invito a que repases la Historia y te desafío a que
encuentres en ella un solo ruso que haya cometido los crímenes que se le
atribuyen a la URSS. Eslavos y caucásicos sí, pero rusos no. Piénsalo.
- No sé por qué me dices todo eso…
- Porque es verdad, le contesté sin dejarle continuar,
y porque eres un jovenzuelo que no sabes de la vida ni la cuarta parte que yo.
Se echó a reír al verme tan serio y, más tarde me
confesó, que la seguridad con la que hablaba le infundía respeto y, a la vez,
le daba seguridad, una seguridad que le hacía sentirse cómodo y tranquilo.
Las birras llenaban nuestras tripas ya de mala manera
cuando nos separamos con un fuerte abrazo.
- ¿Sabes lo que voy a hacer ahora mismo? inquirió
Viktor.
- Pues no, le respondí.
- Voy ir a visitar a mi abuelo y le voy a dar un
abrazo enorme, de esos sin palabras.
- Estoy seguro de que lo pasó mal hablando conmigo, de
que le traje malos recuerdos, quizás mala conciencia y seguro que está deseando
saber qué piensas y ese abrazo que le darás será la respuesta a todas sus
dudas.
Me puse el casco de piloto y de repente me di cuenta
que se me olvidaba algo importante y como él ya había arrancado me crucé con la
moto para que parara.
- Viktor, necesito un ordenador, bueno, bonito y
barato por ese orden.
Se echó a reír diciéndome que para que lo quería si yo sabía más que aquel trasto y es que la
bebida hace decir tonterías muchas, demasiadas, veces.
- Lo tendrás la semana que viene seguro que a buen
precio pero me tendrás que enseñar a usarlo, dijo mientras se alejaba.
Apañado estaba si pensaba que le podía ayudar en eso
por mucho que me hubiera convertido, muy a mi pesar, en su oráculo de Delfos
personal.
En casa todo seguía igual pero una intranquilidad se
hacía hueco en mí, esa intuición que siempre me acompañaba, como si algo fuera
a pasar aunque no podía precisar qué y lo malo era que ese sexto sentido no me
solía fallar aunque sólo cabía esperar… hasta que llegó Aleksander Volkov con
su sonrisa de donuts y palabrería fácil para mamá pero, claro, algo fallaba,
malas noticias no podían ser porque o era, lo era, un caradura extraordinario o
había acertado una quiniela de catorce resultados y venía a decírmelo. Y Olga
tan feliz aprovechando para ejercer de
madraza regañándole por venir con aquel tiempo, que debía haber esperado
un poco más y bla, bla, bla…
- Tenemos mucho de qué hablar, me dijo, pero prefiero
con calma aunque no me importa que sea aquí. Es importante a medias nada más.
- Después de comer mejor, que pienso mal con el
estómago vacío… ¿No me dijiste una vez que no sé qué personaje de las novelas
de caballería de España decía que no se puede manejar la espada sin el buen
gobierno de las tripas?
!!!Alonso Quijano capullo¡¡¡ pensé…y creo que me
entendió…
Olga no tenía nada preparado para tal visita y me
ofrecí a poner una fabada de lata, caducada pero no hinchada todavía. Olga no
comía alubias y yo me excusaría…por si acaso…
Aún me gustaba ser malo, más que nada porque cuando
era bueno me aburría. Mucho después decidí ser bueno por si había Cielo.
Pensaba que aguantar a tanto canalla durante una vida era terrible pero si era
cierto todo en lo que creía y no tenía el billete para el lugar de los buenos,
tendría que aguantarles otra vez pero entonces sería para toda una eternidad y
por ahí sí que no pasaba de ninguna manera.
Mientras calentaba las latas me reía sólo acordándome
de que años antes en Terespol, Polonia, unos imberbes guardas fronterizos me
retuvieron cerca de cinco horas en el coche con el motor apagado y con un frío
de mil pares hasta que descubrieron que llevaba en el maletero un paquete de
yogures que, por supuesto, me requisaron alegando que no se podían introducir
alimentos en el país…omití decirles que los llevaba para tirarlos porque hacía
quince días que habían caducado y deseé firmemente que tuvieran un
desprendimiento de retina que les tuviera en el cuarto de baño al menos el
tiempo que yo había tenido que estar allí…
Después del café nos pusimos al día aunque le dejé
hablar primero a él.
Me extendió dos sobres en los que se leía claramente
la dirección con su nombre aunque estaban abiertos. En la plaza de la Lubianka
solo había un portal y no era precisamente el de un bar sino el del FSB y en la
segunda planta tenía su despacho aquel ganapán. El descuido era tan garrafal
que sólo pude pensar que lo hacía con alguna intención aunque no imaginaba cual
era.
En el remite el nombre de Vladimir y una dirección en
un hotel de Minsk que supuse temporal.
Abrí el primero y en él encontré recibos similares al
que me proporcionó el abuelo de Viktor fechados en Minsk, Pinsk y Moguilov con
la única variante de las cantidades recibidas y esperé a que me diera una
explicación que ya conocía.
- Como puede usted ver, a lo largo de la vía férrea se
produjo un destrozo del patrimonio que comenzó en el expolio de Kaliningrado y,
sin seguir más adelante, se puede decir que la Cámara de Ámbar nunca aparecerá
y que la dilapidamos nosotros mismos ignorantes de su valor. No podemos echarle
la culpa a nadie. Nuestro trabajo de investigación completado por Vladimir ha
sido completamente inútil, no vale ni para un kompromat que ni siquiera tiene por
qué ser cierto.
Le interrumpí para enseñarle mi recibo y se echó a
reír diciéndome:
- Verdaderamente es muy bueno en lo que hace, más bien
hacía, y además tiene suerte, algo que ya sabía también. Ahora, cerrado este
asunto que no podemos resolver ¿Qué podríamos hacer con la información? concluyó
volviéndome a tratar de usted.
- Perdona que sea grosero después de comer pero en mi
tierra hay un giro dialéctico que viene a decir que la mierda cuanto más se
mueve peor huele…lo que significa que hay cosas que es mejor dejarlas estar.
- Me parece bien y por mi parte así será. En el
segundo sobre encontrarás otro sobre dirigido a ti. Creo que Vladimir quería
que lo abriera, no tiene sentido que no te lo mandara directamente pero tiene
usted mi palabra de que no lo he hecho.
- Lo leeré más tarde, le respondí.
- Hay otro tema como es cumplir lo prometido a Ruslán
y necesito hablar con él cuanto antes para que nada más llegue el buen tiempo
hacer el viaje. También necesito datos para buscar a sus familiares que a lo
mejor ni existen ya.
- Podemos ir mañana mismo, le dije, nos llenaremos de
barro pero después tú me ayudarás a limpiar la moto.
Menos mal que
parece le quedaba algo de vergüenza que engañar a aquel anciano sería una
canallada …Habló muy firmemente cuando se lo prometió pero de este elemento ya
no me fiaba un pelo porque no había dicho una verdad en su vida…En el caso de
que se le hubiera olvidado, por decirlo de una manera suave, lo tendría que
asumir yo aunque no me hacía mucha gracia que el Cáucaso estaba muy revuelto,
en pié de guerra y, la verdad, no estaba ya para estos trotes que los años y la
dolce far niente habían hecho estragos en mi cuerpo y en mi ánimo…más en el
segundo porque el frío conserva y cortar leña endurece, de hecho había
adelgazado un par de kilos y algunos pantalones me quedaban como a Cantinflas…
- No vayas al hotel, intervino Olga, es tarde y mañana
no tendrás que madrugar si te quedas. Desayunaremos juntos que tendrás que
estar fuerte para limpiar la moto dijo riéndose…
- De acuerdo madre, respondió. ¿Ya tiene ordenador
Alfredo? preguntó.
- Pues creo que no dijo ella, al menos no lo tendrá
hasta la semana que viene.
- Pues internet ya tiene…y tengo interés en que lea
algo sobre la Operación Focks, pero no os alarméis no es por nada, solo que
afecta a su país y quizás le guste leerlo. Lo leí por casualidad sobre los
planes de Stalin para su país, sólo es una curiosidad, ni siquiera se puede
jugar con ella a la Geopolítica ficción. Solo eso.
Me quedé con los ojos a cuadros mientras Olga se reía
porque cuando me habló de comprar el aparato ya sabía que tendría la conexión
en breve…
A la mañana siguiente Aleksander desayunó frugalmente,
no se encontraba bien del estómago y, en mi fuero interno, me reía de mi maldad
aunque él había colaborado decisivamente comiendo más de lo que debía…yo
meditaba sobre cuando leer la carta de Vladimir…me daba miedo…creía que no
serían buenas noticias…
Ruslán nos recibió con una amplia sonrisa y con sorpresa
y, creo, con agrado. Se ofreció a prepararnos un té que Aleksander aceptó
encantado…
La conversación se generalizó y rebuscando en cómo
encontrar a su familia nos dio una gran lección de Historia que nunca olvidaré
por cuanto seguí posteriormente indagando sobre lo que nos comentó.
Hurgando en su memoria recordaba que su familia era de
origen armenio y se refirió ampliamente al genocidio a manos de los turcos de
sus antepasados no muy lejanos.
- No les he mentido pero tampoco les he dicho toda la
verdad. El verdadero apellido de mi familia era el de Abakimyan y mis
antepasados adoptaron el rusificado Mamedov por la vía del matrimonio, algo muy
conveniente en aquellos tiempos y más con el miedo en los huesos con el que
salieron de su tierra para afincarse aquí tras el genocidio de nuestro pueblo.
Yo nací en Grozny aquella capital bautizada con el sobrenombre terrible de Iván
IV pero, como les he dicho, soy de origen armenio que, en definitiva es ser del
Cáucaso, toda la Humanidad tiene su origen allí, en el monte Ararat, como
seguro que ustedes saben muy bien.
No crean que aquel asesinato masivo fue algo
puntual sino que se venía produciendo
desde el sultanato de Abdul Hamid, sultán que da el nombre a las “Matanzas
Hamidianas” entre 1894 y 1896. Solo en la quema de la catedral de Urga en la
que se habían refugiado los armenios,
murieron quemados vivos más de tres mil y en 1909 se produjeron las “Visperas
Cilicianas” a las que da nombre el
antiguo reino de Cilicia que ocupó Armenia en la Edad Media, matanzas que
produjeron más de veinte mil víctimas…Los Jóvenes Turcos del partido Comité para la Unión y el Progreso
sólo elevaron la maldad a su grado más extremo a pesar de que fueron recibidos
por la comunidad armenia con alegría pensando que peor que les iba no podía
ser…se equivocaron…ahora nadie quiere saber nada de Armenia, quizás Rusia…a los
turcos les han perdonado todo…
No queda tanto de mi familia, creo, porque tampoco
éramos muchos pero descendientes mezclados con otras etnias del Cáucaso tiene
que haber, nietos o bisnietos de mis hermanos, quizás alguno de ellos, viejos
como yo…Le daré todos los datos que pueda.
También me gustaría saber que han averiguado sobre el
tren y por qué murieron aquellos soldados ¿Merecía la pena tanto dolor? concluyó.
Aleksander le puso sinceramente al corriente, no
omitió nada para concluir que fue un crimen inexplicable e innecesario porque
aquellos jóvenes no representaban ningún peligro para nada ni para nadie…
Mesándose los cabellos aquel anciano, repitió mil
veces que el comunismo era intrínsecamente malo porque imponía su verdad a la
fuerza, sin reparar en daños, y
olvidando que los principios de la Democracia, inspirada en la Grecia antigua y
en Perícles fundamentalmente, respetaban los derechos individuales y la
libertad de pensamiento, negando la posibilidad de imponer criterios por la
fuerza de la sinrazón.
Aquel hombre era un sabio pensé, y parecía
inexplicable su capacidad de comprensión y su conocimiento dado sobre todo su
modo de vida, aislado y solo acompañado de sus libros, libros que él mismo
podría reescribir.
Poco a poco, malo pa malu, la conversación tomó otros
derroteros en los que todos nos sentimos más cómodos, e incluso, Ruslán, quizás
animado porque podría cumplir su sueño, se mostró alegre y confiado como nunca
le había visto.
La tarde se nos echaba encima y había que regresar y
en cuanto tuvieron concretadas las fechas y otros detalles del viaje,
emprendimos el regreso con cierto tono alegre.
Al poco de arrancar Aleksander preguntó:
- ¿Ha leído ya la carta de Vladimir?
- ¿Ha leído ya la carta de Vladimir?
- Pues no, repliqué, tengo ciertos temores que me
dicen que no hay nada bueno en ella y estoy posponiendo la lectura
deliberadamente sin encontrar el momento de abrirla. ¿No la has abierto tú?
- Sé que no confía en mí pero por extraño que le
parezca y le repito no lo he hecho y podría haberla abierto sin que usted
llegara a sospecharlo nunca, dijo.
- No puedo creer que hay sido una ligereza tuya dejar
que viera tu dirección en los sobres…
- He cambiado y mucho, no me ha sentado bien moverme
entre las miserias de mi país y de sus gentes y pretendo tener una relación
sincera con usted. Creo que es honesto y además vive con mi madre por lo que
mantenernos en una situación de desconfianza no sería lo más deseable. Estoy
siendo sincero y sólo espero que me crea.
Me mantuve en silencio unos segundos, no
demasiados, antes de responder sabiendo
de sobra que callar desconcertaba al interlocutor y titubeando deliberadamente
le contesté que de acuerdo, que me parecía bien lo que proponía y que trataría
de creerle aunque llevaría su tiempo hacerlo.
- No me importa, dijo, si lo intenta tendré mucho
ganado y comprendo sus reticencias pero cuando me conozca más comprenderá que
quiero formar parte de esta familia. Léala por favor, puede ser importante. Su
coche ha aparecido en Moscú pero no lo llevaba él. No sé nada de él hace más de
un mes salvo las cartas, y el Lada se lo cogió la Policía a unos matones de la
mafia Tombovskaya, más bien a una rama que se ha desplazado a la capital. No
nos dijeron de donde lo habían sacado y no nos lo dirán porque por sus
tatuajes, y sin mirar más antecedentes, han estado más tiempo en la cárcel que
en la calle y por robar un coche poco les va a caer que no puedan
soportar…Vladimir estaba en Bielorrusia hasta que le perdí la pista y el coche
en Moscú… todo es muy raro y me intranquiliza.
Asentí con la cabeza con gesto de preocupación,
prometí abrirla nada más llegara a casa y comentarle el contenido, incluso
dejársela leer y le comenté que mi amigo sabía arreglárselas, sobre todo para
tranquilizarme a mí mismo, y continuamos en silencio nuestro camino y, al
llegar, preguntó a su madre si se podría quedar a dormir y la respuesta de su
madre fue la que cabría esperar en Rusia, en España y en la China, que eso de
ser madre es lo más hermoso que ha hecho la Naturaleza y que crea unos vínculos
indestructibles entre madres e hijos. Seguro que ya estaba pensando en que
poner de desayuno a su vástago…
Esperé a quedarme solo y que durmieran, o lo pareciera,
para abrir la misiva, mientras pensaba que por qué Aleksander ahora me tuteaba
o me hablaba de usted indistintamente.
“Querido amigo Alfredo, mucho más que amigo diría yo,
el Destino nos unió y quizás ese mismo Destino nos separe. Tú no crees en la
Sudba pero sé que crees en mí que, en definitiva es lo mismo, y por eso te
quiero confiar mis pensamientos y lo que has significado en mi vida.
Encontrar a alguien que piense como yo, que se sienta
eslavo y nos comprenda, es lo mejor que me ha pasado en la vida. Hemos vivido
juntos, hemos llegado a entendernos sin hablar y hemos disfrutado de nuestra
libertad haciendo de estos últimos años los mejores que he vivido y quiero que
lo que me quede de vida sea un continuo recordar nuestras ¿aventuras? Sé que
sientes lo mismo por mí y, por ello, te pido que me lleves siempre en tu
pensamiento.
No quiero
ponerme dramático, simplemente pretendo que lo sepas.
Hay cosas que debes de saber, una referida a mí y la
otra Volkov y las dos tienen su importancia aunque el orden lo debes de poner
tú mismo. Del ámbar olvídate, cuando leas estas líneas ya sabrás que lo
destruimos por ignorantes, por malvados y por estúpidos y siento mucho que las
ventanas de vuestro hogar nunca lleguen a ser de esa resina como prometí a
Olga. Lo único cierto de esta historia es la muerte innecesaria de muchos
jóvenes que creían ayudar a salvar su Patria…lo demás…ni siquiera valdría para
el kompromat que pretendía, ya no, Volkov. Un kompromat vale mil dólares…no
hace falta tanto esfuerzo, sólo una mísera cantidad de dinero.
Volkov ha cambiado y mucho aunque solo puedo intuir el
por qué. Se ha vuelto más humano, piensa en los demás y se ha metido en charcas
de aguas fecales hasta el cuello para acabar empachado. Creo que ha visto en
nosotros, en Olga, en su tía Yulia y Oleg su marido, un espejo en donde mirarse
para aprender que para ser feliz hace falta muy poco, mucho menos de lo que él
ha tenido y tiene y creo que, a partir de ahora, debes de confiar en él en la
seguridad de que no te va a defraudar. Dale un voto de confianza y no te
arrepentirás. Guarda un doloroso secreto en su corazón pero solo él debe
decidir si decírtelo o no. Y no seré yo quien traicione su confianza. Creo que
te lo dirá cuando haya llegado el momento o quizás nunca porque puede afectar a
vuestras relaciones. En cualquier caso, si no te lo cuenta solo será por
modestia, por incluso timidez aunque te extrañe, nunca por ocultarlo consciente
de que callar hará más bien que mal.
En cuanto a mí… lo mejor es decirlo directamente…me robaron,
me apalearon y he quedado en silla de ruedas…cuando me recogieron hacía tres
días que estaba tirado en una cuneta y ya no había remedio para mis lesiones.
No hay nada más, simplemente unos pandilleros querían mi Lada amarillo…nuestro
fiel aliado era objeto de deseo para unos desalmados, y si no fuera trágico resultaría hasta cómico…¿Qué
voy a hacer? Estoy cuidado en una especie de asilo para veteranos cerca de
Minsk y no intentaré salir de aquí, no quiero que nadie me vea así y, por otra
parte, tengo quien me cuide y no necesito más. Se a lo que renuncio pero no
quiero nada más, simplemente vivir tranquilo lo que me quede de vida y poder
rememorar todo lo vivido.
Te agradecería que no intentaras buscarme, no serviría
de nada salvo aumentar mi dolor, un dolor que ahora no siento y no me gustaría
que me recordaras vencido y lo que te digo vale también para Volkov, para
cualquiera…déjalo estar así, recuérdame y si algún día puedes, devuélveles la
paliza a aquellos cabrones.
Un abrazo muy fuerte amigo mío, saluda a Olga y no
llores mi pérdida porque merece más la pena lo vivido que cualquier lágrima. Estos últimos años han sido los mejores y ha
merecido la pena vivir los otros para disfrutar de estos. Por ser han sido
hasta divertidos¡¡¡
A mi familia ni una palabra aunque dudo que te
recibieran… haré lo posible por dejarles en buena posición que, al fin y al
cabo, son lo único que tengo y seguramente lo único que quieren…
S ubaseniem, tboi drug
Vladimir Vladimirovich
Ignatiev “
Pasé la noche en vela dándole vueltas a la misiva,
desconcertado, triste, sin respuestas, sin soluciones y me dio el alba
despierto y con la sensación extraña de que ya no me gustaban aquellos
amaneceres.
Pasé largas horas, no dormir se estaba convirtiendo
casi en un hábito, viendo como en una película nuestra vida desde aquel día en
Varsovia…sus risas, sus complicidades, sus silencios cómplices tan explícitos,
sus cigarros que olían fatal, su vino georgiano…su amistad con mayúsculas…tenía
la sensación de que mis noches empezaban a ser muy largas…
Sólo saqué en
limpio que debería dejar leer la carta a Aleksander y él sabría qué decisión
tomar sobre aquel secreto que Vladimir anunciaba. Lo demás…perder un amigo es
dejar morir algo en el alma…
Por la mañana le dije que le acompañaría a la ciudad
cuando marchara porque tenía que hacer unas cosas y ver si Viktor había
conseguido el ordenador, algo que podía hacer por teléfono pero no se me
ocurrió una excusa mejor y tampoco nadie me preguntaría sobre tan estúpido
motivo, simplemente entenderían los dos que quería hablar con Aleksander a
solas.
Por el camino le dije que ya había leído la carta de
Vladimir y que convenía que la leyera él también. Asintió y nos dirigimos a la
cafetería para que pudiera hacerlo tranquilo.
Leyó en silencio y al acabar dijo:
- No tengo nada que decir por el momento. Lo que dice
en esta carta es cierto todo pero no estoy aun en condiciones de sincerarme
contigo. Quizás la próxima vez…cuando venga a buscar a Ruslán…
Recogió su pelliza y se marchó con aire cansado, como
si hubiera envejecido de repente.
CAPÍTULO XIV
MAÑANA SERÁ OTRO DÍA…
Ruslán recogía sus cosas y le preocupaba no llevar
regalos, o al menos eso decía, que ya se sabe nadie va de visita sin llevar
algún presente, y, aunque Aleksander le tranquilizaba al respecto, el seguía
inquieto.
Tenía esa media sonrisa entre el miedo a lo que se
encontraría, a lo para él ya desconocido, y la alegría de volver a su casa o a
algo más profundo como sus raíces.
En un momento
de aquel día dijo:
- No os extrañe que no me acuerde bien de las fechas,
para mí la guerra acabó cuando llegué aquí y mi vida empieza hoy.
Aleksander y yo nos miramos sin decir nada, nunca
entenderíamos a aquel gran hombre que nos sorprendía con su sabiduría.
El hijo de Olga le había dicho que había hecho
gestiones, que conocería a sus parientes, los más ya centenarios que es sabido
que en el Cáucaso la vida ese extremadamente larga, probablemente porque el
alcohol conserva…
Aleksander, por el contrario, estaba taciturno, algo
le preocupaba y sin embargo, estaba haciendo una gran obra, haciendo feliz a
una persona y diciéndome implícitamente que estaba equivocado, que había
cambiado, que no era el niñato que yo pensaba.
De repente dijo:
- Pasamos por vuestra casa camino del aeropuerto,
quiero dar un beso a mi madre y que vea lo que estoy haciendo. Se merece lo
mejor y así a ella se le disiparán las dudas.
- De acuerdo, le dije, me parece una muy buena idea.
No tardó el checheno en empaquetar sus escasas
pertenencias y nos dispusimos a marchar mientras él, quizás emocionado, cerraba
la puerta de su humilde morada como en un ritual para mí desconocido.
Aún volvió a entrar y colocó sus libros de nuevo,
aquellos libros que conformaron su vida durante tantos años mientras nos decía
que no quisiera perderlos, que eran un tesoro y que si conocíamos a alguien que
los pudiera conservar.
Le dijimos que si, que le dejaríamos su llave a Olga y
que yo me encargaría de cuidar la casa y todo lo demás…
Iniciamos la marcha y él miraba para atrás y saludaba
con aire nostálgico al paso a los vecinos que habían confortado su vida en
aquel lugar dejado de la mano de Dios y nos dispusimos en silencio a retroceder
hacia su nueva vida. No sabía si quería volver allí o no porque no sabía si en
su vida había esperanza todavía…y no podíamos ayudarle, al menos yo no sabía cómo
hacerlo.
Ese silencio solo se rompió cuando Aleksander dijo que
necesitaba hablar conmigo y que lo haría antes de irse cuando llegáramos al
lado de su madre.
Asentí con la cabeza y me recosté sobre el asiento…era
muy temprano…habíamos madrugado porque en Rusia se sabe cuándo empieza el
camino, y a veces incluso a donde va, pero nunca cuando acaba…ni en donde…
Ruslán miraba
ambos lados como cuando en Rusia se dice que vagues allí donde los ojos
te lleven… ¿Qué estaría pensando? ¿En lo que dejaba atrás? ¿En el futuro
incierto que le esperaba? ¿En su monte Ararat perdido? ¿Quizás en aquellos
amores juveniles con los que paseaba por el rio Terek? La verdad es que no
sabía si estábamos haciendo las cosas bien…a veces, muchas, demasiadas, la buena voluntad no es suficiente…
Simplemente podría ser que en aquel relativamente
corto recorrido la película de su vida pasara en cámara lenta por su cabeza,
una película de la que conocía la trama, el pasado pero no el final, y eso,
precisamente eso, seguramente era lo que le desconcertaba…
Al llegar a casa Olga le recibió, nos recibió, con
toda cordialidad, como si le conociera de toda la vida y se ofreció a preparar
un té que Ruslán aceptó de buen grado. Mientras lo preparaba salí fuera a fumar
un cigarrillo con la intención de que Aleksander saliera también y me dijera
aquello que quería.
Salió como estaba previsto y Aleksander se sentó en el
porche a mi lado…
- Sé en donde está Vladimir, dijo alargándome un papel
con una dirección de la ciudad de Pinsk, en Bielorrusia. Está muy mal pero no
sé si morirá antes de las lesiones o de tristeza. No le falta de nada en el
sanatorio para veteranos salvo aire y libertad…
- No iré a verle, el me lo pidió. Le haré saber que
conozco su paradero y que si me necesita allí iré pero antes no…es su deseo y
lo cumpliré, dije lleno de tristeza.
- Quiero contarte algo aunque no sé por dónde empezar...
- Adelante sea lo que sea, contesté.
- Soy hijo del Coronel Volkov, el segundo jefe de las
tropas soviéticas en Afganistán, cuyo Jefe al mando era el General Grumov.
Crecí al lado de mi hermano mayor Nicolai y vivíamos
relativamente bien, mejor que la mayoría. Nicolai me protegía de todo y de
todos. Los dos entramos en una academia militar y los dos nos hicimos pilotos
de helicópteros.
La URSS tuvo
numerosas bajas y aquella guerra era tremendamente impopular, tanto como
Gorbachov a quien la gente llamaba traidor y nuestro padre, un soldado de
verdad, sufría por esta situación y porque sabía que iban a perder una guerra
sin haber perdido una sola batalla por culpa de los políticos…
Nicolai y yo nos presentamos voluntarios para ir al
lado de nuestras tropas, creíamos que era nuestro deber no solo para con
nuestro país sino para con nuestro padre, y allí que fuimos al mando de dos
aparatos anticuados como todo entonces en nuestro país, dos K-25, Kamov que la
OTAN llamaba con el nombre clave de Hormone, y patrullábamos juntos, mi hermano
delante, yo detrás…
Un mal día, no el peor, los talibanes recibieron los
misiles Stinger regalo de los americanos y comenzamos a caer como mosca antes
de que descubriéramos que no tenían visores nocturnos y empezáramos a patrullar
de noche. En el valle del Panshir cayó mi hermano y aterricé jugándome la vida
para ayudarle como él hubiera hecho por mí…
Murió sereno, dándome ánimos y me pidió que saliera de
allí vivo y que buscara a su madre…absolutamente conmocionado le cerré los ojos
y milagrosamente salí vivo de allí al echarse la noche y volví sin daño a la base.
El 15 de Mayo de 1988 volví a casa lleno de pena y de
incertidumbres pero tenía que esperar a poder hacer preguntas a mi padre, a que
fuera el momento oportuno, a que se recuperara, y yo también, de tanto dolor
Cuando creí llegado el momento, mucho tiempo después,
ni se inmutó con mi pregunta sobre la madre de Nicolai…lo demás ya lo sabes…más
o menos…
Cuando empecé a investigar encontré en el FSB todo lo
relativo a Beria…e intenté aprovecharme sin dejar de cumplir la petición de mi
hermano…solo que al conoceros todo cambió en mi interior, hasta a ti te tengo
un gran afecto por mucho que quise
utilizarte y habrás notado que es la primera vez que te trato de tú. Nunca lo
habría hecho si no fuera por mis actuales sentimientos. En cuanto al ámbar me
he visto obligado por mis jefes, yo no tengo ningún interés y no sé si se
creerán lo que pasó simplemente porque lo diga yo…o tú… pero no me importa
porque este no es el camino para ser feliz y yo quiero serlo. Afortunadamente
los tiempos han cambiado y encontraré un trabajo que me permita ganarme la vida
dignamente y, en última instancia, sé que tú me echarías una mano.
Quiero profundamente a Olga, como a una madre que
nunca tuve y, por mi parte, jamás la contaré la verdad y si tú lo haces te las
verás conmigo y, créeme, cuando tengo que ser malo, soy muy malo.
Olga es Rusia, la Rusia eterna, la Rusia que sufre, la
Rusia envuelta en misterios, en sudor y en lágrimas, la Rusia que huele a
hierba mojada segada por babuskhas, la Rusia que nunca tuvo suerte con sus
gobernantes, que cree en el destino como algo inevitable que no se puede
cambiar, que tiene miedo, un miedo pegado a la piel como una segunda naturaleza
y que merece ser feliz o, al menos, intentarlo. Es así como yo lo veo ahora, es
así como quiero verlo y pelearé toda mi vida para que Rusia sea por fin feliz.
Y sé que me ayudarás con todas tus fuerzas porque en una vida anterior fuiste
ruso y sientes como yo que este es un gran pueblo y debe de ser un gran país.
Me ha costado mucho contarte esto, Vladimir me
convenció de que lo hiciera y casi me obligó a hacerlo adelantándose con su
carta pero ahora estoy contento de haberlo hecho, que nunca haya ninguna
mentira entre los dos y menos sobre algo que dada tu intuición y saber hacer,
podrías averiguar en cualquier momento
Olga merece ser feliz y si para ello debo de ser su
hijo, lo seré siempre. Ahora tú decides y date prisa con el cigarrillo que nos
llamará en cualquier momento.
Tienes que ir con nosotros al aeropuerto, no quiero
dejar en él el coche, me lo robarían seguro. Te pido que lo traigas y lo
guardes por favor.
Cuando entramos ella empezaba a servir el té, nos
sentamos y nos miramos sonrientes. Ella siguió y de pié se aproximó a su hijo y
se apoyó en la espalda de su hijo diciendo:
- Te quiero mucho hijo, enredándole en su pelo…
- Tienes motivos para quererle y estar orgulloso de
él, dije sin pensar y de repente.
Aleksander me miró supongo que agradecido y aliviado y
nos reímos todos, sin saber por qué, a carcajadas…
Al marchar el ambiente había cambiado totalmente y
hasta Ruslán estaba alegre y comentaba el miedo que tenía al avión y que solo
se subiría si me subía yo y entre grandes risas le dije que yo no me montaba,
que los aviones me daban miedo…
El avión…le asustó más de lo que él mismo pensaba…un
Antonov de carga que era el único tipo que podía volar en el deshielo en
aquella parte del mundo y, pálido como la nieve, se subió mirando atrás y
diciéndome adiós con la mano…
Esperé a que despegara el aparato y lentamente
abandoné el lugar en busca del coche de mi “hijastro”…y silbando la banda sonora
de “·El bueno, el feo y el malo”…si Vladimir era el feo, Aleksander el bueno
¿Quién era yo?
Volví a casa con la mente en blanco y creo que no veía
la carretera, que conducía por instinto y contaba los árboles del camino como
los niños cuando juegan esas cosas volviendo loco a su padre mientras conduce…
La noche era hermosa y el frío horrible haciendo
necesaria la chimenea…me apetecía escuchar música pero no sabía cuál…al calor
de la riechka me entraba un sueñecillo estupendo y ella se reía mirándome…
Opté por un LP de Paul Mauriat titulado Rusia Eterna…y
con el sopor, repasé todos los últimos acontecimientos montándome un
batiburrillo mental enorme…en el que entraban y salían Beria y Kruchev,
Vladimir y su Lada, el chelnoki, su abuelo y el ámbar, Aleksander y Nicolai,
Ruslán, el lago sagrado, los trenes, Maroto y el de la moto…como si me hubiera
pasado con el vodka aunque no lo había probado. Me resultaba imposible poner en
orden los acontecimientos de los dos últimos años, algo que me solía pasar, en
menor escala, siempre que hacía un viaje a algún lugar mágico y este parecía el
caso llevado al extremo, propio de una novela de intriga que quizás algún día
escribiría…
No sé ni a qué hora nos fuimos a la cama cuando aún
sonaban las Danzas del Príncipe Igor en el disco de Mauriat y con un importante
dolor de cabeza solo aliviado cuando se apagó la luz.
No acababa allí mi larga jornada porque no me dormía
pensando en cómo le iría al checheno en el regreso a sus raíces y solo el
cansancio me cerró los ojos muy avanzada la noche y su cielo negro en el que
las nubes dibujaban caprichosamente la silueta del Ararat en una especie de
burla benévola.
Es totalmente cierto eso de que mañana será otro día o
amanece que no es poco…me desperté como un reloj Raketa de cuerda, que aquí los
de batería aún no se habían generalizado por falta de pilas…el café obra en mi
milagros y en diez minutos estaba dispuesto aunque no sabía para qué…seguramente
para no hacer nada pero desde muy temprano y muy deprisa…pero el día no había
hecho más que comenzar…
A las dos, cuando comíamos, sonó el teléfono y una voz
que se me antojó gangosa preguntó por mi:
- Don Alfredo Vigón?
- Escucho, contesté con esa simple palabra que en
Rusia se utiliza gracias a su simpleza.
- Le llamo desde el bufete de abogados Roca y Asociados
de Moscú, me dijo mientras yo calculaba la hora de la capital para convenir que
había cinco horas de diferencia y que el tal señor había madrugado hoy…
- Escucho con interés, le dije.
- Somos un despacho de abogados españoles que
defendemos los intereses de nuestros compatriotas en Rusia y , antes en la
URSS. Un amigo suyo, Vladimir Vladimirovich Ignatiev, ha fallecido en Pinsk,
Bielorrusia, y ha dejado un legado para usted. Se trata de una caja de cartón
con documentos muy antiguos que no he
leído, por supuesto, y que debo de entregarle en mi bufete cuando usted quiera
y pueda acercarse a Moscú.
- Aún no sé cuando podré ir, contesté, porque es algo
absolutamente inesperado pero tan pronto me sea posible iré.
- No hay prisa, los documentos son muy viejos creo y
porque envejezcan un poco más no les pasará nada. Simplemente le indico que me
avise con tiempo y que venga debidamente identificado porque aunque usted tiene
estatus de residente, sigue siendo extranjero por lo que lo más conveniente
sería que trajera el pasaporte.
- Así lo haré, respondí despidiéndome.
Me quedé estupefacto, sin saber que pensar y menos que
hacer y cuando. Hasta después de muerto el viejo zorro me sorprendía y no se
separaba de mí, poco sabía que nuca saldría de mi corazón…¿Qué me mandaba desde
el más allá? Aquel viejo ¿osetio?¿ruso? era todo un personaje que nunca habría
de haber desaparecido para siempre y me dio por pensar que quizás fueran sus
vivencias, sus memorias o el material para escribirlas. Ojalá fuera eso.
Se lo comenté a Olga y con su lógica aplastante me
respondió que cuanto antes saliera de dudas sería mejor para todo…
Dicho y hecho y cuatro días después volvía con mi caja
de cartón a casa lleno de incertidumbres, de nervios y de esperanzas aunque ya
es sabido que la Esperanza solo es una prostituta que va vestida de verde como
decía Maki el Navaja…
Al día siguiente y lleno de nervios, abrí la
caja…papeles, el historial militar de Vladimir, sus condecoraciones, su
nombramiento de Oficial en el Frente de Bielorrusia con tan solo veinte años,
algo de dinero y muchos recibos cuyo contenido ya conocía…iguales al que el
abuelo de Viktor me había proporcionado solo que fechados en Kaunas, Vilna,
Smolensk, Orsha, Safanovo, Moscú, Gorki, Ufá, Cheliabinsk, Omsk, Novosibirk,
Kemerovo, Krasnoyarsk y un montón firmados en pequeñas localidades y ,
evidentemente, faltaba el de Irkutsk, todos indicando las cantidades entregadas
y aludiendo a la patriótica misión encomendada a los soviets respectivos…
Todos ellos confirmaban la desaparición de la Cámara
de ámbar en los términos que ya conocía y haciendo responsable del desaguisado
a la incultura, la ambición y la maldad humana, culpables de sangre, sudor y
lágrimas con el único objetivo de no se sabe qué y con el resultado final de
que se enriquecieran unos pocos a costa de muchos…y se hablaba, no sé si con
fundamento, de que se iba a reconstruir con los planos antiguos en el mismo
lugar en el que estuvo originalmente, solo que está por cuenta, nuevamente, del
estado ruso…
No podía imaginar cómo Vladimir había conseguido
aquellos documentos y quizás, solo quizás, leyendo el resto de documentos
llegara a comprender que mi amigo del alma, y a pesar de su Lada era, fue,
alguien mucho más importante de lo que yo creía, de lo que él daba a entender…
Completamente anonadado, posé la caja y me dije que no
leería más hasta que no me repusiera del shock que todo aquello me había
causado, que a lo mejor podría ser
mañana mismo pero no ya hoy… mañana volverá a salir el Sol…
Sol que no aportó nada interesante, fotos viejas de un
joven aun con dientes, un reloj Paliot de cuerda y de bolsillo con el escudo de
la URSS grabado en su tapa, el historial militar de Vladimir en el que
destacaba su empleo de Coronel de las fuerzas del Ministerio del Interior, una
matrioskha llena de rayones y mugre que era imposible saber lo que significaba
allí, una amarillenta nómina, una cinta de San Jorge, tres cartas ilegibles y
lo que probablemente era un dibujo con la cara de tres niños, quizás sus
hijos…me dio por pensar que toda una vida cabía tristemente en una caja de
cartón y no importa que seas Rey o mendigo, científico o analfabeto, alto o
bajo…en una caja cabías…y me entristecí y no sólo por él sino también por mí y
creo que era la primera vez que veía a la muerte tan cerca…aunque, menos mal,
no era la mía…
No tenía por qué pero seguramente lo fotocopiaría y
enviaría los originales de todo a su familia, de todo menos los recibos que ya
no importaban a nadie… ni siquiera a mí…
Cada vez me gustaba menos la Historia, la grande y la
pequeña, nunca recoge fielmente la realidad ni de los países ni de los hombres
que la conforman, llena de falsedades y de olvidos…si bien es cierto que la
muerte tiene de bueno que es igualitaria…todos nos volveremos polvo más tarde o
más pronto haciendo realidad aquello de “El muerto al hoyo y el vivo al bollo”
o aquello de Zorrilla y su Don Juan…” Todos iguales para mí seréis, el trece,
el catorce, quince y el dieciséis…”…el olvido es la última parada de todos y
cada uno de nosotros…
CAPITULO XV
La
Sudba tiene la culpa…
Hay un proverbio ruso que dice que nada es más
permanente que lo provisional y que es aplicable a muchos países, al menos a España,
y eso pasaba con nuestra casa. La habíamos arreglado, claro, estaba cómoda,
hogareña pero tenía carencias, la distancia al centro entre otras y es que solo
una cuestión emocional nos había llevado allí solo que ahora las cosas eran muy
distintas y corríamos la tentación de que el proverbio ruso se hiciera realidad.
De hecho incluso en épocas de nieve y hielo hasta ir a un dentista era un
problema.
El factor que retrasaba el cambio era, sin duda, Olga.
Tenía una dicotomía en su personalidad, muy fuerte ante todo pero débil ante lo
que desconocía por sencillo que fuera o formara parte de la vida cotidiana de
las personas como, por ejemplo viajar, los cambios o simplemente ir a unos
grandes almacenes…la única vez que conseguí llevarla al TSUM de la ciudad
quería irse al momento alegando que allí solo había cosas muy caras y otras que
ni siquiera conocía para que servían. A duras penas conseguí retenerla en él
media hora.
Era una situación rara que no sabía cómo remediar, el
miedo, yo había sentido mucho en ocasiones, es irracional la mayoría de las
veces y por tanto no reconoce argumentos tranquilizadores. Tal parecía que Olga
tenía miedo a lo desconocido como si la quedara algo por conocer…eso que
debería haber quedado atrás, esa dura infancia, la dura vida moscovita y tantas
y tantas cosas y, sin embargo, no había vivido nada en un sentido amplio de la
palabra. Para ser felices completamente, para que ella fuera feliz la faltaba
la cabra de Chagall tocando el violín…
Me dediqué a buscar una casa en el centro y las descarté todas por el alto costo de su
rehabilitación y por ser demasiado llamativas, poco discretas y muy grandes
para nuestras necesidades.
Encontré un piso en el distrito de Glazkovo, la zona
nueva y de expansión de la ciudad, asequible y muy acorde con nuestras
necesidades, nada alejado del centro, y di una señal, eso que se suele llamar
arras, para que me lo guardaran durante un tiempo en el que debería convencer a
Olga para el cambio. Había incluso pensado en comprar la casa del abuelo de
Viktor pero era como las otras del centro.
En cuanto a nuestra casa actual la alquilaríamos a una
familia con la única contraprestación de que la cuidaran y la dejaran cuando
quisiéramos ir a ella, visitas que serían pactadas porque de otra manera sería
imposible encontrar alguien que la ocupara. Quizás un mes en verano o algo así.
Sería injusto echarla la culpa a ella, yo no me
adaptaba bien a la vida casi monástica que llevábamos y llevaríamos. Para gente
como yo de asfalto, esta era una situación divertida durante cierto tiempo pero
no daba para más. Y este sería el factor que inclinaría la balanza hacia el
cambio…
También quería compensarla por unos sufrimientos que
yo no había causado, claro, y enseñarla que hay partes del mundo en las que la
gente ríe, sueña, piensa que mañana amanece, envejece discretamente…Asturias,
Cantabria, Madrid, las islas Canarias y un Moscú desconocido para ella. Esta
ciudad, mágica para mí, era el infierno para ella y yo soñaba con volver de su
brazo allí, a aquellos sitios en los que una vez la rechazaron…una inocua
venganza…pero venganza al fin y al cabo.
El cerebro de las personas es impredecible…Un día
desayunando Olga me dice:
- Ya sé quién puede cuidarnos la casa cuando no
estemos aquí.
-¿Cómo? dije con asombro.
- Algún día nos iremos pienso yo y aunque no sea para
siempre, alguien de confianza necesitaremos y he pensado que mi hermana y mi
cuñado serían perfectos y para ellos también sería muy bueno porque vivirían
prácticamente en la ciudad. Cuando sean mayores apenas podrán salir de allí.
- Pero ¿Cómo has llegado a esta decisión?
- Pues conociéndote muy bien y mirándote a la cara. Eres
tontorrón aunque te creas muy listo, como los hombres en general y los
extranjeros en particular. ¿Sabes? Te leo el pensamiento…Tampoco me gusta verte
por las pistas de nieve y hielo con la moto, que un día tendrás algún accidente
¿Has pensado en que pasaría si lo tuvieras? ¿Cómo me las arreglaría yo?
- Y ¿en qué condiciones?
- En ninguna. Aún no he hablado con ellos y quizás
podríamos construir una habitación aneja para que respetaran la nuestra y
nuestras cosas que podríamos recoger en ella.
- Si fuera así podríamos vivir juntos aquí, repliqué.
- No es eso, no funcionaría, este no es tu mundo por
mucho que lo quieras, que, a veces, pienso que lo quieres más que a mí.
Necesitas espacio y yo quiero que lo tengas porque es la única forma de
retenerte a mi lado.
Nos quedamos pensativos y al cabo de unos minutos la
dije que tenía un piso apalabrado en la ciudad.
- No me extraña, dijo Olga, y seguro que allí
estaremos muy bien y cogerás menos la moto. Me gustaba más cuando ibas andando.
Pero yo me refiero a viajar, a volver a España, a tus orígenes, a tu familia, a
tus amigos. Quiero conocerlos y que me conozcan. Sin ellos no tenemos sentido,
solos no tenemos nada, no somos nada, sería como vivir en una isla desierta.
- Habla con Yulia y Oleg por ver que dicen.
- Mi hermana ya sabe que tengo algo que decirla,
recuerda que somos gemelas, aunque no imagina esto. También forma parte de
nuestra felicidad el ayudarles y que sean a su vez felices y, créeme, necesitan
poco para serlo, simplemente vivir tranquilos.
- Pues ya estás tardando en hablar con ellos,
contesté. Si quieres podemos ir a verlos pero lo que realmente me apetece es ir
a la ciudad e invitarles a comer así que llámalos y queda con ellos.
- Ya sé lo que me dirán, que no tienen ropa para ir…
- Es igual, les dejamos nuestra y en el almacén
central les compramos nueva.
- ¿Sabes lo que más me gusta de ti? Que me siento
segura a tu lado, que tienes soluciones para todo pero ya lo sabía cuándo te
conocí. Ya sabes, la Sudba es juguetona, traviesa pero para nosotros además ha
sido muy buena y nos ha unido.
Tomó el teléfono y llamó a su hermana salí fuera a
fumar un cigarro para no oírlas, que lo que fuera ya me lo contaría ella.
Echando humo casi helado por la nariz y la boca, me
imaginaba al dragón de San Jorge y es que siempre pensaba en cosas raras cuando
estaba contento y entre calada y calada silbaba Only You de los Platters…
Cuando entré la sonrisa la delataba, les había
convencido y sin mucho esfuerzo.
- Si a todo, dijo. Y mañana les llevaremos a comer que
yo creo que Yulia y su marido jamás han comido fuera de casa. Procura no
apabullarles y vayamos a un sitio normalito por favor y por nada del mundo les
dejes ver la carta y los precios. Asegúrate de que solo leen la de las mujeres,
esas que no tienen precios puestos.
- Soy un profesional, la contesté en broma, se
sentirán cómodos seguro: ¿Les has dicho que se vengan a vivir aquí?
- No exactamente pero creo que lo habrán entendido
aunque lo tendrán que hablar entre ellos. Mañana se lo plantearemos en serio.
Creo que durmió inquieta, estaba contenta y esperaba
el nuevo día con impaciencia. Durante la noche me preguntó varias veces si
había avisado a Viktor para que los recogiera y, ya de madrugada, me dijo que
la hablara de España.
- Es el Sol, su gente, su alegría de vivir, sus raíces
culturales cristianas como las vuestras, fabulosas, y el convencimiento, como
vosotros, de que tiene un Destino tan épico como su pasado lo que la hace
grande, muy grande.
- Pero es más pequeña que Rusia, contestó.
- Ese sentido imperial algún día os traerá disgustos.
Debéis conformaros con lo que tenéis que no es poco. Sois muy grandes pero de
humildad carecéis totalmente y el caso es que me gusta que seáis así, me
recuerda a la España de Felipe II, aquel Rey en cuyos dominios no se ponía el
Sol. Pero, fíjate, todo aquello desapareció y solo dejó un reguero de
hijosdalgos con agujeros en el jubón y en los bolsillos del pantalón…
- A nosotros no nos pasará eso, somos más grandes.
- Sí os puede pasar porque no sois grandes sino
grandones como dicen en Asturias, la contesté a sabiendas de que no lo
entendería. Y ahora duerme otra vez, continué, que es la mejor forma de que
pase el tiempo rápido.
Al final me desveló a mí que suelo dormir como un
lirón y me dio por pensar en que antes de tomar una decisión y salir de allí,
nunca para siempre, debería hacer algunas cosas más…encontrar a la familia de
Memet, el soldado del barquito de papel, hacerme con tarjetas de crédito y
evitar así los cambios, los viajes a Moscú a recoger dinero…buscar alojamiento
en cada sitio que visitáramos por largo tiempo aunque esto era fácil, comprar
ropa para cada temporada…y esas menudencias cotidianas pero que había que
arreglar.
Lo que menos me preocupaba eran los trámites y lo que
más…encontrar a la familia del soldado pero sobre todo que les diría… ¿Qué su
hijo yacía asesinado en el fondo del Baikal??Que había muerto por nada?¿Que
nunca lo podrían encontrar entre los restos suyos y de los demás?¿Valdría la
pena buscarles? Quizás llevaran una vida tranquila, sin sobresaltos, olvidadas
las lágrimas y formarían en esa legión de familias que el Día de la Victoria,
allá por el mes de Mayo, llevan flores a la tumba del Soldado desconocido en
los muros del Kremlin vistos desde los jardines de Alejandro y que tienen una
maravillosa inscripción: “Tu nombre es desconocido pero tu hazaña es inmortal”.
¿Para qué revolver el dolor? Pero a la vez pensaba que no era justo que no
supieran en donde descansaba su hijo, su nieto, su hermano…quizás podría
omitirles los detalles o inventarme una muerte gloriosa por la Patria por mucho
que me costara mentir…Pero era difícil inventarse algo creíble ¿Cómo
explicarles que el lago sagrado era el féretro de su hijo?¿Cómo decirles que su
hijo no murió por la Patria sino asesinado por cuatro pesetas? Lo dejaría estar
y si algún día el Destino de marras decía otra cosa, sería el momento de buscar
alguna explicación lo menos dolorosa posible si es que existía.
Me debí de quedar dormido porque si bien recordaba lo
pensado, no tenía ni idea de haber encontrado una respuesta al despertar
aunque, bien pensado, podría haber sido solo un sueño sobre el que tendría que
reflexionar.
Resuelto el tema de la casa con Yulia y Oleg, los días
pasaron veloces con los preparativos, las reservas de hoteles, billetes de
avión, discusiones domésticas sobre por dónde empezar en las que naturalmente
ganaba yo porque Olga se inclinaba por el Sol y yo por enseñarla el Norte de
España, su costa con las playas de fina arena, sus puertos pesqueros, sus
acantilados y su mar bravía desde la que se divisiva nítidamente la montaña,
los Picos de Europa…para seguir por el románico castellano y seguir avanzando a
la alegría del Sur…las islas quedarían para otro viaje…para otro Otoño…que no
nos habíamos ido todavía y ya añoraba yo la Rusia eterna…quizás estaba anclado
a esta tierra para siempre y nuestro primer periplo no llegara a ser tan largo
como presumíamos…
Hacía muchos años que no cumplía con un ritual como
era ir a algún templo a rezar antes de emprender un viaje… no sé si soy
religioso o supersticioso… esta vez estaba dispuesto a hacerlo de nuevo
aprovechando que iríamos a Moscú a coger el avión aunque no sabía por qué. Lo
que si sabía era que en la capital de Todas las Rusias había desde tiempos de
los Zares una catedral católica dedicada a la Inmaculada Concepción, Patrona de
la Infantería española, que había visitado tiempo atrás muchas veces y no
porque fuera católica sino porque a pesar de su tamaño y situación en el
centro, justo al lado de la estación de Bielorrusia y a cuatro pasos del zoo,
Malaya Grusinskaya Ulitsa, solía estar vacía, tranquila, discreta, aunque no
era recomendable quedarse a ningún oficio religioso, que una vez lo intenté y
la misa era en armenio¡¡¡ cosas de leer mal los avisos de la puerta…y no
enterarse bien de cuando era el oficio en español…
¿Necesitaba salir de Rusia? Seguramente sí…aunque no
sabría exactamente por qué…seguramente a los diez días estaría deseando volver
a ella porque Rusia es un país, un pueblo, que te enamora cada día para
decepcionarte al siguiente y volverte a enamorar al tercero en un ciclo que,
como el cuento de la buena pipa, nunca parece acabarse hasta que un día, un
buen día, se hace la luz, se entiende y entonces todo es de una sencillez
endiablada, de una lógica aplastante y de una comodidad infinita como cuando
uno se tumba en el sofá a ver un partido del Real Madrid y encima gana…y todo
se funde en aquello que Pio Baroja describía como “el extraño romanticismo de
las cosas cotidianas”, esa casa y cosas por las que pasamos cada día, en
cualquier lugar, sin verlas hasta que un día descubrimos que , como la vida,
son maravillosas…
Y aquí todo ello, y más, puede ser la babuskha que te
ofrece una naranja de la China porque hace calor, la sonrisa de un niño cuando
te ve hacer el ganso saltando de un lado a otro de la acera, el mujik que te
ofrece agua, la gran dama venida a menos que te da las gracias porque la cedes
el paso cuando este gesto debería ser lo natural, la familia que te ofrece
comida en el tren o en el cementerio cuando, llevado por alguna curiosidad
inexplicable, te acercas cualquier domingo a ver las tumbas de los pueblos
adornadas con cruces ortodoxas azules y con sendos bancos en los laterales para
favorecer el picnic de los herederos…Rusia es su gente, como en todas partes,
alejada de lo oficial, de los tejemenejes políticos y similares y si uno cierra
los ojos tan sólo su olor a sudor campesino y a hierba recién segada la hace
diferente a cualquier otra tierra…a España por ejemplo aunque hubo un
tiempo en el que quizás olía a lo mismo…
A esta gente nunca les importó el ámbar, ni Stalin o
Lenin o Beria, solo les importaba sobrevivir, el día a día, su ovoska en la que
llevar algo a casa…lo demás eran cosas de las que deberían ocuparse otros
porque ellos ya tenían bastante con lo suyo…nada nuevo, más o menos como en
todas partes…solo cambiaba la dimensión del problema doméstico pero nada más…
Aquellos días llovía, tal parecía que aquellas tierras
nos despedían con lágrimas y yo no sabía cómo decirles que no se preocuparan,
que volveríamos más pronto que tarde, que allí estaba nuestro hogar pero que
debían entender que Patria significa “tierra de los padres” y que la mía estaba
en otra parte y que no podía renunciar a ella y que tampoco quería y que las
raíces de las personas no se pierden nunca y que quien las pierde no puede ser
feliz en ninguna parte porque le persigue una maldición que se llama nostalgia
y que le obliga a mirar siempre atrás y, cuando se lo conté, parecieron
entenderlo porque apareció un Sol maravilloso que brillaba como el …ámbar…
El día antes de marchar dormitaba mientras veía las
maletas apiladas, en una especie de ritual que me perseguía cada vez que
iniciaba algo como era empezarlo descansado que de fatigarse ya habría tiempo
porque, como decía un buen amigo, pasárselo bien es agotador...
El estruendo de la moto de Viktor me sacó de mi media siesta
con cierta alegría, era un buen muchacho y seguro que me traería buenas
noticias aunque ya desconfiara de que existieran…
- Buenos días Alfredo, dijo amablemente.
Con mi respuesta su cara se puso seria para decirme:
- Ha muerto el abuelo rodeado de todos nosotros…sin
dolor y en paz. Por ese lado contentos porque su pérdida ya era inevitable. Se
acordaba de ti y me encargó que te dijera que la puerta de ámbar era para ti,
que tú la darías un buen destino y sabrías apreciarla. Te la traeré mañana en
la furgoneta y os llevaré al aeropuerto después siempre que me prometas que
volverás. De no ser así iros andando…
- Verdaderamente era un gran hombre, le contesté
sorprendido y añadí, volveré seguro porque no os podré olvidar nunca.
Y pensaba que al fin Vladimir, o la Sudba que en este
caso era lo mismo, había conseguido que si no la ventanas, al menos una puerta
de la casa de Olga fuera de ámbar. La dejaría montada antes de marchar a
España…
Que curioso que siempre aparecía Vladimir en mis pensamientos,
en los mejores y en los peores momentos, y le recordaba, y le recordaría
siempre, con su Lada, con su sonrisa y con aquella amiga moscovita que le
doblaba en peso y en todo…
FIN
BREVE GLOSARIO SOBRE LAS PALABRAS RUSAS EMPLEADAS
- Jitrii, astuto, página 4.
- Chelnoki, contrabandista, estraperlista, trae y lleva encargos, pasa
fronteras, regatea…página 4.
- Iskra, chispa, título del primer periódico revolucionario bolchevique,
página 9.
- Galuboi, azul cielo, también se llama así a los gays, página 10.
- Died Maroz, el equivalente ruso a Papá Noel, página 11.
- Piter, nombre familiar de San Petersburgo, página12.
- Stariets, santón, ermitaño, página 13.
- Sasha, nombre familiar de Aleksander, página 15.
- Nielsiá, imposible rotundamente, página 17.
- Rossia, Rusia, página 16.
- Ukraina, Ucrania, página 17.
- Duesurnaya, encargada de planta en los hoteles, página18.
- Gastronom, tienda de comestibles, página 19.
- Vostok, Oriente, en este caso marca de reloj, página 20.
- Molnia, tormenta, en este caso marca de reloj, página 20.
- Komandirskii, del Comandante, en este caso marca de reloj, página 20.
- Viesná, primavera, página 20.
- Metelitsa, tormenta de rayos, página 20.
- Aparatchik, persona que pertenece al aparato del Estado y, por tanto es
muy influyente, página 25.
- Valodia, nombre familiar de Vladimir, página 28.
- Slushayu, primera persona del Presente del verbo escuchar, página 32.
- Kolbasa, embutido, página 33.
- Smetana, nata ácida que se utiliza como salsa y con las salsas, página
33.
- Blinys, empanadillas típicas rusas, rellenas de carne picada, setas y
otras cosas, página 33.
- Sudba, Destino entendido como algo irremediable, página 38.
- Zálpon, descarga, entendida como beber una copa de golpe, página 40.
- Baba Yaga, personaje de los cuentos infantiles, página 54.
- Huskys, perros siberianos que tiran de los trineos, página 62.
- Samagón, bebida alcohólica destilada en casa, página 66.
- Amber, en alemán ámbar, página 77.
- Beriosha, abedul, página 77.
- Bagatii, rico, acaudalado, página 78.
- Bagatir, caballero andante en relatos épicos, página 78.
- Pastel, ropa que compone el ajuar
de la cama, página 78.
- Romaskha, flor, margarita, página 92.
- Kompromat, artículo de Prensa falso, escrito previo pago para
desacreditar a alguien, página 110.
- Riechka, cámara de ladrillo que forma un horno, utilizada para calentar la casa y sobre la que suele estar la
cama, página 115.
-KOMSOMOL
Juventudes Comunistas, página 118
- Kvas, bebida refrescante muy popular hecha
fermentando harina de centeno y malta y tiene una baja graduación alcohólica,
página 120.
- Dom Knigi,
Casa del Libro, página 123.
- Garmon mayá, Acordeón mío, página 123.
- Verstá, medida de longitud antigua equivalente a 1066,8
metros, página 127.
- Komunalka, edifico de minúsculos apartamentos
unifamiliares con servicios comunes en los pasillos, página 127.
- Vaucher, bono canjeable de cierta validez económica,
página 129.
- TSUM, Central Almacén Universal, página 136.
- Malo pa malu, poco a poco, página 140.
- S ubazheniem, con respeto, página 144.
- Tboi drug, tu amigo, página 144.
- Avoska, bolsa de red de caprón, similar al nylón,
con unos aros de madera como asas que se estiraba con el peso. Ovosk significa
“por si acaso” y era de uniformidad obligatoria por si acaso se encontraba algo
que llevar a casa…
CONTRAPORTADA
Segunda
de una trilogía iniciada con “Veintiún grados bajo cero”, “Ámbar” escarba en lo
más complejo del Alma rusa mezclando realidad con ficción, personajes
inventados con compañeros reales de fatigas, vino y rosas, en un intento de
hacernos comprender aquello que Churchill definió como “Un acertijo envuelto en
un misterio dentro de un enigma”.
Si
lo consigue o no, solo lo pueden decir los lectores aunque, según Rafael
González Crespo, cuando uno se introduce en el corazón de Rusia llega un día en
que se hace la luz y todo se vuelve de una sencillez endiablada…y es que allí
todo es posible y lo contrario…también.
¿Ficción?
¿Realidad? La ficción no existe porque la realidad la supera.
Portada de Javier Usón
Lorenzo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario