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viernes, 29 de septiembre de 2017

Ámbar, capítulo XIV:Mañana será otro día...




                                   CAPÍTULO XIV
                            MAÑANA SERÁ OTRO DÍA…
Ruslán recogía sus cosas y le preocupaba no llevar regalos, o al menos eso decía, que ya se sabe nadie va de visita sin llevar algún presente, y, aunque Aleksander le tranquilizaba al respecto, el seguía inquieto.
Tenía esa media sonrisa entre el miedo a lo que se encontraría, a lo para él ya desconocido, y la alegría de volver a su casa o a algo más profundo como sus raíces.
 En un momento de aquel día dijo:
- No os extrañe que no me acuerde bien de las fechas, para mí la guerra acabó cuando llegué aquí y mi vida empieza hoy.
Aleksander y yo nos miramos sin decir nada, nunca entenderíamos a aquel gran hombre que nos sorprendía con su sabiduría.
El hijo de Olga le había dicho que había hecho gestiones, que conocería a sus parientes, los más ya centenarios que es sabido que en el Cáucaso la vida ese extremadamente larga, probablemente porque el alcohol conserva…
Aleksander, por el contrario, estaba taciturno, algo le preocupaba y sin embargo, estaba haciendo una gran obra, haciendo feliz a una persona y diciéndome implícitamente que estaba equivocado, que había cambiado, que no era el niñato que yo pensaba.
De repente dijo:
- Pasamos por vuestra casa camino del aeropuerto, quiero dar un beso a mi madre y que vea lo que estoy haciendo. Se merece lo mejor y así a ella se le disiparán las dudas.
- De acuerdo, le dije, me parece una muy buena idea.
No tardó el checheno en empaquetar sus escasas pertenencias y nos dispusimos a marchar mientras él, quizás emocionado, cerraba la puerta de su humilde morada como en un ritual para mí desconocido.
Aún volvió a entrar y colocó sus libros de nuevo, aquellos libros que conformaron su vida durante tantos años mientras nos decía que no quisiera perderlos, que eran un tesoro y que si conocíamos a alguien que los pudiera conservar.
Le dijimos que si, que le dejaríamos su llave a Olga y que yo me encargaría de cuidar la casa y todo lo demás…
Iniciamos la marcha y él miraba para atrás y saludaba con aire nostálgico al paso a los vecinos que habían confortado su vida en aquel lugar dejado de la mano de Dios y nos dispusimos en silencio a retroceder hacia su nueva vida. No sabía si quería volver allí o no porque no sabía si en su vida había esperanza todavía…y no podíamos ayudarle, al menos yo no sabía cómo hacerlo.
Ese silencio solo se rompió cuando Aleksander dijo que necesitaba hablar conmigo y que lo haría antes de irse cuando llegáramos al lado de su madre.
Asentí con la cabeza y me recosté sobre el asiento…era muy temprano…habíamos madrugado porque en Rusia se sabe cuándo empieza el camino, y a veces incluso a donde va, pero nunca cuando acaba…ni en donde…
Ruslán miraba  ambos lados como cuando en Rusia se dice que vagues allí donde los ojos te lleven… ¿Qué estaría pensando? ¿En lo que dejaba atrás? ¿En el futuro incierto que le esperaba? ¿En su monte Ararat perdido? ¿Quizás en aquellos amores juveniles con los que paseaba por el rio Terek? La verdad es que no sabía si estábamos haciendo las cosas bien…a veces, muchas, demasiadas,  la buena voluntad no es suficiente…
Simplemente podría ser que en aquel relativamente corto recorrido la película de su vida pasara en cámara lenta por su cabeza, una película de la que conocía la trama, el pasado pero no el final, y eso, precisamente eso, seguramente era lo que le desconcertaba…
Al llegar a casa Olga le recibió, nos recibió, con toda cordialidad, como si le conociera de toda la vida y se ofreció a preparar un té que Ruslán aceptó de buen grado. Mientras lo preparaba salí fuera a fumar un cigarrillo con la intención de que Aleksander saliera también y me dijera aquello que quería.
Salió como estaba previsto y Aleksander se sentó en el porche a mi lado…
- Sé en donde está Vladimir, dijo alargándome un papel con una dirección de la ciudad de Pinsk, en Bielorrusia. Está muy mal pero no sé si morirá antes de las lesiones o de tristeza. No le falta de nada en el sanatorio para veteranos salvo aire y libertad…
- No iré a verle, el me lo pidió. Le haré saber que conozco su paradero y que si me necesita allí iré pero antes no…es su deseo y lo cumpliré, dije lleno de tristeza.
- Quiero contarte algo aunque no sé por dónde empezar...
- Adelante sea lo que sea, contesté.
- Soy hijo del Coronel Volkov, el segundo jefe de las tropas soviéticas en Afganistán, cuyo Jefe al mando era el General Grumov.
Crecí al lado de mi hermano mayor Nicolai y vivíamos relativamente bien, mejor que la mayoría. Nicolai me protegía de todo y de todos. Los dos entramos en una academia militar y los dos nos hicimos pilotos de helicópteros.
La URSS  tuvo numerosas bajas y aquella guerra era tremendamente impopular, tanto como Gorbachov a quien la gente llamaba traidor y nuestro padre, un soldado de verdad, sufría por esta situación y porque sabía que iban a perder una guerra sin haber perdido una sola batalla por culpa de los políticos…
Nicolai y yo nos presentamos voluntarios para ir al lado de nuestras tropas, creíamos que era nuestro deber no solo para con nuestro país sino para con nuestro padre, y allí que fuimos al mando de dos aparatos anticuados como todo entonces en nuestro país, dos K-25, Kamov que la OTAN llamaba con el nombre clave de Hormone, y patrullábamos juntos, mi hermano delante, yo detrás…
Un mal día, no el peor, los talibanes recibieron los misiles Stinger regalo de los americanos y comenzamos a caer como mosca antes de que descubriéramos que no tenían visores nocturnos y empezáramos a patrullar de noche. En el valle del Panshir cayó mi hermano y aterricé jugándome la vida para ayudarle como él hubiera hecho por mí…
Murió sereno, dándome ánimos y me pidió que saliera de allí vivo y que buscara a su madre…absolutamente conmocionado le cerré los ojos y milagrosamente salí vivo de allí al echarse la noche  y volví sin daño a la base.
El 15 de Mayo de 1988 volví a casa lleno de pena y de incertidumbres pero tenía que esperar a poder hacer preguntas a mi padre, a que fuera el momento oportuno, a que se recuperara, y yo también, de tanto dolor
Cuando creí llegado el momento, mucho tiempo después, ni se inmutó con mi pregunta sobre la madre de Nicolai…lo demás ya lo sabes…más o menos…
Cuando empecé a investigar encontré en el FSB todo lo relativo a Beria…e intenté aprovecharme sin dejar de cumplir la petición de mi hermano…solo que al conoceros todo cambió en mi interior, hasta a ti te tengo un gran afecto por mucho que  quise utilizarte y habrás notado que es la primera vez que te trato de tú. Nunca lo habría hecho si no fuera por mis actuales sentimientos. En cuanto al ámbar me he visto obligado por mis jefes, yo no tengo ningún interés y no sé si se creerán lo que pasó simplemente porque lo diga yo…o tú… pero no me importa porque este no es el camino para ser feliz y yo quiero serlo. Afortunadamente los tiempos han cambiado y encontraré un trabajo que me permita ganarme la vida dignamente y, en última instancia, sé que tú me echarías una mano.
Quiero profundamente a Olga, como a una madre que nunca tuve y, por mi parte, jamás la contaré la verdad y si tú lo haces te las verás conmigo y, créeme, cuando tengo que ser malo, soy muy malo.
Olga es Rusia, la Rusia eterna, la Rusia que sufre, la Rusia envuelta en misterios, en sudor y en lágrimas, la Rusia que huele a hierba mojada segada por babuskhas, la Rusia que nunca tuvo suerte con sus gobernantes, que cree en el destino como algo inevitable que no se puede cambiar, que tiene miedo, un miedo pegado a la piel como una segunda naturaleza y que merece ser feliz o, al menos, intentarlo. Es así como yo lo veo ahora, es así como quiero verlo y pelearé toda mi vida para que Rusia sea por fin feliz. Y sé que me ayudarás con todas tus fuerzas porque en una vida anterior fuiste ruso y sientes como yo que este es un gran pueblo y debe de ser un gran país.
Me ha costado mucho contarte esto, Vladimir me convenció de que lo hiciera y casi me obligó a hacerlo adelantándose con su carta pero ahora estoy contento de haberlo hecho, que nunca haya ninguna mentira entre los dos y menos sobre algo que dada tu intuición y saber hacer, podrías averiguar en cualquier momento
Olga merece ser feliz y si para ello debo de ser su hijo, lo seré siempre. Ahora tú decides y date prisa con el cigarrillo que nos llamará en cualquier momento.
Tienes que ir con nosotros al aeropuerto, no quiero dejar en él el coche, me lo robarían seguro. Te pido que lo traigas y lo guardes por favor.
Cuando entramos ella empezaba a servir el té, nos sentamos y nos miramos sonrientes. Ella siguió y de pié se aproximó a su hijo y se apoyó en la espalda de su hijo diciendo:
- Te quiero mucho hijo, enredándole en su pelo…
- Tienes motivos para quererle y estar orgulloso de él, dije sin pensar y de repente.
Aleksander me miró supongo que agradecido y aliviado y nos reímos todos, sin saber por qué, a carcajadas…
Al marchar el ambiente había cambiado totalmente y hasta Ruslán estaba alegre y comentaba el miedo que tenía al avión y que solo se subiría si me subía yo y entre grandes risas le dije que yo no me montaba, que los aviones me daban miedo…
El avión…le asustó más de lo que él mismo pensaba…un Antonov de carga que era el único tipo que podía volar en el deshielo en aquella parte del mundo y, pálido como la nieve, se subió mirando atrás y diciéndome adiós con la mano…
Esperé a que despegara el aparato y lentamente abandoné el lugar en busca del coche de mi “hijastro”…y silbando la banda sonora de “·El bueno, el feo y el malo”…si Vladimir era el feo, Aleksander el bueno ¿Quién era yo?
Volví a casa con la mente en blanco y creo que no veía la carretera, que conducía por instinto y contaba los árboles del camino como los niños cuando juegan esas cosas volviendo loco a su padre mientras conduce…
La noche era hermosa y el frío horrible haciendo necesaria la chimenea…me apetecía escuchar música pero no sabía cuál…al calor de la riechka me entraba un sueñecillo estupendo y ella se reía mirándome…
Opté por un LP de Paul Mauriat titulado Rusia Eterna…y con el sopor, repasé todos los últimos acontecimientos montándome un batiburrillo mental enorme…en el que entraban y salían Beria y Kruchev, Vladimir y su Lada, el chelnoki, su abuelo y el ámbar, Aleksander y Nicolai, Ruslán, el lago sagrado, los trenes, Maroto y el de la moto…como si me hubiera pasado con el vodka aunque no lo había probado. Me resultaba imposible poner en orden los acontecimientos de los dos últimos años, algo que me solía pasar, en menor escala, siempre que hacía un viaje a algún lugar mágico y este parecía el caso llevado al extremo, propio de una novela de intriga que quizás algún día escribiría…
No sé ni a qué hora nos fuimos a la cama cuando aún sonaban las Danzas del Príncipe Igor en el disco de Mauriat y con un importante dolor de cabeza solo aliviado cuando se apagó la luz.
No acababa allí mi larga jornada porque no me dormía pensando en cómo le iría al checheno en el regreso a sus raíces y solo el cansancio me cerró los ojos muy avanzada la noche y su cielo negro en el que las nubes dibujaban caprichosamente la silueta del Ararat en una especie de burla benévola.
Es totalmente cierto eso de que mañana será otro día o amanece que no es poco…me desperté como un reloj Raketa de cuerda, que aquí los de batería aún no se habían generalizado por falta de pilas…el café obra en mi milagros y en diez minutos estaba dispuesto aunque no sabía para qué…seguramente para no hacer nada pero desde muy temprano y muy deprisa…pero el día no había hecho más que comenzar…
A las dos, cuando comíamos, sonó el teléfono y una voz que se me antojó gangosa preguntó por mi:
- Don Alfredo Vigón?
- Escucho, contesté con esa simple palabra que en Rusia se utiliza gracias a su simpleza.
- Le llamo desde el bufete de abogados Roca y Asociados de Moscú, me dijo mientras yo calculaba la hora de la capital para convenir que había cinco horas de diferencia y que el tal señor había madrugado hoy…
- Escucho con interés, le dije.
- Somos un despacho de abogados españoles que defendemos los intereses de nuestros compatriotas en Rusia y , antes en la URSS. Un amigo suyo, Vladimir Vladimirovich Ignatiev, ha fallecido en Pinsk, Bielorrusia, y ha dejado un legado para usted. Se trata de una caja de cartón con documentos muy antiguos  que no he leído, por supuesto, y que debo de entregarle en mi bufete cuando usted quiera y pueda acercarse a Moscú.
- Aún no sé cuando podré ir, contesté, porque es algo absolutamente inesperado pero tan pronto me sea posible iré.
- No hay prisa, los documentos son muy viejos creo y porque envejezcan un poco más no les pasará nada. Simplemente le indico que me avise con tiempo y que venga debidamente identificado porque aunque usted tiene estatus de residente, sigue siendo extranjero por lo que lo más conveniente sería que trajera el pasaporte.
- Así lo haré, respondí despidiéndome.
Me quedé estupefacto, sin saber que pensar y menos que hacer y cuando. Hasta después de muerto el viejo zorro me sorprendía y no se separaba de mí, poco sabía que nuca saldría de mi corazón…¿Qué me mandaba desde el más allá? Aquel viejo ¿osetio?¿ruso? era todo un personaje que nunca habría de haber desaparecido para siempre y me dio por pensar que quizás fueran sus vivencias, sus memorias o el material para escribirlas. Ojalá fuera eso.
Se lo comenté a Olga y con su lógica aplastante me respondió que cuanto antes saliera de dudas sería mejor para todo…
Dicho y hecho y cuatro días después volvía con mi caja de cartón a casa lleno de incertidumbres, de nervios y de esperanzas aunque ya es sabido que la Esperanza solo es una prostituta que va vestida de verde como decía Maki el Navaja…
Al día siguiente y lleno de nervios, abrí la caja…papeles, el historial militar de Vladimir, sus condecoraciones, su nombramiento de Oficial en el Frente de Bielorrusia con tan solo veinte años, algo de dinero y muchos recibos cuyo contenido ya conocía…iguales al que el abuelo de Viktor me había proporcionado solo que fechados en Kaunas, Vilna, Smolensk, Orsha, Safanovo, Moscú, Gorki, Ufá, Cheliabinsk, Omsk, Novosibirk, Kemerovo, Krasnoyarsk y un montón firmados en pequeñas localidades y , evidentemente, faltaba el de Irkutsk, todos indicando las cantidades entregadas y aludiendo a la patriótica misión encomendada a los soviets respectivos…
Todos ellos confirmaban la desaparición de la Cámara de ámbar en los términos que ya conocía y haciendo responsable del desaguisado a la incultura, la ambición y la maldad humana, culpables de sangre, sudor y lágrimas con el único objetivo de no se sabe qué y con el resultado final de que se enriquecieran unos pocos a costa de muchos…y se hablaba, no sé si con fundamento, de que se iba a reconstruir con los planos antiguos en el mismo lugar en el que estuvo originalmente, solo que está por cuenta, nuevamente, del estado ruso…
No podía imaginar cómo Vladimir había conseguido aquellos documentos y quizás, solo quizás, leyendo el resto de documentos llegara a comprender que mi amigo del alma, y a pesar de su Lada era, fue, alguien mucho más importante de lo que yo creía, de lo que él daba a entender…
Completamente anonadado, posé la caja y me dije que no leería más hasta que no me repusiera del shock que todo aquello me había causado, que  a lo mejor podría ser mañana mismo pero no ya hoy… mañana volverá a salir el Sol…
Sol que no aportó nada interesante, fotos viejas de un joven aun con dientes, un reloj Paliot de cuerda y de bolsillo con el escudo de la URSS grabado en su tapa, el historial militar de Vladimir en el que destacaba su empleo de Coronel de las fuerzas del Ministerio del Interior, una matrioskha llena de rayones y mugre que era imposible saber lo que significaba allí, una amarillenta nómina, una cinta de San Jorge, tres cartas ilegibles y lo que probablemente era un dibujo con la cara de tres niños, quizás sus hijos…me dio por pensar que toda una vida cabía tristemente en una caja de cartón y no importa que seas Rey o mendigo, científico o analfabeto, alto o bajo…en una caja cabías…y me entristecí y no sólo por él sino también por mí y creo que era la primera vez que veía a la muerte tan cerca…aunque, menos mal, no era la mía…
No tenía por qué pero seguramente lo fotocopiaría y enviaría los originales de todo a su familia, de todo menos los recibos que ya no importaban a nadie… ni siquiera a mí…
Cada vez me gustaba menos la Historia, la grande y la pequeña, nunca recoge fielmente la realidad ni de los países ni de los hombres que la conforman, llena de falsedades y de olvidos…si bien es cierto que la muerte tiene de bueno que es igualitaria…todos nos volveremos polvo más tarde o más pronto haciendo realidad aquello de “El muerto al hoyo y el vivo al bollo"... o aquello de Zorrilla y su Don Juan…” Todos iguales para mí seréis, el trece, el catorce, quince y el dieciséis…”…el olvido es la última parada de todos y cada uno de nosotros…

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