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jueves, 22 de julio de 2021

1974


 

                                         1974

Malos tiempos para España..nuestra patria se ve azotada por el terrorismo amparado en el “santuario” francés y los terroristas pasan libremente de un lado a otro de la frontera …..alguien decide cerrarla a cal y canto y trescientos valientes divididos en tres bases, cien hombres por base, cierran  el paso a la maldad…

Día nueve de octubre de 1974…la COE 62 se establece en Vera de Bidasoa, la 61 en Lecaroz (Valle del Batzán) y la compañía de Esquiadores -Escaladores de Estella en Roncesvalles…

Los componentes de la 61dormimos la primera noche en la escuela de Irurita en donde escasos días antes se había producido un trágico atentado y al día siguiente acondicionábamos los sótanos de un convento abandonado tras declararse un incendio en él que lo destruyó.

Dos días después asignados los sectores de cada Sección, empezábamos a patrullar , dos jornadas de patrulla , una de descanso, y en poco tiempo mas ya nos movíamos por la línea de mugas sin necesidad de planos y viendo con rabia la impunidad con que los que atacaban la paz de España se movían  por los Alduides franceses.

Pronto el puerto de Verderiz , los picos del Gorramendi, Otanarte y Gorramaquil , Valcárlos o los 1300 metros del monte Autza ,que ya tenía plateada su cima, nos eran tan familiares como las veredas y vericuetos que llevaban a sus picos. La ventisca, el frio y la lluvia formaban con la niebla un paisaje embrujado

Patrullábamos con los dientes apretados y ante las miradas atónitas y desconfiadas de la población de la zona que no entendía ni lo que pasaba ni quienes eran aquellos soldados vestidos de lagarto y tocados de boinas verdes que cerraban el paso a los contrabandistas en los que se  escudaban los asesinos para moverse pero ya no lo harían nunca, no al menos mientras nosotros estuviéramos alli .

El tiempo pasaba y acabamos cerrando totalmente nuestra zona…llegaba la Navidad…y la nostalgia llenaba nuestros corazones  a la vez que nos daba fuerza para seguir adelante conscientes de que nuestro sacrificio significaría que en los hogares de España reinara esos días el amor y la paz.

No había un dia tranquilo, no había descanso posible y una noche de ventisca, en  la que era fácil perderse, solo encontramos refugio a la espera de la calma en un cementerio abandonado entre cuyos muros pudimos esperar a que las transmisiones y demás elementos funcionaran de nuevo.

Nadie especuló sobre quien patrullaría en Nochebuena, no se alteraron los turnos ni nadie planteó otra cosa asi que al frente de la Sección III salí, salimos los treinta y uno a cumplir con nuestro deber el 23 de Diciembre para volver el 26, un dia mas de lo habitual.

No había la movilidad ni las confidencias entre compañeros de otros días, cada cual iba ocupado en su pensamientos, yo también y, llegada la noche veíamos las luces del valle desde las alturas…

El día de Nochebuena hicimos un alto en la línea de mugas, a la altura de mil metros nevados…y allí abrí una lata de sardinas de mi ración de combate…algo había que comer para reponer fuerzas…

Comíamos en silencio, nadie hablaba porque teníamos la boca llena o porque pensábamos ...o por las dos cosas…

Cuando acabé la lata y mi bollo de pan casi duro me di cuenta que a mi lado estaba mi leal enlace, un cántabro de pocas palabras al que mas de una vez le había tenido que advertir de que no me siguiera porque iba a hacer mis necesidades…

No se de donde sacó un caramelo y me lo ofreció diciéndome que me vendría bien para pasar el sabor de las sardinas y se lo agradecí con la mirada, le pasé la mano por encima de su hombro y comencé a cantar “Noche de Paz” seguido por él.

Los restantes comenzaron a cantar también y se formó un improvisado coro que llenaba los montes de esas voces de hombre que parecían el eco  de una oración.. a mas de uno se le cayó una lágrima , lo se seguro porque a mi también se me escapó alguna.

Mi enlace en un momento me dijo que mirara al valle y escuchara…desde una colmena de luces salían las voces que querían acompañar a las  nuestras porque todo el pueblo cantaba con nosotros y quise pensar que miraban a las alturas para buscarnos en la noche. Aquella luciérnaga de luces y voces nos animó a cantar mas fuerte formando un coro de ilusión y de paz. Los vecinos del valle nos habían oído y cantaban con nosotros.

Cuando retomamos la marcha algo había cambiado en nuestro interior, la alegría sustituyó al cansancio , algunos silbaban la melodía del puente sobre el rio Kwai, luego pasaron al himno de Infantería y a veces, solo a veces, me parecía oir las risas del Basajaun, el duende de los bosques, que nos acompañaba en nuestra ya dislocada patrulla.

Al regreso todos de uno en uno nos abrazamos en silencio o con un  Feliz Navidad, algún tímido “a sus órdenes mi Teniente” e incluso sonrisas cómplices que disimulaban nuestro cansancio.

Nunca me sentí mas orgulloso de ser soldado ni de mis hombres a los que jamás dije que nunca volví a comer sardinas.

Nos relevaron en febrero, quince días en casa reponiendo los maltrechos y malos equipos , nuestros castigados cuerpos y nuestras almas.

Volvimos en Marzo pero ya las cosas no eran igual…en nuestras esporádicas visitas a los pueblos las miradas de los lugareños ya no eran las mismas, algún “buenos días”, alguna sonrisa, pase usted primero…algún dulce en la pasteleria del pueblo, el  regalo en Dancharinea de un cachorro de pastor alemán…todo invitaba a cantar de nuevo aquel villancico fuera de temporada.