Moscú es mágica por si misma pero más aun cuando las estrellas cubren la Plaza Bella haciendo brillar los copos de nieve que se balancean para llegar a los adoquines impulsados por el aliento de Died Maroz como perlas que se han soltado del collar de una bella dama.,... cuando los escasos viandantes no la miran ni se hacen fotos sino que se apresuran a perderse por Varvarka o Nikolskaya camino de la estación de Metro más cercana soñando ya con el calor del hogar despues de una dura jornada...cuando solo los soñadores van despacio pensando en que en ella se cambió el mundo y mirando como se apagan las luces del GUM...cuando todo es posible y ,distraidamente, ese soñador empedernido se rasca el bolsillo para ofrecer unas monedas a esas babuskhas que aun esperan que el último turista lance algunas al kilometro cero de todas las Rusias ,delante de la puerta de Nuestra Señora de Iberia, en ese ritual extraño que garantiza volver a Moscú y que se repite en tantas ciudades.Yo nunca las echo alli..se las doy en la mano y pido que las repartan..me parece que en ellas aun queda la dignidad de las personas que lo dieron todo a cambio de nada...no me gusta verlas arrodilladas, no se lo merecen...mi castigo por no lanzarlas es que creo que por eso no se si algun dia volveré aunque es lo que más deseo....pero me niego a lanzarlas, yo no soy turista, soy viajero,...mi máquina de fotos es mi retina y mi taller de revelado es mi corazón....son historias de la Plaza Roja...de la que aun no se ha dicho todo...
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