igual de mal que los ocho primeros pero con la misma buena voluntad....
CAPÍTULO IX
La verdad tiene muchas aristas
En la Sudba no creía, o a lo mejor sí, pero en la
carabina de Ambrosio y en las pistolas del Coyote me parecía que sí porque las
cosas que me pasaban a mí no le pasaban a nadie…allí estaba sentado en una
silla de madera, creo que de cocina, anclada al suelo de la furgoneta con dos
listones atornillados al suelo y un conductor medio loco que dejaba a Vladimir
en pañales…supongo que las prisas de su actividad “profesional” le obligaban a
conducir de aquella manera pero yo no sabía a dónde agarrarme y mi trasero me
dolía y miraba a tras buscando desesperado
algo que poner entre mis posaderas y la madera…sin éxito, claro.
Me dio por reírme recordando un charlestón de no sé
quién que decía algo así como “Si vas a París papá cuidado con los apaches, si
en juerga de taxis vas procura salvar los baches…” y Viktor me secundaba con
grandes carcajadas sin saber el motivo de mi repentina risa. Pensé que cuando
vuelva a París supongo que me acordaré de estos viajecitos y tomaré un taxi de
lo más canalla para celebrarlo…
Después de tres horas por aquel camino, lodazal, bache
auténtico, llegamos a nuestro destino pero esta vez ni paramos a que los
vecinos nos saludaran, acompañaran, preguntaran, y fuimos directos a la casa de
Ruslán que nos abrió con un gesto amplio de su brazo invitándonos a entrar y
nos saludó diciéndome:
- Sabía que volvería, no se creyó ni una palabra de lo
que les dije e hizo bien. Aún me quedan cosas de su visita así que comeremos y
hablaremos y quizás le diga toda la verdad, mi verdad que la verdad nunca es
absoluta, y puede que le de algo que le ayude.
Entramos en la vivienda, acogedora, simple pero sin
falta y con su biblioteca impoluta. Quizás debería haberle traído algún libro pero
como nunca es tarde lo traería la próxima ocasión porque pensaba que este
encuentro no sería el último.
Viktor miraba todo con curiosidad y como nada sabía del objeto de nuestra visita,
se mantenía ligeramente apartado esperando, supuse, la oportunidad de saludar
lo cual hizo con un elegante ademán impropio quizás que sus maneras habituales.
Siempre me ha llamado la atención la Cultura general
de este pueblo, pueblo que comúnmente conoce otro idioma, habla de Literatura,
de Música, de Historia, con conocimientos superiores a la mayoría de la gente
de otras latitudes e incluso suelen tocar instrumentos musicales y siempre he
supuesto, aunque no lo conocía, que el recorrido educativo en la URSS debía de
haber sido muy largo.
Pasados los saludos, los brindis y los etc,s se hizo
una pausa esperando que alguien hablara sobre lo que me había llevado hasta allí
y para romperla me permití hablar el primero.
- Señor Mamedov, al salir de su casa vi una madera en
la corraliza con una inscripción que indicaba claramente haber pertenecido a un
vagón de tren soviético y tablas viejas rotuladas en alemán.
- Así es, dijo, vio usted bien pero seguro que se fijó
también en algo más…
- Si, fue mi respuesta.
- ¿Me podría decir que fue?
- Por supuesto pero no estoy seguro de si era lo que
creí.
- Adelante, respondió.
- Me pareció ver una escafandra de buzo y parte del
equipo que, unido al motor de una embarcación, bombea el aire para que se pueda
respirar. Soy de puerto de mar, de un mar muy bravío, el Cantábrico, y de niño
iba a ver a aquellos buzos que realmente no sabía lo que hacían pero que me
tenían absorto durante horas aunque siempre me acababan desilusionando porque
salían con las manos vacías, pero aun así, volvía y volvía siempre que podía y
me decepcionaba cuando no estaban. De mayor comprendí que su misión era repasar
los pilares del malecón corroídos por el mar y no la de pescar como creía
antes.
- Tiene razón eso es exactamente lo que vio aunque
hace muchos años que no se usa. De hecho ni siquiera sé si funciona.
- ¿Por qué no nos dijo la verdad el otro día?
- Tengo miedo a los rusos, se lo que hicieron con mi
pueblo y con todos los que se les opusieron. Usted habrá leído muchas cosas
sobre la URSS y sobre Rusia, algunas incluso buenas, pero yo lo he vivido en
mis carnes como todo mi pueblo y no creo en ellos. Siempre tienen una segunda e
incluso tercera intención. ¿Conoce usted el Cáucaso? Es una tierra fértil, con ríos
caudalosos y limpios en donde le gente vive feliz. ¿Sabe que tenemos un vino de
gran calidad y sabor? Si no viviéramos tan aislados lo exportaríamos pero ni
eso nos dejaron hacer. Tampoco es tan extraño que sepamos hacerlo porque el
primer vino sobre la Tierra nació en la península Arábiga y creo que ya le
hablé de nuestros orígenes, acabó tomando un sorbo de cerveza y un respiro.
- Y ¿por qué conmigo si hablará? interpelé.
- Usted es distinto, tiene la mirada franca y no
parece tener demasiado interés, quizás solo quiera saber la verdad, quizás se
divierta investigando pero sobre todo no es ruso, no es eslavo, es español y en
principio eso me basta.
Casi me rio con la respuesta, no muchas veces ser
español te abre una puerta aunque en Rusia si por esa extraña fascinación que
aquella gente siempre ha tenido por lo español y es que en muchas cosas nos
parecemos, ingeniosos, divertidos, casi latinos…y es que estamos aparentemente
tan lejos que casi estamos al lado, como si nuestros pueblos se hubieran escurrido
en la curvatura de la bola terráquea hasta tocarse. La realidad es que estamos
muy cerca, mucho más que lo que tenemos en nuestro imaginario pero es que
siempre nos hacemos ideas equivocadas de lo que no conocemos. No hace tanto
también yo creía que estábamos muy lejos.
- ¿Me contará lo que sabe?
- Si, ya se lo he dicho pero que le sea útil o no es
cosa suya y de nadie más.
Y dicho esto comenzó su relato.
“No dije toda la verdad en nuestro primer encuentro,
no mentí pero no dije todo.
Cuando llegué pensé en que estaba lo suficientemente
lejos y en un lugar al que nadie vendría como para quedarme en él. Quizás
estaba tan roto física y moralmente que la decisión de no seguir adelante fue
condicionada por mi estado pero lo cierto es que me quedé. Era primavera o verano, más bien primavera, del
1946 pero no puedo precisar la fecha.
Aquí encontré cobijo en una familia formada por un
padre y su hija quienes se apiadaron de mi estado y me ayudaron y animaron a
quedarme cuando ya había tomado cuerpo en mí la idea de quedarme. Era el hombre
del que les hablé, del que dije estaba loco y no mentí solo que llegó a ese
estado después…su hija fue mi compañera, la mujer que me hizo feliz y me
abandonó pronto.
Aquí y con ellos pasé algún tiempo, poco, hasta que una
noche oímos disparos, gritos, gemidos, gran estruendo, quizás explosiones y nos
asustamos mucho. Por las rendijas de la casa mirábamos sin ver nada, estaba
todo demasiado lejos y no pudimos volver a los camastros muertos de miedo como
estábamos Los gritos de agonía y el tabletear de las ametralladoras eran
constantes y martilleaban nuestros oídos pero nada podíamos hacer.
Al amanecer cesó todo y nosotros no nos atrevíamos ni
a hablar, ni tan siquiera asomarnos. Pensé que lo que fuera que hubiera
sucedido, aunque era evidente que había muerto mucha gente, se tenía que haber
producido al otro lado de en donde nosotros nos encontrábamos pero ni estaba
seguro ni conocía los alrededores y además poca importancia tenía entonces
salvo que aquello que parecía un horror se nos acercara…mejor silencio y no
llamar la atención ni siquiera de nuestros vecinos, vecinos que, como nosotros,
habrían escuchado aquello y también callaban.
Supongo que fuimos cobardes, eso que llaman la
responsabilidad compartida, que lo haga otro, lleva a la gente a la cobardía
colectiva y nos convertimos en cobardes colectivos como dice la teoría, algo
que se resume también en aquello de que el miedo tiene los ojos muy grandes.
Pasaron muchas horas antes de que reaccionáramos con
aparente normalidad y especuláramos
sobre lo sucedido y no éramos nosotros solos porque las ventanas de las escasas
viviendas seguían sin abrirse.
Era imposible que los combates llegaran hasta aquí
porque no llegaron ni en los momentos más duros de la guerra así que,
dedujimos, sólo podían ser ejecuciones, asesinatos más bien, de mucha gente
aunque ignorábamos los motivos.
Nos quedamos muy preocupados, silenciosos, y solo el
ruido de los quehaceres que producía la hija, Lena, rompía nuestros
pensamientos atormentados.
Así estuvimos dos o tres días más y cuando por fin
salimos, la orilla estaba llena de trastos, maderas, botellas y todo tipo de
restos que más bien parecían de un naufragio de aquellos débiles barcos que
surcaban nuestras aguas, o restos de un tren…
Una botella flotaba con algo dentro y la recogí con
curiosidad. Eran papeles apretujados y todo parecía indicar que eran mensajes,
escritos con la esperanza de que alguien supiera algo, o simplemente una broma
de los que suelen lanzar estos objetos al lago para saber tiempo después hasta
dónde había llegado pero no pude prestarle en principio atención porque un
hombre, quizás un cadáver, estaba tendido entre las rocas.
No sabíamos que hacer, nos acercamos con temor y le
vimos entero, con ropas militares echas jirones y lleno de sangre. Lo
intentamos girar para verle entero era de rasgos orientales, ojos rasgados,
quizás kazajo y decidimos sacarle de allí y tumbarle en la hierba. Estaba sin
sentido pero vivo pero allí no le podríamos ayudar.
Volvimos a casa a por una manta y unas maderas y le
trasladamos en unas parihuelas improvisadas.
Le quitamos la ropa, le lavamos las heridas con ayuda
de Lena pero aquello tenía muy mala pinta y no teníamos nada con que curarle
aquellas horribles heridas que convenimos serían de bala, solo trapos para
tratar de evitar que sangrara más y lo conseguimos a medias.
También le acercamos agua a la boca y conseguimos que
la tragara que nadie podría imaginar lo que aquel hombre habría pasado y seguro
que le hacía bien.
Al cabo de unas horas se despertó tremendamente
inquieto y murmurando palabras que no entendíamos, mirando a todos los lados y
procuramos tranquilizarle diciéndole en voz baja que éramos amigos y que estaba
a salvo. Seguramente tenía fiebre lo que nos preocupó más porque sólo podíamos
bajársela con trapos húmedos sobre la frente y los brazos y piernas y que se
quedará dormido otra vez nos tranquilizó porque pensamos que era de
agotamiento.
Durmió entre pesadillas hasta el día siguiente y
nosotros nos turnamos para vigilarle llenos de incertidumbre porque no sabíamos
qué hacer ni teníamos a quien pedir ayuda, solo algo parecido a rezar era
posible.
Cuando despertó, aún febril, no sabía dónde estaba. Se
lo dijimos y le advertimos que estaba a salvo entre amigos. Nos dio las
gracias, nos dijo que se llamaba Nikolai y que era de Yakutia, que se había
alistado para luchar contra el fascismo en el Ejército Rojo y que al final no
sabía contra quien luchaba.
Encuadrado en un conglomerado de tropas que se llamó
Primer Frente Bielorruso, fue separado con otros muchos de su unidad en los
combates de Konigsberg y empleado como escolta de un tren que nadie sabía
tripular y menos bajo el fuego, amigo y enemigo, con los alemanes en
desbandada, los tripulantes del tren muertos, vagones volcados y con la
consigna de hacerle retroceder. Todo un caos que él no sabía cómo se resolvió
pero si se acordaba de que mataron a todos los que se opusieron o dudaron. Se
subió al vagón que le mandaron y vagó por toda Rusia durante muchos días, no les
dejaban bajar en ninguna de las muchas paradas, siempre nocturnas y en parajes
aislados, en los que se descargaban cajas y se cargaban otras que pesaban como
muertos y que a él le parecían las mismas.
En una ocasión entre las rendijas de su vagón vio un
letrero de una estación y le pareció leer Omsk o Tomsk pero no estaba seguro de
nada salvo de que marchaban haciendo zigzag hacia el Este, lo cual averiguó por
el orto y el ocaso del Sol, casi siempre coincidente y más que del astro Rey,
se guió de la luz porque el Sol realmente nunca lo vio.
Su desconcierto fue cuando aquel tren infernal se
paró, parecía que definitivamente, y les mandaron bajar. Sus huesos lo
agradecieron mucho y fue la primera vez que comieron algo caliente pero había
un gran pero porque aquello que veían era un puerto y tenían delante un!!! mar
¡¡¡.
Le corregimos
su error y le advertimos de que seguramente pararon en Port Baikal, en donde
moría la línea férrea que un día cruzó el lago, justo enfrente de en dónde nos
encontrábamos ahora y que por supuesto no era un mar sino un lago.
Su cara de asombro solo era comparable con su
desorientación porque había perdido el sentido temporal y no sabía ni cuantos
días habían errado por el mundo ni en qué fecha estábamos.
Estaba lleno de preguntas para las que nosotros solo
teníamos simples respuestas y nuestro objetivo era que se curase de todos su
males y no que se esforzara en contarnos todo aquello para lo que ya habría
tiempo pero no tuvimos que esforzarnos mucho porque a cada poco se quedaba
dormido.
Pasados algunos días Nikolai mejoró ostensiblemente, y
poco a poco hablaba de cosas menos dolorosas, la familia, su casa, los amigos y
vecinos, el frío de su tierra…solo su juventud le salvó aunque si no lo
hubiéramos encontrado seguramente hubiera tenido un desenlace fatal.
Nada le preguntamos, su forma de expresarse denotaba
agradecimiento y haciéndonos partícipes de sus vivencias familiares parecía
sentirse bien, suponíamos que porque, por fin, pensaba en volver.
Por la noche tenía pesadillas que no podíamos entender
y, con el tiempo, aprendimos a dormir libres de preocupación lo que ayudó mucho
a sobrellevar aquella situación que aún ignoraban nuestros vecinos. Pronto se
levantaría y empezaría a caminar y sería obligatorio empezar a dar
explicaciones. Parecía que la vida continuaba otra vez…
Un día, tiempo después que no puedo precisar, nos
manifestó su deseo de regresar a su casa en cuanto pudiera moverse con cierta
normalidad, algo que entendimos perfectamente e incluso nos llenó de pena
porque habíamos tomado cariño a Nikolai, era ya como uno más de nuestra
minúscula familia.
Empezamos a hacer cálculos de cómo ayudarle a llegar a
Irkutsk hasta donde había una distancia
poco razonable para hacerla a pié y en el pueblo sólo había alguna
bicicleta oxidada y dinero apenas teníamos porque cuando se devaluó el rublo
quitándole tres ceros a la moneda sólo se dio tres días para cambiar los
billetes y a esta zona la noticia llegó mucho más tarde con lo que nuestros
ahorros se convirtieron en papel mojado. Nuestro dinero provenía de nuestras
exiguas ventas de hortalizas en los pueblos de los alrededores y una vez al año
en el mercado de la capital y convenimos que, en este tema, tendría que
arreglarse sólo muy a nuestro pesar.
Él comprendía la situación pero quería regresar con
los suyos y no podíamos ni debíamos evitarlo.
Nos afanamos por recuperar su estado físico dando ya
algún paseo ante el asombro de los vecinos que, al conocer su historia, le
acogieron con simpatía y bromeaban con nuestro amigo. Le hacían mil preguntas
que Nikolai contestaba con una sonrisa y paciencia infinita, sobre todo cuando
le pedían que les hablara de aquella lejana tierra en donde nació que no sabían
ni en donde estaba y que les parecía, como todo lo desconocido, una tierra
mágica, llena de duendes buenos y en donde, como en el reino de Felipe II,
nunca se ponía el Sol… error de bulto que él corregía con grandes carcajadas
porque en realidad casi nunca salía el astro Rey…
Las compresas de romaskha, manzanilla, que le habíamos
aplicado dieron un estupendo resultado,
aunque las heridas, tres, eran más bien superficiales, de haber sido más
profundas seguramente no hubiéramos podido hacer nada por él.
Personalmente me seguía intrigando como llegó hasta
nosotros y esperaba el momento adecuado para preguntárselo pero no hizo falta.
Estábamos los dos solos sentados en el banco de la
puerta tomando el sol y empezó a contarme en detalle sus sufrimientos, sus
desengaños revolucionarios y como llegó hasta aquí intentando salvar su vida
que querían cortar precisamente los suyos. Ya no sé quiénes son los míos salvo
vosotros, dijo con una amarga sonrisa. Y continuó:
“La vida en el tren era infernal, poca comida y
siempre fría, apenas agua potable al extremo de bebernos la orina muchas
veces…estábamos en él unos cien soldados que vigilábamos en las paradas y otros
treinta aproximadamente, que no llevaban uniforme ni distintivo alguno, nos
vigilaban a nosotros. Algunos soldados dejaban de luchar y se dejaban morir y
sus cuerpos se tiraban a la vía antes de que se descompusieran y olieran peor
de los hedores que ya teníamos en nuestro propio cuerpo. Me resultó curioso que
todos fuéramos de las regiones asiáticas de la URSS, Turkmenistán, Uzbekistán,
Yakutia, Kirguistán…pero tampoco le di mucha importancia y en nuestras largas
noches nos confortábamos contando cosas de nuestras tierras. Era verano, creo,
y el cielo se cubría de estrellas…
Siempre de noche y en sitios despoblados, hacíamos
paradas en las que se descargaban cajas de distintos tamaños y se cargaban
otras que pesaban como plomo. Llegué a la conclusión de que eran las mismas
cajas solo que más pesadas y todas rotuladas en alemán pero no se lo dije a
nadie. ¿Por qué? Pues porque algunas veces quitábamos tablas de alguna caja
para calentarnos en barriles o cubos prendiéndolas fuego y calentar la bazofia
que nos daban. Las primeras, las que suponíamos cargadas en Konigsberg,
llevaban cosas envueltas en telas relativamente pesadas pero las nuevas tenían
los mismos rótulos solo que al quitarlas las tablas en algunas aparecían
piedras y era absurdo que cargáramos con ellas. Todo parecía indicar que sustituían
su contenido pero era imposible saber el motivo aunque el robo parecía como el
más claro y muy bien organizado. Decidimos no arrancar más maderas por sí notaban
los hombres de oscuro lo que hacíamos, solo que a medida que avanzábamos hacia
el Este el frío era mayor por la noche y murieron más compañeros. Aquello se
convirtió en un viaje al Infierno sin billete de vuelta.
Personalmente decidí sobrevivir y estar muy atento
porque si se habían dado cuenta de que conocíamos el cambio de las cajas, seguramente
pasaría algo nada bueno cuando ya no nos necesitaran…
El transito duró en torno a cuarenta y cinco días
contados según la luz de cada jornada y la oscuridad de la noche aunque no
siempre pude apuntarlos todos por lo que el cálculo es aproximado y estimo que
llegamos aquí a finales de Septiembre o principios de Octubre, aunque ahora no
se en que día estamos, comentó mientras yo asentía con la cabeza y con la mano
le indicaba que era veinte de Octubre mostrando la mano abierta cuatro veces y
dirigiéndola hacia él.
Pero no me hagan caso porque en el tren vivimos casi
unos cuatro meses porque cuando el Primer Frente giró hacia Alemania, camino de
Berlín, nosotros retrocedimos hasta Minsk en donde estuvimos haciendo maniobras
y cambiando vagones muchos días. Allí estuvimos bien, y hasta las chicas nos
trataban con alegría, éramos soldados que estábamos salvando a la Patria y a
punto de conseguirlo, solo que yo no las hacía caso porque pensaba en mi novia
de Yakutsk.
Tengo muchas dudas sobre las fechas porque los
terribles combates de Konigsberg ni se cuanto duraron ni quiero recordarlos…sangre
y muertos por todos los lados y de los dos bandos…los alemanes era muy jóvenes,
más incluso que nosotros, casi niños…y muchos de los nuestros tenían dudas a la
hora de disparar. No quiero ni pensar en ello.
Al llegar aquí no sabíamos ni donde estábamos pero
tampoco nos preocupaba, nos pudimos lavar en el agua, comimos caliente y
nuestras necesidades quedaron ampliamente satisfechas y hechas con la intimidad
necesaria. Solo el hecho de respirar aire puro, de estirar el cuerpo entumecido
de dormir sobre la madera de los vagones y sentir cierta caricia del sol nos
hacía reír como si estuviéramos de excursión. No sabíamos si había acabado la
guerra, aun no lo sé, pero no nos importaba, estábamos a salvo y sólo eso
importaba. De repente todo había pasado, todo era bello como nuestro país al
que habíamos salvado entre todos con nuestro esfuerzo y con nuestra sangre y
nos bañábamos en el agua jugando como los críos…
Algún día después, nos pusieron a trabajar en la
descarga de los vagones y nos pusimos a ello con la inocencia de quien
realmente siente que la vida le vuelve a sonreír. Las cargas eran muy pesadas y
ya no estaban los que furtivamente las cambiaban en nuestras paradas aunque si
seguían aquellos civiles que nos vigilaban sin que nadie les vigilara a ellos…
Tardamos varios días en bajar y apilar las cajas y,
cuando acabamos, el tren retrocedió y desapareció, desprendido ya de varios
vagones tan deteriorados que los tiramos al agua.
Aún estuvimos parados tres o cuatro días esperando a
que llegaran algunos barcos pequeños que
se llevarían a no sabemos dónde aquellas misteriosas cajas, cajas que
tuvimos que cargar en ellos, que hacían viajes de ida y vuelta y no a mucha
distancia porque no tardaban mucho en regresar y además su marcha, pensé,
debería ser lenta necesariamente, por la carga y porque el agua comenzaba a
espesarse con el frio dificultándola.
Un mal día, acabada aparentemente nuestra tarea, nos
mandaron formar sobre un muelle de madera que se adentraba en el agua. De
repente llegaron unos camiones, creo que cuatro, levantaron las lonas y varias
ametralladoras dispararon sobre nosotros que empezamos a caer como las piezas
de ese juego que se llama Madera y Negro. Me dieron y también caí agarrado a
una tabla y empecé a nadar como loco huyendo de aquello. Asustado, agarrotado y
desconcertado, nadé y nadé agarrado a mi tabla en dirección a una luz que veía
a lo lejos e incluso creo que me quedé dormido o desvanecido sobre ella…La luz
se hizo primero exigua y después nula cuando creo que llegó el amanecer pero no
me paré hasta llegar a unas rocas en las que me escondí…lo demás ya lo
sabes…sin vosotros estaría muerto, sin vosotros nunca volvería a casa…”
- Eso es lo que nunca conté, dijo Ruslán, ni tampoco
conté lo que sucedió después.
Viktor estaba anonadado con el relato, un buen
ciudadano que creía a pies juntillas las maravillas soviéticas y la gran
victoria en lo que conocía como la Gran Guerra Patria, y yo casi pero
permanecimos en silencio ambos respetando la pausa y el dolor que el recuerdo
traía a aquel hombre.
Pasado un embarazoso silencio, continuó.
- Creo que se confundía en las fechas salvo en las de
su llegada nuestra casa, porque Hitler se suicidó en Mayo de 1945 cuando
nuestras tropas ya habían entrado en Berlín pero, la verdad, no creo que eso
sea importante. En realidad eso lo supimos mucho después y tampoco yo mismo
estaba seguro de la fecha en la que llegué.
Nikolai un día se marchó sin que pudiéramos hacer
mucho por ayudarle. Nos regaló su última sonrisa y aun le puedo ver sendero
abajo con un petate que le cosió Lena y en dónde llevaba comida, poca, para el
camino. Nunca más lo vimos, no sabemos si llegó a su casa pero no descarto aun
que se ponga en contacto conmigo porque desgraciadamente nadie más queda de los
que le conocimos.
Su ausencia nos dejó llenos de dudas, vacíos, nos
habíamos volcado en él y ahora nuestros días, dedicados a los trabajos
cotidianos, eran muy largos y nuestras noches aún más. Nos llegamos a
acostumbrar, el tiempo lo cura todo, y dejamos de hablar sobre aquella persona
que llenó por un tiempo nuestras vidas aunque, estoy seguro, estaba seguro, de
que en nuestro fuero interno no lo olvidábamos y estaba en lo cierto…
- Debemos estar orgullosos de haber ayudado a aquel
chico, me dijo mi compañero, y no dejo de pensar que somos mucho más solidarios
los que nada tenemos, quizás porque no tenemos miedo a perder nada.
- Tienes razón, contesté, y espero que él ayude a
otras personas, que nuestro recuerdo le sirva para ser mejor. Me gustaría saber
si ha llegado a su casa pero ha pasado ya mucho tiempo…
- ¿No tienes curiosidad por saber que hay de cierto en
lo que nos contó?
- `Pues si te digo que no, mentiría pero tengo miedo
de que no nos guste lo que encontremos aunque sea un tesoro…porque no sabríamos
que hacer con él y porque estaría manchado de sangre. Por otra parte no sé cómo
podríamos encontrar nada, yo ni siquiera sé nadar aunque nací al lado de un
rio.
Por toda respuesta me llevó a un cobertizo cercano al
agua y levantando una lona me mostró ese trasto que usted vio en su primera
visita montado sobre un barca. No sabía lo que era y su explicación no me
convenció porque no la entendía.
Con grandes carcajadas me dijo que sería él quien
buceara, que yo sólo tendría que quedarme en la barca evitando que se moviera
del lugar y atento a una cuerda de la que tiraría cuando quisiera subir a la
superficie para que el motor le ayudara a subir porque sus pesadas botas con
suela de plomo no le permitirían subir por sí mismo.
Me entró el pánico al oírle, el agua siempre me ha
dado miedo y tengo claustrofobia, las dos cosas juntas me alejaban de cualquier
aventura como la que mi amigo me proponía y me negué en redondo a seguir
escuchándole, no quería participar en algo que pudiera poner en peligro su vida
y quedarme sólo. Es posible que piense que era egoísmo, que también, pero sobre
todo era miedo, ese sentimiento irracional que todos tenemos a algo y que
ningún razonamiento nos le hace desaparecer.
No insistió ese día…pero los siguientes fueron un
bombardeo en el que encontró el apoyo sibilino de Lena que probablemente vio en
todo aquello una forma de buscar otro futuro allí o en cualquier otra parte, de
forma que mi fortaleza, presunta porque solo se basaba en el miedo, se fue
minando poco a poco y trataba de convencerme de que si lo había hecho muchas
veces era porque se podía y porque sabía y, poco a poco, hasta me reprochaba no
ayudar a quienes me habían acogido en su casa, en su hogar.
Un buen día me planté delante de él y le dije:
- Estoy dispuesto, enséñame lo que tengo que hacer y
vamos a ello.
- Tendremos que repasar todo, arreglar las juntas de
la barca, engrasar los motores…Estate tranquilo que no será mañana ni pasado y
ahora a comer que necesitaremos fuerzas.
Estuvimos mucho tiempo arreglando aquello, engrasando,
hundiendo la barca en el agua para que la madera se hinchase, probando el traje
de buzo, la maquinaria, el motor, y haciendo un plan de cómo actuar. El tubo
que suministraba el oxígeno solo alcanzaba unos cuarenta metros por lo que
nuestro límite de trabajo sólo alcanzaría muy poca distancia desde la ribera.
Si admitíamos que Nikolai dijo que el trayecto de los barcos era corto, quizás
tuviéramos suerte y de no ser así nuestra aventura acabaría muy pronto.
Cuando todo estuvo preparado y comprobado, fuimos
varios días a Port Baikal y con una cuerda de la que colgaba un saco con
piedras, fuimos midiendo la profundidad.
Lo que pudiéramos llamar la plataforma rocosa del
fondo tenía muy poca profundidad lo que alargaba nuestra zona de operaciones a
unos ochocientos metros pero no teniendo ni idea del rumbo tomado por las
embarcaciones, nos pusimos de acuerdo para empezar en torno a los quinientos
metros del puerto y recorrer la línea de Norte a Sur, de izquierda a derecha, y
nos propusimos recorrer cada jornada cuya duración dependería de la luz
natural, una franja en forma de
circunferencia y de no más de cincuenta metros de anchura, más o menos
lo que alcanzara la vista bajo el agua y a los metros de la tubería del oxígeno.
Dicho y hecho y tan pronto salía el Sol, estábamos en
la barca y tardábamos en llegar al otro lado una media hora y trabajábamos unas
cuatro o cinco horas aunque al buzo había que sacarle cada hora para que
oxigenara directamente del aire y descansara de algo que a mí me resultaba muy
duro.
Marcamos el inicio de nuestra tarea con una vieja
rueda anclada con un saco relleno de piedras pero solo teníamos una por lo que
casi cada día teníamos que empezar de nuevo o a ojo de buen cubero, con el
augurio de que tardaríamos mucho y con pocas posibilidades de encontrar nada.
Estuvimos unos diez días explorando y si bien me
parecía que perderíamos el tiempo, mi amigo estaba entusiasmado con la tarea y
no paraba de hablar del fondo marino que veía ni cuando, ya por la tarde,
recogíamos tablas con la que íbamos construyendo un nuevo cobertizo, tablas seguramente
desprendidas de las cargas transportadas y rotuladas en alemán, para nosotros
incomprensible.
Un mal día no llevábamos en la tarea ni diez minutos
cuando mi amigo tiró de la cuerda que servía de testigo desesperadamente para
que lo izara. Lo hice apresuradamente y asustado por lo que hubiera podido
pasar.
No era persona humana, a través del cristal de la
escafandra vi sus ojos fuera de las órbitas empecé a quitársela lo más rápido
que pude. Nada más verse libre comenzó a gritar ¡!!Están todos muertos, están
todos muertos¡¡¡” y se agarró a mí de tal forma que casi vuelca la barca y
caemos al agua.
Le pregunté qué pasaba pero solo repetía lo de que
estaban todos muertos.
Volvimos a nuestra ribera sin articular palabra y
empecé a pensar que había dado con los restos de aquellos a los que
ametrallaron a los que, sin duda, tiraron al agua con algún peso para que no
salieran a la superficie, seguramente comidos en parte por los peces, lo que
configuraría un tétrico espectáculo.
Nunca más volvió a decir nada coherente, apenas
hablaba y su mirada estaba perdida. Los vecinos empezaron a decir que se había
vuelto loco y, poco después, murió dejándonos muy solos.
Y esta es la historia tal como yo la recuerdo, tal
como la viví y, como ya le he dicho, esta es mi verdad pero ya sabe usted que
la verdad tiene muchas aristas. Las de mi verdad están clavadas en mis recuerdos
como puñales, concluyó, y nunca he hablado de ello, antes bien lo negué cuando
otros, como ya le he dicho, vinieron antes.
Me quedé estupefacto, lo que contaba era tremendo y no
tenía ningún motivo para mentir y la cara de Viktor, demasiado joven, era un
poema, se acababa de enterar de la parte oscura de la Historia de su país.
CAPITULO
X
Las botellas no siempre contienen vodka
Ruslán me extendió unos papeles antes de despedirnos,
me dijo que eran los que había encontrado en la botella. Usted ya los conoce,
me dijo, porque dejé fotografiarlos a aquellos que me preguntaron antes por
todo esto. Pero he dedicado, comentó, muchas horas a recomponerlos sin resultados,
solo palabras sueltas. Antes de meterlos en la botella quien fuera que los
escribiera los tuvo escondidos, quizás en un bolsillo. A ellos nos les di mi
transcripción aunque tampoco les hubiera servido pero fue como un gesto de
rebeldía, no tenía por qué ayudarles. Espero que usted los saque provecho, yo
no he podido.
Nos despedimos con un sincero apretón de manos, no
sabíamos, o si, si nos volveríamos a ver. Él se quedó con aire cansado y triste
sentado en el umbral en el que nos habíamos separado y Viktor y yo nos metimos
en la furgoneta en medio de un silencio perturbador. Me entraron ganas de
decirle que volvería a verle, que haríamos una barbacoa, que cantaríamos y nos
reiríamos pero como soy bobo no se lo dije.
Hicimos el camino de vuelta callados, ninguno tenía
ganas de decir nada, supongo que por motivos diferentes y ni siquiera me di
cuenta de los baches aunque creo que mi amigo conducía muy despacio como si no
tuviera ningún interés en llegar a ninguna parte o porque no quería desazonarme
más o por las dos cosas…
Mis sentimientos eran encontrados, de distinto sentir
emocional. Por una parte el conocer de boca de quien había sufrido en sus
carnes otra tragedia estaliniana, no ayudaba a mi equilibrio emocional y, por
otra, queriendo que la cabeza superara al corazón, me desazonaba más aun el que
sabía mucho sobre el ámbar, el tren y el Baikal pero no me servía de nada y
diría que ni falta que me hacía, de hecho no era capaz de poner en orden todo
lo que había escuchado, ni en tiempo ni en espacio, todo envuelto como estaba
en sufrimiento y sangre.
No me cuadraban las fechas de nadie con las de la
guerra, ni las de la duración del viaje del tren siquiera, pero no importaba,
nada importaba en aquella tragedia, ni creía tuvieran ningún significado porque
nadie estaba en condiciones de recordarlas ni entonces ni ahora. Y el ámbar
ahora era de color rojo sangre y ya no me gustaba.
Al separarnos no sabíamos que decir, simplemente nos
abrazamos y cuando me llevé la mano al bolsillo para pagarle, con un gesto muy
ruso de agitar la mano a la altura de la cara y hacia adelante, rechazó el
dinero.
Como soy demasiado espontáneo y, como para romper el
momento, le dije que le compraba la moto. Viktor esbozó una rara sonrisa, sin
ganas, y me contestó que no, que era su juguete pero que me la prestaría cuando
la necesitara o quisiera darme una vuelta en ella.
La furgoneta se alejó y aun esperé unos minutos
fumando un cigarro antes de entrar. Seguro que Olga nos había oído llegar pero
es que no sabía cómo explicarla lo que aquel hombre nos había contado.
En contra de mi manera de ser, pasé varios días sin
hacer nada, durmiendo y haciendo el vago incluso en las tareas domésticas en
las que solía ayudar. Tenía una empanada mental de tamaño familiar y no era
capaz de hacer un resumen de lo que había escuchado ni de ponerlo en un orden
cronológico. Dicen que, a veces, cuando uno se sumerge en una Cultura que no es
la suya queda tan anonadado que tarda mucho tiempo en asimilar lo que ha visto,
lo que ha oído, lo que ha vivido… y que le suele pasar a los viajeros, pero no
a los turistas. Parece evidente que yo era viajero, casi nunca hago fotos, mi
cámara es mi retina y mi guía mi curiosidad.
A veces tomaba los papeles de la botella y Olga me lo
reprochaba con un mohín y ladeando la cabeza, con eso gesto de déjate ya de
esas cosas que acaba cuando, un día, te dicen eso de te lo dije…
No dijo eso pero, desayunando comentó:
- Si tienes que irte, vete cuanto antes, no me gusta
verte así.
- No es eso, no tengo que ir a ningún lado ni quiero
hacerlo, respondí, simplemente estoy desconcertado y, no te enfades pero creo
que tu hijo no me ha dicho la verdad porque no me encaja nada y es imposible
que empiece una aventura que le resultará cara y de incierto final sin saber
más. Ruslán, el hombre al que hemos ido a visitar, ha sido sincero conmigo pero
no sabe nada de nada ni lo quiere saber. Me dijo que no quería saber sino
olvidar… y no sé si me pasará lo mismo a mí.
- Pues déjalo, tira esos papeles y olvídate de todo
esto pero despierta y levántate.
- No es tan fácil, está también Vladimir y no le voy a
dejar sólo.
- Ni yo te lo pediría, por ti y por él, contestó, pero
si no se puede con una cosa hay que dejarla y olvidarla. Cuéntame lo que sabes,
quizás hablar te ayude.
- Puede ser que tengas razón pero no sé ni por dónde
empezar. Bueno el principio ya lo conoces pero no tengo la menor idea de por
dónde comenzar a buscar, a preguntar, a saber y casi te diría que el ámbar aquí
no tiene nada que ver por muy engarzado que estuviera en oro y plata. Me parece
que de seguir en esto llegaremos a las cloacas de la parte más sucia de la
URSS.
- Inténtalo, cuéntamelo, repitió.
La conté con cierto detalle la historia de Nikolai y
la de Ruslán y su amigo sin omitir los detalles más dolorosos y con cara
asombrada me pidió que recopilara para ella lo que sabía sobre el tren y el
famoso tesoro por saberlo y por si a ella se le ocurriera algo aunque en
realidad no sabía qué.
¿Recopilar? Nada… Sabía lo que me había contado
Aleksander, poca cosa, lo que me había relatado el checheno y lo que había
leído.
Un tesoro de ámbar de gran valor, seis toneladas
aproximadamente, montado sobre plata y oro desaparecido sin que nadie supiera
cómo de Kaliningrado, antes Konigsberg, robadas en el sitio de Leningrado en
donde fueron embarcadas en un tren camino de Alemania. Nadie sabe si lo
destruyeron con los bombardeos, si retrocedió como mantenían Aleksander y
Vladimir, si lo embarcaron en un buque que luego se hundió como se contaba, o
lo hundieron, y ni una sola pista.
El tren debiera de tener, según mis cálculos,
demasiados vagones para una locomotora, debería haber maniobrado entre vías
férreas bombardeadas y entre combates tremendos con personal nada
profesional…tren, que después, hace supuestamente un largo recorrido hasta la
Siberia profunda haciendo paradas para cambiar el contenido de unas cajas
rotuladas en alemán, presuntamente, y según el relato de Nikolai-Ruslán, por
piedras o algo muy pesado, algo que luego se hunde en el fondo del lago junto
con los cadáveres de todos los supervivientes que participaron en aquel viaje
tremendo a lo largo de Bielorrusia y Rusia, durante muchos días.
En las cajas
rotuladas alguien leyó la palabra amber lo cual no es, no era, motivo
suficiente para estar detrás de uno de los mayores misterios de la URSS y la
Gran Guerra Patria.
No me atrevía a decir a Olga que su hijo mentía, y no
era la primera vez, pero estaba convencido de que había mucho más, muchísimo
más. Quizás mentir no es la palabra exacta pero de que algo ocultaba estaba
absolutamente seguro a pesar de que bien sabía que no siempre las cosas eran lo
que parecían sino todo lo contrario, pero era que ya este personaje no me
inspiraba ninguna confianza porque ya me había mentido demasiado.
Sorprendentemente me comprendía como yo no podía
suponer porque dijo:
- No tienes por qué creer a mi hijo, forma parte de un
tiempo nuevo que no podemos comprender, gente joven que solo quiere ganar y
subir y no va a cambiar porque pertenece a la generación de las prisas, del
dinero que da las cosas caras y así los crearon en el KOMSOMOL…en Moscú vi todo
y de todo y los conozco muy bien. Me gustaría que fuera de otra forma pero la
realidad es como es. Ya me gustaría saber, nunca me lo ha dicho, quien le
recogió y con quien vivió que quizás explicaría muchas cosas y no lo hará nunca
porque no quiere que lo sepa porque cree que no me va a gustar pero tengo muy claro que le
acogieron los mismos que mataron a mi padre.
Vladimir es tu amigo, incluso un hermano ¿Por qué no
le llamas? Él nunca te mentirá aunque quizás no sepa nada, estará en Tsinvali
con su familia y deberás hacerlo antes de que se vaya a investigar a
Bielorrusia.
También déjame los papeles, aprendí cifrados en el
mundo subterráneo, cifrados con los que los niños se comunicaban. En cualquier
caso tú no sacarás de ellos nada obsesionándote. Y no eres tan listo como te
crees, te has aburguesado…
Me quedé pensativo, ella tenía un cierto sentido
práctico de todo y lo demostraba continuamente. No pensaba más allá de lo que
no entendía y, como en este caso, o buscaba respuestas en quien las tenía o
olvidaba el asunto así que, entendiendo que tenía razón una vez más y que no
había otra solución, la contesté que mañana le llamaría sin falta y dejé los
papeles encima de la mesa de trabajo como me había pedido.
Pasé la noche medio en blanco, con ese sueño que
alterna tiempo en el que no se sabe si se está despierto, dormido o soñando. Me
daba cierto temor llamar a Vladimir y no sabía el por qué, me decía a mí mismo
que no debía preocuparme pero algo, el instinto, me indicaba que no todo iba
bien al menos no como debiera. Y además
me jorobaba que Olga pensara que me había aburguesado aunque no sabía muy bien
que había querido decir…Alfredo Vigón todo un burgués¡¡¡ manda …narices…!!!
Calculé el cambio de hora para no despertar a nadie y
casi a la hora de la comida llamé.
Una voz destemplada, de mujer, contestó con el
consabido slushayu.
- Buenos días señora, dije ¿Está Vladimir en casa? Soy
su amigo español Alfredo Vigón.
Los gritos debieron de oírse en el centro de la
Tierra. “No es usted bien recibido en esta casa, es usted un diablo que se
lleva a mi marido sin saber yo a donde. Cuando llega a casa está siempre
borracho y no habla…” y otras lindezas, supongo que debieron ser horribles
porque recurrió a su lengua materna, o eso creo, para escupir las palabras cada
vez más altas en tono más que insultante, amenazador para colgar después sin
darme ninguna opción a contestar. Sabía yo que algo no iba bien…
Me quedé mudo ante la mirada inquisidora de Olga que
no daba crédito a lo que la expliqué sin encontrar respuesta a lo sucedido. Me
hizo un gesto cariñoso y volvió a sus cosas.
La única posibilidad de saber algo más acababa de
esfumarse porque llamar a Aleksander estaba descartado de antemano y lo peor
era que se echaba el invierno encima y, como en todas partes allí, hasta
febrero nadie le daba un palo al agua y no precisamente por vagancia sino por
la imposibilidad material de salir a la calle. Los italianos tienen el Ferro
Agosto, los rusos el Ferro Invierno y ¿los españoles? ¿Que teníamos los
españoles?
Desconcertado, indeciso, me preguntaba si alguno de
los dos interfectos, tendría la intención de llamarme y comí en silencio con la
mirada vacía, vacía como mi cabeza.
Es muy duro hacerse mayor. Siempre pensé en lo bonito
que sería envejecer con dignidad pero resultaba que yo, un hombre joven, muy
joven todavía, no encontraba ni soluciones ni salidas a situaciones que no ha
mucho formaban parte de mi vida cotidiana como si de beber un vaso de agua se
tratara. Pero filosofar ya no me servía de nada. El caos reinaba en mi cabeza,
ese gran caos ruso que conduce a un pequeño orden pero ¿Cuándo?
Me preparé para hibernar como los osos aunque no tenía
ningún gran plan establecido pero si me propuse pedirle la moto a Viktor e ir a
visitar a Ruslán antes de que cayeran las nieves para lo que, previamente, le
compraría tres o cuatro libros de Historia.
Dicho y hecho me presenté sin previo aviso, no tenía
como hacerlo, vestido de “La hormiga atómica” sobre la moto
antediluviana…Sonrió al verme francamente, sabía perfectamente que la visita
era pura y dura amistad.
Le di los libros, una “Historia ilustrada de la
Revolución francesa”, “La España de Carlos III”, lo único que encontré en la
Casa del Libro sobre nuestro país, y una novela de Le Carré que se desarrollaba
en Rusia y él correspondió con una antiquísima edición de “Diez días que
estremecieron al mundo” del periodista americano John Reed sobre la Revolución
bolchevique y que tomó partido revolucionario haciéndose así famoso aunque no
sabía si gracias al libro porque, por supuesto, no le había leído.
Reímos, charlamos, paseamos por la ribera disfrutando
de los maravillosos ocres del arbolado, del silencio y del cantar de las aves…y
andando, andando, andando llegamos a un diminuto camposanto en donde, con signo
respeto, se quitó su ushanka y me guió a su parte lateral derecha.
No hizo falta que me dijera nada…una tumba en tierra
con una cruz ortodoxa, un nombre, Vladimir Vladimirovich Gopieev y una fecha,
23 de agosto de 1946 y al lado otra con el nombre de Lena Vladimirovna Gopieeva
y la fecha de su muerte: 4 de mayo de 1961.
Estuvimos allí unos diez minutos sin decir nada,
quizás rezamos, al menos yo a mi manera lo hice, y antes de que se hiciera muy
tarde para que yo volviera, retornamos a su casa casi en silencio.
La visita no me dejó indiferente porque creía que
debía hacerla y estaba convencido de que a Ruslán le hizo bien hablar de
cualquier cosa que le trajera amables recuerdos, de Historia por ejemplo, y
olvidar lo malo para recordar lo menos malo, buena aunque difícil manera de
sobrevivir mentalmente. En todo caso estaba contento porque hice lo que debía,
lo que le debía.
Llegó la primera nevada, suave pero densa y suficiente
para tener que encender la chimenea. No es que el invierno no me guste, todo lo
contrario, sino que me pilla siempre por sorpresa, como sin avisar, y en
realidad en esta parte del mundo siempre viene así produciendo un paisaje
impresionante y un silencio que se escucha en la noche aunque solo por los
soñadores.
También me ponía nostálgico y me daba por silbar y
tararear entre dientes aquel tango de Carlos Gardel que decía algo así como
“…las nieves del tiempo platearon mi sien…” pero no desde siempre, solo desde
que me di cuenta de que algún pelo blanco asomaba en mi cabeza y parecía reírse
de mí porque se retorcía como en una carcajada y daba, me daba, la impresión de
que cuantos más me quitaba más me salían en una especie de summum del
cachondeo.
Después venían unos días muy fríos pero sin
precipitaciones, quizás algo de lluvia de esa que en algunas partes se llama
calabobos, porque a lo bobo, a lo bobo, te van calando…
En mis reflexiones posaba la vista sobre aquellos
papeles sin posible interpretación pero, siguiendo el consejo de Olga, los
dejaba tal cual, los movía un poco y seguían sin encajar de ninguna manera.
Contenía palabras sueltas descifradas por Ruslán, tren,
soldados, Omsk o Tomsk, Valodia, joyas, cajas, disparos…palabras sueltas que
nada decían en número aproximado de cien…las cotejaba con el original y
bastante había hecho el checheno poniendo a limpio aquel galimatías. Las
palabras las había cambiado mil veces de posición, como si formaran un
crucigrama o un autodefinido pero que si quieres arroz Catalina. Y lo más
intrigante era la hoja que tenía claros dobleces con palabras también sueltas
sin ningún sentido.
Días después, cuando ya nevaba con intensidad y no me
hacía ninguna gracia ponerme las raquetas para ir a la ciudad, encontré un
barco de papel, de esos que se hacían en el cole cuando nos enseñaban la
papiroflexia y en una de sus caras se leía perfectamente entre la vela y el
casco una frase y una dirección: “Por favor quien lo encuentre que avise a la familia
Jasbulatov en la ulitsa Gerzen nº 7-1-4 A de Taskhent, soy su hijo Memet”
Me quedé tan impactado que ni siquiera pregunté a Olga
como lo había hecho porque, evidentemente, había sido ella que me encontró
desmadejado en la butaca con el barquito entre las manos.
- Te dije que no te obsesionaras, habló, y que ya se
nos ocurriría algo si lo dejábamos tranquilo. Ahí lo tienes, esas palabras
sueltas formaban una frase al ser dobladas adecuadamente. Los papeles hechos
bolas ya estaban muy mal antes de meterlos en la botella y supongo que estaban
escritos con algún palito cortado de una rama y manchados de cenizas del fuego.
No podían durar. En cuanto al barquito…escondía dos tipos de dobleces, los del
barco y otros hechos en forma de abanico seguramente para poderlos meter por el
cuello de la botella, y estaban escritos mejor, probablemente con carbón, solo
había que doblarlos adecuadamente.
Si, ya sé que no era lo que pensabas encontrar y que
ahora no sabes qué hacer con esta noticia. El chico, el que fuera, supongo que
era joven, estará en el fondo del lago, quizás su familia ya no viva en esta
dirección y menuda papeleta ir a contarles lo que ni siquiera sabes por más que
lo creas. Sé que en cuanto puedas harás gestiones e intentarás verles si los
encuentras pero no será ni hoy ni mañana y en la primavera te espera mucho
trabajo.
¿Ves cómo las botellas a veces no contienen vodka?,
acabó mirándome con esa insolencia infantil que empleaba antes de decirme
aquello de que los extranjeros éramos…solo la faltó añadir que no sabíamos ni
descorchar… y tenía razón porque a mí lo del descorche siempre se me dio muy
mal.
Me sorprendía cada día y además lo hacía con tal
naturalidad que mostraba una inteligencia extraordinaria a lo que unía todo,
bueno y malo, lo que la había enseñado su dura vida. Y más sorprendente era que
solo recordara lo bueno sin lloriquear por ello, sin mostrar sus miedos y en
cambio, enseñando una delicadeza que nadie podría espera si conociera su vida.
Y encima me tomaba el pelo…
CAPITULO XI
Kompromat
Las fiestas de Navidad siempre se celebraron en Rusia
aun en la época de la peor represión, en la intimidad del hogar, desprovistas
las más de las ocasiones del sentido religioso e incluso como una forma de
despedir la temporada en la que el tiempo atmosférico permitía desarrollar la
vida cotidiana con cierta normalidad, de mil maneras, pero se celebraban.
Hoy han vuelto con más fuerza, con más sentido
religioso, la gente se pone sus mejores galas para ir a la iglesia a celebrar
el nacimiento de Jesús, llevan cirios encendidos, sus objetos más queridos para
que sean bendecidos e incluso aprovechan para bautizar a los recién nacidos, o
no tanto, y adultos que, como San Pablo camino de Damasco, adoptan una Fe
tardía propiciada por aquello de que la gente cuando le falla la tierra mira al
Cielo. Un General americano, cuyo nombre he olvidado, decía que en combate no
había conocido a ningún ateo…debía de tener razón…
Nosotros hicimos aquello de donde fueres haz lo que
vieres, nos pusimos nuestras ropas de domingo, por llamarlas de alguna forma,
fuimos a la iglesia en la Nochebuena, rezamos como todos y, personalmente, vi
una religiosidad que nunca conocí en la España católica, y la vi en el respeto,
en la actitud, en la ceremonia en sí, en los maravillosos cánticos
ortodoxos…verdaderamente emocionante.
¿Lo peor? Volver de noche a casa emperifollados y con
raquetas de nieve…ridículos totales aunque nadie presta atención a estas cosas
aquí, salvo los extranjeros…con Olga con la cara, como la mía, colorada como un
tomate, y no precisamente negro de Crimea sino más bien de La Rioja…nos dio por
reírnos, era una noche diferente, y de haber sido en otra temporada quizás
hubiéramos ido a cenar al hotel para bailar después y quedarnos a dormir en él
hasta la mañana siguiente.
La vida transcurría tranquila, olvidados los avatares
del tren, las emociones encontradas de las averiguaciones que a nada me
conducían y casi, casi, me estaba haciendo un vago a base de lectura y siestas
a la española pero, ya se sabe, poco o nada se podía hacer.
El teléfono en silencio, una o dos veces por semana
roto por las llamadas de Yulia y Oleg, su marido, que no podía trabajar y, por
tanto, no cobraba. El tío era un santo del que nunca oí una queja pero no hacía
falta ser un lince para saber cómo vivía…
Cuando aquel aparato decorativo sonaba ni me movía
porque, evidentemente, no era para mí, solo que un día, por febrero, me
equivoqué, bueno no del todo…
Obviamente no lo cogí yo sino Olga y sus grititos de
alegría solo podían significar que era “su Sasha”, su hijo, Aleksander Volkov,
que como nunca llamaba para nada supuse que alguna causa importante habría…
Después de decir, supongo, toda clase de zalamerías a
su madre durante algunos minutos, preguntó por mí y con más curiosidad que
ganas me puse y le dije tres o cuatro frases de rigor
- Que hay de nuevo Aleksander?
- Pues en realidad nada pero supongo que no te habrás
parado y quizás tengas algo para mí.
- Pues no, respondí, se mucho pero nada nos vale. De
muertos lo sé todo, de ámbar nada…y no creo que lo encontréis nunca. Quizás tú
tengas previsto decirme algún día toda la verdad pero como nunca me la has
dicho esta vez no será una excepción.
Se echó a reír, que desparpajo no le faltaba y con voz
alegre me dijo:
- La verdad ni siquiera la sé yo pero para empezar ¿me
puedes contar lo que sabes?
Le puse al corriente someramente omitiendo que el
checheno no se fiaba de ellos y solo habló cuando estuvimos solos para contarme
su tragedia personal y de otros, pero nada le dije, nada sabía, que tuviera que
ver con lo que buscábamos, ni siquiera indicios. Si podría adivinarse en lo que
escuché, para él averiguado por mi cuenta, que alguien, algunos, cometieron
quizás el robo del siglo pero las piezas aun no encajaban ni por asomo.
- En realidad tampoco sabemos lo que buscamos, lo de
la Cámara es solo un pretexto interesante del cual sale un hilo del que tirar
pero detrás, como en todo, hay algo más.
¿Sabes, siguió, como se arruinó Rusia a la caída de la
URSS? No solo por una razón pero hubo algo que fue lo que desencadenará la
quiebra que se avecina y que se producirá en unos días anunciada, otra vez más,
por Guerasimov el Gobernador del Banco Nacional.
El Gobierno se ha forrado y ha forrado a personas
presuntamente dóciles a él por un procedimiento sencillo. Daba dinero a Bancos
creados para la ocasión que, a su vez, daban préstamos a los llamados oligarcas
quienes con ese dinero compraban a precio de saldo las empresas estatales. Así
se crearon, más o menos, las grandes fortunas pero, en realidad, muchos de ellos
ya eran millonarios antes solo que no podían mostrarlo…el enriquecimiento
inexplicable era en la URSS un delito y aún hoy día puede considerarse como
tal, o al menos así muchos lo creen, por lo que se debió montar un tinglado
financiero para aflorarlo incluso al margen de los créditos que le he contado.
El dinero circulaba rápidamente con lo que podían
poner en el mercado muchos millones de divisas que habían tenido escondidas y
cuya procedencia no podían acreditar.
Estos llamados oligarcas, que el pueblo llama “nuevos
rusos”, eran afectos al Kremlin que se beneficiaba mediante participaciones en
las empresas privatizadas y ya en el mercado mundial de crudos y productos
energético el dinero era lavado rápidamente aunque con ello se descapitalizara
al Estado, pero eso no le importaba a nadie entre otros argumentos porque el
Kremlim siempre supuso que cuando quisiera se haría nuevamente con las empresas
y su control, algo que también sabían los otros beneficiarios de la situación
lo que provocó la gran fuga de capitales y la huida al extranjero de gente como
Gusinski, Berezovskii o la imputación y condena de otros como Jodorkovskii.
Algunos oligarcas se creyeron dueños de las empresas
así compradas y acabaron o en el exilio o en la cárcel, muchas de las veces traicionados
por sus propios compañeros y otras machacados por la Justicia al servicio del
Gobierno…
¿Me estás escuchando? preguntó.
- Si, le contesté, aunque no sé a dónde vas a llegar.
- Bien, estos nuevos rusos ostentosos y maleducados y
que están dañando gravemente la imagen de Rusia en el exterior, firmaron un
tratado en la Colina de los Gorriones, antes Colinas de Lenin, al lado de la
Universidad Estatal Lomonosov, en el que se comprometían a no atacarse y a
repartirse, sin interferirse, el pastel, pero no obraban de buena fe…
Uno de los puntos del tratado fue que no se atacaran
con kompromat…¿Sabes lo que es? En esta Rusia corrupta todo se compra y se
vende y hay periodistas que, previo pago, elaboran dossiers falsos para
comprometer a algún enemigo de quien les paga y en ello estamos…quizás hayas
oído el caso del Fiscal General Skuratov caído en desgracia por un kompromat…
Un amigo mío está siendo atacado por este
procedimiento y recurrió a mí para indagar en como hicieron su fortuna sus
enemigos para contrarrestar lo difundido sobre él.
Suponemos que su fortuna, como las de todos los
oligarcas que proceden del Komsomol, está basada en los robos de obras de arte,
oro y joyas durante la guerra, algunas vendidas a coleccionistas americanos y
alemanes, otras en medio mundo, cobradas en divisas guardadas incluso en bancos
extranjeros, que los de aquí ni daban ni dan para mucho. Vendido
convenientemente supondrían muchos millones.
¿El tren? Es una pista, por lo que sabes bastante
fiable ¿el ámbar? Quizás sí, quizás no…Que salió de Kaliningrado y llegó hasta
allí es seguro pero no lo que contenía o si fue descargado por el camino para,
supuestamente, financiar los Soviet de determinadas ciudades y luego acabaron
en los bolsillos de los que hoy llamamos padres de los oligarcas y que con un
buen kompromat, basado en hechos reales, pasaríamos a llamar enemigos del
pueblo. ¿Por qué si no se habrían tomado tantas molestias para llegar tan lejos
y eliminar a todos los testigos? Testigos que figuran como desaparecidos, algo
que a nadie extrañaría y menos siendo de las ex repúblicas soviéticas asiáticas
en las cuales por sí mismo ya eran difíciles las comunicaciones…demasiado bien
planeado para ser bueno…concluyó esperando una respuesta mía. Y si además lo
encontramos, nos haremos muy ricos…
Se hizo un embarazoso silencio, no sabía si estaba
sorprendido o cabreado como una mona de Gibraltar, si estrangularle si lo
tuviera a mano, colgar el teléfono o reírme. Finalmente opté por preguntarle el
motivo por el que me había metido en semejante jaleo procurando que Olga no
notara en mi tono que la situación estaba tornando a mal…
- Meterme en esto es hasta peligroso y no sé lo que
dirá tu madre pero a mí no me gusta nada así que me gustaría conocer una
respuesta convincente, le dije. Por otra parte nunca nos haremos ricos porque
lo que encontráramos sería propiedad del Estado.
- No hay ningún peligro, nadie te conoce ni sabe nada
de ti. Ya te dije que confío en tu instinto, muy importante, y tu situación al
lado del lago te hacía la persona idónea para investigar sin demasiadas
explicaciones que, por otra parte, no sueles dar, eres hábil en el manejo de la
información y eres de confianza ¿Qué más se puede pedir?
- Y ¿Qué sacas tú de esto? dije cabreado porque ahora
me tuteaba.
- Alguien me deberá un gran favor y Rusia cambiará más
rápido de lo que puedes imaginar. Si mi amigo sube, que subirá, yo subiré con
él y no tendré que hacer trapisondadas, ya no me hará falta, para vivir muy
bien.
- ¿Y yo? repliqué.
- Habrás ayudado al hijo de tu compañera y ganarás
muchos puntos ante ella y además mi amigo paga bien y te pondré internet en
casa, dijo riéndose.
Estaba visto que tenía respuesta para todo así que me
limité a preguntarle por Vladimir y si habían hecho alguna gestión interesante.
- Pues Vladimir está en Bielorrusia y tendrá que
volver enseguida antes de que la nieve no deje despegar a los aviones. Allí
tiene amigos con los que trabajó hace años, y unidos por esa extraña
camaradería de los años difíciles y le han dado un documento que aún no conozco
y que cree importante. Seguramente hasta los mayores canallas dejan algún cabo
suelto. Lo cierto es que ahora pararemos los tres, ya sabes, la nieve…aunque yo
me dedicaré a investigar, hasta donde me dejen, en los archivos del FSB y
procuraré teneros informados aunque estoy sorprendido por tu actitud…creí que
te cabrearías y resulta que te parece casi normal lo que te he contado…
Por cierto, si tienes gastos dímelo, te los pagarán
inmediatamente y con discreción
Le dije que no pero tuve una idea genial y le pedí una moto con sidecar so pretexto de
poderme mover por aquellos andurriales.
Se echó a reír a carcajadas y me comentó que la
tendría porque conocía un almacén de material bélico en desuso en Moscú en el
que seguramente se la regalarían.
Por cierto nada
le dije del famoso barquito de papel ni de cómo había resuelto su madre el
enigma…no le hacía falta saberlo y mi ego no quedaría maltrecho…o no más de lo
que ya estaba…tampoco importaba de cara al caso.
Nos despedimos con sus, seguramente falsas, promesas
de mantenerme informado, de enviarme la moto como fuera y de decir a Vladimir
que me llamara y, nada más colgar, Olga ya estaba a mi lado con mirada
inquisidora.
La dije que eran cosas de su niño, que ya sabía que
estaba siempre metido en trapicheos y que no se preocupara, que solo debería
preocuparse cuando me viera preocupado a mí. Y no lo estaba porque aquella
extraña historia ya me estaba intrigando y quería llegar al final pero nada más.
Pena de internet que no tenía y, para el deshielo aún faltaba mucho, tres meses
como mínimo y es que estar fuera de la vida ciudadana, y en medio de la nieve,
aportaba poca cosa a la actividad incluso intelectual y cortar troncos para la
chimenea y la riechka, me daba unos buenos abdominales, que a veces los
michelines me desbordaban, pero poca cosa. Cosas de la edad o a lo mejor era
cierto lo que me dijo Olga de que me estaba aburguesando…la verdad es que no me
importaba mucho.
Le había dado tantas vueltas a las cosas que ni el
largo y duro invierno me ayudaría a ponerlas en orden y, piensa que te piensa,
elaboré una teoría que seguramente resultaría falsa y que derivaba de las
medias verdades, o medias mentiras, que Aleksander me contaba en pequeñas
dosis.
Por supuesto me fiaba y mucho de Vladimir pero no
estaba seguro de que él supiera toda la verdad y aunque era muy intuitivo e
inteligente, no acertaba por qué causa estaba metido en el lío aunque ya me
dijo, camino de Irkutsk, que por salir de casa hacía cualquier cosa y después
de la conversación, por llamarla de alguna manera, que mantuve con su esposa no me extrañaba nada que huyera
con cualquier excusa. Tampoco podía preguntarle porque ni sabía en donde estaba
aunque si hacía caso al niño de Olga debería estar en Minsk. Solo cabía esperar
que me llamara.
¿La teoría? Rebuscada pero en Rusia, como digo
frecuentemente, todo es posible y lo contario también…
Habría que partir de dos premisas ciertas y la primera
sería que un convoy de ferrocarril de las dimensiones descritas no podía pasar
desapercibido ni a la artillería ni a la aviación por lo que es muy probable
que como tal y con dudas sobre su contenido, habría sido destruido, y a las
dudas habría que referirse como al ámbar de la cámara en su estado original,
labrado maravillosamente y engarzado en metales preciosos. Habría que dar por
hecho que el famoso tren llegado al lago no era el original aunque a él se
hubiera transferido la carga del primero en el estado que fuera.
La segunda premisa debiera ser que las sucesivas
purgas llevadas a cabo por los revolucionarios en todos los órdenes incluido el
Ejército, habría que recordar al General Tujachevskii creador de la famosa
guerra relámpago o Blitzkrieg entre otros y estimada entre veintidós mil
oficiales como víctimas, había descabezado todos los grupos sociales capaces de
dirigir o entender cualquier orden, quedando todo en manos de los soviet de
cada casa y de cada cosa con un nivel cultural ínfimo por lo que no habrían
sido capaces de reconocer el gran tesoro que tenían entre manos salvo el oro y
la plata lo que hubiera dado lugar a la destrucción de la resina para recuperar
y guardar solo lo que entendían que tenía valor.
Convenía recordar que no se evacuó la cámara de
Tarskoye Sielo porque no había personal con la capacidad suficiente para
desmontarla sin daño por lo que se optó solamente por cubrirlo con unas lonas
lo que dio lugar a que cayera en manos fascistas y a la odisea posterior.
A partir de aquí si se suponía que se había salvado
solamente lo que consideraron valioso de lo embarcado en el tren de
Kronigsberg, de Kaliningrado, y alguien, con poder suficiente para hacerlo,
decidió sacar de allí lo que pudo rescatarse después de ser trasladado a otros
vagones, estaríamos casi en lo cierto.
Y además ese alguien tuvo la capacidad de hacer
retroceder el nuevo convoy y recorrer con él casi toda Rusia haciendo trasvases
del contenido de las cajas que supuestamente eran las originales…
Y aquí llegaba mi imaginación y mi teoría ¿Quién mandó
aquello?¿Que contenían en realidad las cajas?¿En manos de quien y para qué
cayeron?¿Fue inicialmente el objetivo financiar la guerra que aún se preveía
larga y luego fue a los bolsillos de particulares como decía Volkov?¿Estamos
ante el robo del siglo? Un rompecabezas envuelto en sangre que no cabía entero
en mi mente por muchas vueltas que le diera…
Aquello, lo que fuera, era maquiavélico y llegué a
pensar que hasta los soldados que escoltaron el que podríamos llamar el tren de
la muerte, fueron escogidos a propósito entre los más jóvenes y los de
repúblicas más alejadas y aisladas, como dijo Aleksander, para que no pudieran
ser reclamados y engrosaran la inmensa lista de desaparecidos de aquella
tragedia mundial.
En todo caso demasiadas preguntas y ninguna respuesta
porque mi teoría era indemostrable y, me temía, que nunca se podría averiguar
la verdad y el caso era que deseaba con fuerza saberla aunque fuera una
decepción más de tantas como presentaba la Historia de este país que te
enamoraba cada día para decepcionarte al siguiente y volver al tercero a
comenzar un ciclo eterno de amor y odio, de Esperanza o incertidumbre, de
sonrisas y lágrimas, de rosas y de espinas. Como se dice en la famosa canción
popular ucraniana, eslava, Ojos Negros “…Kak liubliu ya vas, kak baius ya
vas…”, “…Como te amo, como te temo…”…
Por otra parte no me acababa de creer el asunto de los
kompromat aunque creía recordar muy vagamente lo del tal Yuri Skuratov, Fiscal
General del Estado, que tuvo que dimitir por algún artículo de periódico que le comprometía con asuntos de prostitución
y blanqueo de dinero y si bien no le pasó factura penal ni nada por el estilo,
si recordaba que había desaparecido de la escena política pasando a un oscuro
retiro y, supongo, a penurias de todo tipo aunque luego se demostrara que el
video bailando desnudo con dos señoritas en bolas era más falso que Judas, pero
como era algo que me pillaba muy lejano pues no le di importancia hasta ahora y
sólo como anécdota entre aquello que me comentaba Volkov, nada importante en un
océano de miserias de la Rusia de la época Yeltsin. Supongo que los rusos no
inventaron esto pero sí que seguramente lo habían perfeccionado con su
retorcido refinamiento eslavo.
CAPÍTULO
XII
Cuando el frío invierno se presente…
Hay inviernos e inviernos…los míos son como un libro
de hojas en blanco del que se conoce el final cuando los primeros rayos de sol
y la floración inminente anuncian la primavera…cuando el trinar de los pájaros
me despierta cada mañana y la riechka ya solo se enciende de noche…Los días ,
uno a uno, son muy largos pero el tiempo vuela sin darnos cuenta…tempus fugit…
Cada hoja en blanco de mi libro invernal es como un
poema a la Naturaleza y pasar de página significa abrir la ventana y sentir la
emoción del frío y del blanco blanquísimo que hacen daño en los ojos hasta
obligarme a medio cerrarlos como si no hubiera dormido, invitándome a la pereza
de volver a la cama, aunque mi lado rebelde me empuja al sentido contrario,
empezar a hacer cosas por banales que sean como si no quisiera que el día se
fuera de vacío, como si la noche se volviera de repente y perdiera el tiempo,
un tiempo que, a veces siento que se me escapa y me resisto a ello…y es que en
esta época la luz se escapa de nosotros como el agua cuando un niño quiere
cogerla con las manos y nunca acaba de llenar su cubo…
En Siberia los inviernos son mágicos hasta para
alguien como yo que se siente ciudadano, de asfalto, porque fascinan sus
colores, sus ruidos y sus silencios, sus leyendas, sus noches largas y sus días
cortos…sus cielos llenos de estrellas rutilantes…sus noches de bayas en
conserva al calor del fuego…la lectura…los cortos paseos…los cafés de puchero… ¿Por
qué alguien se puede enamorar de una Naturaleza tan extrema? En mi caso por
Olga, claro, porque era su tierra y su vida y porque a su lado vivir aquí
cobraba sentido. Era el reposo del guerrero en todos los sentidos.
Aun así ya me estaba pasando por la cabeza
trasladarnos a la ciudad sobre todo por motivos de seguridad que, cada día me
preocupaban más aunque tenía montado un sistema de alarma rudimentario pero
eficaz demasiado fallón porque a veces lo hacía sonar el viento o el frío.
Dentro de muy poco las nevadas me impedirían ir al
centro porque cada día eran más copiosas y violentas y ni siquiera con la moto,
que todavía no me había mandado Aleksander, podría desplazarme por lo que me
disponía a pasar los largos días y los cortos meses cortando leña, escuchando
la radio y leyendo libros manoseados de tanto repasarlos…al menos estaría
tranquilo aunque antes quería volver a la cafetería del hotel un par de veces
por ver si encontraba algo sobre kompromats y oligarcas en internet y comprar
algún libro nuevo y quizás alguna revista. Mañana mismo lo haría pensé.
Y lo hice…
Nada nuevo en el hotel de las Artes. La pizpireta
camarera aspirante a modelo y espía, no había mejorado su situación contractual
ni en un rublo, seguía fingiendo que la cafetera funcionaba mal para hacer
tiempo y yo hacía como que no me enteraba remedando aquel dicho muy popular en
la URSS de “Nosotros hacemos como que trabajamos y ellos hacen como que nos
pagan”. Eso sí, preguntó amablemente por mi prolongada ausencia y casi esboza
una sonrisa que enseguida se disipó al comprobar que yo no iba a entrar en
materia.
La decoración había cambiado de hortera a hortera
plus, como las gasolinas, y los mochileros seguían abarrotando aquello y
hablando como si estuvieran estreñidos sobre aquellos tiempos pasados que no
conocían de nada porque ni siquiera habían nacido, cuando la URSS era la URSS y
el samagón y el kvas las bebidas más populares…tomaban vodka como tontos e
ignoraban que la bebida más consumida en Rusia siempre fue la cerveza. Ni me
imagino lo que contarían al volver a su país…
Poco había sobre oligarcas de los que el pueblo
llamaba “nuevos rusos” que, al cambio, aquí llamaríamos nuevos ricos,
ostentosos, soberbios, clasistas, altaneros…como casi todos los que se habían
enriquecido ilícitamente en todas partes. Reconocibles a primera vista…entre la
lista de los más conocidos nacidos todos desde el consumo y a la sombra de
aquella privatización salvaje impulsada por Chubáis, Vinogradov, Freeman,
Jodorkovskii, Gusinskii, Abramovich, Berezovskii…me sorprendía encontrar a un
tal Feeman…apellido de innegable ascendencia judía, y me sorprendía porque en
Rusia a los de esta procedencia se les llama hebreos con malísima intención, ni
son bien vistos ni creo que lo sean nunca aunque esto no es nada nuevo pues en
todas partes despiertan tantos odios como simpatías sin que haya nadie
averiguado el por qué.
Es cierto que todo lo que leí les era absolutamente
desfavorable, algo que a ellos seguramente les importaba tres pepinos, por no
decir otra cosa, pues, en lo poco que yo sabía, se sentían por encima del bien
y del mal a pesar de que ese estado se suele encontrar más en personas de
cierta edad que ya olvidan más que aprenden y cuyo status no va a cambiar a
menos que acierten en las quinielas de futbol una de catorce aciertos…y a lo
mejor ni aun así…
Me interesé por conocer los términos del Pacto de la Colina
de los gorriones que mencionó Volkov pero nada encontré y en todo caso era
mucho suponer que respetarían lo firmado fuera lo que fuese porque, al parecer
se hablaba de miles de millones…de rublos…y mucho esperar era que semejante
pacto saliera en los periódicos…
Nada nuevo que no coincidiera con lo que me contó
superficialmente el hijo de Olga y nada que se pudiera corregir de un día para
otro sin graves riesgos, como si Rusia hubiera decidido optar por el mal menor
esperando que el tiempo lo suavizara todo, lo sumiera en el olvido como había
sucedido en otros países en iguales situaciones.
Cuando veía a la puerta de los bancos a gorilas de
gimnasio, vestidos completamente de negro, incluidas sus chupas de piel,
cambiando dólares o marcos por rublos a los que entraban en el establecimiento,
pensaba que este país tenía mal arreglo porque sus raíces estaban destrozadas
hacía setenta años y de Occidente había aprendido lo peor que no sé yo por qué
razón lo malo se transmite por osmosis a la velocidad del rayo y lo bueno
bastante más lentamente y se destruye fácil. Esta era otra forma de hacerse
rico rápidamente aunque, la verdad, más “honrada” que expoliar a un país, a un
pueblo. En realidad hasta me caían bien, casi que voy a tener que cambiar de
enemigos porque estos eran como de casa, de hecho yo también había aceptado sus
servicios en ocasiones aunque el beneficio era escaso y se obtenía mucha más rentabilidad
guardando las divisas porque las continuas devaluaciones convertían en papel
mojado a los rublos.
De los kompromats…casi nada o mejor dicho nada…algo
sobre el tal Skuratov negando a la mayor que el artículo que le inculpó fuera
falso y muchas suposiciones aunque nada demostrable salvo el daño irreparable
que se podía, y se puede, hacer con estos panfletos…aún no se había inventado
la guerra mediática, pero si la desinformación aunque me temía que toda esta
porquería no la habían inventado los rusos porque la humanidad era lo
suficientemente vieja para estar ya todo inventado pero, sin embargo se seguían
atribuyendo a Rusia todas las maldades, esto, la mafia, las purgas… hay países
a los que se les ha perdonado todo, en función de su posición en el mundo, y a
otros no solo nada sino que se les atribuye toda la maldad posible.
Me dio por recordar el caso de la Inquisición española,
caso más falso que los billetes de chocolate porque esa Santa creación fue
inventada en Francia, nunca en España, para combatir a los cátaros aunque sí es
cierto que entre nosotros hubo un aventajado discípulo llamado Torquemada. Hay
gente, léase España y Rusia por poner un ejemplo, que venden muy mal hasta lo
que hacen bien…hay otros USA, UK…el mundo sajón en general, que convierten sus
tropelías históricas en epopeyas memorables con la complicidad de los
ignorantes, que son muchos más de lo que creemos…
En internet encontré una estúpida definición de
kompromat atribuidos, claro, al espacio post soviético como si no hubiera sido
inventada la difamación antes que la pana…así que pelillos a la mar, la gente
todo lo que lee en los periódicos o escucha en la radio o la tele lo hace como
si el Papa hablara ex cátedra y en la mayoría de las ocasiones ni merece la
pena intentar desmentirlo…exactamente se decía en el maléfico instrumento de
información, lo siguiente:
Kompromat
(en ruso: компромат, corto para компрометирующий материал,
literalmente «material comprometedor») es el término ruso para describir
los materiales comprometedores sobre un político u otra figura pública. Tales
materiales pueden ser usados para crear publicidad negativa, como chantaje, o
para asegurar lealtad. El kompromat puede ser obtenido desde
varios servicios de seguridad, o creados completamente, para luego ser hechos
públicos mediante un periodista pagado para esos fines.[1][2] El uso extendido de kompromat
ha sido una de las características de la política en Rusia[3] y otros Estados
postsoviéticos.[4] [5
La pera limonera…por lo demás nada que hiciera
verosímil la versión de Volkov sobre el porqué de nuestra labor investigadora,
no al menos como motivo suficiente, y además sabiendo el poco interés de las
autoridades rusas por remover un pasado cómodo que se podía volver todo lo
contrario y, salvo por curiosidad y en ocasiones aburrimiento, tampoco yo tenía
demasiada sensibilidad por el tema por lo que llegué a pensar en dejarlo
aparcado si no para siempre si al menos hasta la primavera aunque , la verdad,
ni yo me lo creía…
No encontré ningún libro interesante en la Dom Knigi,
que como su nombre indicaba vendía de todo e incluso libros… pero de todas
formas compré el Anuario de RIANovosti, dos Burdas en versión rusa para Olga y
otras dos revistas de crucigramas más para mí. La compra se completaba con un
libro de fotos de Madrid por si visitaba a Ruslán…
Volví a casa silbando Katiusha, ese segundo himno
nacional, para espantar a los espíritus malignos y porque estaba contento como
casi siempre, y esa canción me gustaba mucho, era, es, alegre e incluso una vez
escuché una versión que cantaba en sus desfiles la Falange Española. Cosas
mías.
No había oscurecido cuando llegué a casa y en la
puerta Olga me esperaba abrigada raramente y con un mohín muy suyo me dijo que
creía que no llegaría nunca, me tomó de la mano y me llevó a la parte trasera
en donde una lona tapaba algo…se alza el telón y aparece !!! La moto con
sidecar más bonita que había visto nunca color rojo pasión y con una loneta
plegable para el pasajero¡¡¡ y ella mirándome con ojos penetrantes y como
diciendo aquello de no te fías de mi hijo pero…aquí la tienes…
De un abrazo la senté en su asiento, me puse el casco
que reposaba en el asiento del piloto y que bien podría haber pertenecido a
alguna de las famosas pilotos que formaron el escuadrón aéreo de las Brujas de
la Noche y arranqué hacia la ciudad y esta vez sí cantábamos los dos aquella
fantástica de canción de “Garmon Maya”.
Cenamos en la ciudad, bailamos como era costumbre en
los locales rusos al compás de un acordeón y unos pocos más instrumentos… del
cantante mejor no decir nada que el silencio también es una opinión, volvimos a
casa felices y…nos fuimos a dormir…
CAPÍTULO
XIII
Algo
se muere en el Alma cuando un amigo se va…
Sin Vladimir y sin Aleksander Volkov la vida era menos
divertida, menos emocionante aunque también más tranquila…me quedaba la moto
como último recurso para pasar el invierno…era una M-72, antecedente de la
Ural, sospechosamente parecida a la
alemana de Viktor pero aquella, aquellas,
también era sospechosamente parecidas a las que se diseñaron en Eibar
incluso antes de nuestra guerra incivil que me imagino no habría tantos
ingenieros dedicados a inventar motos en aquella época y se practicaba más el
copio, copias copiare que se decía en mi cole.
Viktor seguramente no dejaría de trabajar ni en
invierno así que tendría que llamarle, pensé, al menos para que viera mi moto
“nueva” e incluso echar una carrera por la nieve aunque lo más importante era
saber si se encontraba bien, si quería seguir siendo mi amigo, importante, y
sobre todo si se le había pasado el disgusto, o el shock, que le produjo nuestra visita a Ruslán en su
casa…
Le tuve que llamar varias veces hasta que di con él y,
como imaginaba, había estado fuera moviéndose dedicado a su peculiar modo de
vida. Se alegró mucho de mi llamada, lo cual me quitó un peso de encima, y
quedamos en vernos al día siguiente. Se ofreció a irme a buscar pero decliné su
oferta aunque sin decirle el motivo…
El día parecía de sorpresas, Aleksander llamó a su
madre y no quiso hablar conmigo pero no fui capaz de decidir si esto era bueno
o malo…y tampoco ella me dijo nada.
Olga se empeñó en que cuando me pusieran internet
debería tener ya un ordenador, estaría preparado y me podría dedicar a mis
cosas todo el tiempo que quisiera cuanto antes. Pensé que sí pero tendría que
inventarme algo para seguir visitando el hotel de la ciudad. Hablaría con
Viktor por ver si él podría traerme un ordenador porque aunque quisiera
elegirlo yo, no valdría de nada `porque de informática no sabía ni papa… y el
chelnoki…al menos tendría a quien preguntar me decía yo.
Nuestro encuentro fue espectacular, parecía que no nos
habíamos visto en mil años y nuestros abrazos debieron resonar como un volcán
mientras los viandantes nos miraban con cierta indiferencia si es que esto se
podría dar en semejante situación pero al menos lo parecía.
Ajenos a todo, le llevé a la zona del hotel cercana a
la entrada en la que había aparcado la moto y allí le dejé admirar mi
adquisición, más bien regalo, que le dejó asombrado para liarse con un montón
de datos sobre caballos, centímetros cúbicos, velocidades y una serie de cosas
de las que yo no entendía nada. La cuestión es que la suya era mejor aunque
reconocía que la mía era muy bonita, cuestión que zanjé por la vía del
patriotismo más ramplón al decirle que la M-72 era rusa y que los alemanes la
habían copiado, argumento definitivo para aquel hombre sencillo que le dejó en
silencio solo roto por su invitación a tomar unas cervezas.
Nuestra camaradería era total y, para no romperla,
omití cualquier referencia a nuestro último encuentro y viaje a Sukhaya que si
él quería ya me haría algún comentario.
Viktor miraba con insistencia a la puerta, parecía
como si esperara a alguien pero, fuera quien fuera, no apareció, o al menos no
me di cuenta de que contactara con alguien. Al final me dijo que esperaba un
recado y que, si no me importaba, querría comer allí mismo algo mientras seguía
esperando. Naturalmente estuve de acuerdo aunque la cocina solía ser lamentable
pero, dadas las circunstancias, me daba igual con tal de que fuera caliente.
A eso de las cuatro y ya con un café delante apareció
un joven que sin dudar se dirigió a él y le dio un papel. Viktor lo leyó y le
dijo al chico que en media hora estaríamos en el sitio convenido. No le di
mucha importancia, ya me diría que se traía entre manos, que mi paciencia podía
llegar a ser infinita, como si fuera eslavo casi y no mediterráneo, por lo que
apuré mi café y tuve la osadía de pedir otro pero solamente para no dormirme
esos diez minutos traicioneros de los que aún no había logrado desprenderme
después de las comidas.
Minutos después me invitó a acompañarle con lo
indicación de que ya me diría por el camino a dónde íbamos.
Andados unos metros me dijo:
- Quiero que conozcas y escuches a alguien. Te
interesará para lo que buscáis.
- De acuerdo, lo que tú digas, contesté.
- No andaremos mucho, solo una verstá, por eso es
mejor ir andando, nos hará mejor la digestión.
Vamos a ver a mi abuelo, es casi centenario y se
fatiga mucho al hablar por lo que te ruego que no le preguntes demasiadas cosas
aunque supongo que no te hará falta, añadió.
Asentí con la cabeza y, con las manos en los bolsillos
de la pelliza porque había olvidado los guantes en la moto, aceleré el paso a
su lado completamente intrigado.
Llegamos a una casa de fachada barroca horriblemente
pintada, más bien lo estuvo hace años que ahora estaba llena de desconchones,
de rosa y amarillo y deduje que en ella no vivía alguien cualquiera, vamos que
no era una komunalka precisamente.
Llegados al primer piso nos abrió la puerta una
babuskha que después de besar a mi amigo nos insistió en que no fatigáramos al
abuelo y, sobre todo, que evitáramos emocionarle contándole historias de la
Gran Guerra Patria.
Viktor la aseguró que no lo haríamos y que el abuelo
ya sabía a qué íbamos y que seríamos breves.
Camino de la habitación me dijo que su abuelo estaba
en antecedentes porque él le había hablado de mí y que había sido un jefe de
por arriba en el escalafón bolchevique y en la URSS y que él mismo se había
ofrecido a contarme algo.
Sin contestar, le seguí hasta una puerta de madera
artísticamente labrada en la que me pareció ver alguna piedra incrustada y ni
quise pensar que fuera ámbar…porque o estaba entrando en una situación de
paranoia o me lo había parecido…
Tras las presentaciones de rigor aquel hombre dijo
aquel hombre apoyado en tres almohadas y con voz cortada y cansina:
- Sé que eres español casi ruso, que eres amigo de mi
nieto y muy listo o al menos es lo que me ha dicho él. También sé lo que buscas
y entre los dos daremos solución a tus preguntas. Pero antes quiero saber hasta
dónde llegan tus dotes de observación, saber si eres tan listo como Viktor
dice.
- Que quiere saber exactamente?
- Lo que has observado al entrar en esta casa y lo que
piensas en este momento, así sabré si merece la pena hablar contigo y si mi
nieto dice la verdad sobre ti.
- Pues, comencé, he visto una casa muy bella aunque en
plena decadencia, seguramente construida por los decembristas o sus familias
pues su estilo es barroco afrancesado. Ha conocido tiempos mejores porque está
muy descuidada como todo en Rusia y es más grande, como mansión que es, de lo
que un ciudadano normal podría aspirar. También me ha llamado la atención la
puerta de su dormitorio, está decorada con molduras y una flor en el centro,
quizás una margarita, que brillan más que la madera que la conforma y que
podría ser de ámbar o alguna resina similar pero no imagino el material exacto
porque apenas he podido mirar.
Si quiere que le diga lo que pienso…pues siento
curiosidad aunque sé que mi amigo no me va a hacer perder el tiempo. Estoy
seguro de que lo que tenga que decirme será muy interesante y se lo agradezco,
le agradezco que haga un esfuerzo para hablar conmigo.
- Es un placer para mí, en cierto modo hacerlo será
como librarme de un peso que no quiero llevarme a la tumba.
El trabajo de mi nieto, continuó, no me gustaba al principio a pesar de que era
muy rentable pero en resumidas cuentas ayuda a los demás cosa que yo no hice
nunca y no estoy orgulloso de ello, por eso quiero hablar con usted y me
quitaré algún kilo de encima, solo alguno…
En cuanto a sus dotes de observación, es usted muy
bueno y a pesar de que le observaba detenidamente, no me he dado cuenta de cómo
escudriñaba cada rincón…
Tiene usted razón, esta casa es decembrista,
construida por la familia de Ekaterina Trubyskaya a la muerte de su esposo a
poco de llegar a este paraje inhóspito entonces. Dicen que murió de tristeza
pero le puedo asegurar que su viuda, cuando él murió, rebosaba alegría y se
convirtió en una de las reinas del nivel cultural que alcanzó la ciudad que
apenas había nacido.
He vivido en ella toda mi vida, desde que el Soviet de
la ciudad se incautó de ella y aunque primero fue para oficinas pronto se
convirtió en domicilio de los jerarcas del régimen comunista y yo era el
Secretario General del mismo.
Al caer la URSS y llegar las privatizaciones de
Chubais la compré…Como usted sabrá a cada ciudadano de Rusia se le dio un
voucher, bono, como participación en los bienes del Estado, participación que
en el aún vigente código comunista le correspondía. Fue una torpeza más de las
muchas que se cometieron pero a mí me valió para mucho. La gente no sabía ni
quería saber para qué valía aquel papel y era fácil comprarlos por un puñado de
rublos que eran más papel mojado que el propio voucher. Acumulé los suficientes
para comprar casa y muebles y en ella moriré cuando Dios quiera.
No estoy orgulloso de lo que hice pero lo hubiera
hecho otro de no haber obrado yo así. Eran otros tiempos del sálvese quien
pueda y me salvé. Otra cosa es cómo me hice con el dinero para comprar los
bonos…
En cuanto a la puerta, está tan sucia que no sé cómo
ha podido darse cuenta de las incrustaciones, nadie lo percibe y todos creen que es un adorno más, nunca
ningún visitante me ha hecho mención alguna sobre ello. Tiene usted razón, es
ámbar de una pureza que ahora sé lo mucho que vale pero no cuando llegó a mis
manos.
Y el ámbar es la clave de todo lo que ocurrió hace
tantos años. Viktor me ha contado toda su peripecia en busca de una verdad
llena de otras verdades según quien la interprete y quizás le pueda aportar
algo en que cimentar su verdad, que será sólo la suya como todas las verdades y
que le llevará a la conclusión de si merece la pena o no seguir indagando en un
cruel pasado.
Tienen razón los que buscan el tren solo que no lo
encontrarán o no como ellos, ustedes, creen o quieren. El tren existió, ahora
lo sé y puedo recomponer su historia y motivos…pero…
En mi opinión ese tren se fue descargando en muchas
paradas, probablemente con la idea de financiar a los Soviet locales a base de
piedras preciosas, oro y plata aunque finalmente su destino fue otro más bien
particular…
Y lo sé porque hasta nosotros también llegó. Una noche
tuvimos que descargar catorce cajas desvencijadas, recicladas, reclaveteadas,
alemanas y muy pesadas, vaciarlas y llenarlas de piedras aunque nunca supe por
qué aunque ya lo intuyo.
De Kalinigrado se recuperó lo que se pudo pero estaba
destrozado, no teníamos ni cajas de embalar, ni material para hacerlas ni
personal que lo pudiese hacer ni quien conociera el valor exacto de lo que
teníamos entre manos y alguien decidió que podrían valer, al menos los metales
preciosos, para financiar al PCUS e ideó la forma de repartirlo, no sé en qué
medida ni en que sitios, y aquí nos llegaron los restos de aquello de lo que se
habla como el gran misterio.
La realidad es esa, no hay arcano ni nada que se le
parezca, entre alemanes y soviéticos lo destruimos y el remate fue repartirlo
con el cruel resultado que usted ya conoce. La Cámara de Ámbar nunca aparecerá
porque no existe ya, salvo lo que usted ha visto en la puerta de mi alcoba…o
poco más vaya a saber en dónde.
Las cajas contenían resina ámbar deteriorada
totalmente y que parecía de restos de muebles o de marcos de espejo o algo así
en una cantidad de unos sesenta kilos. La tiramos en el basurero de la ciudad
excepto eso poco de mi puerta, el marco y la flor, que guardé por curiosidad
ignorante de su precio. También contenía veinte kilos de oro en trozos
procedentes, lo mismo que la resina, de muebles y marcos o algo así y unos cien
de plata. La plata la vendimos, la hicimos dinero y la compraron sobre todo
extranjeros y el oro…me quedé con ello alegando que convenía tener una reserva
que nos cubriera de cualquier emergencia, incluso de la que podría suponer que
la URSS no se consolidase y tuviéramos que huir…la realidad es que nunca la
devolví y que es el origen de que en estos tiempos sea casi millonario.
Si me pregunta por qué recuerdo con exactitud las
cantidades le diré que hice un recibo sobre lo entregado que nadie me pidió
nunca y que le enseño y le entrego para que lo examine.
Así lo hizo sacando un papel amarillo de debajo de una
de sus almohadas y acercándomelo. Decía más o menos así:
“El Comité Central del PCUS ha hecho entrega al
camarada Secretario General del Soviet de Irkutsk de las siguientes cantidades
producto de determinadas requisas no mencionadas:
Sesenta kilos de ámbar
Veinte kilos de oro
Cien kilos de plata
El objetivo final de esta entrega es sufragar los
gastos que el citado Soviet genere con motivo de su gloriosa y patriótica
misión.”
La fecha estaba borrosa así como la firma que tenía
encima un tampón negro ilegible aunque se podía leer algo así en ella como
Vladimir Vladimirovich Leshennikov, que debía de ser el señor con el que
hablaba.
- Esto aclara muchas cosas, dije, incluidas las preguntas
sin respuestas del viaje de ese tren.
- Si, respondió, incluso su itinerario final parece
claro, de aquí a Puerto Baikal y de allí…no se sabe pero tampoco importa porque
ya estaba vacío.
- Es curioso pensar, le dije, que el misterio de la
Cámara no lo es tal, y triste creer que
la ignorancia y la maldad acabaron con ella de una forma tremenda. Ni siquiera
sé si merecían la pena tantas muertes.
- No quiero creer que solo a mí se me ha ocurrido esta
versión de los hechos y mucho menos que yo solamente firmé un recibo que al
final no ha servido para nada, por lo que si usted quiere recomponer la
historia entera debería buscar entre Kaliningrado y Puerto Baikal más datos
aunque solo sea por cerrar el asunto definitivamente. En algún lugar tiene que
haber documentos que avalen nuestra teoría. Usted sabrá si merece la pena.
Nos quedamos en silencio unos segundos eternos que él
rompió sacando una botella de vodka Moskovskaya, aquella tan popular que
Andropov mandó fabricar baratísima para ganarse el cariño de la gente cuando ya
no se creía, o se tenían grandes dudas, sobre la supremacía del “homus
sovieticus”. Como revancha por su escaso éxito Andropov promulgó la primera Ley
que regulaba y penaba el absentismo laboral por causa del alcohol. Y es que
aquí todo es posible y lo contrario también, como digo mil veces y como en este caso.
Brindamos en ese peculiar rito de la amistad eterna
entre los pueblos y sus gentes y nos despedimos.
Cuando cruzaba el umbral de su puerta me dijo:
- No vuelva, ya no me encontrará y no puedo perder el
tiempo hablando de las causas perdidas y de historias sin solución. No se lo
tome a mal, es simplemente que mi tiempo se ha acabado.
- Así lo haré, respondí, pero permítame una última
pregunta ¿Quién les dio la orden de actuar así?
-El Soviet de los Urales…más arriba no lo sé,
respondió.
Asentí con la cabeza y murmuré un gracias apagado
saliendo despacio con una sensación de que me ahogaba, de que me faltaba aire
aunque no había ninguna razón aparente. Qué pena de país y cómo me recordaba al
nuestro en aquello del buen vasallo y del buen señor… ¿Cómo es posible que
quisieran cambiar el mundo sin cambiar la infame condición humana? Si al menos
se hubieran dedicado a implantar aquella sin razón a sí mismos pero recordaba
que soviet significa asesor y que su última intención era asesorar al mundo
para que abrazara entero aquella sin razón teñida de sangre. Sin embargo la
maldad es inherente a la condición humana y nuestra Historia está escrita en
rojo toda ella. Hasta aquel personaje me parecía más humano con sus flaquezas
que todos los que subyacían en la historia de la revolución bolchevique.
¿Quién dio la orden de destrozar lo que quedara de la
Cámara?¿El propio Stalin? Poco importaba ya, el daño y el mal ya estaba hecho
irreparablemente…
Había oscurecido pero no tanto como para impedirme volver a casa
en mi moto, y quería hacerlo ya a pesar
de la invitación de Viktor a tomar la última copa. Decliné su ofrecimiento, le
di las gracias y prometí llamarle al día siguiente para hablar de su abuelo,
darle las gracias y hacerle el encargo de mi ordenador pero entonces solo
quería acogerme a la tranquilidad del hogar, al fuego de le estufa y dormir…si
podía…si mis pensamientos me dejaban…aquel hombre no era malo sino que le había
tocado en la lotería de la vida una etapa horrorosa en la que tuvo que decidir
si vivir o morir y decidió lo primero, un hijo de su tiempo…Su tragedia mayor
es entender que el pasado nunca se va sino que se esconde entre los pliegues
del corazón, entre las arrugas del rostro, en las canas y en los sueños pero
nunca se va…
Como había prometido le llamé al día siguiente y nos
reunimos para tomar algo. El ambiente era raro, estábamos juntos pero callados
como si ninguno quisiera ser el primero en hablar de lo sucedido el día
anterior. Por edad, dignidad y gobierno, que se decía antes, debía de comenzar
yo y así lo hice.
- Tu abuelo me pareció un gran hombre, le dije.
- Lo sé, respondió, aunque eso no me preocupa sino que
cada cosa nueva que oigo sobre mi tierra me desazona más y más y ahora, cuando
parece que levantamos la cabeza por fin, todo lo que se habla, se dice y se
sabe es peor que malo y no sé si quiero saberlo, concluyó.
- No todo es malo, solo hay que ponerlo en su
contexto, en su tiempo y saber separar el grano de la hoja.
- Sepáralo para
mí, por favor, porque yo cada día entiendo menos.
- Mira, continué, en el marco de la Revolución de
Octubre se hicieron barbaridades y se cometieron crímenes atroces, de eso no
tengas la menor duda porque fue así. Pero salvo casos muy excepcionales propios
de la terrible condición humana y de las guerras, la participación de la URSS
en la Gran Guerra Patria fue magnífica, heroica y sangrienta también y, sin
ella, se podría quizás haber derrotado al III Reich o no pero, en el mejor de
los casos, habría costado muchas vidas más, muchos sufrimientos más y, en el
peor, la capital de Europa ahora sería Berlín.
Por otra parte ni tú ni nadie de tu generación tienen
la culpa de nada, tampoco de lo bueno, porque ni siquiera habíais nacido. El
mundo gira empujado por gente corriente que madruga cada día para ganarse el
pan honradamente, gente a la que confundimos con sus gobernantes en un alarde
de simpleza intelectual y, de tal forma lo hacemos, que logramos que se sientan
culpables por nada que no hubieran ni siquiera podido evitar.
Y no te voy a dar una lección pretenciosa y gratuita
sobre tu tierra pero te invito a que repases la Historia y te desafío a que
encuentres en ella un solo ruso que haya cometido los crímenes que se le
atribuyen a la URSS. Eslavos y caucásicos sí, pero rusos no. Piénsalo.
- No sé por qué me dices todo eso…
- Porque es verdad, le contesté sin dejarle continuar,
y porque eres un jovenzuelo que no sabes de la vida ni la cuarta parte que yo.
Se echó a reír al verme tan serio y, más tarde me
confesó, que la seguridad con la que hablaba le infundía respeto y, a la vez,
le daba seguridad, una seguridad que le hacía sentirse cómodo y tranquilo.
Las birras llenaban nuestras tripas ya de mala manera
cuando nos separamos con un fuerte abrazo.
- ¿Sabes lo que voy a hacer ahora mismo? inquirió
Viktor.
- Pues no, le respondí.
- Voy ir a visitar a mi abuelo y le voy a dar un
abrazo enorme, de esos sin palabras.
- Estoy seguro de que lo pasó mal hablando conmigo, de
que le traje malos recuerdos, quizás mala conciencia y seguro que está deseando
saber qué piensas y ese abrazo que le darás será la respuesta a todas sus
dudas.
Me puse el casco de piloto y de repente me di cuenta
que se me olvidaba algo importante y como él ya había arrancado me crucé con la
moto para que parara.
- Viktor, necesito un ordenador, bueno, bonito y
barato por ese orden.
Se echó a reír diciéndome que para que lo quería si yo sabía más que aquel trasto y es que la
bebida hace decir tonterías muchas, demasiadas, veces.
- Lo tendrás la semana que viene seguro que a buen
precio pero me tendrás que enseñar a usarlo, dijo mientras se alejaba.
Apañado estaba si pensaba que le podía ayudar en eso
por mucho que me hubiera convertido, muy a mi pesar, en su oráculo de Delfos
personal.
En casa todo seguía igual pero una intranquilidad se
hacía hueco en mí, esa intuición que siempre me acompañaba, como si algo fuera
a pasar aunque no podía precisar qué y lo malo era que ese sexto sentido no me
solía fallar aunque sólo cabía esperar… hasta que llegó Aleksander Volkov con
su sonrisa de donuts y palabrería fácil para mamá pero, claro, algo fallaba,
malas noticias no podían ser porque o era, lo era, un caradura extraordinario o
había acertado una quiniela de catorce resultados y venía a decírmelo. Y Olga
tan feliz aprovechando para ejercer de
madraza regañándole por venir con aquel tiempo, que debía haber esperado
un poco más y bla, bla, bla…
- Tenemos mucho de qué hablar, me dijo, pero prefiero
con calma aunque no me importa que sea aquí. Es importante a medias nada más.
- Después de comer mejor, que pienso mal con el
estómago vacío… ¿No me dijiste una vez que no sé qué personaje de las novelas
de caballería de España decía que no se puede manejar la espada sin el buen
gobierno de las tripas?
!!!Alonso Quijano capullo¡¡¡ pensé…y creo que me
entendió…
Olga no tenía nada preparado para tal visita y me
ofrecí a poner una fabada de lata, caducada pero no hinchada todavía. Olga no
comía alubias y yo me excusaría…por si acaso…
Aún me gustaba ser malo, más que nada porque cuando
era bueno me aburría. Mucho después decidí ser bueno por si había Cielo.
Pensaba que aguantar a tanto canalla durante una vida era terrible pero si era
cierto todo en lo que creía y no tenía el billete para el lugar de los buenos,
tendría que aguantarles otra vez pero entonces sería para toda una eternidad y
por ahí sí que no pasaba de ninguna manera.
Mientras calentaba las latas me reía sólo acordándome
de que años antes en Terespol, Polonia, unos imberbes guardas fronterizos me
retuvieron cerca de cinco horas en el coche con el motor apagado y con un frío
de mil pares hasta que descubrieron que llevaba en el maletero un paquete de
yogures que, por supuesto, me requisaron alegando que no se podían introducir
alimentos en el país…omití decirles que los llevaba para tirarlos porque hacía
quince días que habían caducado y deseé firmemente que tuvieran un
desprendimiento de retina que les tuviera en el cuarto de baño al menos el
tiempo que yo había tenido que estar allí…
Después del café nos pusimos al día aunque le dejé
hablar primero a él.
Me extendió dos sobres en los que se leía claramente
la dirección con su nombre aunque estaban abiertos. En la plaza de la Lubianka
solo había un portal y no era precisamente el de un bar sino el del FSB y en la
segunda planta tenía su despacho aquel ganapán. El descuido era tan garrafal
que sólo pude pensar que lo hacía con alguna intención aunque no imaginaba cual
era.
En el remite el nombre de Vladimir y una dirección en
un hotel de Minsk que supuse temporal.
Abrí el primero y en él encontré recibos similares al
que me proporcionó el abuelo de Viktor fechados en Minsk, Pinsk y Moguilov con
la única variante de las cantidades recibidas y esperé a que me diera una
explicación que ya conocía.
- Como puede usted ver, a lo largo de la vía férrea se
produjo un destrozo del patrimonio que comenzó en el expolio de Kaliningrado y,
sin seguir más adelante, se puede decir que la Cámara de Ámbar nunca aparecerá
y que la dilapidamos nosotros mismos ignorantes de su valor. No podemos echarle
la culpa a nadie. Nuestro trabajo de investigación completado por Vladimir ha
sido completamente inútil, no vale ni para un kompromat que ni siquiera tiene
por qué ser cierto.
Le interrumpí para enseñarle mi recibo y se echó a
reír diciéndome:
- Verdaderamente es muy bueno en lo que hace, más bien
hacía, y además tiene suerte, algo que ya sabía también. Ahora, cerrado este
asunto que no podemos resolver ¿Qué podríamos hacer con la información? concluyó
volviéndome a tratar de usted.
- Perdona que sea grosero después de comer pero en mi
tierra hay un giro dialéctico que viene a decir que la mierda cuanto más se
mueve peor huele…lo que significa que hay cosas que es mejor dejarlas estar.
- Me parece bien y por mi parte así será. En el segundo
sobre encontrarás otro sobre dirigido a ti. Creo que Vladimir quería que lo
abriera, no tiene sentido que no te lo mandara directamente pero tiene usted mi
palabra de que no lo he hecho.
- Lo leeré más tarde, le respondí.
- Hay otro tema como es cumplir lo prometido a Ruslán
y necesito hablar con él cuanto antes para que nada más llegue el buen tiempo
hacer el viaje. También necesito datos para buscar a sus familiares que a lo
mejor ni existen ya.
- Podemos ir mañana mismo, le dije, nos llenaremos de barro
pero después tú me ayudarás a limpiar la moto.
Menos mal que
parece le quedaba algo de vergüenza que engañar a aquel anciano sería una
canallada …Habló muy firmemente cuando se lo prometió pero de este elemento ya
no me fiaba un pelo porque no había dicho una verdad en su vida…En el caso de
que se le hubiera olvidado, por decirlo de una manera suave, lo tendría que
asumir yo aunque no me hacía mucha gracia que el Cáucaso estaba muy revuelto,
en pié de guerra y, la verdad, no estaba ya para estos trotes que los años y la
dolce far niente habían hecho estragos en mi cuerpo y en mi ánimo…más en el
segundo porque el frío conserva y cortar leña endurece, de hecho había
adelgazado un par de kilos y algunos pantalones me quedaban como a Cantinflas…
- No vayas al hotel, intervino Olga, es tarde y mañana
no tendrás que madrugar si te quedas. Desayunaremos juntos que tendrás que
estar fuerte para limpiar la moto dijo riéndose…
- De acuerdo madre, respondió. ¿Ya tiene ordenador
Alfredo? preguntó.
- Pues creo que no dijo ella, al menos no lo tendrá
hasta la semana que viene.
- Pues internet ya tiene…y tengo interés en que lea
algo sobre la Operación Focks, pero no os alarméis no es por nada, solo que
afecta a su país y quizás le guste leerlo. Lo leí por casualidad sobre los
planes de Stalin para su país, sólo es una curiosidad, ni siquiera se puede
jugar con ella a la Geopolítica ficción. Solo eso.
Me quedé con los ojos a cuadros mientras Olga se reía
porque cuando me habló de comprar el aparato ya sabía que tendría la conexión
en breve…
A la mañana siguiente Aleksander desayunó frugalmente,
no se encontraba bien del estómago y, en mi fuero interno, me reía de mi maldad
aunque él había colaborado decisivamente comiendo más de lo que debía…yo meditaba
sobre cuando leer la carta de Vladimir…me daba miedo…creía que no serían buenas
noticias…
Ruslán nos recibió con una amplia sonrisa y con sorpresa
y, creo, con agrado. Se ofreció a prepararnos un té que Aleksander aceptó
encantado…
La conversación se generalizó y rebuscando en cómo
encontrar a su familia nos dio una gran lección de Historia que nunca olvidaré
por cuanto seguí posteriormente indagando sobre lo que nos comentó.
Hurgando en su memoria recordaba que su familia era de
origen armenio y se refirió ampliamente al genocidio a manos de los turcos de
sus antepasados no muy lejanos.
- No les he mentido pero tampoco les he dicho toda la
verdad. El verdadero apellido de mi familia era el de Abakimyan y mis
antepasados adoptaron el rusificado Mamedov por la vía del matrimonio, algo muy
conveniente en aquellos tiempos y más con el miedo en los huesos con el que
salieron de su tierra para afincarse aquí tras el genocidio de nuestro pueblo.
Yo nací en Grozny aquella capital bautizada con el sobrenombre terrible de Iván
IV pero, como les he dicho, soy de origen armenio que, en definitiva es ser del
Cáucaso, toda la Humanidad tiene su origen allí, en el monte Ararat, como
seguro que ustedes saben muy bien.
No crean que aquel asesinato masivo fue algo
puntual sino que se venía produciendo
desde el sultanato de Abdul Hamid, sultán que da el nombre a las “Matanzas
Hamidianas” entre 1894 y 1896. Solo en la quema de la catedral de Urga en la
que se habían refugiado los armenios,
murieron quemados vivos más de tres mil y en 1909 se produjeron las “Visperas
Cilicianas” a las que da nombre el
antiguo reino de Cilicia que ocupó Armenia en la Edad Media, matanzas que
produjeron más de veinte mil víctimas…Los Jóvenes Turcos del partido Comité para la Unión y el Progreso
sólo elevaron la maldad a su grado más extremo a pesar de que fueron recibidos
por la comunidad armenia con alegría pensando que peor que les iba no podía
ser…se equivocaron…ahora nadie quiere saber nada de Armenia, quizás Rusia…a los
turcos les han perdonado todo…
No queda tanto de mi familia, creo, porque tampoco
éramos muchos pero descendientes mezclados con otras etnias del Cáucaso tiene
que haber, nietos o bisnietos de mis hermanos, quizás alguno de ellos, viejos
como yo…Le daré todos los datos que pueda.
También me gustaría saber que han averiguado sobre el
tren y por qué murieron aquellos soldados ¿Merecía la pena tanto dolor? concluyó.
Aleksander le puso sinceramente al corriente, no
omitió nada para concluir que fue un crimen inexplicable e innecesario porque
aquellos jóvenes no representaban ningún peligro para nada ni para nadie…
Mesándose los cabellos aquel anciano, repitió mil
veces que el comunismo era intrínsecamente malo porque imponía su verdad a la
fuerza, sin reparar en daños, y
olvidando que los principios de la Democracia, inspirada en la Grecia antigua y
en Perícles fundamentalmente, respetaban los derechos individuales y la
libertad de pensamiento, negando la posibilidad de imponer criterios por la
fuerza de la sinrazón.
Aquel hombre era un sabio pensé, y parecía
inexplicable su capacidad de comprensión y su conocimiento dado sobre todo su
modo de vida, aislado y solo acompañado de sus libros, libros que él mismo
podría reescribir.
Poco a poco, malo pa malu, la conversación tomó otros
derroteros en los que todos nos sentimos más cómodos, e incluso, Ruslán, quizás
animado porque podría cumplir su sueño, se mostró alegre y confiado como nunca
le había visto.
La tarde se nos echaba encima y había que regresar y
en cuanto tuvieron concretadas las fechas y otros detalles del viaje,
emprendimos el regreso con cierto tono alegre.
Al poco de arrancar Aleksander preguntó:
- ¿Ha leído ya la carta de Vladimir?
- Pues no, repliqué, tengo ciertos temores que me
dicen que no hay nada bueno en ella y estoy posponiendo la lectura
deliberadamente sin encontrar el momento de abrirla. ¿No la has abierto tú?
- Sé que no confía en mí pero por extraño que le
parezca y le repito no lo he hecho y podría haberla abierto sin que usted llegara
a sospecharlo nunca, dijo.
- No puedo creer que hay sido una ligereza tuya dejar
que viera tu dirección en los sobres…
- He cambiado y mucho, no me ha sentado bien moverme
entre las miserias de mi país y de sus gentes y pretendo tener una relación
sincera con usted. Creo que es honesto y además vive con mi madre por lo que
mantenernos en una situación de desconfianza no sería lo más deseable. Estoy
siendo sincero y sólo espero que me crea.
Me mantuve en silencio unos segundos, no
demasiados, antes de responder sabiendo
de sobra que callar desconcertaba al interlocutor y titubeando deliberadamente
le contesté que de acuerdo, que me parecía bien lo que proponía y que trataría
de creerle aunque llevaría su tiempo hacerlo.
- No me importa, dijo, si lo intenta tendré mucho
ganado y comprendo sus reticencias pero cuando me conozca más comprenderá que
quiero formar parte de esta familia. Léala por favor, puede ser importante. Su
coche ha aparecido en Moscú pero no lo llevaba él. No sé nada de él hace más de
un mes salvo las cartas, y el Lada se lo cogió la Policía a unos matones de la
mafia Tombovskaya, más bien a una rama que se ha desplazado a la capital. No
nos dijeron de donde lo habían sacado y no nos lo dirán porque por sus
tatuajes, y sin mirar más antecedentes, han estado más tiempo en la cárcel que
en la calle y por robar un coche poco les va a caer que no puedan
soportar…Vladimir estaba en Bielorrusia hasta que le perdí la pista y el coche
en Moscú… todo es muy raro y me intranquiliza.
Asentí con la cabeza con gesto de preocupación,
prometí abrirla nada más llegara a casa y comentarle el contenido, incluso
dejársela leer y le comenté que mi amigo sabía arreglárselas, sobre todo para
tranquilizarme a mí mismo, y continuamos en silencio nuestro camino y, al
llegar, preguntó a su madre si se podría quedar a dormir y la respuesta de su
madre fue la que cabría esperar en Rusia, en España y en la China, que eso de
ser madre es lo más hermoso que ha hecho la Naturaleza y que crea unos vínculos
indestructibles entre madres e hijos. Seguro que ya estaba pensando en que
poner de desayuno a su vástago…
Esperé a quedarme solo y que durmieran, o lo pareciera,
para abrir la misiva, mientras pensaba que por qué Aleksander ahora me tuteaba
o me hablaba de usted indistintamente.
“Querido amigo Alfredo, mucho más que amigo diría yo,
el Destino nos unió y quizás ese mismo Destino nos separe. Tú no crees en la
Sudba pero sé que crees en mí que, en definitiva es lo mismo, y por eso te
quiero confiar mis pensamientos y lo que has significado en mi vida.
Encontrar a alguien que piense como yo, que se sienta
eslavo y nos comprenda, es lo mejor que me ha pasado en la vida. Hemos vivido
juntos, hemos llegado a entendernos sin hablar y hemos disfrutado de nuestra
libertad haciendo de estos últimos años los mejores que he vivido y quiero que
lo que me quede de vida sea un continuo recordar nuestras ¿aventuras? Sé que
sientes lo mismo por mí y, por ello, te pido que me lleves siempre en tu
pensamiento.
No quiero
ponerme dramático, simplemente pretendo que lo sepas.
Hay cosas que debes de saber, una referida a mí y la
otra Volkov y las dos tienen su importancia aunque el orden lo debes de poner
tú mismo. Del ámbar olvídate, cuando leas estas líneas ya sabrás que lo
destruimos por ignorantes, por malvados y por estúpidos y siento mucho que las
ventanas de vuestro hogar nunca lleguen a ser de esa resina como prometí a
Olga. Lo único cierto de esta historia es la muerte innecesaria de muchos
jóvenes que creían ayudar a salvar su Patria…lo demás…ni siquiera valdría para
el kompromat que pretendía, ya no, Volkov. Un kompromat vale mil dólares…no
hace falta tanto esfuerzo, sólo una mísera cantidad de dinero.
Volkov ha cambiado y mucho aunque solo puedo intuir el
por qué. Se ha vuelto más humano, piensa en los demás y se ha metido en charcas
de aguas fecales hasta el cuello para acabar empachado. Creo que ha visto en
nosotros, en Olga, en su tía Yulia y Oleg su marido, un espejo en donde mirarse
para aprender que para ser feliz hace falta muy poco, mucho menos de lo que él
ha tenido y tiene y creo que, a partir de ahora, debes de confiar en él en la
seguridad de que no te va a defraudar. Dale un voto de confianza y no te
arrepentirás. Guarda un doloroso secreto en su corazón pero solo él debe
decidir si decírtelo o no. Y no seré yo quien traicione su confianza. Creo que
te lo dirá cuando haya llegado el momento o quizás nunca porque puede afectar a
vuestras relaciones. En cualquier caso, si no te lo cuenta solo será por
modestia, por incluso timidez aunque te extrañe, nunca por ocultarlo consciente
de que callar hará más bien que mal.
En cuanto a mí… lo mejor es decirlo directamente…me
robaron, me apalearon y he quedado en silla de ruedas…cuando me recogieron
hacía tres días que estaba tirado en una cuneta y ya no había remedio para mis
lesiones. No hay nada más, simplemente unos pandilleros querían mi Lada
amarillo…nuestro fiel aliado era objeto de deseo para unos desalmados, y si no fuera trágico resultaría hasta cómico…¿Qué
voy a hacer? Estoy cuidado en una especie de asilo para veteranos cerca de
Minsk y no intentaré salir de aquí, no quiero que nadie me vea así y, por otra
parte, tengo quien me cuide y no necesito más. Se a lo que renuncio pero no
quiero nada más, simplemente vivir tranquilo lo que me quede de vida y poder
rememorar todo lo vivido.
Te agradecería que no intentaras buscarme, no serviría
de nada salvo aumentar mi dolor, un dolor que ahora no siento y no me gustaría
que me recordaras vencido y lo que te digo vale también para Volkov, para
cualquiera…déjalo estar así, recuérdame y si algún día puedes, devuélveles la
paliza a aquellos cabrones.
Un abrazo muy fuerte amigo mío, saluda a Olga y no llores
mi pérdida porque merece más la pena lo vivido que cualquier lágrima. Estos últimos años han sido los mejores y ha
merecido la pena vivir los otros para disfrutar de estos. Por ser han sido
hasta divertidos¡¡¡
A mi familia ni una palabra aunque dudo que te
recibieran… haré lo posible por dejarles en buena posición que, al fin y al
cabo, son lo único que tengo y seguramente lo único que quieren…
S ubaseniem, tboi drug
Vladimir Vladimirovich
Ignatiev “
Pasé la noche en vela dándole vueltas a la misiva,
desconcertado, triste, sin respuestas, sin soluciones y me dio el alba
despierto y con la sensación extraña de que ya no me gustaban aquellos
amaneceres.
Pasé largas horas, no dormir se estaba convirtiendo
casi en un hábito, viendo como en una película nuestra vida desde aquel día en
Varsovia…sus risas, sus complicidades, sus silencios cómplices tan explícitos,
sus cigarros que olían fatal, su vino georgiano…su amistad con mayúsculas…tenía
la sensación de que mis noches empezaban a ser muy largas…
Sólo saqué en
limpio que debería dejar leer la carta a Aleksander y él sabría qué decisión
tomar sobre aquel secreto que Vladimir anunciaba. Lo demás…perder un amigo es
dejar morir algo en el alma…
Por la mañana le dije que le acompañaría a la ciudad
cuando marchara porque tenía que hacer unas cosas y ver si Viktor había
conseguido el ordenador, algo que podía hacer por teléfono pero no se me
ocurrió una excusa mejor y tampoco nadie me preguntaría sobre tan estúpido
motivo, simplemente entenderían los dos que quería hablar con Aleksander a
solas.
Por el camino le dije que ya había leído la carta de
Vladimir y que convenía que la leyera él también. Asintió y nos dirigimos a la
cafetería para que pudiera hacerlo tranquilo.
Leyó en silencio y al acabar dijo:
- No tengo nada que decir por el momento. Lo que dice
en esta carta es cierto todo pero no estoy aun en condiciones de sincerarme
contigo. Quizás la próxima vez…cuando venga a buscar a Ruslán…
Recogió su pelliza y se marchó con aire cansado, como
si hubiera envejecido de repente.
CAPÍTULO XIV
MAÑANA SERÁ OTRO DÍA…
Ruslán recogía sus cosas y le preocupaba no llevar
regalos, o al menos eso decía, que ya se sabe nadie va de visita sin llevar
algún presente, y, aunque Aleksander le tranquilizaba al respecto, el seguía
inquieto.
Tenía esa media sonrisa entre el miedo a lo que se
encontraría, a lo para él ya desconocido, y la alegría de volver a su casa o a
algo más profundo como sus raíces.
En un momento
de aquel día dijo:
- No os extrañe que no me acuerde bien de las fechas,
para mí la guerra acabó cuando llegué aquí y mi vida empieza hoy.
Aleksander y yo nos miramos sin decir nada, nunca
entenderíamos a aquel gran hombre que nos sorprendía con su sabiduría.
El hijo de Olga le había dicho que había hecho
gestiones, que conocería a sus parientes, los más ya centenarios que es sabido
que en el Cáucaso la vida ese extremadamente larga, probablemente porque el
alcohol conserva…
Aleksander, por el contrario, estaba taciturno, algo
le preocupaba y sin embargo, estaba haciendo una gran obra, haciendo feliz a
una persona y diciéndome implícitamente que estaba equivocado, que había
cambiado, que no era el niñato que yo pensaba.
De repente dijo:
- Pasamos por vuestra casa camino del aeropuerto,
quiero dar un beso a mi madre y que vea lo que estoy haciendo. Se merece lo
mejor y así a ella se le disiparán las dudas.
- De acuerdo, le dije, me parece una muy buena idea.
No tardó el checheno en empaquetar sus escasas
pertenencias y nos dispusimos a marchar mientras él, quizás emocionado, cerraba
la puerta de su humilde morada como en un ritual para mí desconocido.
Aún volvió a entrar y colocó sus libros de nuevo,
aquellos libros que conformaron su vida durante tantos años mientras nos decía
que no quisiera perderlos, que eran un tesoro y que si conocíamos a alguien que
los pudiera conservar.
Le dijimos que si, que le dejaríamos su llave a Olga y
que yo me encargaría de cuidar la casa y todo lo demás…
Iniciamos la marcha y él miraba para atrás y saludaba
con aire nostálgico al paso a los vecinos que habían confortado su vida en
aquel lugar dejado de la mano de Dios y nos dispusimos en silencio a retroceder
hacia su nueva vida. No sabía si quería volver allí o no porque no sabía si en
su vida había esperanza todavía…y no podíamos ayudarle, al menos yo no sabía cómo
hacerlo.
Ese silencio solo se rompió cuando Aleksander dijo que
necesitaba hablar conmigo y que lo haría antes de irse cuando llegáramos al
lado de su madre.
Asentí con la cabeza y me recosté sobre el asiento…era
muy temprano…habíamos madrugado porque en Rusia se sabe cuándo empieza el camino,
y a veces incluso a donde va, pero nunca cuando acaba…ni en donde…
Ruslán miraba
ambos lados como cuando en Rusia se dice que vagues allí donde los ojos
te lleven… ¿Qué estaría pensando? ¿En lo que dejaba atrás? ¿En el futuro
incierto que le esperaba? ¿En su monte Ararat perdido? ¿Quizás en aquellos
amores juveniles con los que paseaba por el rio Terek? La verdad es que no
sabía si estábamos haciendo las cosas bien…a veces, muchas, demasiadas, la buena voluntad no es suficiente…
Simplemente podría ser que en aquel relativamente
corto recorrido la película de su vida pasara en cámara lenta por su cabeza,
una película de la que conocía la trama, el pasado pero no el final, y eso,
precisamente eso, seguramente era lo que le desconcertaba…
Al llegar a casa Olga le recibió, nos recibió, con
toda cordialidad, como si le conociera de toda la vida y se ofreció a preparar
un té que Ruslán aceptó de buen grado. Mientras lo preparaba salí fuera a fumar
un cigarrillo con la intención de que Aleksander saliera también y me dijera
aquello que quería.
Salió como estaba previsto y Aleksander se sentó en el
porche a mi lado…
- Sé en donde está Vladimir, dijo alargándome un papel
con una dirección de la ciudad de Pinsk, en Bielorrusia. Está muy mal pero no
sé si morirá antes de las lesiones o de tristeza. No le falta de nada en el
sanatorio para veteranos salvo aire y libertad…
- No iré a verle, el me lo pidió. Le haré saber que
conozco su paradero y que si me necesita allí iré pero antes no…es su deseo y
lo cumpliré, dije lleno de tristeza.
- Quiero contarte algo aunque no sé por dónde empezar...
- Adelante sea lo que sea, contesté.
- Soy hijo del Coronel Volkov, el segundo jefe de las
tropas soviéticas en Afganistán, cuyo Jefe al mando era el General Grumov.
Crecí al lado de mi hermano mayor Nicolai y vivíamos
relativamente bien, mejor que la mayoría. Nicolai me protegía de todo y de
todos. Los dos entramos en una academia militar y los dos nos hicimos pilotos
de helicópteros.
La URSS tuvo
numerosas bajas y aquella guerra era tremendamente impopular, tanto como
Gorbachov a quien la gente llamaba traidor y nuestro padre, un soldado de
verdad, sufría por esta situación y porque sabía que iban a perder una guerra
sin haber perdido una sola batalla por culpa de los políticos…
Nicolai y yo nos presentamos voluntarios para ir al
lado de nuestras tropas, creíamos que era nuestro deber no solo para con
nuestro país sino para con nuestro padre, y allí que fuimos al mando de dos
aparatos anticuados como todo entonces en nuestro país, dos K-25, Kamov que la
OTAN llamaba con el nombre clave de Hormone, y patrullábamos juntos, mi hermano
delante, yo detrás…
Un mal día, no el peor, los talibanes recibieron los
misiles Stinger regalo de los americanos y comenzamos a caer como mosca antes
de que descubriéramos que no tenían visores nocturnos y empezáramos a patrullar
de noche. En el valle del Panshir cayó mi hermano y aterricé jugándome la vida
para ayudarle como él hubiera hecho por mí…
Murió sereno, dándome ánimos y me pidió que saliera de
allí vivo y que buscara a su madre…absolutamente conmocionado le cerré los ojos
y milagrosamente salí vivo de allí al echarse la noche y volví sin daño a la base.
El 15 de Mayo de 1988 volví a casa lleno de pena y de
incertidumbres pero tenía que esperar a poder hacer preguntas a mi padre, a que
fuera el momento oportuno, a que se recuperara, y yo también, de tanto dolor
Cuando creí llegado el momento, mucho tiempo después,
ni se inmutó con mi pregunta sobre la madre de Nicolai…lo demás ya lo sabes…más
o menos…
Cuando empecé a investigar encontré en el FSB todo lo
relativo a Beria…e intenté aprovecharme sin dejar de cumplir la petición de mi
hermano…solo que al conoceros todo cambió en mi interior, hasta a ti te tengo
un gran afecto por mucho que quise
utilizarte y habrás notado que es la primera vez que te trato de tú. Nunca lo
habría hecho si no fuera por mis actuales sentimientos. En cuanto al ámbar me
he visto obligado por mis jefes, yo no tengo ningún interés y no sé si se
creerán lo que pasó simplemente porque lo diga yo…o tú… pero no me importa
porque este no es el camino para ser feliz y yo quiero serlo. Afortunadamente
los tiempos han cambiado y encontraré un trabajo que me permita ganarme la vida
dignamente y, en última instancia, sé que tú me echarías una mano.
Quiero profundamente a Olga, como a una madre que
nunca tuve y, por mi parte, jamás la contaré la verdad y si tú lo haces te las
verás conmigo y, créeme, cuando tengo que ser malo, soy muy malo.
Olga es Rusia, la Rusia eterna, la Rusia que sufre, la
Rusia envuelta en misterios, en sudor y en lágrimas, la Rusia que huele a
hierba mojada segada por babuskhas, la Rusia que nunca tuvo suerte con sus
gobernantes, que cree en el destino como algo inevitable que no se puede
cambiar, que tiene miedo, un miedo pegado a la piel como una segunda naturaleza
y que merece ser feliz o, al menos, intentarlo. Es así como yo lo veo ahora, es
así como quiero verlo y pelearé toda mi vida para que Rusia sea por fin feliz.
Y sé que me ayudarás con todas tus fuerzas porque en una vida anterior fuiste
ruso y sientes como yo que este es un gran pueblo y debe de ser un gran país.
Me ha costado mucho contarte esto, Vladimir me
convenció de que lo hiciera y casi me obligó a hacerlo adelantándose con su
carta pero ahora estoy contento de haberlo hecho, que nunca haya ninguna
mentira entre los dos y menos sobre algo que dada tu intuición y saber hacer,
podrías averiguar en cualquier momento
Olga merece ser feliz y si para ello debo de ser su
hijo, lo seré siempre. Ahora tú decides y date prisa con el cigarrillo que nos
llamará en cualquier momento.
Tienes que ir con nosotros al aeropuerto, no quiero
dejar en él el coche, me lo robarían seguro. Te pido que lo traigas y lo
guardes por favor.
Cuando entramos ella empezaba a servir el té, nos
sentamos y nos miramos sonrientes. Ella siguió y de pié se aproximó a su hijo y
se apoyó en la espalda de su hijo diciendo:
- Te quiero mucho hijo, enredándole en su pelo…
- Tienes motivos para quererle y estar orgulloso de
él, dije sin pensar y de repente.
Aleksander me miró supongo que agradecido y aliviado y
nos reímos todos, sin saber por qué, a carcajadas…
Al marchar el ambiente había cambiado totalmente y
hasta Ruslán estaba alegre y comentaba el miedo que tenía al avión y que solo
se subiría si me subía yo y entre grandes risas le dije que yo no me montaba,
que los aviones me daban miedo…
El avión…le asustó más de lo que él mismo pensaba…un
Antonov de carga que era el único tipo que podía volar en el deshielo en
aquella parte del mundo y, pálido como la nieve, se subió mirando atrás y
diciéndome adiós con la mano…
Esperé a que despegara el aparato y lentamente
abandoné el lugar en busca del coche de mi “hijastro”…y silbando la banda
sonora de “·El bueno, el feo y el malo”…si Vladimir era el feo, Aleksander el
bueno ¿Quién era yo?
Volví a casa con la mente en blanco y creo que no veía
la carretera, que conducía por instinto y contaba los árboles del camino como
los niños cuando juegan esas cosas volviendo loco a su padre mientras conduce…
La noche era hermosa y el frío horrible haciendo
necesaria la chimenea…me apetecía escuchar música pero no sabía cuál…al calor
de la riechka me entraba un sueñecillo estupendo y ella se reía mirándome…
Opté por un LP de Paul Mauriat titulado Rusia Eterna…y
con el sopor, repasé todos los últimos acontecimientos montándome un
batiburrillo mental enorme…en el que entraban y salían Beria y Kruchev,
Vladimir y su Lada, el chelnoki, su abuelo y el ámbar, Aleksander y Nicolai,
Ruslán, el lago sagrado, los trenes, Maroto y el de la moto…como si me hubiera
pasado con el vodka aunque no lo había probado. Me resultaba imposible poner en
orden los acontecimientos de los dos últimos años, algo que me solía pasar, en
menor escala, siempre que hacía un viaje a algún lugar mágico y este parecía el
caso llevado al extremo, propio de una novela de intriga que quizás algún día escribiría…
No sé ni a qué hora nos fuimos a la cama cuando aún
sonaban las Danzas del Príncipe Igor en el disco de Mauriat y con un importante
dolor de cabeza solo aliviado cuando se apagó la luz.
No acababa allí mi larga jornada porque no me dormía
pensando en cómo le iría al checheno en el regreso a sus raíces y solo el
cansancio me cerró los ojos muy avanzada la noche y su cielo negro en el que
las nubes dibujaban caprichosamente la silueta del Ararat en una especie de
burla benévola.
Es totalmente cierto eso de que mañana será otro día o
amanece que no es poco…me desperté como un reloj Raketa de cuerda, que aquí los
de batería aún no se habían generalizado por falta de pilas…el café obra en mi
milagros y en diez minutos estaba dispuesto aunque no sabía para qué…seguramente
para no hacer nada pero desde muy temprano y muy deprisa…pero el día no había
hecho más que comenzar…
A las dos, cuando comíamos, sonó el teléfono y una voz
que se me antojó gangosa preguntó por mi:
- Don Alfredo Vigón?
- Escucho, contesté con esa simple palabra que en
Rusia se utiliza gracias a su simpleza.
- Le llamo desde el bufete de abogados Roca y Asociados
de Moscú, me dijo mientras yo calculaba la hora de la capital para convenir que
había cinco horas de diferencia y que el tal señor había madrugado hoy…
- Escucho con interés, le dije.
- Somos un despacho de abogados españoles que
defendemos los intereses de nuestros compatriotas en Rusia y , antes en la
URSS. Un amigo suyo, Vladimir Vladimirovich Ignatiev, ha fallecido en Pinsk,
Bielorrusia, y ha dejado un legado para usted. Se trata de una caja de cartón
con documentos muy antiguos que no he
leído, por supuesto, y que debo de entregarle en mi bufete cuando usted quiera
y pueda acercarse a Moscú.
- Aún no sé cuando podré ir, contesté, porque es algo
absolutamente inesperado pero tan pronto me sea posible iré.
- No hay prisa, los documentos son muy viejos creo y
porque envejezcan un poco más no les pasará nada. Simplemente le indico que me
avise con tiempo y que venga debidamente identificado porque aunque usted tiene
estatus de residente, sigue siendo extranjero por lo que lo más conveniente
sería que trajera el pasaporte.
- Así lo haré, respondí despidiéndome.
Me quedé estupefacto, sin saber que pensar y menos que
hacer y cuando. Hasta después de muerto el viejo zorro me sorprendía y no se
separaba de mí, poco sabía que nuca saldría de mi corazón…¿Qué me mandaba desde
el más allá? Aquel viejo ¿osetio?¿ruso? era todo un personaje que nunca habría
de haber desaparecido para siempre y me dio por pensar que quizás fueran sus
vivencias, sus memorias o el material para escribirlas. Ojalá fuera eso.
Se lo comenté a Olga y con su lógica aplastante me
respondió que cuanto antes saliera de dudas sería mejor para todo…
Dicho y hecho y cuatro días después volvía con mi caja
de cartón a casa lleno de incertidumbres, de nervios y de esperanzas aunque ya
es sabido que la Esperanza solo es una prostituta que va vestida de verde como
decía Maki el Navaja…
Al día siguiente y lleno de nervios, abrí la
caja…papeles, el historial militar de Vladimir, sus condecoraciones, su
nombramiento de Oficial en el Frente de Bielorrusia con tan solo veinte años,
algo de dinero y muchos recibos cuyo contenido ya conocía…iguales al que el
abuelo de Viktor me había proporcionado solo que fechados en Kaunas, Vilna,
Smolensk, Orsha, Safanovo, Moscú, Gorki, Ufá, Cheliabinsk, Omsk, Novosibirk,
Kemerovo, Krasnoyarsk y un montón firmados en pequeñas localidades y ,
evidentemente, faltaba el de Irkutsk, todos indicando las cantidades entregadas
y aludiendo a la patriótica misión encomendada a los soviets respectivos…
Todos ellos confirmaban la desaparición de la Cámara
de ámbar en los términos que ya conocía y haciendo responsable del desaguisado
a la incultura, la ambición y la maldad humana, culpables de sangre, sudor y
lágrimas con el único objetivo de no se sabe qué y con el resultado final de
que se enriquecieran unos pocos a costa de muchos…y se hablaba, no sé si con
fundamento, de que se iba a reconstruir con los planos antiguos en el mismo
lugar en el que estuvo originalmente, solo que está por cuenta, nuevamente, del
estado ruso…
No podía imaginar cómo Vladimir había conseguido
aquellos documentos y quizás, solo quizás, leyendo el resto de documentos
llegara a comprender que mi amigo del alma, y a pesar de su Lada era, fue,
alguien mucho más importante de lo que yo creía, de lo que él daba a entender…
Completamente anonadado, posé la caja y me dije que no
leería más hasta que no me repusiera del shock que todo aquello me había
causado, que a lo mejor podría ser
mañana mismo pero no ya hoy… mañana volverá a salir el Sol…
Sol que no aportó nada interesante, fotos viejas de un
joven aun con dientes, un reloj Paliot de cuerda y de bolsillo con el escudo de
la URSS grabado en su tapa, el historial militar de Vladimir en el que
destacaba su empleo de Coronel de las fuerzas del Ministerio del Interior, una
matrioskha llena de rayones y mugre que era imposible saber lo que significaba
allí, una amarillenta nómina, una cinta de San Jorge, tres cartas ilegibles y
lo que probablemente era un dibujo con la cara de tres niños, quizás sus
hijos…me dio por pensar que toda una vida cabía tristemente en una caja de
cartón y no importa que seas Rey o mendigo, científico o analfabeto, alto o
bajo…en una caja cabías…y me entristecí y no sólo por él sino también por mí y
creo que era la primera vez que veía a la muerte tan cerca…aunque, menos mal,
no era la mía…
No tenía por qué pero seguramente lo fotocopiaría y
enviaría los originales de todo a su familia, de todo menos los recibos que ya
no importaban a nadie… ni siquiera a mí…
Cada vez me gustaba menos la Historia, la grande y la
pequeña, nunca recoge fielmente la realidad ni de los países ni de los hombres
que la conforman, llena de falsedades y de olvidos…si bien es cierto que la
muerte tiene de bueno que es igualitaria…todos nos volveremos polvo más tarde o
más pronto haciendo realidad aquello de “El muerto al hoyo y el vivo al bollo”
o aquello de Zorrilla y su Don Juan…” Todos iguales para mí seréis, el trece,
el catorce, quince y el dieciséis…”…el olvido es la última parada de todos y
cada uno de nosotros…
CAPITULO XV
La
Sudba tiene la culpa…
Hay un proverbio ruso que dice que nada es más
permanente que lo provisional y que es aplicable a muchos países, al menos a España,
y eso pasaba con nuestra casa. La habíamos arreglado, claro, estaba cómoda,
hogareña pero tenía carencias, la distancia al centro entre otras y es que solo
una cuestión emocional nos había llevado allí solo que ahora las cosas eran muy
distintas y corríamos la tentación de que el proverbio ruso se hiciera realidad.
De hecho incluso en épocas de nieve y hielo hasta ir a un dentista era un
problema.
El factor que retrasaba el cambio era, sin duda, Olga.
Tenía una dicotomía en su personalidad, muy fuerte ante todo pero débil ante lo
que desconocía por sencillo que fuera o formara parte de la vida cotidiana de
las personas como, por ejemplo viajar, los cambios o simplemente ir a unos
grandes almacenes…la única vez que conseguí llevarla al TSUM de la ciudad
quería irse al momento alegando que allí solo había cosas muy caras y otras que
ni siquiera conocía para que servían. A duras penas conseguí retenerla en él
media hora.
Era una situación rara que no sabía cómo remediar, el
miedo, yo había sentido mucho en ocasiones, es irracional la mayoría de las
veces y por tanto no reconoce argumentos tranquilizadores. Tal parecía que Olga
tenía miedo a lo desconocido como si la quedara algo por conocer…eso que
debería haber quedado atrás, esa dura infancia, la dura vida moscovita y tantas
y tantas cosas y, sin embargo, no había vivido nada en un sentido amplio de la
palabra. Para ser felices completamente, para que ella fuera feliz la faltaba
la cabra de Chagall tocando el violín…
Me dediqué a buscar una casa en el centro y las descarté todas por el alto costo de su rehabilitación
y por ser demasiado llamativas, poco discretas y muy grandes para nuestras
necesidades.
Encontré un piso en el distrito de Glazkovo, la zona
nueva y de expansión de la ciudad, asequible y muy acorde con nuestras
necesidades, nada alejado del centro, y di una señal, eso que se suele llamar
arras, para que me lo guardaran durante un tiempo en el que debería convencer a
Olga para el cambio. Había incluso pensado en comprar la casa del abuelo de
Viktor pero era como las otras del centro.
En cuanto a nuestra casa actual la alquilaríamos a una
familia con la única contraprestación de que la cuidaran y la dejaran cuando
quisiéramos ir a ella, visitas que serían pactadas porque de otra manera sería
imposible encontrar alguien que la ocupara. Quizás un mes en verano o algo así.
Sería injusto echarla la culpa a ella, yo no me
adaptaba bien a la vida casi monástica que llevábamos y llevaríamos. Para gente
como yo de asfalto, esta era una situación divertida durante cierto tiempo pero
no daba para más. Y este sería el factor que inclinaría la balanza hacia el
cambio…
También quería compensarla por unos sufrimientos que
yo no había causado, claro, y enseñarla que hay partes del mundo en las que la
gente ríe, sueña, piensa que mañana amanece, envejece discretamente…Asturias,
Cantabria, Madrid, las islas Canarias y un Moscú desconocido para ella. Esta
ciudad, mágica para mí, era el infierno para ella y yo soñaba con volver de su
brazo allí, a aquellos sitios en los que una vez la rechazaron…una inocua venganza…pero
venganza al fin y al cabo.
El cerebro de las personas es impredecible…Un día
desayunando Olga me dice:
- Ya sé quién puede cuidarnos la casa cuando no
estemos aquí.
-¿Cómo? dije con asombro.
- Algún día nos iremos pienso yo y aunque no sea para
siempre, alguien de confianza necesitaremos y he pensado que mi hermana y mi
cuñado serían perfectos y para ellos también sería muy bueno porque vivirían
prácticamente en la ciudad. Cuando sean mayores apenas podrán salir de allí.
- Pero ¿Cómo has llegado a esta decisión?
- Pues conociéndote muy bien y mirándote a la cara. Eres
tontorrón aunque te creas muy listo, como los hombres en general y los
extranjeros en particular. ¿Sabes? Te leo el pensamiento…Tampoco me gusta verte
por las pistas de nieve y hielo con la moto, que un día tendrás algún accidente
¿Has pensado en que pasaría si lo tuvieras? ¿Cómo me las arreglaría yo?
- Y ¿en qué condiciones?
- En ninguna. Aún no he hablado con ellos y quizás
podríamos construir una habitación aneja para que respetaran la nuestra y
nuestras cosas que podríamos recoger en ella.
- Si fuera así podríamos vivir juntos aquí, repliqué.
- No es eso, no funcionaría, este no es tu mundo por
mucho que lo quieras, que, a veces, pienso que lo quieres más que a mí.
Necesitas espacio y yo quiero que lo tengas porque es la única forma de
retenerte a mi lado.
Nos quedamos pensativos y al cabo de unos minutos la
dije que tenía un piso apalabrado en la ciudad.
- No me extraña, dijo Olga, y seguro que allí
estaremos muy bien y cogerás menos la moto. Me gustaba más cuando ibas andando.
Pero yo me refiero a viajar, a volver a España, a tus orígenes, a tu familia, a
tus amigos. Quiero conocerlos y que me conozcan. Sin ellos no tenemos sentido,
solos no tenemos nada, no somos nada, sería como vivir en una isla desierta.
- Habla con Yulia y Oleg por ver que dicen.
- Mi hermana ya sabe que tengo algo que decirla,
recuerda que somos gemelas, aunque no imagina esto. También forma parte de
nuestra felicidad el ayudarles y que sean a su vez felices y, créeme, necesitan
poco para serlo, simplemente vivir tranquilos.
- Pues ya estás tardando en hablar con ellos,
contesté. Si quieres podemos ir a verlos pero lo que realmente me apetece es ir
a la ciudad e invitarles a comer así que llámalos y queda con ellos.
- Ya sé lo que me dirán, que no tienen ropa para ir…
- Es igual, les dejamos nuestra y en el almacén
central les compramos nueva.
- ¿Sabes lo que más me gusta de ti? Que me siento
segura a tu lado, que tienes soluciones para todo pero ya lo sabía cuándo te
conocí. Ya sabes, la Sudba es juguetona, traviesa pero para nosotros además ha
sido muy buena y nos ha unido.
Tomó el teléfono y llamó a su hermana salí fuera a
fumar un cigarro para no oírlas, que lo que fuera ya me lo contaría ella.
Echando humo casi helado por la nariz y la boca, me
imaginaba al dragón de San Jorge y es que siempre pensaba en cosas raras cuando
estaba contento y entre calada y calada silbaba Only You de los Platters…
Cuando entré la sonrisa la delataba, les había
convencido y sin mucho esfuerzo.
- Si a todo, dijo. Y mañana les llevaremos a comer que
yo creo que Yulia y su marido jamás han comido fuera de casa. Procura no
apabullarles y vayamos a un sitio normalito por favor y por nada del mundo les
dejes ver la carta y los precios. Asegúrate de que solo leen la de las mujeres,
esas que no tienen precios puestos.
- Soy un profesional, la contesté en broma, se
sentirán cómodos seguro: ¿Les has dicho que se vengan a vivir aquí?
- No exactamente pero creo que lo habrán entendido
aunque lo tendrán que hablar entre ellos. Mañana se lo plantearemos en serio.
Creo que durmió inquieta, estaba contenta y esperaba
el nuevo día con impaciencia. Durante la noche me preguntó varias veces si
había avisado a Viktor para que los recogiera y, ya de madrugada, me dijo que
la hablara de España.
- Es el Sol, su gente, su alegría de vivir, sus raíces
culturales cristianas como las vuestras, fabulosas, y el convencimiento, como
vosotros, de que tiene un Destino tan épico como su pasado lo que la hace grande,
muy grande.
- Pero es más pequeña que Rusia, contestó.
- Ese sentido imperial algún día os traerá disgustos.
Debéis conformaros con lo que tenéis que no es poco. Sois muy grandes pero de
humildad carecéis totalmente y el caso es que me gusta que seáis así, me
recuerda a la España de Felipe II, aquel Rey en cuyos dominios no se ponía el
Sol. Pero, fíjate, todo aquello desapareció y solo dejó un reguero de
hijosdalgos con agujeros en el jubón y en los bolsillos del pantalón…
- A nosotros no nos pasará eso, somos más grandes.
- Sí os puede pasar porque no sois grandes sino
grandones como dicen en Asturias, la contesté a sabiendas de que no lo
entendería. Y ahora duerme otra vez, continué, que es la mejor forma de que
pase el tiempo rápido.
Al final me desveló a mí que suelo dormir como un
lirón y me dio por pensar en que antes de tomar una decisión y salir de allí,
nunca para siempre, debería hacer algunas cosas más…encontrar a la familia de
Memet, el soldado del barquito de papel, hacerme con tarjetas de crédito y
evitar así los cambios, los viajes a Moscú a recoger dinero…buscar alojamiento
en cada sitio que visitáramos por largo tiempo aunque esto era fácil, comprar
ropa para cada temporada…y esas menudencias cotidianas pero que había que
arreglar.
Lo que menos me preocupaba eran los trámites y lo que
más…encontrar a la familia del soldado pero sobre todo que les diría… ¿Qué su
hijo yacía asesinado en el fondo del Baikal??Que había muerto por nada?¿Que
nunca lo podrían encontrar entre los restos suyos y de los demás?¿Valdría la
pena buscarles? Quizás llevaran una vida tranquila, sin sobresaltos, olvidadas
las lágrimas y formarían en esa legión de familias que el Día de la Victoria,
allá por el mes de Mayo, llevan flores a la tumba del Soldado desconocido en
los muros del Kremlin vistos desde los jardines de Alejandro y que tienen una
maravillosa inscripción: “Tu nombre es desconocido pero tu hazaña es inmortal”.
¿Para qué revolver el dolor? Pero a la vez pensaba que no era justo que no
supieran en donde descansaba su hijo, su nieto, su hermano…quizás podría
omitirles los detalles o inventarme una muerte gloriosa por la Patria por mucho
que me costara mentir…Pero era difícil inventarse algo creíble ¿Cómo
explicarles que el lago sagrado era el féretro de su hijo?¿Cómo decirles que su
hijo no murió por la Patria sino asesinado por cuatro pesetas? Lo dejaría estar
y si algún día el Destino de marras decía otra cosa, sería el momento de buscar
alguna explicación lo menos dolorosa posible si es que existía.
Me debí de quedar dormido porque si bien recordaba lo
pensado, no tenía ni idea de haber encontrado una respuesta al despertar
aunque, bien pensado, podría haber sido solo un sueño sobre el que tendría que
reflexionar.
Resuelto el tema de la casa con Yulia y Oleg, los días
pasaron veloces con los preparativos, las reservas de hoteles, billetes de
avión, discusiones domésticas sobre por dónde empezar en las que naturalmente
ganaba yo porque Olga se inclinaba por el Sol y yo por enseñarla el Norte de
España, su costa con las playas de fina arena, sus puertos pesqueros, sus
acantilados y su mar bravía desde la que se divisiva nítidamente la montaña,
los Picos de Europa…para seguir por el románico castellano y seguir avanzando a
la alegría del Sur…las islas quedarían para otro viaje…para otro Otoño…que no
nos habíamos ido todavía y ya añoraba yo la Rusia eterna…quizás estaba anclado
a esta tierra para siempre y nuestro primer periplo no llegara a ser tan largo
como presumíamos…
Hacía muchos años que no cumplía con un ritual como
era ir a algún templo a rezar antes de emprender un viaje… no sé si soy
religioso o supersticioso… esta vez estaba dispuesto a hacerlo de nuevo
aprovechando que iríamos a Moscú a coger el avión aunque no sabía por qué. Lo
que si sabía era que en la capital de Todas las Rusias había desde tiempos de
los Zares una catedral católica dedicada a la Inmaculada Concepción, Patrona de
la Infantería española, que había visitado tiempo atrás muchas veces y no
porque fuera católica sino porque a pesar de su tamaño y situación en el
centro, justo al lado de la estación de Bielorrusia y a cuatro pasos del zoo,
Malaya Grusinskaya Ulitsa, solía estar vacía, tranquila, discreta, aunque no
era recomendable quedarse a ningún oficio religioso, que una vez lo intenté y
la misa era en armenio¡¡¡ cosas de leer mal los avisos de la puerta…y no
enterarse bien de cuando era el oficio en español…
¿Necesitaba salir de Rusia? Seguramente sí…aunque no
sabría exactamente por qué…seguramente a los diez días estaría deseando volver
a ella porque Rusia es un país, un pueblo, que te enamora cada día para
decepcionarte al siguiente y volverte a enamorar al tercero en un ciclo que,
como el cuento de la buena pipa, nunca parece acabarse hasta que un día, un
buen día, se hace la luz, se entiende y entonces todo es de una sencillez
endiablada, de una lógica aplastante y de una comodidad infinita como cuando
uno se tumba en el sofá a ver un partido del Real Madrid y encima gana…y todo
se funde en aquello que Pio Baroja describía como “el extraño romanticismo de
las cosas cotidianas”, esa casa y cosas por las que pasamos cada día, en
cualquier lugar, sin verlas hasta que un día descubrimos que , como la vida,
son maravillosas…
Y aquí todo ello, y más, puede ser la babuskha que te
ofrece una naranja de la China porque hace calor, la sonrisa de un niño cuando
te ve hacer el ganso saltando de un lado a otro de la acera, el mujik que te
ofrece agua, la gran dama venida a menos que te da las gracias porque la cedes
el paso cuando este gesto debería ser lo natural, la familia que te ofrece
comida en el tren o en el cementerio cuando, llevado por alguna curiosidad
inexplicable, te acercas cualquier domingo a ver las tumbas de los pueblos
adornadas con cruces ortodoxas azules y con sendos bancos en los laterales para
favorecer el picnic de los herederos…Rusia es su gente, como en todas partes,
alejada de lo oficial, de los tejemenejes políticos y similares y si uno cierra
los ojos tan sólo su olor a sudor campesino y a hierba recién segada la hace diferente
a cualquier otra tierra…a España por ejemplo aunque hubo un tiempo en el que quizás olía a lo mismo…
A esta gente nunca les importó el ámbar, ni Stalin o
Lenin o Beria, solo les importaba sobrevivir, el día a día, su ovoska en la que
llevar algo a casa…lo demás eran cosas de las que deberían ocuparse otros
porque ellos ya tenían bastante con lo suyo…nada nuevo, más o menos como en
todas partes…solo cambiaba la dimensión del problema doméstico pero nada más…
Aquellos días llovía, tal parecía que aquellas tierras
nos despedían con lágrimas y yo no sabía cómo decirles que no se preocuparan,
que volveríamos más pronto que tarde, que allí estaba nuestro hogar pero que
debían entender que Patria significa “tierra de los padres” y que la mía estaba
en otra parte y que no podía renunciar a ella y que tampoco quería y que las
raíces de las personas no se pierden nunca y que quien las pierde no puede ser
feliz en ninguna parte porque le persigue una maldición que se llama nostalgia
y que le obliga a mirar siempre atrás y, cuando se lo conté, parecieron
entenderlo porque apareció un Sol maravilloso que brillaba como el …ámbar…
El día antes de marchar dormitaba mientras veía las
maletas apiladas, en una especie de ritual que me perseguía cada vez que
iniciaba algo como era empezarlo descansado que de fatigarse ya habría tiempo
porque, como decía un buen amigo, pasárselo bien es agotador...
El estruendo de la moto de Viktor me sacó de mi media siesta
con cierta alegría, era un buen muchacho y seguro que me traería buenas
noticias aunque ya desconfiara de que existieran…
- Buenos días Alfredo, dijo amablemente.
Con mi respuesta su cara se puso seria para decirme:
- Ha muerto el abuelo rodeado de todos nosotros…sin
dolor y en paz. Por ese lado contentos porque su pérdida ya era inevitable. Se
acordaba de ti y me encargó que te dijera que la puerta de ámbar era para ti,
que tú la darías un buen destino y sabrías apreciarla. Te la traeré mañana en
la furgoneta y os llevaré al aeropuerto después siempre que me prometas que
volverás. De no ser así iros andando…
- Verdaderamente era un gran hombre, le contesté
sorprendido y añadí, volveré seguro porque no os podré olvidar nunca.
Y pensaba que al fin Vladimir, o la Sudba que en este
caso era lo mismo, había conseguido que si no la ventanas, al menos una puerta
de la casa de Olga fuera de ámbar. La dejaría montada antes de marchar a
España…
Que curioso que siempre aparecía Vladimir en mis pensamientos,
en los mejores y en los peores momentos, y le recordaba, y le recordaría
siempre, con su Lada, con su sonrisa y con aquella amiga moscovita que le
doblaba en peso y en todo…
FIN
BREVE GLOSARIO SOBRE LAS PALABRAS RUSAS EMPLEADAS
- Jitrii, astuto, página 4.
- Chelnoki, contrabandista, estraperlista, trae y lleva encargos, pasa
fronteras, regatea…página 4.
- Iskra, chispa, título del primer periódico revolucionario bolchevique,
página 9.
- Galuboi, azul cielo, también se llama así a los gays, página 10.
- Died Maroz, el equivalente ruso a Papá Noel, página 11.
- Piter, nombre familiar de San Petersburgo, página12.
- Stariets, santón, ermitaño, página 13.
- Sasha, nombre familiar de Aleksander, página 15.
- Nielsiá, imposible rotundamente, página 17.
- Rossia, Rusia, página 16.
- Ukraina, Ucrania, página 17.
- Duesurnaya, encargada de planta en los hoteles, página18.
- Gastronom, tienda de comestibles, página 19.
- Vostok, Oriente, en este caso marca de reloj, página 20.
- Molnia, tormenta, en este caso marca de reloj, página 20.
- Komandirskii, del Comandante, en este caso marca de reloj, página 20.
- Viesná, primavera, página 20.
- Metelitsa, tormenta de rayos, página 20.
- Aparatchik, persona que pertenece al aparato del Estado y, por tanto es
muy influyente, página 25.
- Valodia, nombre familiar de Vladimir, página 28.
- Slushayu, primera persona del Presente del verbo escuchar, página 32.
- Kolbasa, embutido, página 33.
- Smetana, nata ácida que se utiliza como salsa y con las salsas, página
33.
- Blinys, empanadillas típicas rusas, rellenas de carne picada, setas y
otras cosas, página 33.
- Sudba, Destino entendido como algo irremediable, página 38.
- Zálpon, descarga, entendida como beber una copa de golpe, página 40.
- Baba Yaga, personaje de los cuentos infantiles, página 54.
- Huskys, perros siberianos que tiran de los trineos, página 62.
- Samagón, bebida alcohólica destilada en casa, página 66.
- Amber, en alemán ámbar, página 77.
- Beriosha, abedul, página 77.
- Bagatii, rico, acaudalado, página 78.
- Bagatir, caballero andante en relatos épicos, página 78.
- Pastel, ropa que compone el ajuar
de la cama, página 78.
- Romaskha, flor, margarita, página 92.
- Kompromat, artículo de Prensa falso, escrito previo pago para
desacreditar a alguien, página 110.
- Riechka, cámara de ladrillo que forma un horno, utilizada para calentar la casa y sobre la que suele estar la
cama, página 115.
-KOMSOMOL
Juventudes Comunistas, página 118
- Kvas, bebida refrescante muy popular hecha
fermentando harina de centeno y malta y tiene una baja graduación alcohólica,
página 120.
- Dom Knigi,
Casa del Libro, página 123.
- Garmon mayá, Acordeón mío, página 123.
- Verstá, medida de longitud antigua equivalente a
1066,8 metros, página 127.
- Komunalka, edifico de minúsculos apartamentos
unifamiliares con servicios comunes en los pasillos, página 127.
- Vaucher, bono canjeable de cierta validez económica,
página 129.
- TSUM, Central Almacén Universal, página 136.
- Malo pa malu, poco a poco, página 140.
- S ubazheniem, con respeto, página 144.
- Tboi drug, tu amigo, página 144.
- Avoska, bolsa de red de caprón, similar al nylón,
con unos aros de madera como asas que se estiraba con el peso. Ovosk significa
“por si acaso” y era de uniformidad obligatoria por si acaso se encontraba algo
que llevar a casa…
CONTRAPORTADA
Segunda
de una trilogía iniciada con “Veintiún grados bajo cero”, “Ámbar” escarba en lo
más complejo del Alma rusa mezclando realidad con ficción, personajes
inventados con compañeros reales de fatigas, vino y rosas, en un intento de
hacernos comprender aquello que Churchill definió como “Un acertijo envuelto en
un misterio dentro de un enigma”.
Si
lo consigue o no, solo lo pueden decir los lectores aunque, según Rafael
González Crespo, cuando uno se introduce en el corazón de Rusia llega un día en
que se hace la luz y todo se vuelve de una sencillez endiablada…y es que allí
todo es posible y lo contrario…también.
¿Ficción?
¿Realidad? La ficción no existe porque la realidad la supera.