RAFAEL GONZÁLEZ CRESPO
Portadas cortesía de Javier Usón
No
es la primera vez, ni será la última, que hable sobre Rusia, los rusos o el
mundo eslavo en general, y quizás resulte reiterativo pero resulta que algo que
parece muy complicado es de una sencillez infinita aunque endiablada, infinita
por su dimensión tan cercana y, a la vez, tan alejada en un imaginario
condicionado por la irreal mala imagen eslava, y endiablada porque es tan
sencilla como el mecanismo de un peine, tan sumamente sencilla que no nos acabamos de creer lo que intuimos, lo que
vemos en una aguda torpeza que nos hace caer repetidamente en una
interpretación maniquea de las cosas que tenemos delante de los ojos.
Rusia,
para entendernos pues en realidad hablamos del mundo eslavo, es el orden a
partir del caos, un caos más mediterráneo que otra cosa y un orden muy
particular, semejantes ambos al que “disfrutamos” en España… porque, en
realidad, somos primos-hermanos…y trataré de explicarlo a lo largo de estas
páginas aunque, supongo, que con el escaso eco de siempre…
El
mundo eslavo es como una pintura impresionista, si nos acercamos mucho a ella
solo veremos pinceladas caóticas, manchas borrosas que no dicen nada…pero si
nos alejamos a la distancia conveniente se abre ante nuestros ojos un mundo de
colores, de sensaciones que nos hace disfrutar del silencio que solo la mirada
rompe…un hermoso mural en el que se mezclan todas aquellas ideas que germinaron
en la mente del pintor y que necesariamente son caóticas porque ni él mismo
estaba seguro de lo que hacía, de lo que sentirían quienes vieran su obra y, en
sus dudas o mejor dicho, sus dudas, se reflejan en la obra en un reflejo
caótico inspirado en …el mundo eslavo…
¿Lo
conseguiré? ¿Conseguiré abriros los ojos a esta obra impresionista llamada
Rusia? Solo lo sabré si leéis esta obra y me contáis luego vuestras impresiones
por caóticas que sean…y a lo mejor, solo a lo mejor, acabáis odiando a las
sardinas como Stalin, o como yo, pero os acercaréis a esa lámpara oriental
eslava como hacen las mariposas…hasta que se queman…
Primero
fue “Veintiún grados bajo cero”, después llegó “Ámbar” y ahora llegan las
sardinas de Stalin…!!! Que cosas se me ocurren¡¡¡
¿Que
como se me ocurrió esta idea? Odio las sardinas desde un día de Nochebuena de
1974 en el que sólo me quedaba para cenar de la ración de combate, y después de
tres días de patrulla, una triste lata de sardinas…me las comí, claro, y me
estuvo repitiendo el aceite hasta después de los Reyes Magos…
Como
soy el único de mi entorno al que no le gustan y ante la posibilidad de ser un
bicho raro, me propuse encontrar gente que también las odiara y, en mi
búsqueda, me topé con gente voriopinta, tanto como el propio georgiano…y decidí
escribir su historia…
Pero
¿Por qué realmente las odiaba? ¿Porque no era de Candás…? ¿Porque no conocía
las de Santoña…? ¿Porque combinan fatal con el vodka…? ¿Por qué es un pez con
mucha espina y pequeño y demasiado trabajo para poco rendimiento? O porque…
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